“Falleció un gran personaje del siglo XX”, “figura principal de la Guerra Fría”, se puede leer en buena parte de los medios de comunicación que siempre adversaron –y denostaron- a Fidel Castro.
No pueden ignorar la admiración que despierta Fidel en todo el mundo. Ni su dimensión histórica. Y por ello tratan de dibujarlo como un personaje del pasado.
Pero no. Fidel dedicó buena parte de sus energías a las temáticas y las luchas del futuro. Sus obsesiones fueron el acceso universal a la salud y la educación, sí. Pero también el despojo de las transnacionales a los países del Sur, el cambio climático y, en general, el incierto futuro de la especie humana en este sistema capitalista despilfarrador e insostenible.
Pero… ¿cómo es posible que, a pesar ser demonizado por la dictadura de los medios, fuera acogido tan fervorosamente en todo el mundo? ¿Cuánto debe ello a su ética, su coherencia, que siempre vencieron la mentira?
Fidel no es un superhombre. Fidel es un ser humano –gigantesco, sí- que irradia –por encima de todo- ética. Cuba, como nación, para sobrevivir, hoy debe seguir su ejemplo moral, su lucha contra la desigualdad, y su apuesta por la solidaridad. Una solidaridad que es por la Humanidad completa, como demuestran las misiones internacionalistas cubanas en medio mundo.
Por ello Fidel no es un “personaje del siglo XX”, como nos dice la prensa. Fidel encarna la lucha por la supervivencia de la especie humana, en un mundo más justo, humano y sostenible. Fidel es, definitivamente, un símbolo de la Humanidad… del siglo XXI.
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