“Las
guerras, desde el principio de la humanidad, han surgido, fundamentalmente, por
una razón: el deseo de unos de despojar a otros de sus riquezas. ¡Desaparezca la filosofía del despojo, y
habrá desaparecido la filosofía de la guerra!”,
Fidel Castro
Asamblea
General de la ONU,
26 de
septiembre de 1960
Por Nyls Gustavo Ponce Seoane
Una frase recorre ya este maltratado mundo: ¡América First! Más
que un simple lema electorero, empleado por el actual presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, en las últimas elecciones de ese país y mantenido por él,
representa y ha representado la última expresión mimética de la ideología que ha servido de base teórica
del Imperio todopoderoso, que pone hoy en peligro la vida misma de este planeta:
el imperialismo yankee.
Esta consigna, por su forma, no siempre ha sido la misma.
Sin embargo, en el fondo, por su contenido, antes de la creación misma de la
nación norteamericana, ha sido la
base de la filosofía del despojo, de la que hablara Fidel y que tiene como
fundamento el primitivo egoísmo humano, cambiando, evolucionando, y adaptándose
pragmáticamente, de acuerdo a tiempos y circunstancias, a épocas históricas diferentes.
I
La Doctrina del Destino Manifiesto y del excepcionalismo
americano.
La expansión territorial de las trece colonias norteamericanas
después de su Independencia fue producto del desarrollo colonial inglés, que
había ido desplazando a las poblaciones indígenas. Se presentaba como lógica y
necesaria para la posterior conquista de
nuevos territorios y así continuar y ampliar
la herencia colonial en los Estados
Unidos.
Pero esa expansión
necesitaba de justificación. Es cómo y por lo que surge la doctrina del Destino
Manifiesto, que fue la creencia de los
colonos de Estados Unidos de que su destino era expandirse hacia el Oeste, hasta
alcanzar el Pacífico. Fue una ideología con consecuencias históricas determinantes,
porque posteriormente, en muchas otras
ocasiones, cuando las fronteras de este continente les resultaron
insuficientes, se ha citado este Destino Manifiesto para justificar las intervenciones
militares fuera del territorio continental de los EE.UU.
Este concepto tomó cuerpo y nombre, deviniendo en Doctrina, cuando el periodista John
L. O´Sullivan, escribió en 1845 dos artículos
para justificar la anexión de Texas y Oregón, en los cuales escribió, en uno: “El
cumplimiento de nuestro destino
manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para
el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho
como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el
desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”. Y
en el otro:”Y esta demanda está basada en
el derecho de nuestro destino manifiesto a poseer todo el continente que nos ha
dado la providencia para desarrollar nuestro gran cometido de libertad, y
autogobierno”.
A
partir de esta Doctrina, los Estados
Unidos se anexan conscientemente los territorios de Texas (1845), California
(1848) e invaden Méjico (1846), apropiándose de un total de 2 millones 100 mil
kilómetros cuadrados: el 55 % del territorio mexicano de entonces. A
cambio, los Estados Unidos se comprometieron a pagar 15 millones de dólares.
Sin
embargo, lo cierto es que de esta Doctrina, con anterioridad a tener nombre, en la práctica, sus diversos
componentes desde mucho antes ya se encontraban implantados por los políticos norteamericanos. Abarcó el
período comprendido desde principios del siglo XIX hasta 1860, antes del
estallido de la guerra civil entre los estados del norte y del sur
norteamericanos. El término se volvió a revivir en la década de 1890 y a
principios del siglo XX, como justificación teórica de la expansión
estadounidense fuera de América del Norte.
Así,
la expansión hacia el oeste, que se
extendió desde principios del siglo XIX, va a terminar con la extinción de las comunidades
indias que fueron desplazadas de sus tierras a punta de guerras, de tratados
incumplidos, de pactos que no se respetaron, de manipulaciones, robos y compras
de terrenos. Los indios fueron derrotados, despojados y casi exterminados. Se cometió el genocidio mas
largo, lento y prolongado de la Historia.
