Mi blog sobre Economía

viernes, 30 de enero de 2015

Recibe Ecuador Presidencia de la CELAC. Palabras de Rafael Correa


Intervención de Rafael Correa Delgado, en la entrega de la presidencia pro tém­pore a la República del Ecuador, en la III Cumbre de la CELAC efectuada en Costa Rica, el 29 de enero de 2015.

Señor Guillermo Solís, presidente de la Re­pública de Costa Rica y presidente pro témpore saliente, de la Comunidad de Es­tados La­tinoamericanos y del Caribe;

Queridas jefas y jefes de Estado y de Go­bierno de los países miembros de la CELAC;

Ministras y ministros de Relaciones Exte­riores de los países miembros de la CELAC;

Señoras y señores representantes de organismos internacionales;

Invitadas e invitados especiales;

Señoras y señores miembros de las delegaciones oficiales;

Queridos colaboradores de la Cancillería costarricense; personal de seguridad; personal de apoyo, muchísimas gracias por su trabajo, excelente, lleno de éxito y, sobre todo, un saludo a las ciudadanas y ciudadanos, hermanas y hermanos de América Latina y el Caribe:

Gracias, gracias a los gobiernos y los pueblos hermanos por la confianza y el afecto depositados en mi país y nuestro pueblo para ejercer la presidencia pro témpore de la Co­munidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, cuenten con Ecuador para impulsar con toda nuestra fuerza, pese a nuestras limitaciones, con todo nuestro cariño, nuestra entrega, la tan anhelada integración de los pueblos de América.

Con la creación de la CELAC en 2010 estamos haciendo realidad los anhelos de nuestros libertadores, los sueños de Toussaint Louverture, Simón Bolívar, de Manuelita Sáez, de José de San Martín, de José Artigas, de Bernardo O’Higgins, Francisco de Mo­razán; pero también de Emiliano Zapata, Augusto César Sandino, del Che Guevara, de Salvador Allende, de Néstor Kirchner, de Hugo Chávez y de tantos otros héroes, he­roínas y líderes que dieron todo de sí por ver a nuestra región libre y unida.

En realidad, nuestra comunidad empezó hace siglos, con nuestros pueblos milenarios, con Eladio Ayala, la “tierra de la sangre vital”, como llamaban nuestros ancestros a nuestra América.

Nuestra gratitud a Costa Rica y a su Pre­sidente. Querido Guillermo, gracias por mantener este sueño integrador, y felicitaciones por la capacidad y visión con la que has presidido nuestra comunidad durante el último año.

Queremos extender un saludo a otro gran amigo, nuestro presidente José “Pepe” Mu­jica. “Pepe” es de esos viejos revolucionarios que enseñan con cada palabra, un verdadero filósofo, que desafía a reflexionar las cosas más profundas, desde las cosas más sencillas. En pocas semanas dejará la presidencia de Uruguay y extrañaremos toda su autenticidad, humildad, humor y profunda ética política.

Felicitamos a nuestro compañero Tabaré Vázquez, que el 1ro. de marzo asumirá la presidencia de nuestro querido Uruguay.

Nuestra felicitación también a Evo Mo­rales y Dilma Rousseff, por el inicio de sus nuevos mandatos presidenciales, repletos de legitimidad democrática que afianzan aún más nuestros vínculos continentales. El triun­fo de nuestros compañeros es el testimonio de que los poderes fácticos ya no son más fuertes que la voluntad de los pueblos.

El genial Simón Bolívar quería ver en esta América hispana, una vez liberada, a la más grande nación del continente, e insistió en que la unidad y solo la unidad será la que haga grande, ante el mundo, a la región liberada. Hemos avanzado, pero tenemos que ir mucho más rápido.
Nuestro viejo luchador, Eloy Alfaro, nos recuerda que no hay tiempo que perder, que en la demora está el peligro.

Queridos colegas; compañeras, compañeros de la patria grande:

El desarrollo no es un problema técnico, como nos han querido hacer creer, es básicamente un problema político. El problema fundamental es quien mande en una sociedad, las élites o las grandes mayorías; el capital o los seres humanos; el mercado o la sociedad. La historia nos demuestra que para lograr el desarrollo se requiere de manos bastante visibles, de acción colectiva, de voluntad política, de una adecuada, pero importante intervención del Estado, Estado que no es otra cosa que la representación institucionalizada de todos nosotros, el medio por el cual la sociedad realiza esa acción colectiva.

