Mi blog sobre Economía

lunes, 11 de agosto de 2014

Cuba empresaria: una emprendedora a la vez

Fernando González

Si un camino de mil millas comienza con un paso, quizás una apertura económica y social en Cuba se puede afianzar con el éxito de la micro-empresa de jabones de Sandra Aldama o la Pizzera Nella de Marianela Pérez.

Ellas — junto con Niuris Higueras, propietaria del restaurante Atelier; Yamina Vicente, dueña de Decorazón, un negocio de organizar eventos, y Deciré Verdecia, dueña del salón de belleza y gimnasio  Decy Spa y Peluquería, todos negocios ubicados en o alrededor de La Haba — son parte de una generación de emprendedores cuentapropistas, un incipiente sector de la economía cubana que comenzó a emerger en el 2008, luego de que el gobierno decidiera permitir empresas particulares.

Las cinco mujeres de negocios fueron parte de “StartUp Cuba?,” (¿Cuba Nueva Empresaria?) una conversación en el Miami Dade College el viernes en la mañana. El evento fue co-patrocinado por el Idea Center y el Center for Latin American and Caribbean Initiatives, (Centro para Iniciativas en Latinoamérica y el Caribe) parte del Miami Dade College, con la asistencia del Cuba Study Group (Grupo de Estudio de Cuba).

El Cuba Study Group trajo inicialmente a estas empresarias para que fueran parte de la convención anual de la Association of Studies of the Cuban Economy (Asociación de Estudios de la Economía Cubana) así como de otras actividades académicas y profesionales relacionadas con sus diferentes líneas de negocios en Cuba.  

Como fue indicado en The Miami Herald en un artículo publicado en febrero 2014 (No hay una versión en Español del artículo de The Miami Herald.) Un reporte de la Central de Trabajadores de Cuba mostró que desde el 2009, como parte de los esfuerzos del gobierno de disminuir el gasto público, se cortaron 596,500 trabajos del sector público.

Pero cuando les preguntaron por qué habían elegido el cuentapropismo, estas empresarias dieron respuestas pragmáticas e idealistas.

Aldama, quien estudió y ejerció como educadora y trabajó en el Ministerio de Cultura por cinco años, dijo que “a partir de la apertura, decidí tener mi propio proyecto.”

“No solo es el tema financiero, es mas motivacional”,  explicó Aldama. “Es poner tu energía en algo en lo que tu veas resultado y tenga sentido personal. Yo particularmente no pienso volver a trabajar en el sector estatal.”

Vicente, una profesora universitaria transformada en planificadora de eventos, remarcó que en Cuba no hay impedimento legal al “pluri-empleo” y que es posible tener, al mismo tiempo, un trabajo en el sector estatal y el privado.

“Estamos claro que casi todos los trabajadores que han decidido transitar del sector estatal al sector cuentapropista lo han hecho principalmente por un móvil financiero,” dijo Vicente. “Pero creo que también [hay] una motivación. Los trabajadores por cuenta propia tenemos una empresa más eficiente, más concreta, más expedita y eso hace que el trabajador se sienta con menos trabas y mas motivación. Somos empresas pequeñas y eso ayuda a la comunicación.”

Las empresarias hablaron también de que trabajan desde su casa (aunque D’Brujas, la empresa de jabones, también tiene un local para venta al público en Habana Vieja) y que o tenían un pequeño capital inicial o se dedicaron a un negocio que no requería una gran inversión inicial, tal como el planeamiento de eventos. Ellas también compartieron una manera de aprender haciendo.

“La apertura fue rápida y lo hice de forma empírica, como a mi casi todo el mundo,” contó Higueras, la propietaria del restaurante. “Yo había tenido una experiencia anteriormente. Fui co-propietaria de un restaurante con un hermano y … además es la pasión que siento por la cocina,  que cada día me hizo pensar que iba a tener un restaurante.”

Pero ella también contó que tomó clases en CubaEmprende, un programa ofrecido por la iglesia católica, en la cual se enseñan temas como mercadeo, administración de empresa y servicio al cliente.

El camino fue diferente para Vicente, quien había estudiado economía.

“Tengo una hermana mayor que tenía un estudio de fotografía, algo que se complementaba  mucho con el negocio de la decoración y la organización de eventos,” dijo Vicente. “A mí siempre me ha gustado mucho el diseño y las artes manuales y … este es un tipo de negocio que necesita de poco capital inicial.”

Y Vicente aprovechó la oportunidad para marcar una importante distinción.

“En cuanto a una empresa como tal, ninguna de las que estamos en esta mesa somos empresa,” explicó. “Aún no tenemos personería jurídica como empresarios. Solo somos individuos, personas naturales autorizadas a hacer un trabajo por cuenta propia. Legalmente no existe la empresa Decorazón o la empresa Atelier o la empresa D’Brujas. No existen como empresas.”

Oficialmente empresas o no, la conversación sugirió a veces una charla sobre Capitalismo 101, tratando con temas tales como precios, recursos humanos, suministros, regulaciones e impuestos.

Juan Antonio Blanco, director ejecutivo del Centro para Iniciativas en Latinoamérica y el Caribe

y uno de los presentadores de la conversación, explicó que tituló el panel “StartUp Cuba?” con un signo de pregunta porque mientras “Efectivamente hay cosas que no existían en Cuba hace 10 años. ¿Pero podemos ya equiparar este sector con un sector empresarial en cualquier otro país? Mi respuesta es que todavía no. Por eso el signo de interrogación.” Y el éxito de este desarrollo en la economía cubana “no lo decide el número de personas que han sacado licencia para trabajar por cuenta propia. Lo que decide eso es la ecología jurídico-institucional en el que se desarrolla una empresa.... Y con esto no estamos menospreciando, despreciando o negando todo lo positivo que hemos escuchado aquí hoy, sino sencillamente [llamamos a ] no lanzar fuegos artificiales porque ya llegamos, porque no hemos llegado.  Hicimos esto y esto. Aplauso. ¿Y ahora qué? ¿A dónde vamos ahora?”

Pero Tomás Bilbao, director ejecutivo del Cuba Study Group, la organización que invitó inicialmente a estas cinco micro-empresarias, dijo que “después de pasar casi 10 días con ellas yo no le pondría un [signo de pregunta] a ninguna de sus empresas y a ninguno de sus emprendimientos. Es más, yo diría que habría poner un signo de exclamación. Los obstáculos son obvios y sabemos que existen. Pero creo que además de todo lo que podemos aprender de ellas podemos aprender un poco de optimismo.”

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