El desempleo es hoy una de las mayores dificultades que enfrentan los países del mundo y también una de las principales fuentes de profundización de la actual crisis global. A medida que la crisis se extiende, lejos de encontrar vias de salida, la situación se profundiza porque no se asume que el desempleo es el problema central de la economía y no un problema “transitorio” como expresa la corriente teórica dominante de las últimas tres décadas. Y ante el alza imparable del precio del petróleo y los alimentos, la situación comienza a tensionarse aún más.
La semana pasada, la Fed bajó su estimación de crecimiento para este año de Estados Unidos a 3%, desde el 4% previo. Como el crecimiento del primer trimestre sólo fue del 1.8% (versus el 3,2% estimado), la Fed volverá realizar nuevas revisiones a la baja. Con este ritmo de crecimiento se hace imposible la recuperación del empleo para la primera potencia mundial y la demanda seguirá debilitada. El problema afecta a todos los países del mundo, y si la OIT reconoce un desempleo oficial de 220 millones de personas, la cifra real puede ser el doble e incluso más si contamos al subempleo y al trabajo precario que, oficialmente, cuentan como “empleados”.
Las causas de este desvarío hay que buscarlas en los exabruptos de la razón y en la fe ciega de que los mercados encuentran su propio eje gravitacional. Este eje se conoce en la teoría económica como el Equilibrio General Walrasiano, en el cual todos los agentes acceden al mercado en igualdad de condiciones, ofreciendo productos o trabajo para satisfacer sus necesidades de vida. Si captamos que esta es la premisa básica de la teoría neoclásica (es decir, lo que se enseña hoy a los economistas), y que esto fue exacerbado aún más por los modelos de los últimos treinta años, con productos cada vez más refinados como la teoría de las expectativas racionales y la hipótesis de los mercados eficientes, podemos comprender por qué la situación actual, lejos de mejorar, seguirá en deterioro. Es la consecuencia de la yihad fundamentalista, tema de uno de mis primeros post en este blog, que puso un velo al mundo real al desregular todos los mercados.
¿Cuales son los elementos que han disparado al desempleo y han sumergido a la economía global en una crisis sin salida? Lo primero a comprender es que el problema va en expansión, y así como en todo barco que se hunde la atención se centra en tapar las perforaciones visibles, las mútliples perforaciones invisibles comienzan a ser vistas en forma tardía y sólo a medida que se hunde el barco. Lo segundo a comprender es que se agotaron todos los esfuerzos en cubrir los primeros agujeros…
Uno de los factores relevantes a la hora de considerar el alto desempleo y por qué este se mantendrá elevado, es la innovación tecnológica que permitió reemplazar a muchos trabajadores en su fuente de trabajo. Así como la tecnología ha facilitado muchas actividades humanas, también ha sustituído la necesidad de trabajadores en múltiples industrias. Con las lineas de montaje, donde antes eran necesarios 100 trabajadores, hoy basta con un robot para cubrir la necesidades de la planta. Esta visión optimista fue la que hizo pensar en los años 30 del siglo pasado, que para el año 2030 bastaría con una jornada laboral de 15 horas a la semana.
El mundo, sin embargo, vivió una transformación en la cual interesaron sólo los precios, dejando variables como empleo y el crecimiento a los dictados del mercado. Y como los intereses de las políticas monetarias son opuestos a los interesas de las políticas pro-empleo, la brecha entre ambas se disparó a niveles alarmantes, pero nadie hizo nada. Con su objetivo de control de precios los bancos centrales dieron rienda suelta a la vorágine de los capitales especulativos que podían desplazarse con plena libertad por el mundo, sirviéndose a sí mismos pero no a la economía productiva.
El desorden de la globalización y la nula existencia de controles a los flujos financieros, favorecieron a las actividades especulativas en desmedro de las actividades productivas generadoras de empleo. El lavado de las operaciones financieras se produjo con la instalación de industrias donde la mano de obra resultaba más barata como China, India o Brasil, y de este modo se inició la desindustrialización de los países más industrializados. Las multinacionales de Europa o Estados Unidos no tuvieron inconvenientes en trasladar sus fábricas a China o India, desmantelando gran parte de la industria de sus países de origen. Ahora que el problema de desempleo se extiende también hacia China e India, se comienza a detectar la desagradable e inusual realidad: no hay creación de empleo.
El desempleo es ahora de gran magnitud y ha dejado de ser sólo cíclico para demostrar que es un problema estructural de la economía. Además, el desempleo involucra un profundo problema humano y social y su no resolución adquiere magnitudes de múltiples consecuencias como las tensiones sociales y políticas. Por otra parte, investigaciones han demostrado que mientras más largo es el período de paro, más difícil resulta conseguir trabajo, lo que erosiona la base de la economía y deteriora su capacidad productiva en el largo plazo. Llegó la hora de comprender que el empleo es el problema central de la economía, y que las acciones de política deben orientarse a la creación de empleo de largo plazo. Esto implicará olvidar algunos tratados comerciales, pero hay que hacerlo antes que sea demasiado tarde.