"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 19 de enero de 2014

Republicanos contra la evolución


Por: Paul Krugman Premio Nobel de Economia

Llego un poco tarde a esta fiesta, pero el Centro de Investigaciones Pew ha publicado recientemente un nuevo informe sobre los cambios de opinión acerca de la evolución en Estados Unidos. La conclusión principal ha sido que un gran número de personas que se identificaron como republicanas no creen que desde el día de la Creación se haya producido ninguna clase de evolución, y no digamos ya que la evolución sea producto de la selección natural. El cambio es importante: un descenso de 11 puntos desde 2009.

Es obvio que este rechazo de Darwin no está guiado por ninguna evidencia científica. Y los demócratas son algo más proclives a creer en la evolución ahora que hace cuatro años.

Por lo tanto, ¿qué ha ocurrido después de 2009 que haya podido hacer cambiar de opinión a los republicanos? La respuesta es evidente, por supuesto: la elección de un presidente demócrata.

Un momento: ¿existe alguna relación entre la teoría de la evolución y las políticas del Gobierno de Obama? No, que yo sepa, pero no se trata de eso. La cuestión, más bien, es que se está incitando a los republicanos a identificarse con su tribu de todas las formas posibles, y su sistema tribal de creencias está dominado por los fundamentalistas contrarios a la ciencia. Hace ya tiempo que no es posible ser un buen republicano y, al mismo tiempo, creer que el cambio climático es real; ahora es imposible serlo, y, al mismo tiempo, creer en la evolución.

Y, por supuesto, lo mismo ocurre en materia de economía. Hace tan solo unos años, en 2004, fue posible que un Informe Económico Anual del Presidente (pdf) publicado durante una administración republicana defendiese un punto de vista considerablemente keynesiano al declarar las virtudes de una “política monetaria agresiva” para combatir las recesiones, y abogar también por una política fiscal discrecional. (Naturalmente, la única forma de política fiscal contemplada era la reducción de impuestos, pero la lógica era estrictamente keynesiana, y podría haberse usado igual de bien para justificar programas de obras públicas).

Ah, y el informe de 2004, al parecer redactado por Greg Mankiw, presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente George W. Bush, utilizaba la “palabra e” para reclamar “estímulos a corto plazo”.

Considerando el contexto intelectual, la reaparición de una situación económica similar a la de la década de 1930, con periodos prolongados de escasez de demanda agregada, baja inflación y tasas de interés cero, podría haber hecho a muchos republicanos más keynesianos que antes. En cambio, vemos que los republicanos – las bases, por supuesto, pero también los economistas – declaran su lealtad a diferentes variantes de la economía de la oferta.

Tiene que ser una cuestión de tribalismo. Todas las pruebas, desde la imposibilidad de que aumenten la inflación y las tasas de interés a pesar del enorme incremento de la base monetaria y los grandes déficits, a la evidente correlación entre austeridad y recesión, apuntan en una dirección keynesiana, pero el odio a Keynes (y a otros economistas cuyo nombre empieza por “K”) se ha convertido en un distintivo tribal, parte de lo que hay que decir para ser un buen republicano.


Traducción de News Clips.

© 2014 The New York Times.

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