Nuestros pueblos esperan de nosotros manos visibles y acciones concretas, soluciones específicas a sus problemas, e ilusiones movilizadoras con horizontes claros. Para que el espíritu integrador de nuestros países se fortalezca nuestros pueblos tienen que palpar los beneficios de la integración.

Queremos proponerles a ustedes que, más allá del Plan de Acción 2015 que acabamos de aprobar, no solo esta presidencia, no solo este año, sino como bloque, a mediano plazo, CELAC trabaje en los próximos años en cinco grandes ejes, los cuales están plasmados en la carta entregada a ustedes y firmada por el presidente Solís y quien les habla, esos ejes se­rían: reducir la pobreza extrema y las de­sigualdades; educación, ciencia, tecnología e innovación; medio ambiente y cambio climático; financiamiento para el desarrollo, in­fraestructura y conectividad; y, desarrollar y potenciar nuestro rol como bloque.

En cuanto a reducir la pobreza extrema y las desigualdades, en la II Cumbre de la CELAC decidimos declarar a nuestra región como zona de paz. A menudo creemos que la paz es ausencia de guerras, cuando debe ser, sobre todo, presencia de justicia, presencia de dignidad, presencia de libertad, de buen vivir, del sumak kawsay de nuestros pueblos andinos.

Sin embargo, todavía tenemos 68 millones de latinoamericanos y caribeños en la miseria, ¿de qué libertad hablamos? ¿De qué paz hablamos?

La insultante opulencia de unos pocos en nuestra región, al lado de la más intolerable pobreza, son balas cotidianas en contra de la dignidad humana. La erradicación de la pobreza es un imperativo moral para nuestra región y para el planeta entero, porque como decía en el día de ayer: por primera vez en la historia de la humanidad, dicha pobreza no es por falta de recursos, sino fruto de la inequidad, y esta, a su vez, consecuencia de perversas relaciones de poder, donde pocos tienen todo, y muchos no tienen nada.

Nuestra propuesta es que asumamos el compromiso, desde la CELAC de erradicar la pobreza extrema, la miseria en la región en los próximos cinco años.

En cuanto a educación, ciencia, tecnología e innovación, una de las más graves asime­trías que aún permanecen en nuestra región, se refleja en los distintos niveles de acceso a la educación.

La educación, como derecho y como generadora de talento humano, es lo más importante para el desarrollo. Pretendemos que todas las niñas y niños de nuestra región puedan terminar, al menos, un ciclo completo de enseñanza básica de 10 años.

Los países hegemónicos han hecho del conocimiento el motor de su desarrollo, en contraste, nuestra región no le ha apostado decididamente a la generación de conocimientos, de ciencia, tecnología e innovación. Actualmente, nuestra región invierte el 0,78% del Producto Interno Bruto en investigación y desarrollo. Debemos duplicar esta inversión en los próximos cinco años, llevándola al menos al 1,5 % del PIB, hasta el año 2020.

Actualmente no hay ninguna universidad latinoamericana-caribeña entre las 100 mejores del mundo, decíamos también en el día de ayer. En los próximos años debemos tener, al menos, 12 universidades de la región entre las 200 mejores del planeta, para ello debemos elevar el presupuesto en educación superior, al menos, al 1,7 % del PBI regional en el siguiente quinquenio.

Recientes investigaciones han demostrado de forma contundente que lo único que garantiza la equidad no es la entelequia del mercado, ni la intervención del Estado per se, sino la difusión de conocimientos y capacidades; es decir, el conocimiento como bien público de libre y masivo acceso, y la inversión en talento humano no solamente nos harán más prósperos, sino también nos ha­rán más justos.

Además, con impresionante generación de conocimiento a nivel mundial, los países que no produzcamos conocimientos seremos cada día más ignorantes en términos relativos y más dependientes de lo que producen otros; es decir, la generación de conocimiento también nos hará más libres.

En cuanto a medio ambiente y cambio climático, la CELAC debe asumir una posición común y firme en la lucha en contra del cambio climático. Debemos alzar nuestras voces para demandar el compromiso de los contaminadores globales para reducir sus emisiones. Todos somos vulnerables, pero varios países miembros de nuestra comunidad, en particular nuestros hermanos caribeños po­drían enfrentar verdaderas catástrofes, como consecuencia del cambio climático. Tene­mos la solvencia moral para elevar nuestra voz, los países de esta comunidad somos los principales generadores mundiales de bienes ambientales que otros consumen gratuitamente, y se cree algunas veces que la generación de bie­nes ambientales no tiene costo, la realidad es que esa generación puede ser muy costosa, no en cuanto a costos directos, sino en lo que los economistas llamamos el costo de oportunidad, y este es el costo relevante. Hoy mu­chos exigen, sin ninguna solvencia moral, dicho sea de paso, que no se explote el petróleo de la Amazonía; pero eso implica un costo inmenso, por los ingresos no recibidos y por cada día que transcurre con un niño sin escuela, una comunidad sin agua potable, o gente muriendo por enfermedades perfectamente evitables, verdaderas patologías de la miseria.

