Que en los tiempos de la era digital, donde se anuncia a toda voz que el libro de papel va a desaparecer, persista un concurso que apueste por el libro impreso es de agradecer. Es de agradecer que ese premio se dedique a El Arte del Libro; que sirva para recordar al gran artista que fue Raúl Martínez, quien siendo un gran pintor fue también un grandísimo artista del libro. Y aquí pudieran terminar estas palabras de agradecimiento que me han encargado en nombre de los que hoy resultamos premiados, Porque es difícil siempre representar a otros, hablar en nombre de otros. Pienso que cada quien tendrá su forma de agradecer. Pero me han dado a mí esa distinción y quisiera expresar algunas ideas, o quizás solo unos bocetos de mis ideas, sobre El Arte del Libro.
Vuelvo al tema de lo digital porque hoy el diseño corre velozmente, esta en todas partes, entra en tu vida quieras o no, incluso en la de quienes lo ignoran. En medio de ese caos, que puede ser luminoso, hay mucho peligro. Yendo al caso del libro, el intrusismo es notorio. Cualquier persona hoy, profesional de la informática o no, logra dominar programas de procesamientos de textos e imágenes, y muchas veces sin dominarlos plenamente, ya se cree capaz de diseñar un libro, una revista, puede ocupar una plaza de diseñador y hasta un cargo directivo en un equipo de diseño.
Si hoy nadie tiene remilgos en considerarnos comunicadores, promotores visuales, gestores culturales porque la palabra artista nos puede quedar alta, nadie podrá negar que el diseñador gráfico, el diseñador de libros sea un creador. Pero insisto, si hablamos de arte, estamos hablando de artistas. Soy de los que cree en el arte del libro, en que el diseñador de libros es un artista.
Aún cuando nos sabemos supeditados a una obra literaria, ya sea de tema artístico, social, científico o técnico; que nuestra labor resulta de un encargo, esto no puede limitar el énfasis—de franco carácter contemporáneo— en la hibridación arte-diseño, en pos de la autonomía del diseño, en las búsquedas conceptuales y formales, en la preocupación por las relaciones dinámicas entre diseño y cultura, por la proyección de nuestra individualidad artística.
Creo en la necesidad de la especialización. Hoy importantes pintores, dibujantes, escultores, fotógrafos, diseñadores gráficos, artistas visuales en general, diseñan libros para nuestras editoriales o revistas para instituciones varias, pero no muchos dedicamos los mayores empeños creativos al arte del libro. Muchas veces no deja de ser más que una opción económica. Eso no niega la validez, eficacia, valor, de los que comparten especialidades con igual rigor, pero lamentablemente no siempre sucede. El arte del libro requiere, dentro del diseño gráfico, de especialización, de formación y atención a esos creadores, de estímulo en lo espiritual y en lo material.
El artista que se acerca al diseño del libro, aún cuando no se trata del libro de arte, debe formarse en ese regusto por el libro bello, por el conocimiento y respeto por la historia del libro, por la tradición, para poder crear con libertad. Por el libro como objeto, consciente de que su labor debe ser no solo un valor añadido al texto, si no la fachada primera, ese golpe de vista que consigue atrapar. Si hay amor a primera vista entre lector y libro, va a ser el diseño quien va a otorgarlo. Si el diseño consiguió una metáfora del libro, una buena parte de la batalla estará ganada.
En cuanto a las revistas, no hay ningún concurso y pocos eventos que se ocupen del diseño de estas. Las publicaciones seriadas, nuestras abundantes revistas, necesitan también de la creación de un premio o de la inclusión en este mismo certamen como otra especialidad, cuando sabemos que es quizás más difícil conseguir un buen diseño en una revista que en un libro; en ellas trabajamos en un mismo número con varios artistas y pueden confluir dibujo, pintura, fotografía, caricatura… Conseguir con todo ello un balance, una dinámica, una dramaturgia no es tarea sencilla.
Hoy en nuestro país los medios, los recursos, los dineros —CUP, CUC, CL— son pocos y escurridizos. Nuestros libros casi nunca salen de la imprenta como los diseñamos, su encuadernación, su acabado muchas veces no nos satisface. Hay que incluir también en las artes del libro, como lo fue siempre, el arte de la imprenta. Hay que trabajar con doble rigor para alcanzar a veces solo la mitad de un boceto, de un sueño.
En los modestos talleres artesanales del Sistema de Ediciones Territoriales —que ahora cumplen 15 años de fundados— se ha trabajado y se trabaja desde la precariedad. En esas editoriales hay artistas del libro que se empeñan en trabajar con rigor y entusiasmo. Hay que seguir mirando más allá de las llamadas editoriales nacionales, de las que pueden imprimir sus diseños en las imprentas de mayor calidad del país, o en el extranjero.
No puedo hacerlo en nombre de todos los premiados, pero yo al menos quiero dedicar los reconocimientos que he recibido hoy, a esos diseñadores e ilustradores que desde el interior del país, desde las entrañas del país, se empeñan en la belleza de nuestros libros y revistas, “pobres pero limpios”.
Gracias a los organizadores del evento, al prestigioso jurado, a mis colegas de Ediciones Matanzas, a los amigos, a los escritores que ponen sus libros en nuestras manos. Muchas gracias.
Johann E. Trujillo
Matanzas, jueves 28 de mayo, 2015
*Palabras de agradecimiento leídas en el acto de entrega del Premio Anual del Arte del Libro 2014, el día 29 de mayo de 2015 en el Centro Cultural Dulce María Loynaz.
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