Por ASHLEY PARKER y MAGGIE HABERMAN 31 mayo 2016
Donald Trump en un encuentro con sus seguidores en Billings, Montana CreditStephen Crowley para The New York Times
BISMARCK, Dakota del Norte — Una oleada de cambios y conflictos, entre los que se incluye el despido reciente de su director político, desestabiliza al equipo de campaña de Donald Trump.
La sensación de paranoia crece entre los miembros de su equipo de campaña, incluyendo a algunos que le han dicho a otros empleados que sus oficinas en la Trump Tower en Nueva York podrían estar intervenidas, de acuerdo a tres personas que fueron informadas sobre esas conversaciones.
También hay confusión entre sus donantes, pues aunque algunos quieren aportar dinero a un super-PAC (Comité de Acción Política) que respalde al candidato, han recibido señales contradictorias por parte de la campaña sobre cuál apoyar.
Trump ya ha asegurado la nominación del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, un gran logro para un novato de la política. Pero dentro de su campaña, los límites de su estilo de gestión —que depende de su instinto y se basa en su personalidad impredecible— salen a relucir de manera vívida, de acuerdo con entrevistas a una decena de republicanos dentro y fuera de su equipo.
Dos meses después de asegurar que el candidato se haría “más presidencial” y que su campaña pasaría a una fase dedicada a encontrar la unidad, Trump se sigue comportando como si siguiera luchando en las elecciones primarias. A su equipo le ha costado trabajo llenar puestos clave, como el de director de comunicaciones, y Trump ha dejado claro que todavía se considera a sí mismo como su asesor más importante.
La semana pasada Trump despidió a Rick Wiley, su director político, después de que este tuviera diferencias con personal de la campaña en tres estados. Y aunque las peleas entre asistentes no son inusuales, la información negativa que se filtra a diario está preocupando a los republicanos.
“El candidato Trump necesita entender que ahora es el dirigente titular del Partido Republicano”, dijo Scott W. Reed, estratega político sénior de la Cámara Estadounidense de Comercio. “Sus palabras y acciones tendrán un impacto en los más de 6000 candidatos del Partido Republicano que compiten por un cargo”.
Cuando le hicimos una petición para que hablara sobre su estilo de gestión y el estado actual de su campaña, Trump la rechazó y criticó a los reporteros que firman este artículo. “Ustedes dos no sabrían cómo escribir un buen artículo sobre mí aunque lo intentaran… sigan soñando”, dijo Trump en un correo electrónico que envió su portavoz, Hope Hicks.
Hasta ahora, Trump ha dejado claro que no piensa ajustarse a la política tradicional. Su tendencia a motivar la competencia e infundir tensión entre sus subordinados proviene del estilo de trabajo de su empresa inmobiliaria.
“Es cierto que le encanta hacer que la gente compita entre sí, pero en mi experiencia supo cómo hacerme alcanzar mi potencial”, dijo Sam Nunberg, despedido de la campaña en 2015 después de una serie de altercados con el director de campaña, Corey Lewandowski. “Un ambiente así hace que te comprometas mucho”.
Sin embargo, como sucedió con el despido de Wiley, Trump depende de información que él mismo recaba y la última persona con la que hable puede tener gran influencia sobre él.
Trump ha demostrado ser un comunicador hábil y su instinto, especialmente para identificar temas que animarán a los votantes, es el de alguien astuto. No obstante, las diferencias dentro de la campaña han debilitado los mensajes diarios que busca promocionar el equipo. El miércoles pasado, por ejemplo, Trump se reunió con decenas de directoras ejecutivas y empresarias antes de su evento de la tarde en California, una reunión que jamás se dio a conocer en los medios. En vez de eso, la campaña lanzó un mensaje para anunciar el despido de Wiley.
Este episodio también evitó que la campaña aprovechara el día difícil que pasó su probable rival del Partido Demócrata, Hillary Clinton, por la publicación del informe de un inspector del Departamento de Estado sobre el uso que le dio a un servidor de correo privado cuando fue secretaria de Estado.
“El drama en Trumpville esta semana”, dijo Reed, recibió mucha más atención que el informe “devastador”. Según él, ese “debería ser el tema del que hablara todo el país”.
