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Por MARJORIE PEREGRÍN Y ONEDYS CALVO / CIUDAD VIVA
En días pasados se celebró en La Habana el XI Encuentro de Manejo y Gestión de Centros Históricos, en el que expertos cubanos y de otros países ofrecieron perspectivas sobre las economías creativas y los emprendimientos sociales, en muchos casos referidas a Cuba y en el contexto del actual proceso denominado de actualización del modelo económico.
El sector no estatal ha ganado importancia en el plano económico y social del país en los últimos meses. Recientemente se informaba que el gobierno ha arrendado más de dos mil pequeñas empresas estatales a sus trabajadores (más de dos mil locales con un total de 5.479 empleados), que actualmente las operan y asumen desde la gestión de los materiales hasta la administración y el pago de los servicios básicos.
A inicios de abril se conoció sobre la propuesta al Consejo de Ministros para la aprobación del primer grupo de 126 cooperativas no agropecuarias, que comenzaría a funcionar próximamente. Y en la Feria Internacional de Turismo, este mes de mayo, el Mintur informó que actualmente están en servicio más de seis mil habitaciones, 950 viviendas para renta en su totalidad y unos 2.200 restaurantes en el sector no estatal, cuyos representantes podrán acceder al sistema de educación para el turismo.
El modelo de gestión del Centro Histórico de La Habana incorporó hace ya tiempo esta alternativa económica y muchos de los emprendimientos creados se convirtieron en multiplicadores sociales y tienen hoy una incidencia positiva que acompaña a la labor mayor de la Oficina del Historiador.
Canadiense con 20 años de residencia en Cuba, doctor en Ciencias Jurídicas, politólogo y consultor para la cooperación internacional, Gregory Biniowsky participó en el Encuentro de Manejo y Gestión de Centros Históricos y compartió con nosotros su visión sobre estos desarrollos en el contexto nacional.
Vamos a comenzar por la definición. ¿A qué podemos llamar economía solidaria?
-Para no perdernos en un debate de conceptos, puede decirse que en esencia la economía solidaria es aquella en la que uno realiza una actividad económica – generalmente estamos hablando de negocios particulares-, que se desarrolla con base en un sentido de solidaridad con los vecinos, no sólo con los socios del negocio o sus familiares. Se trata de hacer actividad económica con base en la idea de que uno tiene una responsabilidad, no sólo para el éxito del negocio y su propio bienestar, sino para el progreso y el bienestar de la sociedad en general.
Es algo que implica niveles de pertenencia y de compromiso muy altos…
-Por supuesto. Para decirlo sencillamente, la economía solidaria sería lo contrario de lo que podríamos llamar economía egoísta, en la que uno se involucra en una actividad económica con el solo propósito de beneficiarse a sí mismo y a su círculo más allegado.
¿Cómo se manifiesta la economía solidaria en los contextos urbanos, a nivel de comunidad?
-Puede existir economía solidaria en un contexto rural, pero en el contexto urbano la densidad de población, la cercanía de muchas personas alrededor de uno es mayor. Por ende, el impacto del negocio que uno tiene puede ser mayor, al igual que las posibilidades de beneficio que uno puede aportar al barrio, a la comunidad.
Hay que precisar algo. La economía solidaria no es filatropía, en el sentido clásico en que la conocemos. No es sólo dar lo que uno tiene, es generar recursos y beneficios económicos y no usarlos en forma caritativa o paternalista, sino de una manera que genere a su vez más actividad económica local, más empleo, y que otros miembros de la comunidad se involucren en ese proceso de producción, de creación.
¿Cuán consolidado está el término a nivel internacional?
-Como concepto quizás lleva mucho tiempo por ahí, pero en términos prácticos, reales, es algo que se ha desarrollado fundamentalmente en Latinoamérica. En las últimas dos décadas, los países latinoamericanos tuvieron que enfrentar el gran fracaso del neoliberalismo, que puso a la economía egoísta, individualista, como eje central de la sociedad. En países como Venezuela, como Bolivia, Ecuador o Brasil, la economía solidaria es una reacción a ese fracaso del neoliberalismo.
Esos son países donde había una economía de mercado y un sector no estatal predominante. En el caso de Cuba, están surgiendo ahora expresiones de este fenómeno con las transformaciones económicas que realiza el gobierno, entre ellas la apertura al sector no estatal. Es ya, en las actuales circunstancias, un tema relevante para Cuba.
¿Pudiera considerarse como una alternativa para el desarrollo?
