(PREGUNTAS POSTERGADAS A HUGO
CHINEA)
Amigos y compañeros de
diferentes ocupaciones, incluyendo intelectuales del medio, sorprendidos por lo
dicho por Padura, me han hecho llegar
por diferentes vías sus propias preguntas y evaluaciones sobre el tema que
motiva este texto, donde las tomo en consideración aunque, finalmente, no es
más que una réplica personal. He preferido organizarla en forma de preguntas y
respuestas para evitar un relato espeso, y facilitar su lectura y comprensión.
Pregunta: Amigo Hugo Chinea, apenas salió la entrevista de Harold Cárdenas Lema a Leonardo Padura, meses atrás, donde éste te señala de cuando él y otros jóvenes escribían cosas críticas en el Caimán Barbudo, hemos procurado hacerte éstas, que son tus propias preguntas. Ahora, eres tú quién nos convoca. ¿A que se debe?
Respuesta: Bueno, ustedes me han estado presionando con eso de “el que calla otorga”. Y miren, eran cosas encontradas, y no terminaba de decidirme. Como ustedes saben, yo le dirigí un correo a Padura, que después hice público en la red, pensando que era un gazapo de él, que se había equivocado de nombre, una manipulación del entrevistador, en fin…porque no podía pensar que fuese una mentira intencional. Tenía otro concepto de su persona. Yo jamás le he visto la cara personalmente. Lo que él dice no es verdad, así, sencillamente. Una falacia. También esperaba que alguno de ustedes lo desmintiera...
P. Hugo, Padura dijo: “Cada vez que se escribía un artículo que por asomo pudiera ser asumido como una crítica, inmediatamente eras citado para una reunión en el Departamento de Cultura del Comité Central. Esperabas en el Consejo de Estado una o dos horas hasta que te conducían a la oficina del que era jefe en esos momentos del departamento, Hugo Chinea, te echaban una descarga, te amenazaban y te decían que no lo hicieras más”
R. Eso es absolutamente falso. El Caimán Barbudo era, y es, hasta donde sé, una publicación adscripta a la Unión de Jóvenes Comunistas, su órgano cultural, con Director, Jefe de Redacción, su Consejo, y demás. La Unión de Jóvenes Comunistas tenía su Departamento de Cultura, entre cuyas funciones estaba esa publicación. En el Comité Central., yo era el Jefe de la Sección de Cultura de un Departamento que incluía la Educación, la Ciencia, el Deporte. El Departamento de Orientación Revolucionaria atendía la prensa y no creo que el Caimán estuviera en esa prioridad, porque pertenecía a la Unión de Jóvenes Comunistas. Se trata de una publicación más bien dirigida a los jóvenes. No era mi lectura habitual, aunque lo consideraba un espacio útil para la juventud, no estaba entre mis lecturas prioritarias de entonces.
Él habla en plural, de manera que otros jóvenes que escribían críticamente en esa publicación eran llamados por mí para “echarles una descarga”, “amenazarlos” y decirles “que no lo hicieran más”.
Si de repente, por cualquier razón tuviera que dar los nombres o presentar a esos otros, tendría que fabricarlos, porque no existen esos que hacían antesala ¡por dos horas! en el Consejo de Estado o en el Comité Central. El se hace el sueco, no sabe bien el lugar, porque lo que le interesa es depositar su cagadita de mosca en el mantel.
El Partido nunca tuvo una oficina “para velar por la pureza ideológica de los intelectuales”
P. Padura dice que después pasó a trabajar al periódico Juventud Rebelde, donde: “A pesar de que llegué con el cartel de problemático-ideológico a la dirección de ese periódico, donde también las personas que la conformaban eran cuadros de la UJC, no les importaron mucho mis “antecedentes” ¿Cómo se explica, Chinea, que suponiendo tuviera realmente problemas con el Partido cuando era un principiante “problemático”, después lo llevaran al periódico de la Unión de Jóvenes Comunistas, el periódico de esa organización política?
R. Porque simplemente miente con eso de los regaños en el Comité Central. Parece una persona resentida, amargada, con cierto delirio de persecución. Siente “miedo, mucho miedo”. En todo caso Juventud Rebelde, al admitirlo, pone de manifiesto la apertura de nuestra prensa revolucionaria al darles cabida a los jóvenes críticos.
P. ¿Cómo explicarías que solamente toma tu nombre y cargo para acusarte, habiendo tenido tantas dificultades en su vida profesional con diferentes personas como él dice?