En esta área, en cosas concretas, proponemos incrementar en los próximos cinco años, un 5% del territorio terrestre y marino costero en la región bajo régimen de conservación o manejo ambiental, con el fin de lograr una reducción significativa de la pérdida de biodiversidad.

En cuanto al eje: financiamiento para el desarrollo, infraestructura y conectividad. Unidos, colegas, hermanos de la patria grande, seremos capaces de incidir, si no modificar, incluso, un orden mundial, que no solo es injusto, sino inmoral, donde todo está en función no de los seres humanos, sino del capital y de países hegemónicos, cuyos ciudadanos también están dominados por dicho capital. Por ejemplo, juntos podemos crear nuestra propia arquitectura financiera regional, para que nuestro ahorro se quede en la región y no vaya a financiar a los países más ricos, como cuando nuestros bancos centrales frecuentemente autónomos y sin controles democráticos, envían centenas de miles de millones de nuestras reservas al exterior, no solo financiando, sino también transfiriendo riqueza a los países más ricos, al recibir por esas reservas paupérrimos rendimientos, mientras que nos prestan nuestro mismo dinero a tasas diez veces superiores. Esto es un completo absurdo que jamás podremos justificar ni técnica ni éticamente.

Resulta inaceptable que mientras América Latina tiene depositado un billón de dólares, de acuerdo con los términos anglosajones, un trillón de dólares de nuestros recursos en el Primer Mundo, sigamos dependiendo de préstamos externos, de inversiones extranjeras, e incluso, de dádivas disfrazadas de cooperación sin ningún impacto estructural. Debemos aprender a aprovechar nuestro ahorro y destinarlo a la inversión en nuestra propia región. Para eso la CELAC debe impulsar, insisto, esta nueva arquitectura financiera regional. Y, además, debemos tener mecanismos de intercambio compensados para minimizar el uso de monedas extrarregionales que aumentan nuestra vulnerabilidad y, también, transfiere riqueza al emisor de dicha moneda. La CELAC puede impulsar que es­tos mecanismos de compensación de pa­gos se consoliden no solo en nuestra región, sino también en una arquitectura financiera Sur-Sur, por ejemplo, a través del Banco de los BRICS, esto evitará, entre otras cosas, que el capital especulativo más antiético pretenda saquear a nuestros pueblos, como es el caso de Argentina y su lucha contra los Fondos Buitres. Por qué la decisión de un juez de un país extranjero puede poner en jaque, puede pretender quebrar a todo un pueblo, a todo un país, porque ellos manejan el Sistema Internacional de Pagos. Tenemos la capacidad, sobre todo, con la alianza Sur-Sur, con los BRICS, por ejemplo, de crear sistemas de pagos alternativos, y liberarnos de este sometimiento a decisiones externas.

Por otro lado, la CEPAL, Comisión Eco­nómica para América Latina estima que la región requiere invertir el 6,2 % del PIB regional, cerca de 320 000 millones de dólares anuales hasta el 2020 en construcción de infraestructura; en la actualidad estamos in­virtiendo apenas el 2,7 %.

Proponemos impulsar con voluntad política los grandes proyectos de infraestructura que garanticen nuestra integración, nuestra conectividad.

CELAC debe disponer de una planificación regional que aterrice, concrete los megaproyectos viales, energéticos y de telecomunicaciones, para potenciar nuestra complementariedad.

En cuanto a nuestro rol como bloque, queridas amigas y amigos, CELAC, estoy seguro, está llamada a desempeñar un papel fundamental en el cambio de época que vivimos. América Latina, el Caribe, no están viviendo una época de cambios, sino un verdadero cambio de época, estamos haciendo cosas inéditas, sin precedentes.

En último término, la CELAC deberá reemplazar a una institucionalidad en franca decadencia y cuyo tiempo histórico ya pasó.

