Omar Álvarez Dueñas
omarad@capiro.vcl.sld.cu
Leí con mucho interés el debate en Temas # 65 sobre el Período especial, y la controversia generada entre el profesor Carmelo Mesa-Lago, del cual he leído otros trabajos recientes, y el economista José Luís Rodríguez, ministro de Economía en aquellos años, y quisiera ofrecer mi modesta opinión al respecto.
Un primer tema de controversia está referido a la planificación central, la descentralización o centralización, y el mercado. En una economía como la cubana, con una historia de dependencia de España como colonia, de los Estados Unidos como neocolonia, y atada a la URSS y al campo socialista (para bien y para mal) en los primeros treinta años de la Revolución, y como consecuencia de ello una economía deformada, subdesarrollada y atrasada tecnológicamente y que en enero de 1959 recibe una deuda económica y social como la descrita por Fidel en La Historia me absolverá y conocida por todos, ¿cómo se resuelve ese problema?, ¿quién en la historia reciente de la humanidad lo ha resuelto sin la planificación?
Mucho se han criticado la dirección y la economía socialista de la Revolución basada en la planificación; poco se ha hablado del gran mérito de haber sacado a millones de cubanos de la pobreza y exhibir los indicadores sociales actuales de Cuba, gracias a la planificación centralizada, pese a todos los errores que se han cometido.
Por lo tanto, para un país pobre, atrasado y bloqueado como Cuba la planificación centralizada de sus principales recursos y actividades económicas es vital para lograr la supervivencia como nación y para avanzar por la senda del desarrollo. Coincido entonces con los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del PCC que mantienen la vitalidad de la Planificación en la dirección económica.
Ahora bien, otro tema de debate es cuánto de planificación y cuánto de mercado. Está claro que en las actuales circunstancias históricas las relaciones monetario-mercantiles, y por ende el mercado, tienen un papel importante que desempeñar en el desarrollo económico del país. Soy partidario de que debemos utilizar el mercado en nuestro socialismo siempre que este constituya un estímulo al desarrollo de las fuerzas productivas, a la productividad y a la eficiencia en el trabajo, pero hay que tenerlo estrictamente regulado por los peligros que este encierra y que pueden dar al traste con la Revolución misma.
En cuanto a centralización y descentralización, la esencia está en lograr el justo medio de qué debe ser centralizado y qué descentralizado. En las condiciones históricas actuales, hay importantes decisiones en política económica que deben ser centralizadas, y el Plan de la Economía debe ser el eje alrededor del cual se aglutinen todas las formas económicas. La verdadera y ardua tarea para quienes dirigen el país está en lograr la armonía entre el plan y el mercado; entre la centralización y la descentralización, de modo que se complementen en pos del desarrollo del país.
Considero que se debe fortalecer la participación de los territorios en la dirección económica, especialmente los municipios, es allí donde viven los actores económicos, donde se materializa la economía del país, y en estos años han estado atados de pies y manos en muchos aspectos, esperando decisiones “de arriba” para mejorar las condiciones de vida de sus pobladores y para impulsar la economía. La actualización del modelo debe tener presente esta premisa si se quiere conducir con éxito la etapa en que entra la Revolución en estos momentos.
Otro punto en la controversia es el tipo de socialismo. El profesor Mesa-Lago comienza planteando: “La historia ha demostrado la inviabilidad del socialismo practicado en la URSS y los países de Europa oriental hasta fines del decenio de los 80”. Lo que olvida el profesor Mesa-Lago, lo olvidan otros también dentro y fuera de Cuba: ese socialismo llegó a ser la segunda potencia económica mundial, derrotó la agresión fascista, y tuvo una importancia decisiva en el movimiento revolucionario mundial en Asia, África e inclusive en América Latina.
Ese socialismo tiene también muchos puntos de crítica en lo económico, en lo político y en lo social, pero lo que no podemos olvidar que lo que fracasó no fue el socialismo como sistema social, sino los hombres que lo construían, que se fueron apartando cada vez más de los ideales fundacionales del socialismo y fueron incapaces de sobre la crítica de los errores reencausar las construcción socialista, aspecto que era perfectamente posible y hubiera traído mejores resultados que el regreso al capitalismo salvaje que ha hecho descender a la antigua URSS y a los países de Europa Oriental a niveles inferiores a los de la época socialistas. Por supuesto, el socialismo que fracasó en la antigua URSS y Europa Occidental no es al que aspiramos en Cuba.
Prosigue el profesor Mesa-Lago: “Considero viable económicamente este socialismo”, refiriéndose al chino y al vietnamita. Quien lea la frase aislada, quizás no se dé cuenta de la suspicacia de la frase “viable económicamente”, cuando dice más adelante: “aunque personalmente desearía que incluyeran métodos más democráticos y mayor respeto a los derechos humanos, civiles y políticos”. ¿Eso significa que, desde el punto de vista político, civil y respecto a los derechos humanos, los socialismos de China y Viet Nam no son viables? ¿No necesita un tipo de sociedad ser viable en todos los aspectos? ¿Qué considera viable del capitalismo el profesor Mesa-Lago? ¿Considera viable el capitalismo del llamado Tercer mundo y dentro de él, el de los países más pobres del mundo?