Pero
además, en 1803 los Estados Unidos compraron Louissiana a Francia por quince
millones de dólares y en 1819, la Florida a España por cinco millones y Alaska
a los rusos en 1867.
Por
lo tanto, a medida que se fueron eliminando las comunidades indias, se fue
expandiendo la frontera hacia el Oeste.
Así, entre la tierra que le quitan a México,
la que le quitan a los indios y
entre los Estados que le compran a
franceses, españoles y a rusos, se fue creando
y ampliando la frontera que va a ambos océanos. Al finalizar ese periodo los Estados Unidos, en estados o
territorios, ya tenían definido lo que son hoy los 48 estados continuos (todos
excepto Alaska y Hawái, que no son fronterizos con ninguno otro). En apenas
medio siglo, EE.UU llegó del Atlántico al Pacífico.
La Florida, Louissiana,
Texas, California, Minnesota, Oregón, Kansas, Nevada, Nebraska, Colorado, Montana,
Dakota del Norte, Dakota del Sur, Washington, Wyoming, Idaho, Utah, Oklahoma,
Nuevo México y Arizona van a ser los estados del Sur y del Oeste. Estos Estados van a formar casi
el 50% del territorio de los Estados Unidos.
Por
lo tanto, El Manifest Destiny sirvió para justificar todas las
expansiones territoriales de los Estados Unidos —incluidas sus posteriores incursiones
en el Caribe, la intervención en las Filipinas, Guam e Islas Vírgenes, la toma
de Puerto Rico, la invasión a Cuba, la promoción de la independencia panameña,
la construcción del canal de Panamá, la imposición de un protectorado económico
sobre la
República Dominicana y otras aventuras depredadoras, que para
defender sus nuevas fronteras y preservarlas, fue lo que el presidente Teodoro
Roosevelt, quien gobernó entre 1901 y 1909, denominó “la esfera de
influencia” de los Estados Unidos.
Así, por las buenas o por las
malas, por negociaciones pacíficas unas veces, o por la fuerza de las armas,
otras, lo cierto es que el expansionismo norteamericano en el siglo XIX y principios del XX, se hizo bajo la idea del Destino Manifiesto y no tuvo limitaciones: hacia los cuatro vientos fue su resultado.
Es por todo esto que esta Doctrina recuerda la teoría del “espacio vital” (el lesbensraum) de la Alemania nazi de los años 30.
Cabe
señalar también que esta Doctrina no estuvo ni está exenta de discriminación (y
de racismo, desde luego), pues estuvo y está estrechamente vinculada con el
llamado “excepcionalismo americano”, que considera que los habitantes
estadounidenses son superiores a los habitantes de otros países ubicados fuera
de sus fronteras, pretendiendo dar a entender al mundo que los estadounidenses, poseen virtudes que los hacen únicos y
especiales, por lo que Dios eligió a ese pueblo, por ser superior, para ser una
potencia política y económica.
Es
lo que los hace ser, en gran parte, engreídos y prepotentes en sus conductas; y
lo que hace que, junto al Destino Manifiesto, conformen una ideología asumida por muchos
estadounidenses para justificar y ver
con buenos ojos su expansionismo territorial.
Es
la base de una filosofía
excepcionalmente fundamentalista desde el punto de vista individualista y egoísta, que yace a lo a lo
largo de toda la historia norteamericana, donde prima “lo mío primero” y “el yo, yo, yo…, y después los demás”, que
ha sido transferida e inculcada a esa nación por una élite oligárquica
gobernante para su uso y manejo, y que
en estos momentos se actualiza y vuelve a manifestar con los burdos ribetes políticos
de América First.