¿Cómo puede sostenerse la irracionalidad de que la sede de la Organización de Estados Americanos esté en el país del criminal bloqueo a Cuba, bloqueo que incumple abiertamente la Carta Fundacional de la OEA y que ha sido condenado nada menos que veintidós veces por las Naciones Unidas? La última condena en octubre de 2014, con el respaldo de 188, de los 193 países miembros de la ONU.

El bloqueo a Cuba constituye, sin lugar a dudas, el mayor atropello al Derecho Inter­nacional, al Derecho Interamericano y a los derechos humanos en nuestro continente.

Nos congratulamos con la promesa del restablecimiento pleno de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Esta victoria del pueblo cubano es una verdadera lección de dignidad, de resistencia y de soberanía que Cuba transmite al mundo. Sin em­bargo, ese horizonte esperanzador no debe hacernos olvidar que Cuba aún sigue siendo víctima de una serie de medidas inadmisibles y atentatorias en contra de su soberanía y del derecho internacional.

Asimismo condenamos cualquier tipo de injerencia en contra de nuestros países, en contra de nuestros procesos democráticos. Rechazamos cualquier agresión o guerra económica en contra de la hermana República Bolivariana de Venezuela.

Estos hechos ratifican la necesidad de una instancia propia, renovada, creíble, que sea un auténtico garante de los intereses de los países de la región latinoamericana y caribeña.

¿Por qué tenemos que discutir nuestros problemas en Washington? Esta es una de las clamorosas contradicciones de los más graves rezagos del neocolonialismo en nuestra región y que muchos no se atreven a decir claramente.

Solamente siete países, incluidos Ecuador y Costa Rica, presidente Solís, solamente siete países, de los 35 del continente, hemos suscrito absolutamente todos los instrumentos interamericanos de derechos humanos. Esta­dos Unidos no ha ratificado ninguno, ¡ninguno!, y, sin embargo, tiene la sede de la Co­misión Interamericana de Derechos Huma­nos, la cual está totalmente dominada por países hegemónicos, por el “oenegesismo” más infantil, que cree, entre otras cosas, que el único poder que puede atentar a los derechos humanos es el Estado y está dominada por el capital detrás de los medios de comunicación mercantilistas, con un impresionante lobby en defensa de una supuesta libertad de expresión.

No es casualidad que la Comisión Intera­mericana de Derechos Humanos cuente con ocho relatorías, pero a diferencia de las otras siete, la Relatoría para la Libertad de Expre­sión es la única que tiene informe y financiamiento propios, financiamiento básicamente de Estados Unidos, que no ha ratificado el Pacto de San José, y de la Unión Europea, es decir, países que no pertenecen al Sistema Interamericano.

¿Este financiamiento propio e informe independiente supone la supremacía del derecho a la libertad de expresión sobre otros derechos, como, digamos, el de las personas con discapacidades? Nos engaña, sencillamente muestra la supremacía del capital detrás de las empresas dedicadas a la comunicación.

Además, como les decía, la Comisión, además de la Relatoría, es financiada casi en su totalidad por Estados Unidos, que no ha ratificado el Pacto de San José, sustento del sistema, y por Estados Observadores “extrarregionales”, que no son parte de América; es decir, hablemos claro: Pagan para controlar a otros.

Todo esto solo tiene un nombre: neocolonialismo, que debería ser intolerable en la América Latina y el Caribe del siglo XXI.

Cabría preguntarse también, ¿para qué sirve la OEA si ni siquiera se pronuncia sobre problemas tan cruciales como el de las islas Malvinas, colonia británica al frente de las costas latinoamericanas y a más de 11 000 kilómetros de Londres?
En los últimos años, cuatro países: Ve­nezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador hemos denunciado el Tratado Inte­ra­me­ricano de Asistencia Recíproca (TIAR), un texto que solo sirvió para justificar las intervenciones militares norteamericanas en Guatemala, en 1954; en Cuba, en 1962; en Panamá, en 1964, o en República Dominicana en 1965 y 1966; pero no sirvió para evitar, como supuestamente era su fin, agresiones extrarregionales, como en el caso de las Malvinas en 1982, en ese caso se destrozó por completo el tan celebrado TIAR. Son anacronismos que aún arras­tramos y que ameritan ser discutidos en el seno de esta comunidad.

La CELAC debe jugar un rol protagónico en acompañar el proceso de descolonización en la región latinoamericana y caribeña. En general, la CELAC debe ser el actor de referencia en la resolución de conflictos o herencias de larga data que atañen a los países de la región.

