El 10 de Octubre de 1868 se produjo el alzamiento que conocemos como Grito de Yara con el patriota Carlos Manuel de Céspedes como líder. Con la proclamación de la voluntad de hacer a Cuba independiente y otorgándoles la libertad a sus esclavos, el propietario del ingenio La Demajagua abría un período extraordinario de la historia de Cuba que desembocó, lamentablemente, tras diez años de lucha desigual, en el Pacto del Zanjón. Sin embargo, esta paz sin independencia ni abolición de la esclavitud, objetivos básicos de la guerra iniciada por Céspedes, recibió el rechazo de un joven Mayor General, rango al que había ascendido gradualmente por su talento militar y sus méritos en combate y por su conducta política siempre fiel a la institucionalidad de la República en Armas: Antonio Maceo y Grajales.
En 1876 España le asignó al General Arsenio Martínez Campos el mando de sus ejércitos en Cuba. Martínez Campos era una figura de enorme peso en España. En 1874 había encabezado un golpe militar que restauró la monarquía y llevó al trono al rey Alfonso XII y también había salido victorioso y puesto fin a la guerra civil frente a los carlistas, antes de aceptar venir a Cuba con plenos poderes y todo el apoyo financiero y en hombres para dominar la situación. En 1878, casi logrado su propósito, le faltaba llegar a un acuerdo en la provincia oriental, particularmente con Antonio Maceo. Así, acordaron ambos jefes sostener una entrevista en un lugar indicado por Maceo, los Mangos de Baraguá. La entrevista tuvo lugar el 15 de marzo de 1878. En ella, Maceo reiteró su posición de principios y ambos jefes contrincantes se separaron sin otro acuerdo que la reanudación de hostilidades en un plazo de ocho días. Esta entrevista se conoce en nuestra historia como “La Protesta de Baraguá”.
Sería oportuno recordar, a grandes rasgos, qué ocurrió en nuestra primera guerra por la independencia y las razones por las que no pudo fructificar que antecedieron a la Protesta.
Desde el punto de vista internacional, la República en Armas tuvo el reconocimiento y recibió apoyo de varios países de nuestra América. Pero no lo tuvo de los Estados Unidos de Norteamérica, ni de Europa.
Desde el punto de vista interno, las discrepancias entre los principales dirigentes impidió la unidad y cohesión indispensables para la victoria. Diferentes concepciones sobre el modo en que debería dirigirse la guerra revolucionaria y la forma de gobierno del primer intento republicano, provocaron numerosas dificultades.
La necesidad de dar organicidad al esfuerzo cubano de constituirse en nación independiente condujo a la realización de la Asamblea de Guáimaro. Los insurrectos orientales, con Céspedes al frente, querían un gobierno centralizado. Los de Camagüey querían que el poder militar y el civil estuviesen separados, que no hubiera un mando único individual. Los insurrectos de Las Villas, también se sumaron a esta última posición. Así, en abril de 1869 se celebró en Guáimaro esta asamblea de representantes de los insurrectos.
Pero la Constitución aprobada en Guáimaro no logró, finalmente, prevenir las desavenencias entre el mando civil y el militar, ni superó el fenómeno del regionalismo, ni el del caudillismo. A pesar de eso, las fuerzas patrióticas obtuvieron éxitos militares de importancia, sobre todo en los momentos en que lograron unir criterios.
Frente a la falta de unidad en las filas insurrectas, las fuerzas integristas, defensoras del carácter de dependencia colonial de Cuba, se organizaban y fortalecían su unidad. Así, apenas iniciada la guerra, se creó el Casino Español como organización política que auspició en La Habana un Cuerpo de Voluntarios que lo integraban 30,000 hombres, fundamentalmente jóvenes españoles sin fortuna que habían venido a Cuba con la intención de hallarla y regresar entonces a su lugar de origen. Los voluntarios sembraron el terror en la Capital. En 1869 atacaron el teatro Villanueva con saldo de varios muertos y heridos. También tirotearon el café El Louvre y asaltaron y saquearon la residencia del millonario cubano Miguel Aldama. Su accionar llevaría a presidio al joven José Martí y, en 1871, provocaría el fusilamiento de ocho estudiantes de medicina.
