Harold Meyerson · · · · ·
24/05/15
La campaña a la presidencia [de los Estados Unidos] del senador Bernie Sanders es el primer esfuerzo de este género por parte de un socialista democrático desde que Norman Thomas llevara a cabo la última de sus seis campañas con el Partido Socialista en 1948.
Ya es hora.
Históricamente, el papel de los dos grandes portaestandartes socialistas norteamericanos, Eugene Debs y Thomas, y de miembros socialistas del Congreso como Meyer London y Ronald Dellums, consistió en anticipar ideas que sus compatriotas progresistas pudieron a veces llevar a la práctica — parcialmente — años o décadas después, o que posteriormente se transformaron en sentido común. Presentándose como candidato a la presidencia en 1904, Debs hizo campaña por la jornada de ocho horas, la seguridad social y el sufragio femenino. Como representante en el Congreso del Lower East Side de Nueva York durante la década de 1910, London presentó iniciativas legislativas para crear un permiso de maternidad remunerado, un asunto sobre el que todavía tiene que decidirse el Congreso. En 1942, Thomas fue prácticamente el único norteamericano de nota que se opuso públicamente al internamiento de los norteamericanos de origen japonés.
Lo que distinguía a los socialistas de sus contemporáneos durante la época progresista y el New Deal era su creencia de que el capitalismo era esencialmente injusto e insostenible. Pero las mismas reformas impulsadas por los socialistas europeos y sus colegas norteamericanos socialistas, progresistas y liberales crearon un capitalismo más social — un capitalismo con sindicatos, seguridad social y prohibición de especular — que se demostró notablemente sostenible durante cierto tiempo. En los años posteriores a las II Guerra Mundial, los partidos socialistas de Europa y los intelectuales socialistas norteamericanos, como Michael Harrington, no abogaban ya por nacionalizar los medios de producción. Abogaban, más bien, por una agenda ampliada de derechos sociales — atención médica gratuita, por ejemplo — y derechos civiles. A. Philip Randolph, Bayard Rustin y Martin Luther King Jr. — arquitecto, organizador y adelantado, respectivamente, de la Marcha sobre Washington de 1963— fueron socialistas democráticos.
Pero la economía más igualitaria de las décadas de postguerra ha dado paso a otra bastante más sombría, en la que los nuevos empleos pagan salarios de miseria y sólo en dos subastas de arte en Christie esta semana se puede persuadir a alguien para se deje más de 1.300 millones de dólares. Debs encontraría buena parte de los Estados Unidos desorientadoramente familiar. Los jóvenes norteamericanos, que pueden haber oído que su país tenía antaño una mayoría de clase media, pero nunca lo han experimentado ellos mismos, acaso no tengan una idea clara de lo que es el socialismo, pero tienen una lectura absolutamente precisa del capitalismo contemporáneo. Una encuesta de Pew mostraba que mientras el 46% de las personas entre 18 y 29 años tenían una visión positiva del capitalismo, el 47 % tenía una visión negativa, y cuando se les pregunta por el socialismo, el 49 % lo considera positivamente y el 43 % negativamente.
Entra, por la izquierda del estrado, el senador Sanders. No es probable que el independiente de Vermont sea capaz, por decirlo suavemente, de desplazar a Hillary Clinton como favorita de los demócratas, o a la senadora Elizabeth Warren (demócrata por Massachusetts) como líder del progresismo norteamericano, pero en la mejor tradición de Debs y Thomas, va avanzando ideas a las que los demócratas, Clinton incluida, pueden acabar adhiriéndose.
Sanders pide Medicare para todos y educación superior gratuita financiados con mayores impuestos a los ricos. Al igual que Debs y Thomas, que consiguieron sus mejores resultados en las elecciones en las que la marea discurría hacia la izquierda (en el caso de Debs, 1912, en las que cuando el vencedor fue Woodrow Wilson; en el de Thomas, 1932, en las que el ganador fue Franklin D. Roosevelt), Sanders se presenta en un momento en que los demócratas se mueven de nuevo hacia la izquierda en respuesta a las profundas disfunciones del capitalismo norteamericano. En las últimas semanas, los principales centros de expertos de los demócratas han propuesto establecer una modalidad pública de atención sanitaria, una financiación nacional de la universidades de los estados y mayores prestaciones de Seguridad Social, políticas claramente más progresistas que el habitual menú demócrata presentado el año pasado. Los ayuntamientos demócratas están elevando el salario mínimo y exigiendo bajas remuneradas por enfermedad. El martes, los demócratas del Senado detuvieron, llamativa pero provisionalmente, el acuerdo de libre comercio con los países de la costa del Pacífico, a la espera de añadirle legislación que preste más atención a las preocupaciones de los trabajadores norteamericanos.
Buena parte de lo que defiende Sanders consiste en una versión más socialdemócrata del reciente progresismo populista. Puede realizar una aportación aún más útil brindando propuestas para cambiar nuestras instituciones económicos de forma que se resocialize el capitalismo, haciendo que retroceda el poder que ejercen los accionistas principales sobre las empresas, creando derechos para los trabajadores en la economía informal, haciendo que las empresas respondan más y mejor ante sus trabajadores y consumidores.
Combinando su declarado socialismo con su ariscos modales de abuelete, Sanders aporta a la política de hoy una autenticidad de la que hoy andamos, si no, escasos. En el mejor de los casos, su papel, como el de Debs y Thomas, puede que demuestre ser profético. “No soy el campeón de las causas perdidas”, insistía Thomas, “sino el campeón de las causas todavía no ganadas”.
Harold Meyerson es un veterano periodista estadounidense, director ejecutivo de la revista The American Prospect y columnista de The Washington Post.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
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The Washington Post, 14 de mayo de 2015
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