Los dos candidatos presidenciales comparten alto índice de reprobación
Delegados partidarios de Bernie Sanders volvieron a protestar contra el Comité Nacional Demócrata en el último día de convención que se celebró en la arena de Wells Fargo, en Filadelfia Foto Afp
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 29 de julio de 2016, p. 27
Filadelfia.
Después de cuatro días de elogios, cantos, testimonios, videos y un coro unido de la cúpula del partido, Hillary Clinton fue lanzada como la persona más calificada, más sagaz, más astuta y más comprometida con su pueblo, para confiarle el destino del país más grandioso del mundo en la historia y ocupar la Casa Blanca; sólo falta que los electores les crean.
Clinton tiene la distinción de ser la candidata presidencial más reprobada por amplia mayoría de la opinión pública (unos dos tercios) en la historia reciente; algo que comparte con su contrincante republicano, Donald Trump. Se puede deducir que la mayoría no quiere a ninguno de los dos y, por lo tanto, y por ahora, esta contienda girará sobre cuál de los dos es menos peor, o en quién se desconfía menos.
Tan es así que que Clinton y Trump son más despreciados por los jóvenes que Voldemort, el villano de la serie de Harry Potter, según un sondeo de NextGen Climate.
La opinión de los jóvenes representa el futuro de este partido, pero obviamente no se trata de una división generacional, como lo comprueba el hecho de que el precandidato más viejo, el insurgentesocialista democrático Bernie Sanders, de 74 años, capturó con amplio margen el voto joven en las elecciones primarias.
La participación o abstención de los jóvenes podría ser determinante en la elección general de noviembre –como lo fue en la histórica primera elección de Barack Obama–; por ahora, Clinton no sólo no ha convencido a este sector, sino que es símbolo perfecto del pasado.
Ese pasado también es problemático para otros sectores, lo cual también fue expresado en la campaña insurgente de Sanders y se manifestó aquí en la Convención Nacional Demócrata. A pesar de los esfuerzos de Bill Clinton y de la cúpula del partido por presentar a la candidata como una agente del cambio, su largo historial político constituye un ejemplo casi perfecto de una figura del establishment.
Más aún, su inevitable identificación con las políticas de su marido cuando fue presidente implican que se perciba como partidaria de una agenda neoliberal que desmanteló parte de la red de bienestar, que impulsó una ley que llevó a cientos de miles de jóvenes aforestadunidenses y latinos a prisión, otra que anuló la separación de la banca comercial y la de inversión producto de las reformas después de la gran depresión, lo cual fue factor clave en la gran recesión de 2007, y un giro hacia la derecha en la política exterior.
Los casi mil 800 delegados (46 por ciento del total) de Sanders, junto con otros que apoyan de manera crítica a Clinton, han debatido todo esto durante las elecciones primarias. Ese debate no ha concluido, y las filas disidentes dentro del partido y de su ahora candidata –aunque no todos opuestos a ella– continuaron expresando su reprobación a ese pasado.
Hoy, otra protesta irrumpió en el centro de prensa. Decenas de delegados de Sanders repudiaron nuevamente las acciones de Clinton y la cúpula. “La colusión del Comité Nacional Demócrata con la campaña de Clinton –comprobada con las filtraciones de Wikileaks– y que la presidenta del partido, Debbie Wasserman Schultz, haya tenido que renunciar por eso sólo para ingresar al equipo de campaña de Clinton, son indicadores de que nada va a cambiar”, comentó a La JornadaValdez Bravo, delegado de Sanders de Oregon y veterano militar.
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