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domingo, 24 de agosto de 2014

La utilización mercenaria de la ciencia. I Parte


Por Antonio J. Martínez Fuentes

Sociedad Cubana de Antropología Biológica.

La historia de las sociedades humanas muestra como a través del tiempo se han construido y construyen elaborados procedimientos, apoyados en la diversidad social, cultural y hasta biológica de los pueblos, para desestabilizar, subvertir, invadir y ocupar territorialmente países así como para aniquilar o estimular oposiciones políticas y protestas sociales, los cuales serían una importante base del nuevo colonialismo en curso.

Las guerras de conquistas y colonización en África, Asia, y América Latina y el Caribe son ejemplos clásicos de estos procedimientos. En la actualidad se sabe que existen programas que emplean antropólogos en el apoyo a unidades de combate de las tropas estadounidenses para sus operaciones contrainsurgentes, lo que nos hace recordar las acciones desarrolladas en Chile en los años 60 a través del conocido Plan Camelot calificadas como una “prostitución de la disciplina”. Incluso de la Universidad de Chicago, salieron académicos a experimentar el empleo de las políticas neoliberales en ese país tras el golpe de Estado ejecutado por Richard Nixon, Henry Kissinger y el general Augusto Pinochet en septiembre de 1973. Afganistán, Irak. Siria, Ruanda, Angola, Guatemala, son otros ejemplos entre muchos.

Diversas agencias del gobierno estadounidense y ciertas organizaciones no gubernamentales que son apoyadas y contratadas por ellas se valen de especialistas de distintas ramas de la ciencia para obtener informaciones en distintos países a fin de desarrollar planes de desestabilización y subversión a corto, mediano y largo plazo contra gobiernos que consideran enemigos o potencialmente enemigos. En estos planes se conoce de la cooperación y coordinación del Departamento de Defensa con los integrante de la “comunidad de inteligencia” (CIA, DEA, FBI, etc.) y, entre otras, con la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés), que depende del Departamento de Estado. Generalmente se recurre al trabajo de expertos en antropología, sociología, psicología, economía, ciencias políticas.

También resalta la necesidad de que las campañas de contrainsurgencia cuenten con “fuerzas flexibles”, adaptables a las distintas circunstancias en un país dado y capaces de “comprender” las culturas de los “nativos” que se rebelan contra el orden establecido. Cuestiones claves son:

.- las labores de inteligencia y el análisis y aprendizaje de la sociedad de un país objetivo,

.-los grupos étnicos que lo habitan,

.- la forma de gobierno,

.-las fuerzas coercitivas del Estado,

.-sus instituciones, cultura, lenguaje, percepciones de sus connacionales, valores, redes,

.- creencias de la población,

También se persigue evaluar el apoyo o tolerancia de la población hacia un grupo guerrillero, un gobernante o dirigente político, sus capacidades y vulnerabilidades, sus tácticas y estrategias y formas de organización.

Los dirigentes y lideres son motivo de un reconocimiento detallado, que comprende la historia personal, trayectoria, creencias, ideología, temperamento y educación entre otros aspectos.

Quienes colaboran en estos planes no son más que instrumentos de guerra, suministradores de informaciones, ya que las decisiones finales las toma el personal militar.

Los cubanos tenemos una larga y amarga historia que narrar sobre estos métodos, desde el bioterrorismo hasta los hechos recientemente divulgados por la agencia de prensa AP sobre un plan promovido por la USAID y su contratista Creative Associates International, en el cual un ciudadano costarricense, jefe de una organización de derechos humanos en Costa Rica llamada Fundación Operación Gaya Internacional, contrató jóvenes latinoamericanos de distintos países a fin de identificar y convertir jóvenes cubanos en actores políticos efectivos contra el gobierno. y promover la desestabilización interna bajo la cobertura de programas culturales, de salud, de intercambios estudiantiles, entre otros.

El caso del empleo del conocimiento antropológico: un poco de historia

Cuando me preguntan sobre el concepto de Antropología, usualmente expreso, a fin de dar un concepto de amplio entendimiento, que la antropología es la ciencia que estudia la diversidad biológica y cultural de la especie humana en el espacio y el tiempo, su origen y evolución.

Aunque en alguna que otra ocasión me refiero al estudio del otro, no es una expresión que sea de mi agrado pues siempre me da una especie de aire o tufo colonialista, neocolonialista e imperialista, que sirvió y sirve, entre otras cuestiones, para el uso de la antropología con fines de manipulación y dominación del llamado “otro”

La historia de los inicios de la antropología muestra los vínculos de las tradiciones antropológicas estadunidenses, británicas, francesas, holandesas y alemanas con la expansión colonial en África, Asia, Indonesia y sobre los territorios de los pueblos indígenas de América.