Muchas familias comenzaron a emigrar. Se calcula en unas 100,000 las personas que abandonaron el país hasta 1869. Las medidas contra los insurgentes eran las más cruentas. Tanto los insurrectos, como los colaboradores o simpatizantes, debían ser fusilados en el acto. Se llegó al extremo, en las zonas rurales, de que todo hombre mayor de 15 años que se encontrara fuera de su finca sin justificación sería pasado por las armas. Las viviendas que no desplegaran una bandera blanca que indicara su deseo de paz serían reducidas a cenizas. A ello hay que sumar las prisiones, destierros e incautaciones de bienes a cubanos.Cuando comenzó la guerra las fuerzas españolas no alcanzaban los 15,000 hombres; sin embargo, hacia el final de la misma, rebasaban el cuarto de millón.
La muerte del Mayor General Ignacio Agramonte el 11 de mayo de 1873, alcanzado por una bala enemiga cuando pasaba revista a la avanzada de sus tropas en Jimaguayú, en momentos en que, restituido al mando de las tropas de Camagüey, preparaba la marcha hacia Las Villas, fue un golpe muy duro para la causa de la independencia. El enemigo logró tomar su cadáver, que fue incinerado y sus cenizas esparcidas al viento.
Ese mismo año se produjo la destitución de Céspedes como Presidente de la República por la Cámara de Representantes, de apenas ocho miembros. Céspedes mostró, otra vez su grandeza, y se negó a encabezar un movimiento en oposición a la Cámara. Se cuenta que, al respecto, dijo que por su causa no se derramaría sangre entre los cubanos.. Era el mismo hombre que cuando le pidieron abjurar de la causa independentista a cambio de la vida de su hijo Oscar, prisionero de los españoles, dijo que Oscar no era su único hijo y que él era el padre de todos los cubanos que luchaban por la libertad. Céspedes pidió permiso para viajar al extranjero y la Cámara se lo negó. Se fue entonces, también retirada su escolta, a la finca San Lorenzo, en la Sierra Maestra, donde se atendía a revolucionarios inválidos. Sorprendido el lugar por tropas españolas, Céspedes se negó a rendirse y se internó en el monte, donde se enfrentó a sus perseguidores con su revólver hasta caer, herido de muerte, a un barranco. Su cadáver fue llevado a Santiago de Cuba y sepultado. Su muerte ocurrió el 27 de febrero de 1874.
Ese año también fue apresado en combate el Mayor General Calixto García, quien intentó quitarse la vida antes de caer prisionero, disparándose un tiro en su barbilla que le atravesó el cielo de la boca y salió por la frente. Después de su cura fue enviado prisionero a España hasta el fin de la guerra.
A pesar de ello, la lucha continuaba y Máximo Gómez dirigía la invasión hacia Las Villas en 1875 cuando el regionalismo reapareció al negarse Vicente García, reiteradamente, al envío de tropas tuneras para reforzar a Gómez. Esto culminó con una reunión en un antiguo ingenio, Lagunas de Varona, con Vicente García como centro, en la que se aprobó una proclama que pedía la destitución del Presidente de la República, Salvador Cisneros Betancourt, una reforma general del Gobierno y modificar la Constitución. A resultas de esta acción, renunció el Presidente y su cargo lo ocupó provisionalmente Juan Bautista Spotorno. A Vicente García se le dio el mando militar de Oriente y Camagüey. Al año siguiente sería electo Presidente Tomás Estrada Palma.
Pero este sentimiento regionalista, localista, se fue extendiendo al grado que los insurgentes de una zona no querían tener como jefes a quienes no fueran de la zona. Esta situación, por ejemplo, obligó a Máximo Gómez a salir del mando de Las Villas. Fue nombrado en el cargo civil de Secretario de Guerra.
El general Martínez Campos combinó la fuerte presencia militar con una política de apaciguamiento que aprovechaba las debilidades del campo revolucionario cubano.