En este sentido quiero aplaudir la propuesta nicaragüense y venezolana de integrar a Puerto Rico a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, como muestra de que América es un territorio libre de colonialismo.

La CELAC también debe prestar su apoyo incondicional al histórico proceso de paz en Colombia. El presidente Juan Manuel Santos —ya no se encuentra entre nosotros, tuvo que regresar a Colombia, se encuentra su canciller, María Ángela Holguín, querida amiga—; María Ángela, pueblo colombiano, reciban todo el apoyo de la Presidencia pro-témpore de la CELAC —creo que hablo en nombre de todos los países miembros, de todos los pueblos de nuestra comunidad— en su valiente búsqueda de una paz definitiva para nuestra querida y hermana Colombia (Aplausos).

Los países de América Latina y el Caribe han soportado durante décadas los abusos de las trasnacionales del norte.

El caso Chevron-Texaco en el Ecuador, empresa recientemente declarada como la más irresponsable del mundo, ¡la más irresponsable del mundo!, es testimonio de ello. Los tratados bilaterales de inversión nos imponen entregar nuestra soberanía a tribunales de arbitraje en el Norte. La cruda experiencia es que estos tribunales se han constituido como instancias últimas de decisión, violentando a discreción los ámbitos de jurisdicción nacionales e imponiendo el cumplimiento inapelable de arreglos injustos.

La América Latina y el Caribe necesitan la inversión extranjera, pero debemos enfrentarnos a la tarea de crear marcos de relación entre Estados y trasnacionales más justos y equilibrados, que posibiliten el beneficio mutuo, el respeto de los derechos humanos y de los derechos de la naturaleza.

Otra de nuestras principales propuestas es la creación de centros de arbitraje en nuestra región y para nuestra región, para evitar ese atentado a nuestras soberanías que constituyen los tratados bilaterales de inversiones ahora vigentes.

Actuando por separado, queridos colegas, hermanos de la patria grande, será el capital el que nos imponga sus condiciones. Juntos, seremos nosotros los que impongamos las condiciones al capital en función del bienestar de nuestros pueblos.

El mundo del futuro será un mundo de bloques. La CELAC es una gran oportunidad y esperanza para tener nuestros propios espacios de procesamiento de conflictos regionales y para que los países latinoamericanos y caribeños podamos tener un diálogo entre iguales con América del Norte. Debemos, como bloque, también buscar y mantener las relaciones con socios claves extrarregionales. Entre esas relaciones debemos cumplir con el Plan de Cooperación 2015-2019 entre CELAC y China, definir prioridades e intereses con la Unión Europea sobre la base de objetivos y metas específicos, fortalecer los vínculos con los otros socios extrarregionales y robustecer la cooperación Sur-Sur.

Finalmente consideramos que, siempre que sea posible, debemos actuar con posiciones comunes para que se pueda escuchar nuestra voz; separados no nos escuchan, unidos somos un grito que cubre todo el planeta. Debemos actuar con posiciones comunes y realizar intervenciones en las Na­cio­nes Uni­das de manera conjunta. Este hecho robustecerá a CELAC en el contexto internacional como interlocutor regional y fortalecerá nuestra posición negociadora de manera estructural.

Amigas, amigos, queridos colegas, queridos hermanas y hermanos de la patria grande: El siglo XXI debe afianzar la supremacía del ser humano sobre el capital. El ser humano no es un medio más de producción, sino el fin mismo de la producción.

Lo sucedido en Grecia, donde el pueblo griego ha sido víctima del “austericidio” —es un neologismo, no lo van a saber traducir— perpetrado por los gestores de la crisis nos recuerda la forma dogmática con que fueron aplicadas las recetas neoliberales hace 30 años en nuestra América. Saludamos la expresión democrática del pueblo griego, que después de tanto sufrimiento ha decidido, como nosotros lo hicimos frente a la deuda ilegítima e inmoral, tomar el destino en sus propias manos.

Tomemos conciencia de que América La­tina y el Caribe se han convertido en el estandarte internacional de esta recuperación de la dignidad humana, a través de la aplicación de políticas públicas en beneficio de las grandes mayorías.

No tengamos miedo del rol que la historia nos ha asignado, tengamos fe. Hoy más que nunca resuena la voz profética del compañero Salvador Allende que auguraba que algún día América tendrá una voz de continente, una voz de pueblo unido, una voz que será respetada y oída, porque será la voz de pueblos dueños de su propio destino.

Aquí estamos. Así somos, queridos compatriotas.

Muchas gracias (Aplausos).

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