Las
ideas del Destino Manifiesto y del
excepcionalismo americano, a su vez, están íntimamente imbricadas, en espacio y
tiempo con la Doctrina Monroe la cual podría
resumirse, y de hecho se resume, en la frase que se deduce de ella: «América para los americanos», por ser la concepción de política exterior de Estados
Unidos de que cualquier intento de colonización o intervención de una potencia
europea en territorio del continente americano sería respondido por Estados
Unidos, que no toleraría ninguna clase de intromisión en la zona, considerada
ya de hecho, antes que fuera denominada, como su esfera de influencia.
II
La Doctrina Monroe y el
Corolario de Roosevelt.
John Quincy Adams,
a la sazón Secretario de Estado, de 1817 a
1825, en el gobierno de James Monroe, jugó un papel decisivo en la diplomacia
norteamericana: estuvo implicado en
varias negociaciones y tratados internacionales, sus puntos de vista coincidían
con los de Monroe y redactó la Doctrina
Monroe, que advertía a los estados europeos de no intervenir en el continente americano.
Adams,
en1823, formuló la tesis conocida en la historia cubana como la política de
"la fruta madura", según la cual Cuba, por su cercanía
geográfica, debía caer en manos de los EE.UU.
Junto con esto, el Presidente Monroe, para referirse a la isla, afirmaba que:
"agregar Cuba era lo que necesitaban los Estados Unidos, para que la
nación americana alcanzara el mayor grado de interés... Siempre la miré como la
adquisición más interesante para nuestro sistema de estado", dijo.
La
Doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos», planteaba
que cualquier intervención de los estados europeos en América sería vista como
un acto de agresión que requeriría la intervención de Estados Unidos y aunque
inicialmente fue tomada con dudas,
posteriormente fue aceptada con entusiasmo porque se argumentó que fue concebida por sus
autores como una proclamación de los Estados Unidos de su oposición al
colonialismo europeo en tierras americanas. Fue un momento definitorio en la
política exterior de los Estados Unidos.
Esta
Doctrina, a pesar de que se presentó como defensora de la independencia de los países americanos,
después de su adopción, con apoyo u
omisión de Estados Unidos, se produjeron intervenciones europeas en países
americanos como la ocupación de las Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833, el
bloqueo de barcos franceses a los puertos argentinos entre 1839 y 1840, el
bloqueo anglo-francés del río de la
Plata de 1845
a 1850, la invasión española a la República Dominicana entre
1861 y 1865, la intervención francesa en México entre 1862 y 1865 y la
imposición de Maximiliano de Austria como emperador, la ocupación inglesa de la
Mosquitía en Nicaragua, y la ocupación
de la Guayana Esequiba (Venezuela) por
Inglaterra en 1855 y el bloqueo naval de Venezuela por Alemania, Inglaterra e
Italia entre 1902 y 1903, además de las diversas colonias en el Caribe que aún
conservan los gobiernos europeos tales como las Islas Vírgenes Británicas, las Islas Turcas y Caicos, las islas de Aruba, Bonaire, Curazao, San
Martín, Saba y San
Eustaquio bajo la corona holandesa, la Guayana
Francesa y Guadalupe que son departamentos franceses de
ultramar que incluyen otras islas menores e islotes de posesión francesa como
lo son Martinica
y San Pedro y Miquelón.
Aunque
en teoría el objetivo original de la doctrina Monroe era evitar la expansión
del colonialismo (europeo), en la práctica se convirtió en un instrumento para justificar la expansión de
Estados Unidos y sus intervenciones militares, económicas o políticas en
América Latina y el Caribe. A partir de ella,
junto con la doctrina de Destino Manifiesto, surgió el Corolario de Roosevelt.
Este
concepto nace cuando Venezuela es bloqueada navalmente por potencias europeas a
comienzos del siglo XX. Entonces, el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, apoyándose en la Doctrina
Monroe, emitió el Corolario de 1904 (Corolario Roosevelt), instituyendo que si un
país amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o
empresas estadounidenses, el gobierno estadounidense estaba obligado a
intervenir en los asuntos de ese país para "reordenarlo",
restableciendo los derechos y el patrimonio de sus ciudadanos y sus empresas.