En octubre de 1877 fue hecho prisionero el Presidente Estrada Palma. Murió en combate Eduardo Machado, Presidente en funciones de la Cámara de Representantes. Francisco Javier de Céspedes, hermano de Carlos Manuel, Vicepresidente de la República y Presidente en funciones después de la captura de Estrada Palma, presentó su renuncia al cargo. Máximo Gómez renunció a la Secretaria de Guerra. En esa situación, la Cámara nombró Presidente a Vicente García como última posibilidad de salvar la causa revolucionaria. Pero ya era tarde. Jefes militares y civiles en Camagüey buscaban una suspensión de hostilidades. Concedida esta por Martínez Campos, los jefes camagüeyanos se reunieron el 8 de febrero de 1878 en San Agustín del Brazo y acordaron capitular. Decidieron disolver la Cámara de Representantes y establecer un Comité del Centro para negociar la paz y enviar sus comisionados al Zanjón, donde Martínez Campos tenía su campamento. El 10 de febrero Martínez Campos informó que aceptaba las bases para la paz y ordenaba suspender las hostilidades.
El contenido de la Paz del Zanjón era el siguiente:
1- “Concesión a la isla de Cuba de las mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de que disfruta la isla de Puerto Rico”.
2- “Olvido de lo pasado respecto a delitos políticos desde el año 1868 hasta el presente, y libertad de los encausados o que se hallen cumpliendo condena dentro y fuera de la isla; indulto general a los desertores del ejército español, sin distinción de nacionalidades, haciendo extensiva esta cláusula a cuantos hubieran tomado parte directa o indirectamente en el movimiento revolucionario”
3- “Libertad a los esclavos y colonos asiáticos que se hallen hoy en las filas insurrectas”.
4-“Ningún individuo que en virtud de esta capitulación reconozca y quede bajo la acción del gobierno español, podrá ser compelido a prestar ningún servicio de guerra mientras no se establezca la paz en todo el territorio”
5- “Todo individuo que desee marchar fuera de la isla queda facultado y se le proporcionarán por el gobierno español los medios de hacerlo sin tocar en población, si así lo deseare”
6- “La capitulación de cada fuerza se efectuará en despoblado, donde con antelación se depondrán las armas y demás elementos de guerra”
7- “El general en jefe del ejército español, a fin de facilitar los medios de que puedan avenirse los demás departamentos, franqueará todas las vías de mar y tierra de que pueda disponer.”
8- “Considerar lo pactado con el Comité del Centro como general y sin restricciones particulares para todos los departamentos de la isla que acepten estas proposiciones” (1)
Y aunque no aparece en lo pactado, Martínez Campos le ofrecía una suma de dinero del gobierno español a cada capitulado.
La respuesta del Mayor General Antonio Maceo a este documento capitulador fue la de comunicar a sus hombres su decisión de continuar la lucha. Es entonces que Maceo, aprovechando la tregua existente, le pide una entrevista a Martínez Campos, mientras reorganiza sus fuerzas..
Después de esta entrevista en Baraguá, a la que nos referimos al comienzo de este artículo, Maceo y los que lo apoyaban adoptaron una nueva Constitución que establecía un gobierno provisional de cuatro miembros. La presidencia recayó en el Mayor General Manuel Calvar, compañero de Céspedes el 10 de octubre de 1868. General en Jefe, Vicente García. A Maceo se le entregó el mando de Oriente. Sin embargo, este esfuerzo no fructificó. Las tropas españolas respondían a los ataques dando vivas a la paz y entregaban a los prisioneros ropas y dinero y los dejaban en libertad. El gobierno provisional decidió enviar a Maceo a Jamaica en una comisión para buscar recursos. En el fondo se le quería proteger. Maceo solo pudo recaudar cinco chelines y reclutar siete hombres. El gobierno provisional se acogió a la Paz del Zanjón en el mes de mayo.
