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jueves, 18 de julio de 2013

Visión polémica: ¿Y dónde quedo yo?

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Foto: EFE.
Por José Dos Santos Cubadebate
 
Pertenezco a una aún mayoritaria porción de cubanos que ha dedicado su vida laboral a desempeñarse y empeñarse en aportar sus esfuerzos –los mejores y también los no tanto- a la sociedad en que vivimos, desde el triunfo revolucionario, en las filas estatales. Y no me arrepiento.
Recuerdo hace unos lustros atrás, cuando a mi esposa la tentaban a pasar a trabajar con extranjeros legalmente operando en nuestro país, a quien desalenté con mi fidelidad a las estructuras que representaban los intereses del pueblo.
Ella siguió mis visiones y hoy se ha visto obligada a jubilarse por asuntos familiares, con una magra suma mensual como retribución a su hoja de servicios. La que la animaba a dar el paso vivió mucho mejor, materialmente hablando, y fue más allá y los dio hacia otros territorios.
Pero eso es historia antigua. La que estamos construyendo hoy, día a día, es diferente por muchas y justificadas razones.
Romper modelos o moldes que constriñen –lo que diría un manual de economía política- “el desarrollo de las fuerzas productivas” en las condiciones contemporáneas constituye una acción mas que necesaria, imprescindible, para mantener nuestra sociedad a flote y con el rumbo estratégico que entre todos hemos decidido.
Nos estamos liberando de ataduras con sabor a dogma, desfasadas, ilusorias o, más aún, utópicas, para explorar y explotar las potencialidades que permanecían latentes, por mas de una causa. Y eso todos lo comprendemos.
Pero de ahí a focalizar la propaganda, ensalzar el bienestar material que produce y presentar al movimiento de “cuentapropistas” como salvadores de nuestra economía, da una dimensión al asunto, cuanto menos, mortificante para los que hemos sido y seguiremos siendo “empleados estatales”.
Presumo que ha sido una mala interpretación de cómo enfocar las prioridades que hacen los medios de prensa sobre la materia. No creo deseen menoscabar –por contraste- la importancia de quienes no optamos por el también llamado “auto-empleo”, pero al menos provocan dudas sobre cuáles objetivos se buscan.
Las bondades y beneficios de ejercer oficios y profesiones bajo reglas de juego diferentes a las establecidas por el estado, sobre todo en materia de ingresos monetarios, no necesitan publicidad.
Ese esfuerzo de los medios –espacio y tiempo- debía de dedicarse a elevar la autoestima de ese otro vasto componente de la sociedad cuyos salarios no alcanzan ante los crecientes avances de los precios y que sigue siendo decisivo para la construcción del socialismo con el que los revolucionarios cubanos soñamos.

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