¿No
continuaron diciendo con estas guías políticas ser los elegidos de Dios, los
excepcionales, los intocables si se quiere, y que con ellos ni con su esfera de
influencia nadie se podía entrometer, porque ellos son los únicos y primeros? ¿No
son estas variantes del América First?
Este
corolario supuso, en realidad, una carta blanca para la intervención de Estados
Unidos en América Latina y el Caribe.
III
La Política del Gran Garrote.
Se
llamó así a la política internacional establecida en la diplomacia
norteamericana bajo el mandato del Presidente Theodore Roosevelt, que gobernó
los Estados Unidos desde 1901 hasta 1909.
La
Doctrina del Gran Garrote o Big Stick fue la
base de las relaciones exteriores estadounidenses de principios del
siglo XX. El término y su definición se originan
en
una frase tomada de un proverbio del África occidental que dice: "habla
suavemente y lleva un gran garrote, así llegaras lejos" (speak softly and
carry a big stick, you will go
far), usada por
Roosevelt, en 1901.
El concepto enuncia la voluntad del
gobierno de los EE.UU de realizar
negociaciones y pactos con sus adversarios externos, mostrando siempre la
posibilidad de una actuación de fuerza, violenta y de castigo como modo de presión para la consecución de sus
fines. Es una variante de la antigua
política del palo y la zanahoria, que ya venían aplicando hasta ese
momento; y que han aplicado y aplican hasta nuestros días, como lo hicieron
recientemente con la ONU al recortarle 280 millones de dólares de su presupuesto
que ellos aportaban, porque la Asamblea
General votó mayoritariamente contra ellos por haber decidido trasladar su
Embajada de Tel-Aviv a Jerusalém, contraviniendo una decisión anterior de este
Organismo Internacional.
Esta política señala el inicio del
imperialismo estadounidense y de su actuación como potencia internacional, pues
desde entonces, en primer lugar, formó parte del papel global que debían jugar
los Estados Unidos en el hemisferio occidental y a partir de ahí desplegaron
una política exterior que permitió consolidar la influencia de Estados Unidos a
escala mundial.
No se debe olvidar que todo esto fue condicionado porque
hacia finales del siglo XIX los Estados Unidos, como ya se explicó, habían concluido la conquista
de su “espacio vital territorial”, que fue acompañado por un desarrollo
económico: en 1890 el ferrocarril ya unía las dos costas de su inmenso
territorio continental; la industria y el comercio habían tomado gran impulso;
su producción de acero superaba a la de Inglaterra. Se formaron grandes cartels y trusts con voluntad de expansión y dominio internacional que
presionaban sobre el gobierno para que conquistara fuentes de materias primas y
abriera mercados fuera de sus fronteras, como se diera cuenta, José Martí y reflejara
en sus trabajos publicados en La Nación, de Buenos Aires, en 1889-90, sobre La
Conferencia de Washington, donde señalara y denunciara el peligro que codicia norteña representaba para los países
de Nuestra América, que se reunían allí, “bajo
el águila temible”.
Fue por eso que en esa época se fortalecieron las doctrinas del Destino
Manifiesto y Monroe, como el
conjunto de ideas geopolíticas y económicas justificativas del expansionismo
territorial y financiero norteamericano. Si bien la Doctrina Monroe
había sido promulgada desde 1823, no es hasta el siglo XX cuando ésta cuenta
con la reinterpretación, la reafirmación y el sustento material que le dieron la
Doctrina del Gran Garrote y su apéndice, el Corolario de Roosevelt, para poder
ser aplicada en la política exterior.