-Sí. Hay gente que habla de desarrollo en términos macroeconómicos: el país tuvo un crecimiento de tanto por ciento y ello implica desarrollo. Pero se les olvida definir cómo se está distribuyendo ese crecimiento, ese desarrollo. La economía solidaria es algo que tiene que ver con el desarrollo, pero sobre todo con la equidad social, con la forma en que se distribuye la riqueza económica…
Estuvimos en la calle realizando entrevistas sobre el tema del cuentapropismo, y los entrevistados hablaron sobre oportunidades para quienes quieran dedicar a ello sus habilidades y conocimientos profesionales, posibilidades de desarrollar el potencial de muchas personas; creatividad y diversidad de opciones; cooperación entre residentes de la comunidad e intercambio económico entre ellos… Escuchamos a algunos decir que se sienten útiles, hablaron incluso de reconocimiento social y responsabilidad social con los demás más allá del mero negocio, empezando por la fachada y el diseño de su local hasta la interacción con los vecinos… Otros contaron que han tenido que aprender muchas cosas, desde leyes e impuestos hasta contabilidad, administración, pero que es un reto y un camino nuevo que es tentador, que les ha planteado nuevas metas. Esta realidad tiene muchas implicaciones sociales, incluso culturales… ¿Qué opina usted?
-Son comentarios similares a los que escucho en mi barrio de Centro Habana. La gente ve este proceso del cuentapropismo como una oportunidad para desarrollarse económica, profesional e intelectualmente. Conciben una idea y la ponen a prueba. También hay un importante componente espiritual: uno tiene un sueño y a veces los negocios no consisten solamente en la búsqueda de un beneficio económico, sino en la posibilidad de desarrollar potencialidades, una oportunidad de creatividad.
Yo veo que este es un momento histórico en Cuba. Se ha abierto el espacio al sector no estatal: a los cuentapropistas y a las cooperativas. Han cambiado los tiempos y se ha requerido un ajuste, una actualización del modelo económico. La apertura de este espacio es un fenómeno nuevo en casi medio siglo, porque el Estado realizaba casi la totalidad de la actividad económica. Creo que uno de los problemas en Cuba y en otros países ha sido el paternalismo, que un poco que quita ese sentido de responsabilidad, de creatividad… La gente se adaptaba a esperar que el Estado le resolviera todo. Y cuando había muchos recursos el Estado lo hacía, pero de pronto los tiempos cambian, cayó el campo socialista, se mantiene el bloqueo de Estados Unidos, cambia el entorno económico mundial… Es algo muy positivo que la gente esté comprendiendo que ellos llevan en sí una responsabilidad para con su propio bienestar y no pueden depender eternamente del Estado para todo.
Pero hay otra arista. No se trata sólo de responsabilidad para con uno mismo y para con la familia, sino también hacia los demás, hacia el barrio, Y ahí está el gran reto. Se puede abrir este espacio al sector no estatal y la gente enseguida va a aprender lo de la responsabilidad hacia sí mismos y hacia la familia, pero hay que asegurar que esos nuevos cuentapropistas y cooperativistas miren también más allá de sí mismos y de sus familias.
Otro de los entrevistados nos decía que, por ejemplo, los pueblos indígenas tienen una gran experiencia, una cultura consolidada del trabajo en cooperativa, y que los cubanos aún no han demostrado su eficacia en ese campo… ¿Qué opinión le merece ese comentario?
-Cuando uno compara a Cuba con otros países de Latinoamérica, sin mencionar los países desarrollados de Europa, yo diría que Cuba tiene una situación muy favorable para el desarrollo de cooperativas y de una economía solidaria basada en la cooperación.
Aunque puede decirse que las comunidades indígenas, en efecto, tienen esa ética de cooperación muy bien arraigada, se trata de comunidades muy pequeñas, aldeas, y aquí estamos hablando de países y transformación de países. En ese sentido, cuando comparo a Cuba con otros países veo una diferencia muy importante: lo que Cuba está tratando de hacer es añadir lo económico en lo social, mientras que hoy la lucha de los movimientos progresistas en Latinoamérica es incorporar lo social en lo económico. Y eso me lo comentó un experto que lleva años trabajando en el tema de la economía solidaria, en cooperativas. Y yo creo que la ventaja la lleva Cuba: creo que es mucho más fácil enseñar a alguien cómo manejar su negocio, cómo asegurar que su negocio sea sostenible y rentable, que enseñarle cómo ser solidario, cómo sentir una responsabilidad, una conexión con el prójimo. Y este experto me comentaba cuánto potencial hay en Cuba para la economía solidaria, porque después de tantos años de revolución los cubanos saben cómo cooperar, cómo movilizarse en conjunto para lograr un objetivo común. Ahora, el reto de Cuba es definir y adaptar al contexto cubano los mecanismos para asegurar la eficiencia económica.
