Jesús Arboleya • 3 de junio, 2015
LA HABANA. Los enemigos del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, han difundido la idea de que la nominación de Roberta Jacobson para el cargo de embajadora en México, constituye una muestra del supuesto retroceso del proceso.
En realidad ha ocurrido todo lo contrario, gracias al éxito de su gestión en el caso cubano, Roberta Jacobson se ha convertido en una de las diplomáticas más renombradas de su país y ello explica que la designen para uno de los puestos más sensibles de la política exterior norteamericana.
Desde siempre, razones geográficas, económicas y de seguridad nacional, han determinado que México constituya la principal prioridad de la política de Estados Unidos hacia América Latina. Máxime, cuando ese país atraviesa por una crisis de gobernabilidad que afecta de manera directa el territorio de Estados Unidos y sus relaciones hemisféricas.
Jacobson está considerada una de las principales expertas norteamericanas en México y su trabajo se vincula con ese país desde los inicios de su carrera en 1988, sirviendo tanto a gobiernos republicanos como demócratas.
En 2002 fue nombrada directora de la oficina que atiende específicamente México en el Departamento de Estado, lo que la vinculó con el diseño y aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado por Estados Unidos con México y Canadá, sin dudas la alianza económica más importante de ese país en la región.
Una experiencia similar trató de abarcar todo el continente americano, mediante la creación del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), pero el proyecto se vino abajo por la renuencia de la mayoría de los países latinoamericanos, expresada durante la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, Argentina, en 2005.
Ello dio impulso a un proceso de integración latinoamericano, que Estados Unidos ha tratado de contrarrestar, mediante el impulso a la creación de la Alianza del Pacífico (AP), integrada por Chile, Colombia, México y Perú, con Costa Rica y Panamá como observadores, donde México desempeña un papel determinante.
Se supone que esta alianza se oriente hacia la integración con la Alianza Transpacífico, de la cual ya forman parte Chile, Perú y México, junto a un grupo de países asiáticos y Estados Unidos, la cual, según algunos analistas, busca limitar la influencia de China en ambos continentes.
Como es fácil observar, la eventual presencia de Jacobson en México, la coloca en el epicentro de la política exterior norteamericana y casi nadie duda que está debidamente preparada para ello. De hecho, la Secretaría de Exteriores del gobierno mexicano se apresuró a hacer público su beneplácito por el nombramiento.
Sin embargo, Roberta Jacobson no la va a tener fácil en el proceso de confirmación por parte del senado norteamericano.
Por un lado, porque la mayoría republicana ha establecido la práctica de vetar prácticamente todos los nombramientos de la administración demócrata que requieran de su aprobación, como ya ocurrió con la activista latina María Echeveste, propuesta para el mismo cargo, la cual se vio obligada a retirarse frente a la oposición del senado.
Por otro, porque especialmente los senadores de extrema derecha cubanoamericanos, con seguridad se ensañarán en la mujer que simboliza el cambio de política hacia Cuba, lo cual no han podido evitar.
De resultas, no es descabellado esperar que Roberta Jacobson tenga que pagar el precio de su pericia en el proceso de normalización de relaciones con Cuba y sufrir en carne propia las consecuencias de una polarización política, que cada día resulta más disfuncional para el sistema norteamericano.
Progreso Semanal/ Weekly autoriza la reproducción total o parcial de los artículos de nuestros periodistas siempre y cuando se identifique la fuente y el autor.
LA HABANA. Los enemigos del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, han difundido la idea de que la nominación de Roberta Jacobson para el cargo de embajadora en México, constituye una muestra del supuesto retroceso del proceso.
En realidad ha ocurrido todo lo contrario, gracias al éxito de su gestión en el caso cubano, Roberta Jacobson se ha convertido en una de las diplomáticas más renombradas de su país y ello explica que la designen para uno de los puestos más sensibles de la política exterior norteamericana.
Desde siempre, razones geográficas, económicas y de seguridad nacional, han determinado que México constituya la principal prioridad de la política de Estados Unidos hacia América Latina. Máxime, cuando ese país atraviesa por una crisis de gobernabilidad que afecta de manera directa el territorio de Estados Unidos y sus relaciones hemisféricas.
Jacobson está considerada una de las principales expertas norteamericanas en México y su trabajo se vincula con ese país desde los inicios de su carrera en 1988, sirviendo tanto a gobiernos republicanos como demócratas.
En 2002 fue nombrada directora de la oficina que atiende específicamente México en el Departamento de Estado, lo que la vinculó con el diseño y aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado por Estados Unidos con México y Canadá, sin dudas la alianza económica más importante de ese país en la región.
Una experiencia similar trató de abarcar todo el continente americano, mediante la creación del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), pero el proyecto se vino abajo por la renuencia de la mayoría de los países latinoamericanos, expresada durante la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, Argentina, en 2005.
Ello dio impulso a un proceso de integración latinoamericano, que Estados Unidos ha tratado de contrarrestar, mediante el impulso a la creación de la Alianza del Pacífico (AP), integrada por Chile, Colombia, México y Perú, con Costa Rica y Panamá como observadores, donde México desempeña un papel determinante.
Se supone que esta alianza se oriente hacia la integración con la Alianza Transpacífico, de la cual ya forman parte Chile, Perú y México, junto a un grupo de países asiáticos y Estados Unidos, la cual, según algunos analistas, busca limitar la influencia de China en ambos continentes.
Como es fácil observar, la eventual presencia de Jacobson en México, la coloca en el epicentro de la política exterior norteamericana y casi nadie duda que está debidamente preparada para ello. De hecho, la Secretaría de Exteriores del gobierno mexicano se apresuró a hacer público su beneplácito por el nombramiento.
Sin embargo, Roberta Jacobson no la va a tener fácil en el proceso de confirmación por parte del senado norteamericano.
Por un lado, porque la mayoría republicana ha establecido la práctica de vetar prácticamente todos los nombramientos de la administración demócrata que requieran de su aprobación, como ya ocurrió con la activista latina María Echeveste, propuesta para el mismo cargo, la cual se vio obligada a retirarse frente a la oposición del senado.
Por otro, porque especialmente los senadores de extrema derecha cubanoamericanos, con seguridad se ensañarán en la mujer que simboliza el cambio de política hacia Cuba, lo cual no han podido evitar.
De resultas, no es descabellado esperar que Roberta Jacobson tenga que pagar el precio de su pericia en el proceso de normalización de relaciones con Cuba y sufrir en carne propia las consecuencias de una polarización política, que cada día resulta más disfuncional para el sistema norteamericano.
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