Las experiencias china y vietnamita son dignas de tener en cuenta y aplicar lo que se pueda aplicar. En Cuba se han hecho importantes estudios al respecto, pero las condiciones económicas, sociales y políticas de esos países son totalmente diferentes a las de la Isla. Además, ya en nuestra historia revolucionaria pecamos de copiar las experiencias europeas y no nos fue bien. Tengamos en cuenta las experiencias foráneas, pero sin copiar.
Coincido con José Luís Rodríguez cuando plantea: “En el socialismo se aspira a una transformación política que permita al hombre alcanzar un desarrollo más pleno donde la justicia y solidaridad social son rasgos inmanentes de la sociedad que se trata de crear”. Y hago ese énfasis, ya que el socialismo es una sociedad nueva, que muchas veces se avanza por el método de ensayo y error, con retrocesos, donde la sociedad capitalista en crisis —espero que esto esté claro para todos—, pero no derrotada, y con mucha fuerza económica, política, militar, con los medios de difusión en sus manos y los efectos de la globalización usados en su beneficio, conspira contra el afianzamiento del nuevo régimen social. No se debe olvidar que lo mismo le pasó al capitalismo naciente, con importantes retrocesos y restauraciones monárquicas, hasta que el nuevo y revolucionario régimen se impuso al ya caduco feudalismo.
Coincido, en esa aspiración de sociedad, con José Luis Rodríguez y estoy convencido de la necesidad de la actualización del modelo económico para preservar y perfeccionar nuestro socialismo, pero todo cambio que se introduzca donde el mercado y la actividad económica privada tienen un papel más activo, trae aparejado costos y peligros en lo político y en lo social y es tarea de los investigadores profundizar en las causas, las consecuencias y contribuir a las soluciones, y el país debe trazar estrategias para enfrentarlos o minimizarlos en correspondencia con la sociedad a que aspiramos.
Es evidente que se está produciendo una polarización en la sociedad cubana, que comenzó en los 90. Está emergiendo una pequeña burguesía que, en lo ideológico, siempre tuvo sus manifestaciones, pero ahora se fortalece en lo económico con los cambios en marcha. Existen actividades por cuenta propia que generan importantes ingresos como la gastronomía, el arrendamiento de habitaciones y casas, y el transporte —ahora favorecidos con la compraventa de vehículos y la autorización para tener varios en propiedad. También existe un reducido sector de profesionales en firmas extranjeras, mixtas o en áreas con importantes “derrames” —como el turismo—, que ingresan a esta naciente pequeña burguesía.
La etapa actual de nuestro socialismo no es incompatible del todo con este sector social, siempre y cuando responda a los intereses vitales de la nación por encima de los individuales. Lo mismo sucede con los campesinos adinerados, necesarios por el nivel de eficiencia que representan. Por encima de todo, hoy el país necesita eficiencia, productividad y producción, y estos sectores pueden contribuir al desarrollo económico del país. Debe entonces cambiar nuestra mentalidad y asumir que la Cuba del futuro inmediato no será igual a la que por más de cincuenta años edificamos, pero tampoco se debe perder de vista el objetivo final: la construcción del socialismo como única vía para vivir en un mundo mejor.
Los retos de la Cuba socialista a corto plazo están asociados al incremento de la pobreza,1 la marginalidad y la delincuencia, a la corrupción administrativa2 como consecuencia del papel de las relaciones monetario-mercantiles y de los efectos de la propia crisis económica. Además, se reformulan los valores personales y sociales con énfasis en lo material y el dinero, lo que hace necesario fortalecer el trabajo educativo de todos los factores sociales en aras de afianzar aquellos que son consustanciales con la sociedad socialista.
Por último, considero viable el socialismo que se aspira a construir en Cuba. En mi opinión, las opciones de Cuba de sobrevivir como nación y de alcanzar el tan deseado desarrollo están dentro del socialismo, pero uno despojado de dogmas, flexible y no voluntarista en la dirección económica, uno que ponga al hombre y a su desarrollo integral en el centro de su acción, uno que se adapte a las condiciones históricas de cada momento, donde se equilibren lo económico, lo político y lo social.
Notas
1 Es aceptado por investigadores cubanos que la pobreza y la vulnerabilidad se acentúa a inicios de la década de los 90 del pasado siglo como consecuencia del recrudecimiento del bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba, los cambios políticos y económicos ocurridos en la antigua URSS y Europa del Este y la propia crisis del modelo económico cubano. Por ejemplo, Lia Añe plantea: “La pobreza en la capital se caracteriza por la insuficiencia de ingresos monetarios, que limita el consumo de alimentos y otros bienes y servicios esenciales, manifestándose también en privación de vivienda o en el deterioro de la misma o de su equipamiento y en el transporte público y se estima conservadoramente en un 20% de la población”. Lia Añe Aguiloche, “Contribución a los estudios de pobreza en Cuba. Una caracterización de la capital”, en www.focal.ca.
2 Ramón de la Cruz Ochoa reconoce acerca de la corrupción: “Los revolucionarios cubanos sabemos que es una realidad grave que enfrenta nuestro país, que es un fenómeno bien extendido en nuestra sociedad y que no solo es un problema de los funcionarios y jefes corruptos”. Véase “Acotaciones al texto del Dr. Fernando Barral sobre la corrupción en Cuba