¿Cuánta responsabilidad, cuánta innovación más se necesita para que estos nuevos actores o procesos sociales incidan con todo su potencial en la renovación de la ciudad que todos queremos?
-Ese es el reto. Cómo encontrar ese equilibrio entre el incentivo individual y el compromiso con el resto de la sociedad. He escuchado los comentarios de muchas personas y dicen que, efectivamente, el cuentapropista se mete en negocios para mejorar su vida económica, pero también, en muchos casos, se aseguran de que esa actividad beneficie a otros. Ese es el reto de Cuba hoy. Y créeme, como politólogo especializado en Latinoamérica te aseguro que hay hoy muchos países mirando hacia Cuba, esperando a ver qué sale de esta experiencia muy atrevida, con tantos obstáculos enfrente; dónde vamos a llegar con respecto a la pregunta de cuál es el papel del pequeño y mediano empresario no estatal dentro del socialismo. .. Me viene a la mente un comentario reciente de un cuentapropista muy exitoso, cuyo negocio va muy bien y que ha hallado la forma de revertir los recursos de su negocio en su barrio, de una forma creativa, empoderando a sus vecinos… Bien, viajó al extranjero, se asombró con la cantidad de recursos y tecnología en la actividad económica, pero a la vez, hablando con la gente, sintió que se perdía un poco el ser humano en la carrera económica, se perdía el sentido de comunidad, de barrio. Y me dijo: “Yo no soy militante del Partido Comunista, no soy muy activo políticamente, pero, ¿sabes qué quiero hacer con mi negocio?: defender los valores de mi país, de la sociedad. Soy cuentapropista y quiero sentir una responsabilidad para los que están cerca de mí, aunque no sepa su nombre ni de dónde vienen”. Hay que luchar porque ese sentimiento de conexión con los demás caracterice a la mayoría de los representantes del sector no estatal.
Lo fundamental es que Cuba tiene una tierra fértil, una población instruida, preparada, con un nivel de educación y con una alta capacidad de aprendizaje e innovación gracias a esa educación. Estos emprendimientos positivos son muy contagiosos, y generan mucha esperanza. Por eso tenemos que estar atentos ahora, como individuos y también el Estado como manejador del proceso; luchar para que ese sector no estatal tenga incorporados los valores sociales que ha promovido el país en las últimas décadas, que tenga esa ética social. Una de las cuestiones claves en este siglo XXI es cómo logramos combinar la iniciativa de los pequeños y medianos empresarios no estatales con el gran proyecto del socialismo, que es garantizar bienestar social para todos. Muchos países han fracasado intentándolo, pero considero que Cuba está bien posicionada para encontrar soluciones.
Expertos asistentes al encuentro sobre manejo de centros históricos subrayaron la importancia de que el Estado acompañe el proceso de desarrollo del sector no estatal, que se haga pedagogía pública y se visibilice su desempeño y sobre todo el de quienes lo hacen con un enfoque solidario; que se promuevan los emprendimientos innovadores, creativos…
-Lograr este sueño de mezclar la justicia social con un sector no estatal emergente es difícil, y obviamente, no creo que ni los cuentapropistas ni el Estado piensen que los primeros van a asumir las responsabilidades sociales. Al final, es el Estado el que es responsable. Esas acciones de responsabilidad de los cuentapropistas se hacen acompañando al Estado, trabajando en conjunto con el Estado para lograr ciertos objetivos sociales a nivel de comunidad. Son muy importantes el acompañamiento y las alianzas público-privadas. Hay un reto, y ya lo han mencionados los dirigentes cubanos: la burocracia. Hay burócratas que buscan un problema para cada solución, no una solución para cada problema, y son resistentes a los cambios. Hay que lograr también un equilibrio en el área de los impuestos: que no sean simbólicos, y tampoco que sean tan altos que comprometan la capacidad de existencia de un emprendimiento. En un proceso así tenemos que estar listos para tropezones, errores… Hacer un cambio como éste es un reto. Los países que fueron de un extremo a otro, como en Europa del Este, lo hicieron más fácil, y ya sabemos qué sucedió luego. Ahora, mantener lo que hay que mantener, y cambiar lo que hay que cambiar, ese es un trabajo mucho más complejo que dejar que simplemente el péndulo gire de un lado al otro.
El reto es identificar los errores y seguir creando sobre lo aprendido. Y es clave que el sector no estatal acompañe al Estado, porque al final el bienestar de Cuba y los cubanos es del interés de todos los que están en esta isla.