Un ambiente de cierta exclusión, glamour impostado y ostentación , están rondando la iniciativa primigenia de la Fábrica de Arte Cubano (FAC).
Desde la entrada impone el Cuerpo de Seguridad, integrado por musculosos y altos uniformados, ataviados de negro cerrado con motivos en dorado chillón.
Por supuesto, toda institución debe garantizar su integridad y reservarse el derecho de admisión de su clientela, pero extremar los medidas resulta arrogancia de mal gusto.
Supuestamente la FAC es subsede de la XII Bienal de La Habana, democráticamente abierta, con especial acento en esta ocasión para poner el arte al alcance de todo tipo de públicos.
El día de la inauguración del conjunto de exposiciones colaterales que allí acogen -21 de mayo a las 8:00 p.m.-, los guardias impidieron la entrada aún a quienes portaban la credencial oficial de la Bienal, y tampoco fue válida otra entregada por el artista belga Koen Vanmechelen, quien allí clausuró su instalación y acciones asociadas Las arenas de la evolución.
Fotógrafo y periodista firmantes accedieron gracias a la gentileza de una persona que salió a entregar la invitación “adecuada” a unos conocidos y cedió dos para la prensa.
Al fotógrafo le prohibieron expresamente tomar imágenes de las exposiciones, por normas de la instalación, dijeron, aunque cualquiera con un teléfono celular podía hacerlo a su gusto.
En las múltiples muestras abiertas solo estaba presente un artista irlandés, quien tenía colocada una pieza en la escalera que da acceso al segundo piso.
Ni hablar del tema consumo en la FAC. Al entrar entregan una especie de salvoconducto con el diseño impreso de un peso cubano, en el cual se apuntan los precios de lo que se va adquiriendo.
Caso que se pierda dicho talón, cuyo saldo se cubre a la salida, hay que pagar 30.00 cuc. por su extravío.
De precios, casi una burla: las cervezas nacionales cuestan 2.45 cuc -similar que en un hotel cinco estrellas-, lo cual bastó para descuajar las alas de la curiosidad hacia otras opciones para quienes, como la mayoría de los cubanos, el salario nunca llega a fin de mes y hay que hacer malabares para costear lo esencial de la cotidianidad.
Quien acude a la FAC por razones profesionales como prioridad, le está vedada cualquier otra posibilidad de diversión y se percibe -aunque no se quiera- un incómodo sentimiento de estar en un sitio donde puedan tacharlo de persona de segunda clase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por opinar