Por Rachel Rivero Acosta, 6 febrero 2017.- Por tener un carácter jovial, generoso y humilde se caracterizaba Camilo Cienfuegos Gorriarán. Nació el 6 de febrero de 1932 en la barriada de Lawton, en la capital cubana. A 85 años de su natalicio conversamos con Elgin Fontaine Ortiz, quien tuvo la oportunidad de estar cerca de una de las personalidades más paradigmáticas de la Revolución Cubana.
Fontaine, hoy coronel jubilado perteneciente a la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), evoca las vivencias que tuvo junto a Camilo como invasor de la Columna No. 2.
El hombre del sombrero del alón.
«Eran cerca de las diez de la mañana y me presenté delante de Camilo y al explicarle las razones para querer estar en su pelotón, me recibió con los brazos abiertos. El cielo se abría ante mí, la firmeza, valentía y compañerismo que lo distinguía hizo que cada uno de los rebeldes lo respetaran a diario», cuenta.
El Comandante del Pueblo, conquistó con su coraje y actuar el respeto y admiración de todos sus compañeros, desde el desembarco del yate Granma, quien fuera uno de los últimos hombres aceptados en la expedición, llegaría a ser llamado por el Che «el más grande jefe guerrillero que dio esta Revolución».
«Jugar pelota, boxear, realizar grandes caminatas bajo el sol y hasta chapaletear en el río fueron algunas de las actividades que realizaba y lo convertían en uno más de la tropa, pero si cometías una indisciplina, al momento cambiaba su carácter, era riguroso y determinaba un castigo que servía de escarmiento para no volver a incidir en una desobediencia. Asimismo, siempre fue muy justo en sus decisiones, las cuales eran respetadas».
Entre los rebeldes
Fontaine recuerda que, cuando varios de los soldados de la Columna se reúnen en la Casa de los Combatientes, inmortalizan con sus relatos la figura de Cienfuegos.
«Algunos de nuestros compañeros de armas de la invasión han dicho que, de la Sierra hasta el norte de Las Villas, Camilo recorrió como jefe de una punta a la otra de la Columna. Que anduvo, para estimularlos, desde la vanguardia hasta el último lugar de la retaguardia.
«Fue, además, el primero de los oficiales de la Sierra Maestra en bajar a combatir al llano, ya hecho toda una leyenda, y notando mucho más allá de lo que alcanzaba la vista de sus hombres. Camilo también resultó ser el primer jefe guerrillero que llegó a Las Villas, el 7 de octubre de 1958».
El hambre no pudo con los hombres de la columna 2
«Veníamos en la invasión y llevábamos cinco días sin comer. Lo único que había por los alrededores de los pantanos eran mosquitos y hambre. Camilo supo dirigir a los hombres en un solo núcleo, hacerles saber la importancia de la honestidad.
Cuando íbamos por los manglares, no robamos nunca comida. Hubo un momento en que traíamos con nosotros una yegua que cargaba un radio, libros o algún compañero que se enfermara, pero se decidió matarla porque el hambre iba en aumento.
«Cuando se mató a la yegua, empezó a volar una avioneta encima de nosotros, y estábamos precisamente cocinando la carne, surgía el humo cada vez en mayor cantidad y entonces Camilo mandó a apagar la fogata, porque se podía poner en peligro a la Columna. Así fue siempre el Señor de la Vanguardia, pendiente de la vida de cada soldado».
Camilo: confianza y amor del pueblo cubano
«Después del triunfo revolucionario, Mara mi esposa, tuvo un encuentro en Matanzas junto a su padre —mi futuro suegro— con Camilo. Cuando lo reconoció fue hacia su lado y le comentó: “¿Usted es Camilo? Yo soy la novia de un invasor que perteneció a la Columna No. 2”.
«Cuando comenzaron hablar, Cienfuegos, quien estaba de visita en la provincia para observar el estado del Morrillo, lugar donde murió asesinado Antonio Guiteras Holmes y se encontraba abandonado, comenzó a jaranear, y le decía: Yo no soy Camilo, usted está equivocada. Yo no soy Camilo”.
«En ese preciso momento, mi futuro suegro, quien se oponía a nuestra relación, le preguntó: “¿Bueno y cómo es ese muchacho? (refiriéndose a mí)”, a lo que respondió Camilo con una sonrisa convincente: “Ese guajirito, ese sí que era guapo”. Después de esa conversación el padre de Mara me dio la mano de su hija, y nos comprometimos».
Para hablar de Camilo, hay que hablar de Fidel
El líder de la naciente Revolución Cubana sentía una gran admiración y respeto por el joven rebelde. La expresión «¿Voy bien Camilo?» de Fidel a Camilo en los primeros días de su llegada a La Habana expresa la total confianza y el reconocimiento de sus fehacientes ideas revolucionarias.
Después del triunfo de la Revolución, los inseparables guerrilleros acudían con regularidad a los encuentros de pelota, algunas veces como espectadores y otras como activos participantes.
En una ocasión en que ambos acudieron al estadio del Cerro para participar en un desafío que se desarrollaría esa noche, surgió la idea de que en las dos novenas jugaran los guerrilleros contra el equipo de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).
«Camilo, acariciando su amplia barba oía la proposición y mascaba fuertemente su tabaco. Cuando concluyeron de explicarle la idea, respondió: “¿Qué integre una novena contra Fidel? ¡Qué va! ¡Contra Fidel yo no estoy ni en la pelota!”», rememoró Fontaine.
Ese día mientras Fidel ocupaba el montículo de los lanzadores, en la novena de Los Barbudos, Camilo le atrapaba sus líneas como receptor. El célebre tope beisbolero culminó 3-0 con la victoria de los guerrilleros.
La juventud cubana necesita más Cienfuegos
«La juventud necesita un trabajo político-ideológico más profundo, requieren redescubrir la fortaleza que han demostrado las grandes personalidades de la Revolución Cubana. En los jóvenes está la fuerza y el impulso de nuestro país, no pueden dejar caer los ideales por los que se ha luchado durante siglos. Nosotros dejamos las anécdotas, las historias y hechos que marcaron nuestras vidas, ellos son los encargados de revivirlas y mantener la Revolución que logramos», expresó Fontaine, con su voz agrietada por el paso de los años.
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