En la consulta efectuada ayer en el Ecuador ganó el Sí , opción respaldada por el gobierno y la derecha ecuatoriana. Nadie duda que la esencia de la misma era condenar a Rafael Correa al ostracismo político, impidiendo su reelección. El gobierno la encauzó, equivocadamente, como “Todos contra Correa”.
Frente a ello el expresidente logró agrupar por el No, en las preguntas que le interesaban, cerca de un 36% de los votantes, porcentaje inesperado dado el cerco comunicacional al que fue sometido. Este significativo respaldo tiene más de victoria que de derrota.
Con esta sólida base “propia” se comienza a aglutinar una alternativa de profundización social y democrática que claramente será relevante en el futuro político del país.
Algunos se olvidan que Rafael Correa no es solo un lider político. Es un baluarte social. Por lo tanto, sin querer queriendo, como dice el popular personaje “El Chavo del Ocho”, esta consulta lo ha transformado en el jefe indiscutido de la oposición, no solo del gobierno, sino al modelo liberal y desregulado que se buscará implantar en beneficio de los más ricos.
Estamos a las puertas de una nueva era de Correa. Moreno, pareciera no entender que el muerto que dice acaba de enterrar goza de buena salud. Tampoco, comprende que esta etapa no es una carrera de 100 metros planos sino una maratón que está por comenzar.
Lenín Moreno sabe que su presidencia se la debe al carismático apoyo de Correa. Que su votación por el Si no es auténtica, es prestada y lo peor, es transitoriamente prestada en gran parte por una derecha antinacional, más comprometida con sus bolsillos y Estados Unidos que con El Ecuador. Ese préstamo deberá pagarse al precio de usura. La derecha, que hoy se encuentra envalentonada, coaccionará sostenidamente por el retroceso de las reformas que se implementaron en la década de Correa.
El candidato de la plutocracia, Guillermo Lasso, ya notificó públicamente al huesped del Palacio de Carondelet, mientras se realizaba la consulta, que sus hordas saldrán a las calles pidiendo la derogación de la Ley de Medios que impide, a lo menos en teoría, el predominio de la manipulación de la agenda informativa y cultural.
Es cuestión de tiempo para que los seguidores de Alianza País, que repaldan al gobierno, vuelvan a su redil original ya que los efectos de una política económica de shock comenzarán a golpear a los sectores más vulnerables.
No cabe duda que viene una ola privatizadora de empresas públicas y de condiciones privilegiadas para los banqueros, especialmente en materia de rebajas tributarias o impunidad por la evasión impositiva en paraísos fiscales. Esto último, deja en evidencia su falta de patriotismo.
Como dicen los entendidos, la patria no está en donde se colocan los discursos sino en donde se invierte el dinero y se pagan los impuestos. Los pobres, a diferencia de los banqueros, además de comprometer su dinero con el país, arriesgan la vida cuando son llamados a defenderlo.
La reacción conservadora ya está preparando los desórdenes públicos y la consolidación de la penetración en las fuerzas armadas para poner a Moreno en una camisa de fuerza.El copamiento a dedo de los principales cargos del Estado también está en su agenda antidemocrática.
En materia de soberanía, las cosas no serán mejores. La presión por recuperar la base de Manta para el Imperio así como la llegada de asesores militares y policiales norteamericanos, reestrenarán la doctrina de la seguridad nacional persiguiendo al progresismo, como el enemigo interno, mediante montajes mediáticos o derechamanente con una arbitraria cacería judicial de índole penal.
Revolución ciudadana, con la votación obtenida en la consulta, parte con un gran capital a su haber, considerando el concertado bloqueo mediático que ha tenido que soportar. En este contexto, la lealtad que concita Rafael Correa a través de su nuevo partido, que es el más fuerte individualmente considerado, no solo es un éxito sino una manifiesta proyección de su legado.
A diferencia de Moreno, los votos de Correa no son prestados. Ésa es una gran diferencia.