Maceo era un representante del pueblo y un mestizo. La revolución que habían iniciado los hacendados blancos y ricos creó las condiciones para que surgieran nuevos dirigentes populares gracias al sistema democrático en el Ejército Libertador en cuanto a reconocer los méritos de los combatientes para el acceso a los rangos militares. Vencida la tentativa heroica de los hacendados y profesionales, la bandera de la independencia nacional era enarbolada, al final de la guerra, por el más brillante jefe militar de origen popular.
Vendría luego, en 1880, el fallido intento de la Guerra Chiquita con Calixto García como máximo inspirador, a la que se asoció el joven José Martí en el Comité Revolucionario de Nueva York, el que llegó a presidir interinamente hasta darse cuenta de la imposibilidad de continuar el esfuerzo bélico entonces. Sería Martí, precisamente, el organizador de la última guerra por la independencia contra España. En ella, como Lugarteniente General del Ejército Libertador, estaría el Mayor General Antonio Maceo. Aquella invasión de Oriente a Occidente para extender la guerra a todo el país que no se logró en la primera guerra, tendría lugar ahora al mando de Máximo Gómez y Antonio Maceo. Y esta invasión partiría, con Maceo al frente, precisamente desde Baraguá, convalidando así la dignidad de aquel gesto de intransigencia revolucionaria. El 22 de octubre de 1895 se iniciaba la marcha de los 1,500 hombres de la columna invasora.
Uniendo sus fuerzas, Gómez y Maceo llegaron hasta las afueras de la capital del país. Maceo continuó hacia Pinar del Río y llegó a Mantua el 22 de enero de 1896, tres meses después de haber salido de Baraguá.
Para Antonio Maceo la independencia debía alcanzarse por esfuerzo propio, sin contraer deudas de gratitud con el poderoso vecino del Norte. En el combate contra el enemigo no había lugar sino para la victoria o la muerte.
José Martí, que tan bien conocía el alma humana, y que trató a Maceo durante años en la organización del esfuerzo independentista final, en la primera carta que desde Nueva York le escribió a este con fecha 20 de julio de 1882,- el mismo día que le escribió también a Máximo Gómez sobre los nuevos preparativos para la independencia de Cuba, que incluía la fundación del partido de la revolución-, Martí le dice a Maceo: “-No conozco yo, General Maceo, soldado más bravo ni más tenaz que Vd.- Ni comprendería yo que se tratase de hacer, -como ahora trato y tratan tantos otros-, obra alguna seria en las cosas de Cuba, en que no figurase Vd. de la especial y prominente manera a que le dan derecho sus merecimientos”. Y, casi concluyendo: “Yo sé que no está Vd. cansado de hacer cosas difíciles. Y que su juicio claro no se ofusca como el de la gente vulgar, y abarca toda la magnitud de nuestra tarea y de nuestra responsabilidad” (2)
Y en carta de fecha 25 de mayo de 1893, Martí le dice:”…Tengo ahora ante mis ojos “La protesta de Baraguá”, que es de lo más glorioso de nuestra historia” (3) Y sobre el autor de la Protesta, exilado en Costa Rica, escribe Martí en Patria el 6 de octubre de 1893: “Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo…Firme es su pensamiento y armonioso…Con el pensamiento la servirá (a la Patria NB), más aún que con el valor.” (4)
Finalmente, con fecha 9 de mayo de 1895, después de la entrevista de La Mejorana entre Martí, Gómez y Maceo, el primero escribe a Carmen Miyares y sus hijos: “Vamos a Masó, venimos de Maceo. ¡Qué entusiasta revista la de los 3,000 hombres de a pie y a caballo que tenía a las puertas de Santiago de Cuba! … ¡Qué lleno de triunfos y de esperanzas Antonio Maceo!” (5)
A 140 años de la Protesta de Baraguá, el General Antonio sigue significando, para los cubanos de hoy, lo que entonces para Martí: triunfos y esperanzas.
Citas
(1) Fernando Portuondo, Historia de Cuba (1492-1898), Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1965, páginas 465-66
(2) José Martí, Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, tomo 1, páginas 172-73
(3) Ídem, tomo 2, página 329
(4) Ídem, tomo 4, página 456
(5) Ídem, tomo 20, página 230