Así por ejemplo, el bloqueo naval a las costas
venezolanas por parte de Alemania, Inglaterra e Italia en diciembre de 1902
ofreció a Estados Unidos la oportunidad de concretar esta política. A través de
su mediación en el conflicto, Estados Unidos logró frenar las intenciones
europeas de influir en la región y colocar a los países latinoamericanos y
caribeños bajo su tutela. En este sentido, los intereses de Estados Unidos
quedaron salvaguardados y reforzados. El imperialismo norteamericano comenzaba
a erigirse ante una Europa que dejaba de ser el centro del mundo y una América
Latina convulsionada por sus conflictos internos. La participación de Estados
Unidos como mediador en este suceso marcó el modelo de intervención que este
país desarrollaría posteriormente en la región y la importancia de este
acontecimiento radicó en la definición de la política exterior estadounidense
hacia América Latina y el Caribe durante las primeras décadas del siglo XX.
Esto trajo como
consecuencia que en América Latina iba a comenzar una ola de dominio político y
económico estadounidense justificada en la marcada intención del
"derecho" de Estados Unidos a intervenir en asuntos de otros países
en defensa de los intereses de ciudadanos estadounidenses, encontrada en el Corolario Roosevelt agregado a la Doctrina Monroe,
emitido por Roosevelt
en su mensaje anual al Congreso de 1904. Por lo tanto, al
contenido antieuropeo de la doctrina se añadió el derecho de intervención
unilateral de Estados Unidos en los países de la región latinoamericana y
caribeña para poner orden en sus vidas internas y evitar así posibles
intervenciones de poderes europeos.
En tales circunstancias se aplicó la política del garrote
cuyos resultados les permitió una serie de movimientos expansionistas en
Centroamérica y el Caribe, y en otras aventuras de este orden, como la
intervención en las Filipinas y Guam, entre otras.
No obstante, se debe destacar que la época del “gran
garrote”, empezó con la guerra hispano-cubana-“americana”, cuando Estados
Unidos se anexó Puerto Rico y ocupó Cuba, estableciendo posteriormente la base militar de Guantánamo en territorio
cubano
Mediante sus intervenciones militares y su expansión
económica, Estados Unidos se convirtió en la potencia dominante en el Caribe y
Centroamérica.
A
partir de la aplicación de la Política del Gran Garrote contra las naciones
de de América Latina Los EE.UU lograron:
·
La
imposición a Cuba de la Enmienda Platt, que autorizaba la intervención de la Isla
(era prácticamente una invasión), en determinadas circunstancias.
·
La
promoción de la separación de Panamá de Colombia,
en 1903, cuando el gobierno colombiano rechazó la propuesta de Roosevelt para construir
el Canal de Panamá.
La construcción de este Canal y el
apoderamiento de la Zona del Canal
·
La
intervención en la
Revolución de México e invasión a Nicaragua.
·
La
ocupación militar de Cuba
entre 1906 y 1909.
·
La
ocupación militar de
Haití desde 1915 hasta 1934, y la coacción contra este país para que pagara
sus deudas en favor de bancos europeos.
En
términos generales, se trató de una política exterior agresiva e
intervencionista, que tuvo como objetivo principal la consolidación de la
hegemonía norteamericana en el continente americano. Estados Unidos inauguraba
el siglo XX con un potencial material y una fuerza ideológica indiscutibles,
que lo conducirían al establecimiento del denominado Siglo Americano. La idea
de la América First, aunque entonces
elíptica, se consolidaba.
IV
La política del buen vecino.
Como
se vio, la política estadounidense
hacia sus vecinos latinoamericanos y caribeños desde principios del siglo XX estuvo
matizada por la Doctrina Monroe y el Corolario de Roosevelt. Sus consecuencias
fueron que Latinoamérica se convertía en el lugar (traspatio) natural de
expansión de los intereses económicos estadounidenses y que suponía la
intervención militar, para imponer y hacer avanzar los intereses americanos
cuando se estimase que fuera necesario.