R. Esa pregunta me la he hecho más de una vez. También muchos de ustedes, y solamente encontramos una razón: implicar al Partido, como si cumpliera un encargo. Tal vez me creyó muerto y era más fácil utilizar a un cadáver. También puede ser resentimiento, tal vez. ¿O será porque cree que la Revolución esta tabaleándose, débil, moribunda, y entonces es el momento propicio para, a través de un antiguo, olvidado y “muerto” funcionario, atacar al sistema? ¿Cumple con su ego de protagonismo para una era pos Castro? ¿El encargo es de otros por idénticas razones? ¿O es el mareo de un “complejo de Altura”?
Por la fecha que él señala, años 80, ya estaba reparada, desde hacía varios años, aquella exclusión de homosexuales y creyentes de labores de enseñanza y otras de la vida cultural del país -desconozco si él estaría en alguna de esas situaciones y de ahí su fondo oscuro-, que como resultado del consenso del I Congreso de Educación y Cultura (abril de 1971), en el que participaron intelectuales y dirigentes de esas esferas, fueron adoptadas. Cuando ese Congreso, que empezó siendo de la educación, al que se le incorporó el tema de la cultura en el camino, todavía transcurrían los años inmaduros e ingenuos en que pretendíamos crear un paradigma de sociedad y un hombre nuevo que la sustentara.
Después vino el I Congreso del Partido (1975), donde se aprobó una Resolución sobre la Cultura artística y literaria, que sentó las bases de una verdadera política. Allí no se habla de realismo socialista, ni de restricciones a la creación por razones de preferencia sexual o religiosa, escuela o tema alguno. Se proclama la creación libre. La plataforma de ese texto es la de Fidel en su Palabra a los intelectuales. Me cupo el honor de ser delegado y además compartir con Juan Marinello y Haydee Santamaría, como vice-presidente, la Comisión que trabajó en su elaboración y debatió después el texto en el I Congreso. Como no se ha sustituido por otra, debe estar vigente todavía, lo que pasa es que nadie la recuerda ya, ni, por supuesto, se toma en cuenta.
P. Entonces tú aseveras que el partido es responsable de la política que se sigue en el país.
R. Si. Claro. El Partido es el responsable, en primera instancia, de la política en la cultura y en todo lo demás. Es responsable, con Fidel a la cabeza, de haber conducido al país en una lucha sin precedentes por su libertad, independencia y soberanía. Por defender y alcanzar los logros inobjetables en la redistribución de la riqueza nacional, en ocupar lugar tan destacado entre las naciones del planeta. Suyos, con el apoyo siempre del pueblo, son los enormes logros que terminaron con el analfabetismo, la desnutrición, la miseria, los éxitos en los programas de salud, la victoria de Girón y del Escambray, el enaltecimiento de la cultura y sus protagonistas, como nunca antes. También lo es, desde luego, de los errores, muchos de los cuales se ventilan hoy en día en un proceso de reformas que deben ser estructurales. Mientras el Partido no se separe definitivamente del Estado y pase a jugar el papel que verdaderamente le corresponde, le toca todo, hasta lo que no es propiamente de el.
P. ¿Y sus cuadros, sus funcionarios, son responsables también de los errores y las deficiencias?
R. Desde luego. Les corresponde llevar adelante la política. Personalmente, me siento tan responsable de todo como el de mayor jerarquía en el Partido y su estructura de trabajo. Es un verdadero honor haber servido desde el Partido a los esfuerzos del país. Y como eso compartir también los errores.
Se nos puede acusar de ser muy jóvenes e inexpertos, con responsabilidades que a muchos nos superaban, a mí entre ellos, estar llenos de ideales grandiosos, de altruismo, de decisión de entregarlo todo, de estar en la batalla, no en las bardas. Pero de lo que no soy responsable, en absoluto, porque no es verdad, es del papel de represor que Padura pretende colgarme. Algunos conocidos que trabajaron en el Caimán no recuerdan semejantes procedimientos.
Si eso realmente hubiera ocurrido, no tendría ningún reparo, en absoluto, en reconocerlo.
P.
Otra cosa, Hugo, él hace aseveraciones verdaderamente comprometedoras con el
honor y la moral, nos parece. El dice “Ellos (refiriéndose a los funcionarios que enjuicia) aplicaban al
extremo la política del Estado. Yo creo que ese tipo de funcionarios ante la
duda siempre dice que no, y la duda puede estar presente en cualquier cosa. Son personajes que defienden los pequeños o
grandes privilegios que tienen, algo típico del pensamiento burocrático, los
defienden como los bienes más importantes. Y la reacción de nunca contradecir
lo que viene “de arriba” y siempre que sea necesario por alguna coyuntura
aplastar lo que se origina abajo, sencillamente lo aplastan para no contradecir
a los superiores.”
