Un asta se erige en el jardín delantero de la Sección de Intereses de Cuba en la calle 16 NW en Washington. Foto: David Montgomery / The Washington Post
Por David Montgomery
Peter Mullaly, dueño de Eastern Shore Flagpoles, estaba al otro lado de la calle 16 NW, frente a la mansión de piedra caliza que es sede de la Sección de Intereses de Cuba. En la mañana del miércoles, gritó a su tripulación de montadores de astas, que estaban trabajando en el jardín:
“Tal vez un poco más a la derecha! Sólo una pizca de esa manera! Sólo una pizca!”
Los trabajadores se daban codazos con el poste de aluminio de 30 pies, dirigido un poco al norte. Mullaly ajustaba a vuelo de ojo el asta, comparándola con las líneas verticales de las ventanas y las columnas. “El ojo es la herramienta final”, explicó a un reportero.
Por último, Mullaly estaba convencido de que el asta estaba precisamente en la vertical. “¡Bien!”, declaró.
Por el momento, ninguna bandera volará en el asta. Protocolos estrictos, hace décadas tensamente negociados, prohíben las banderas. Cubierto con una bola de aluminio ornamental de color dorado, el asta es incongruente sin su adorno principal en ese bulevar de tantas instalaciones diplomáticas.
Sin embargo, un día, quizás no muchos a partir de ahora, la bandera cubana roja, blanca y azul pueda revolotear delante de la mansión por primera vez en más de medio siglo. No se puede tener una bandera sin un asta, por lo que erigir esta es un paso anticipatorio en la historia geopolítica.
“Estoy orgulloso de ser parte de ella”, dijo Mullaly, que ha erigido numerosos mástiles alrededor de la ciudad, para embajadas, oficinas gubernamentales, hoteles, incluso para el diario The Washington Post. “He hecho muchos trabajos. Esta es el más importante. No es el asta más grande, pero yo diría que es la más importante. Es un momento histórico “.
Después de varias rondas de negociaciones desde diciembre, cuando el presidente Obama y el presidente cubano, Raúl Castro, anunciaron su intención de restablecer las relaciones, diplomáticos cubanos y estadounidenses han estado trabajando hacia el día en que sus respectivas secciones de intereses puedan ser convertidas en embajadas, puedan tener embajadores y las banderas una vez más vuelen en sus astas.
Las autoridades cubanas no hicieron declaraciones a los periodistas. Una persona familiarizada con los cubanos dijo que la construcción de la plataforma para el asta no estaba sujeta a una ceremonia oficial y no tiene nada que ver con el ritmo de las conversaciones diplomáticas entre las dos naciones.
José Ramón Cabañas (camisa azul claro), jefe de la Sección de Intereses de Cuba, se encuentra entre los que veían la instalación del asta de la bandera. Foto: David Montgomery/ The Washington Post
Sin embargo, un par de docenas de funcionarios y miembros de la comunidad diplomática de Cuba se reunieron en el césped para ver la instalación del asta de la bandera. Cuando el trabajo estuvo terminado, cantaron el Himno Nacional de Cuba.
Un pequeño grupo de reporteros y camarógrafos que asistieron a la conclusión de este proyecto de construcción única – no hubo comunicado o anuncio oficial – presenció de pie y en la acera exterior, tras las puertas de hierro que estuvieron cerradas. Los cubanos que se encontraban en la calle en la oficina consular para trámites relacionados con su pasaporte, también vieron a los obreros de Eastern Shore Flagpoles hacer su trabajo.
“Estoy muy emocionado”, dijo Fernando Rodríguez, de 51 años, de Matanzas, Cuba, quien vive en Lancaster, Pa., desde hace cinco años. Su esposa, Basilia Quintero, de 50 años, emigró hace cuatro años. “Esta nueva apertura de relaciones va a abrir la puerta a una mejor situación económica y a una mejor situación de la familia” en Cuba.
“Hemos estado esperando esto durante mucho tiempo”, dijo Quintero. “Nos sentimos muy felices.”
Basilia Quintero y Fernando Rodríguez, emigrados de Cuba, se sentían afortunados de haber estado presente en el momento en que se subía el asta. Foto: David Montgomery / The Washington Post.
La pareja dijo que la situación económica en Cuba los llevó a emigrar para ayudar a su familia. Si la nueva relación con los Estados Unidos conduce a mejores oportunidades de ganarse la vida en Cuba, dijeron, piensan regresar a su patria.
El gobierno cubano construyó la mansión de estilo clásico en el número 2630 de la Calle 16th NW, entre 1916-1919 para ser la embajada cubana, según la historia compilada por David Maloney, oficial de preservación histórica del Estado para el Distrito de Columbia. (Después de la independencia de España en 1902, los diplomáticos cubanos habían estado trabajando en otros barrios de la ciudad.) El edificio es considerado significativo en la historia de la arquitectura de Washington, porque fue la primera embajada construida específicamente como sede diplomática, en el barrio de Meridian Hill, ayudando a establecer la zona como un centro diplomático. La estructura es un ejemplo típico del City Beautiful Movement en Washington.
Los titulares de la época saludaron al nuevo edificio: “Cuban Legation Home: Style to be Louis Quinze, Building with Indiana Limestone Exterior and White Marble Interior Will Be One of the Handsomest Occupied by Diplomats in Washington.” (Sede de la Legación cubana: De estilo Luis XV, edificado con piedra caliza de Indiana en el exterior y mármol blanco en el interior, será una de los más hermas sedes ocupadas por diplomáticos en Washington)
El Washington Post cubrió una fiesta en el jardín en 1938: “Los comentarios entusiastas desde todas partes demuestran que la hospitalaria embajada de la Calle Dieciséis con su gran jardín en el fondo, todavía mantiene el primer lugar como escenario favorito de la sociedad para eventos al aire libre.”
El día después de que Fidel Castro derrocó al dictador Fulgencio Batista en enero de 1959, un embajador del gobierno revolucionario se hizo cargo de la embajada en Washington. Castro la visitó ese mismo año y fue aclamado en las recepciones en su honor.
Estados Unidos rompió relaciones diplomáticas con Cuba a principios de 1961, y ya a principios de 1962 los últimos diplomáticos cubanos se había marchado. Checoslovaquia mantuvo el edificio para un número de años.
A finales de 1970, en un gesto hacia la mejora de las relaciones, Cuba y Estados Unidos acordaron abrir Secciones de Intereses en La Habana y en Washington. Una sección de intereses es menos que una embajada, presidida por un jefe de misión -y no un embajador. La Sección de Intereses de Estados Unidos se encuentra en la antigua embajada de Estados Unidos en La Habana. La Sección de Intereses de Cuba en Washington y la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana operan bajo los auspicios del gobierno suizo.
El interior de la mansión que ya tiene un siglo en la calle 16 ha sido bien conservado. En el último año más o menos, algunos de los mismos artesanos que ayudaron a restaurar edificios clásicos en La Habana Vieja, completaron los proyectos de preservación de la Sección de Intereses.
Igualmente bien conservados, por ahora, están los viejos artefactos de la desconfianza y el rencor. Cuando las Secciones de Intereses se abrieron, se impusieron restricciones. Los diplomáticos cubanos no pueden aventurarse fuera de Circunvalación que rodea a Washington sin el permiso del gobierno de Estados Unidos. Los diplomáticos estadounidenses en La Habana enfrentan límites similares sobre los viajes.
Y las naciones acordaron la posibilidad de enarbolar sus banderas. El asta sin bandera en la calle 16 NW es el último símbolo de una época pasajera.
(Tomado de The Washington Post. Versión de Cubadebate)
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