El
término del “buen vecino” fue utilizado
por primera vez por el presidente Hoover. Sin embargo, fue su sucesor, Franklin
Delano Roosevelt ( FDK), quien lo aplicó e hizo famoso.
La
política del buen vecino fue la que siguió FDK en relación con
Latinoamérica y el Caribe y se caracterizó por la no injerencia en los asuntos internos
de nuestros países. Además, favorecería
el intercambio comercial y los tratados bilaterales entre Estados Unidos y sus
países vecinos. Fue anunciada por él
durante el discurso inaugural de su primer mandato, el 4 de marzo de 1933, en
plena Gran Depresión (Crisis) Económica,
que fue en definitiva la que la condicionó.
Consecuencias
de la nueva doctrina de política exterior norteamericana.
Entre
las consecuencias más importantes de
esta política se debe destacar:
·
La
anulación de la enmienda Platt en Cuba.
- La retirada de los
marines de Haití y de Nicaragua.
- Cuando en 1938 el
gobierno mexicano de Lázaro
Cárdenas expropia a las petroleras estadounidenses, Washington optó por
negociar una compensación en vez de recurrir al empleo de la fuerza contra
su vecino fronterizo.
Se
produjeron importantes encuentros culturales y en EEUU se llevaron a cabo
importantes esfuerzos para influenciar culturalmente en Latinoamérica,
utilizándose desde películas de Hollywood, de Walt Disney y la
utilización de cineastas famosos como Orson Welles y otros, quienes fungían como embajadores culturales en
giras por nuestros países, hasta el amplio empleo y distribución de tiras
cómicas con personajes y muñequitos propios de
la idiosincrasia e identidad de su sociedad para su popularización y
transculturación a las nuestras.
Se
sentaron así las nuevas bases de los propósitos geopolíticos hegemónicos de los
EEUU, pues junto con esta política cultural se puso en marcha una gran cantidad
de productos que se pueden llamar pseudo-culturales
que, desde lo superficial, lo banal y hedonista, bombardeaban y bombardean a la población latinoamericana y mundial,
principalmente a los jóvenes, con una cantidad de situaciones extremas, héroes
inventados, símbolos del “american way of life” que, a fuerza de repetidos,
contribuyen a crear esquemas de entendimiento deformados que reproducen en las
mentes una realidad que no les es propia.
Nunca
antes, en tan poco tiempo, los EE.UU. amenazaron y amenazan a tanta gente con
una fanfarria amplificada y trasmitida diariamente a través de los medios
corporativos a escala global.
Toda
una industria cultural se puso al
servicio de amoldar la mentalidad de las personas en cualquier punto del
planeta, en función de los propósitos de dominación ideológica y política.
Desconocer esto es letal. Fue un cambio de táctica, sutil y atractivo, pero
conservando la misma estrategia para la consecución de sus objetivos de
dominación, ahora mundial.
Finalmente,
cuando estalla la Segunda Guerra Mundial y Estados Unidos entra en el conflicto bélico, la política del buen
vecino rinde sus frutos cuando los países del Hemisferio Occidental se
mantienen neutrales o manifiestan su
apoyo, de diversos modos, a EEUU. Así,
por citar un ejemplo, Brasil permitió el empleo de bases militares
estadounidenses en Natal, desde donde se despegaba para atacar objetivos en África.
V
Fin
de la política del Buen Vecino e irrupción de la de América First.
La
llegada de la Guerra Fría
contra la URSS puso fin a esta política en la región por
temor a la “infiltración comunista”. En
1953, Estados Unidos comenzó otra vez un largo período de intervenciones militares y políticas en Latinoamérica, al
apoyar el golpe de estado que derrocó a Juan Jacobo Arbenz en Guatemala.
Otras
intervenciones importantes fueron:
·
Implantación
del bloqueo económico, político y comercial contra Cuba (“embargo”, según
ellos).
- Invasión de la República Dominicana.