“No es
casual que en determinadas circunstancias favorables esas personas terminen
cometiendo actos de corrupción porque al final o desde el principio, la defensa
a ultranza de una posición social, más que la responsabilidad que entraña esa
posición social, es un acto de corrupción. Si por 80 litros de gasolina y
las tres o cuatro prebendas que existan, eres capaz de aplastar cualquier
posibilidad que no tiene nada que ver con una posición contrarrevolucionaria,
entonces eres corrupto.”
R. Ahí tienen. ¿Qué es todo eso si no una
vileza? ¡Hasta corruptos! “¡80 litros de
gasolina y las tres o cuatro prebendas!”. ¿Qué es eso? ¿Está en su sano juicio?
¿Desconoce que para trabajar en el Partido
debías tener en tu vida personal y
social, en tu trayectoria, una conducta
moralmente intachable? Creo que esta norma sigue vigente. Nuestros salarios
eran de los más bajos, el que más ganaba eran 400 pesos, que era el salario de un ministro y se consideraba el
tope, ese era el rasero entonces. Yo ganaba 360 pesos y con ese dinero y poco
más de 40 años de trabajo me jubilé. ¿Dónde está la corrupción? Este personaje
tiene ínfulas de celebridad. Se está dejando conducir, concientemente, o no, a posiciones muy cuestionables desde el punto
de vista intelectual y político.
Quien calumnia tan infundadamente no puede cumplir más que un rol, no de disidente -disentir es de revolucionarios, por eso lo somos-; para mí, de una perspectiva anti-Partido y anti-revolucionaria, consciente o no. Intereses ajenos parecen acunarlo entre sus manos y lo utilizan, aunque tal vez no se dé, o quiera darse cuenta de ello…
Es una lástima que nuestra prensa no recoja también este tipo de discrepancias. Que se sepa quién es quién.
Estoy de parte de los que analizan nuestra realidad y señalan el papel poco efectivo de la prensa, acostumbrada por largos años a ese secretismo impuesto por una época e instancias superiores orientadoras, también de su reanimación en los últimos tiempos, todavía insuficiente. No creo que sea un déficit de los Directores, y menos de los periodistas. Más allá existe un pensamiento aún agarrotado. Es un tema muy complejo, porque también la burocracia dificulta y obstaculiza las fuentes de información y muchas otras cosas que requerirían de un análisis profesional y ponderado. La burocracia y su manera de pensar y actuar parece sembrada muy profundamente y tan espinosa como el marabú.
Nuestros medios necesitan mucho de la crítica honrada, revolucionaria. No de los infundios, como me refirió una colega de la prensa, muy profesional y prestigiosa, calificando la conducta de Padura, “quien en el mejor de los casos resulta un resentido-confundido o simplemente un partidario del capitalismo “light” que busca su espacio en ¿ese futuro pos Castro?”
P. Una última cosa. A
propósito de esa entrevista de Padura, hemos
escuchado, en más de una ocasión, que se trata de cinismo, y no falta
quienes asocien ese cinismo con el Hombre
que amaba a los perros. Más que una “perversión de la utopía”, es un
manifiesto anticomunista por excelencia.
Padura no es comunista, y eso no es obligatorio, tampoco lo es ser
socialista o revolucionario para escribir, desde luego. Pero, fíjate, cómo los
protagonistas y secundarios, con sus nombres propios, figuras históricas, en un contexto histórico muy complejo,
aparecen totalmente deshumanizadas. Seres perversos, envilecidos, corruptos,
reducidos a la más increíble y asfixiante degradación. Mercader aprende a matar
asesinando vagabundos indefensos que ponen al alcance de su mano…Es una novela
cínica.
¿Quieres opinar?
R. Sobre la novela no,
aunque coincido con esas apreciaciones.
P. ¿Algo más?
R. Decirles que me siento
aliviado de no emplazarlo en público, como había considerado… ¿saben que existe
una figura jurídica para estos casos,
que comporta multas o prisión? Pero me considero una persona decente. No me anima un aliento de venganza o represión.
Es el derecho de réplica. Por la naturaleza de sus imputaciones, me asiste la razón.
Mís, nuestras, consideraciones,
van dirigidas sobre todo a los contemporáneos, y particularmente a nuestra
joven intelectualidad, para que no
se dejen confundir y piensen.
Gracias a los amigos, por su insistencia y contribución a los borradores de este texto.
Esta es mí, nuestra, respuesta postergada.