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martes, 11 de agosto de 2015

Sonando en Cuba, y sonando bien

Escrito por VLADIA RUBIO

El nuevo programa televisivo de participación «Sonando en Cuba» tuvo este domingo la primera ronda competitiva, y aunque aún es pronto para sacar conclusiones, vale ponerle oído a aquello de «lo que bien comienza...».

Hace mucho permanecía en la televisión cubana un vacío referido a programas de participación. Salvo «La neurona intranquila» —con un fin bien diferente a este que ahora se estrena—, desde los ya súper añejos «Para bailar», «Todo el mundo canta», «Buscando al sonero» y «9550», en la televisión del patio no retumbaba con fuerza un espacio de este corte.

Como el gusto por tales propuestas es bien marcado, dentro y fuera de fronteras, el consumo entonces apuntaba a otros similares y foráneos. Pero qué mejor que consumir nuestro vino, y en este caso, nada agrio, porque parecen abundar los tantos a favor en esta entrega de RTV Comercial.

Aun cuando programas similares existen desde hace mucho, la idea de Paulito FG, concretada por Rudy Mora, en condición de guionista y director general, le añade nuevos condimentos a un viejo plato, renovándolo e imprimiéndole atractivos de estreno.

Tal es el caso de las visitas sorpresivas a las casas o centros de estudio de los aspirantes para notificarles la aceptación. Junto al disfrute con las sorpresas de los candidatos y sus familias, el televidente tiene la oportunidad de ver cómo viven otros cubanos, constatar sus asombros, temores, alegrías... y todo eso con un real viso de autenticidad que nos permite a todos vernos reflejados y reencontrarnos tras la pantalla.

Esa probablemente sea una de las principales fortalezas de esta oferta: su cubanía. Que igual tiene continuidad en el repertorio de los concursantes, en la proyección de los conductores y hasta de los jurados, cuyos comentarios, desprovistos del tufo de lo rebuscado o academicista, se perciben útiles y a la vez, atentos a no lastimar y sí estimular a quienes podemos ser cualquiera de los más de 11 millones de personas que alentamos en esta isla musical.

Y como decir cubanía no es para nada equivalente a cubaneo o populismo, en «Sonando...» alienta también un cuidado sentido de lo contemporáneo y del buen gusto —lamentable ausente en no pocas entregas televisivas del patio—. Desde las luces, la escenografía, hasta los modos de decir, el vestuario, el maquillaje, la imagen en general de concursantes y conductores, los recursos promocionales, la fotografía, el diseño sonoro... cada uno de los eslabones engarza de modo coherente y prometedor, gracias a un equipo de realización donde juventud, talento y experiencia juntan hombros.

Si más arriba apuntaba que la cubanía es una de las fortalezas del nuevo programa, donde se demuestra que no hace falta incluir una bandera en la escenografía para vindicar lo cubano, vale también apuntar que el valor familia es otro de los puntales en que se asienta. La familia, según los más recientes estudios sociológicos, continúa siendo prioridad fundamental e inamovible de quienes habitamos en esta latitud caribeña; «Sonando...» lo sabe y lo subraya.

Es evidente que no se trata de una producción de cuatro centavos, pero la trilogía bueno, bonito y barato es casi una utopía en televisión, sobre todo considerando la impronta de las nuevas tecnologías y los referentes foráneos con los que, quiérase o no, el destinatario compara.

De todos modos, un año de preparación para los concursantes finalistas, de un total de 900, es tal vez demasiado tiempo; y el minuto que se registra segundo a segundo antes que el aspirante suba a escena, tal vez podía haberse reducido a un conteo regresivo de cinco, porque un minuto en televisión es dinero, y la información visual que aporta resulta un tanto redundante. Sin embargo, abona el necesario suspense, incluso la lagrimita y el gesto de nerviosismo, complementos también de un espectáculo como este. Quien aspire a sobriedades de ensayo filosófico, deberá sintonizar otro canal.

Tanta fue la expectativa creada, que la calidad de los primeros cuatro concursantes tal vez no cubrió todas las esperas. Pero sus desafinaciones, el no colocar las voces desde el diafragma, o el no sentir más intensamente lo que cantaban evidencian, en definitiva, que se trata de reales aficionados, gente común a la que le gusta cantar, y no geniecillos.

Qué bien que la idea inicial de este programa haya partido precisamente de un músico, Paulito FG —quien tiene a cargo también la producción musical—; igual de buena la participación como padrinos y jurados de otras destacadas figuras de nuestro panorama musical. Ello habla de un hondo sentido de pertenencia en parte de este gremio y de lo valioso, precisamente en estos tiempos, de tensar cuerdas por enaltecer la música cubana y sus futuros continuadores.

Algo está sonando en la Televisión Cubana, y sonando bien. La música cubana y, sobre todo, el pueblo de esta isla, hace tiempo se lo merecían.

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