- Apoyo a la Invasión de Playa
Girón o Bahía de Cochinos en Cuba.
- Apoyo al golpe de estado
de Pinochet en Chile.
- Respaldo a los golpes de
estado y regímenes militares en Sud
América en las décadas de los 60 y 70 ( Argentina, Bolivia, Brasil, Chile,
Paraguay, Uruguay)
- Apoyo a la contra
nicaragüense y lucha contra la guerrilla salvadoreña.
Se
vuelve así, a la en definitiva nunca
abandonada estrategia, por la élite económica-financiera y política
norteamericana, basada en el conjunto de ideas geopolíticas y geoeconómicas
justificativas del expansionismo norteamericano, acentuada ahora a nivel global
mundial después de la caída de la URSS, y en virtud de las cuales se presenta
como lógica y necesaria la conquista de nuevos territorios y mercados bajo su esfera de
influencia para ampliar la grandeza, dada por la Providencia, de los Estados Unidos e imponer un mundo
homogéneo y monopolar en las nuevas condiciones.
Y para estas nuevas conquistas, ante el nuevo panorama
mundial, surgieron “nuevas” premisas
teórico prácticas justificativas y
métodos de su expansionismo e influencia imperial, como:
- la lucha contra el
terrorismo, sustituta de la lucha contra el comunismo,
- la guerra eterna o
constante, puesta en marcha por el maridaje de las casta militar e industrial
estadounidenses (Irak, Afganistán, Libia, Siria, Yemen, otros)
- Los golpes blandos o
suaves en América Latina contra gobiernos de izquierda o simplemente
progresistas que querían mejoras para sus pueblos (Honduras, Paraguay,
Brasil).
- Bloqueo financiero y
amenaza militar a Venezuela.
Y es en estas nuevas condiciones en que irrumpe
descarnadamente el América First,
como un aparente rescate económico en lo interno, pero que está
indisolublemente ligado al expansionismo externo, más aún, en la época de la
globalización. Pero que además, aunque ahora explícitamente, siempre,
ha estado ligado implícitamente a las “diferentes” doctrinas, políticas,
diplomacias, métodos y tácticas locales, regionales y mundiales, constituyendo el sustento y la base teórica fundamental de la filosofía
del imperialismo yankee, que ha unido e integrado todas esas partes en un
todo, que ha logrado sostener, en distintos momentos
históricos, como en un hilo
hilvanado y entretejido.
Ahora bien, gústele o no a los “americanos”, como ellos
mismos se autodenominan, o son llamados así por otros por la fuerza de la
costumbre, la expresión ¡América First!,
recuerda perfectamente, por asociación, la frase tomada de de la primera estrofa del himno alemán y
que su sentido fuera cambiado del significado que se le dio en el momento en
que se creó (1841), y que fuera adoptada por el Tercer Reich, para respaldar y
hacer resaltar su política imperialista
expansionista; y que sirviera además, para trasmitir y ensalzar la tesis nazi de
supremacía racial y que dice:
¡Alemania, Alemania por encima de todo, por encima de
todo en el Mundo!
(¡Deutschland,
Deutschland über alles, über alles in der Welt!)
La América First, que
prácticamente por su significado es un sinónimo de la frase del
imperialismo alemán, es una frase-idea, que actualiza, entrelaza, integra y resume en un todo las ideas del
nacional imperialismo yankee, es políticamente inaceptable para otros pueblos y
países del Mundo, por amenazar la vida y a las mejores ideas y sueños que han tenido y
tienen los seres humanos
No obstante, se les debe
recordar a los “americanos” que ellos proclaman y propagan que la
democracia radica en el pueblo (Lincoln), y que toda actividad política debe
servir para promover el bien de la persona humana y estar fundada en el respeto
de su dignidad:
«Sostenemos como
evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que
han sido dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables; que entre
estos está la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» (Declaración de
Independencia, 4 julio 1776).