Según diversos autorizados antropólogos de la época, numerosos pueblos del planeta, de acuerdo con un riguroso análisis científico, no podían ser propiamente denominados humanos, y consideraron al europeo blanco como criterio de medida que consagraba la inferioridad de cualquier otra persona.

Así la antropología se vio involucrada en numerosas empresas coloniales, la conquista y el genocidio, mostrando, desde entonces, que no existe la neutralidad política en la disciplina.

El imperio colonial, la jerarquización de los seres humanos y los llamados zoológicos humanos.

La historia de la humanidad nos muestra, amargamente, como durante la etapa colonialista numerosos pueblos fueron conquistados y masacrados, cometiéndose verdaderos actos de genocidio. Las personas de otras culturas que sobrevivieron muchas veces fueron sometidas a atrocidades que los despojaron de toda dignidad.

Durante mucho tiempo los europeos secuestraron personas de distintas partes del planeta y las exhibían degradantemente, práctica que dio carácter a modos discriminatorios que persisten hasta nuestros días. El término de zoológicos humanos, usado para denominar estas exhibiciones, fue popularizado en el 2002 por la publicación de la obra Zoológicos humanos, escrito por varios historiadores franceses especialistas del fenómeno colonial. En su época eufemísticamente se les rotulaba como "exposiciones etnológicas" o "Ciudades de negros".

Así, numerosas personas de origen no europeo fueron expuestas como animales durante el siglo XIX, en los zoológicos, ferias coloniales, en exposiciones universales y hasta en congresos antropológicos. Durante todo el siglo XIX y hasta los inicios del siglo XX, la biología humana y la antropología física más ortodoxas habían proporcionado un marco teórico que podía servir de legitimación de este tipo de exhibiciones humanas así como de las conquistas coloniales.

En la Exposición Universal de Bruselas de 1897, el rey Leopoldo II había organizado una representación del Congo con 267 hombres, mujeres y niños traídos de África, entre los que se contaban dos pigmeos. Llegaron casi un millón de visitantes que arrojaban comida a los africanos, quienes terminaron indigestados. Las autoridades colocaron un cartel: “Los negros son alimentados por el comité organizador”.

Para muchos de los más calificados antropólogos físicos de la etapa decimonónica finisecular, numerosos pueblos del planeta, de acuerdo con un riguroso análisis de las ciencias naturales, no podían ser propiamente denominados personas. De esta manera la objetivación científica de la jerarquía racial, impulsaban la expansión colonial.

Las eufemísticamente llamadas "exhibiciones etnológicas" del Jardín de Aclimatación de París “fueron legitimadas por parte de la Sociedad de Antropología -y por la casi totalidad de la comunidad científica francesa.

“La antropología física, como la antropometría naciente, que constituye entonces una gramática de los "caracteres somáticos" de los grupos raciales -sistematizada en 1867 por la Sociedad de Antropología con la creación de un laboratorio de craneometría- y el posterior desarrollo de la frenología, legitiman la difusión de esas exhibiciones. Esas disciplinas incitan a los científicos a apoyar activamente dichas muestras, por tres razones pragmáticas: permiten disponer de manera práctica de un "material" humano excepcional (variedad, cantidad y renovación de especímenes…); despiertan el interés del gran público por sus investigaciones y por lo tanto permiten promover sus trabajos en la gran prensa; finalmente, aportan la prueba más concluyente de lo bien fundado de sus enunciados racistas con la presencia física de esos "salvajes".”

Las investigaciones realizadas han demostrado que los llamados zoológicos humanos no aportaron nada acerca de los "pueblos exóticos". Al contrario permiten el análisis de las concepciones racistas europeas a finales del siglo XIX. Tales espectáculos degradantes tenían básicamente por función mostrar las manifestaciones de lo no acostumbrado y de lo disímil, por oposición a una elaboración de la humanidad según los cánones europeos.

Este ejemplo de la triste y amarga historia de los zoológicos humanos nos muestra como la antropología sirvió a la fría maquinaria del genocidio en aquellos momentos. Tristemente, aún hoy y bajo veladas formas, persiste la costumbre de llevar representantes de los “pueblos exóticos”, “pueblos primitivos” ha determinadas celebraciones.

La perspectiva histórica de la antropología nos muestra que con mucha frecuencia fue usada - y aún no deja de serlo - para hacer énfasis en las diferencias llamadas raciales y ser un sustento para el racismo, la discriminación racial y los prejuicios raciales. Es innegable, y sobran los ejemplos de cómo el discurso antropológico en general, con su sello de cientificidad, ha dado elementos para justificar superioridades e inferioridades de “raza”, clase y género y para el accionar contra los pueblos del llamado tercer mundo. (Fin de la primera parte)



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