Ahora, muchos republicanos están preocupados porque a Trump no le interesa ejercer su nuevo papel, incluida toda la preparación que implica enfrentarse a Clinton en la elección general.
Durante varias semanas, la campaña de Trump ha considerado contratar a un director de comunicación de tiempo completo pero aún no han llenado ese cargo. Hicks todavía es el único miembro del equipo de comunicaciones. En contraste, la campaña de Clinton tiene un equipo de prensa con más de una decena de empleados e incluye a personas que únicamente se dedican a las redes sociales para audiencias específicas, como los hispanos y los negros.
Para complementar su operación, la campaña de Trump ha comenzado a recurrir al Comité Nacional Republicano para diversos temas como información sobre sus rivales, ayuda en comunicaciones y datos sobre los votantes.
Trump dijo estar seguro de que el comité podría ocuparse de lo que él no ha hecho.
“Construyeron, a lo largo de años y años, equipos de empleados en cada estado… eso no se puede hacer, no como se debe, si lo haces en meses”. El jueves pasado en Dakota del Norte Trump le dijo a los reporteros que “eso no se puede hacer en un periodo corto, porque noviembre se acerca muy rápido. Será muy pronto”.
Corey Lewandowski, jefe de campaña del candidato republicano junto al público que asistió a un discurso de Donald Trump el 26 de mayo en Billings, Montana. CreditStephen Crowley/The New York Times
Sin embargo, los empleados del partido en los estados aún en contienda se han quejado de que el comité republicano no ha entregado los recursos prometidos a las organizaciones locales.
Trump también ha ignorado el análisis de la información y ha sugerido en entrevistas que su teatralidad y eventos políticos seguirán siendo efectivos. Ha dado a entender que competirá en nuevos estados, a pesar de los escasos recursos que le ha dedicado al mapa republicano tradicional hasta ahora. También ha sido terco al decir que tiene la intención de competir en Nueva York, ciudad en la que ningún republicano ha ganado desde Ronald Reagan, y ha mantenido discusiones sobre contratar a un encuestador adicional para el estado.
A pesar de que él y sus asistentes hablan de unificación, hasta ahora Trump ha demostrado que ni puede ni quiere congregar a todo el partido alrededor de su candidatura. El martes pasado, atacó deliberadamente a la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez —una estrella en ascenso de origen hispano y dirigente de la Asociación de Gobernadores Republicanos— en su propio estado, pues dijo que “no estaba haciendo su trabajo”. Además, atacó a Mitt Romney, el nominado republicano de 2012; lo llamó un “manojo de nervios” y se burló de su forma de caminar —dijo que camina “como un pingüino”—.
Trump, que prestó dinero a su campaña durante las primarias, ha comenzado a reunir fondos para la elección general y hay señales de que los donantes pudientes están dispuestos a ayudar, especialmente donando a un super-PAC que lo respalde. Pero hay varios y la campaña aún no ha elegido a uno de manera extraoficial, lo cual confundirá a algunos donantes sobre cual super-PAC, si es que hay uno, deberían apoyar.
Ahora hay dos super-PAC que dicen ser el grupo principal de apoyo al virtual nominado, pero Trump no le ha dado el visto bueno a ninguno. Los asistentes de Trump han tenido reuniones para comenzar otro super-PAC, pero hasta ahora no han hecho ningún movimiento.
Woody Johnson, el propietario de los Jets, un equipo de fútbol, y recaudador de fondos republicano que hace poco se comprometió a ayudar a Trump a recaudar cientos de millones de dólares en poco tiempo, dijo que no cree que la naturaleza inestable de la campaña fuera un impedimento.
“No existe la seguridad laboral en una campaña”, dijo Johnson sobre la turbulencia dentro del equipo de Trump.
Pero Reed enfatizó que Trump necesitaba crecer… y rápido. “Trump es el King Kong del Partido Republicano, y cuando él da un paso, el mundo se estremece”, comentó. “Necesita tener una mejor apreciación y entender su nuevo papel”.
Ashley Parker reportó desde Bismarck, y Maggie Haverman desde Nueva York.