Donald Trump en la Oficina Oval de la Casa Blanca. Febrero de 2017. Foto: Carolyn Kaster / AP.
2 Mayo, 2017 1 comentario
“En las últimas semanas” ha ocurrido en la Casa Blanca un debate “silencioso” y “bajo la superficie” sobre Cuba. Agencias gubernamentales y legisladores estuvieron debatiendo en dos direcciones: continuar o revertir el camino comenzado por Obama con la Isla.
Lo dio a conocer este lunes Push and pull on Cuba, un editorial de The New York Times. De acuerdo con el diario, que continúa dictando agenda sobre Cuba, un grupo de legisladores –el senador Marco Rubio incluido– han instado a la Casa Blanca a retroceder en el proceso de normalización que Barack Obama puso en marcha en diciembre de 2014. ¿Cuál es su argumento? Que el gobierno cubano “no es menos déspota y debe ser presionado hacia una reforma a través del recrudecimiento de sanciones existentes, la amonestación pública y el aislamiento diplomático”.
A contramano de esta postura, una numerosa coalición pro-engagement compuesta por legisladores de ambos partidos, negociantes y jóvenes cubanoamericanos, está llamando a la presidencia a seguir construyendo sobre lo heredado.
En dos años de relaciones restablecidas, menciona el NYT:
“se han concretado acuerdos bilaterales de cooperación en salud, planificación conjunta para mitigar derrames de petróleo y coordinaciones contra el narcotráfico. Recientemente La Habana aceptó comenzar a recibir algunos cubanos con orden de deportación. Los cambios en la regulación hay hecho más fácil para muchos estadounidenses visitar Cuba, si bien viajar como turistas aún es técnicamente ilegal; y se han facilitado intercambios entre estudiantes, periodistas y artistas. Google está negociando una serie de acuerdos con Cuba que podrían expandir significativamente el acceso a internet en la isla, una de las más desconectadas del mundo”.
Pasados los primeros cien días de su gobierno, sigue sin ser visible el camino que tomará Trump en lo que respecta a Cuba. Sus comentarios públicos sobre el tema han sido calificados por el diario como “breves e irreflexivos”. Poco después de su elección, tuiteó: “Si Cuba no está dispuesta a hacer un mejor acuerdo para los cubanos, los cubanoamericanos y Estados Unidos en conjunto, terminaré el trato.”
El Times estima esto como un “señal temprana” de que el nuevo presidente contemplaba la posibilidad de revertir la distensión de sanciones que hizo Obama. De acuerdo con el periódico, la Casa Blanca comenzó una evaluación a principios de este año y las agencias, incluyendo los Departamentos de Estado, Hacienda y Comercio, han dado su opinión.
Sin embargo, no está claro cuándo tendrá lugar –ni si ocurrirá siquiera– el anuncio de una decisión. No son pocos los pasos de avance que Trump tiene facultades de cancelar “con el golpe de un bolígrafo”. Por solo mencionar los tres que identifica el periódico neoyorquino, podría endurecer el envío de remesas a los cubanos, suspender los vuelos comerciales y detener la llegada de cruceros estadounidenses a La Habana.
Con estas decisiones, dice NYT, Trump haría muy feliz a la pequeña coalición pro-embargo del Capitolio. Pero esto significaría revertir el curso en un cambio de política “ampliamente popular entre los estadounidenses y de un apoyo casi universal por parte de los cubanos”.
Pondría a granjeros y negociantes de su país en desventaja ante un mercado que se está abriendo al comercio global. Y mantendría políticas que por décadas han significado para los cubanos privación y dificultades.
A mediados de mes, durante una visita oficial a La Habana, el gobernador de Mississippi, Phil Bryant, pidió a los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos continuar el camino del diálogo. Bryant convocó al presidente Trump a retomar las negociaciones iniciadas hace dos años por la administración anterior.
En días recientes, un grupo de militares estadounidenses retirados pidió al gobierno de Donald Trump continuar el proceso de normalización de relaciones con Cuba. “La ubicación de Cuba en el Caribe y la proximidad a Estados Unidos la convierten en un socio natural y estratégicamente valioso sobre cuestiones de interés inmediato, incluido el terrorismo, el control de fronteras, el enfrentamiento a las drogas, la protección del medioambiente, y el manejo de emergencias”, dice la carta, que fue coordinada por la organización no partidista American Security Project (ASP).
Se trata solo de dos ejemplos cercanos en el tiempo de los lobbies que hoy empujan la continuidad en las relaciones con Cuba dentro de Estados Unidos.
El estadounidense de origen cubano Giancarlo Sopo, estratega de comunicación y fundador de la CubaOne Foundation, opina que “realmente ese debate solo ocurre entre políticos en Washington. La inmensa mayoría de los cubanos, los estadounidenses y los cubanoamericanos quieren mejores relaciones entre EE.UU. y Cuba aunque aún existan grandes diferencias de opinión con el gobierno cubano sobre cuestiones políticas y económicas.
Sopo estima que “todo parece indicar que no habrá cambios drásticos en la política de Washington hacia Cuba, debido a los esfuerzos de coaliciones bipartidistas y nuevas tendencias políticas en Florida. Lo más probable es que habrá un cambio en el tono del discurso de la Casa Blanca y modificaciones regulatorias que no deben seriamente afectar las categorias de viajes y remesas “people-to-people.”
Habrá que continuar mirando al horizonte.