(Panel efectuado en
el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 29 de julio de 2010).
Participantes:
Selma Díaz. Arquitecta.
Julio A. Díaz Vázquez.
Profesor consultante. Centro de Investigaciones de la Economía Internacional
(CIEI).
Juan Valdés Paz. Sociólogo.
Juan Valdés Paz: El debate de
hoy estará dedicado a la Zafra de los diez millones, de 1970. La pregunta con la
que quisiéramos iniciar el panel es cuáles fueron las premisas internacionales,
económicas y políticas, de la estrategia azucarera de los diez millones, no solo
del acontecimiento en sí, sino de aquellos sucesos que cierran un ciclo
relevante de la historia de la Revolución.
Selma Díaz: Voy a referir más
a la historia porque para los que, en Cuba, trabajábamos en la planificación
física, la Zafra de los diez millones empezó en el año 63. En 1960 se creó el
Departamento de Planificación Física del Ministerio de Obras Públicas para
localizar las obras incluidas en el plan de ese ministerio. A fines de ese año
nuestro trabajo se enriqueció porque las Fuerzas Armadas decidieron asumir
Cartografía, y Catastro se quedó sin soporte institucional. Planificación Física
lo asumió y les orientamos a los investigadores —que estaban distribuidos
territorialmente— priorizar el levantamiento de todas las tierras estatales.
Cuando tuvimos los primeros planos comprendimos los serios problemas
organizativos existentes porque, a partir de su creación, el Instituto Nacional
de la Reforma Agraria (INRA) había decidido que con la caña organizaba
agrupaciones cañeras; y con las tierras dedicadas a otras producciones se
creaban granjas del pueblo. En 1962, Carlos Rafael Rodríguez, asumió la
dirección del INRA. Nuestro director se reunió con él y le informó la caótica
situación territorial que tenía la organización de las tierras del Estado. Este
decidió crear la Comisión para la Reestructuración de las tierras del Estado
integrada por el INRA y Planificación Física. Cuando comenzamos esta tarea nos
dimos cuenta de que todos los organismos, al asumir las funciones que habían
sido actividades privadas, tenían problemas, por lo que cada organismo estatal
se estaba organizando en regiones. De hecho había comenzado una división
político-administrativa en la que desaparecieron los municipios. Por ejemplo,
Oriente era demasiado grande y no había quien dirigiera como una provincia una
región que representaba 33% del país.
Al mismo tiempo, cuando el Che Guevara
asume el Ministerio de Industrias solicita a la Dirección de Planificación
Física un estudio sobre las ciudades que podrían ser depositarias de inversiones
industriales y la Dirección de Planes Urbanos escoge veinte que, por ser centros
regionales, podrían asumir esta función e inicia sus planes directores.
Desde 1961, yo era la directora de Planes Regionales, y, por lo tanto, me
tocaba atender los problemas relacionados con la agricultura.
En 1963, el
presidente Osvaldo Dorticós asumió la dirección de la Junta Central de
Planificación (JUCEPLAN). Entonces le solicitó ayuda al Che para trasladar a la
Junta a su ayudante chileno, el economista Jaime Barrios, quien pasó a atender
el plan azucarero en ese organismo. Le pedimos a Jaime trabajar con la Empresa
Consolidada del Azúcar (ECA) porque solo así podíamos compatibilizar las
capacidades de cada central con las tierras sembradas de caña disponibles, o
posibles, dentro de su determinada área geográfica.
Desde 1960, el Che había
invitado como asesor al economista marxista más importante de aquel momento, el
francés Charles Bethelheim, quien, en 1961, trabajó en un plan perspectivo
(1962-1965), sobre una base elaborada por un economista checo.
Bethelheim
visitó Planificación Física en 1962; le mostramos todos los balances
territoriales hechos a partir de los inventarios recopilados en el país; él se
percató de que teníamos una información única y, por lo tanto, habló muy bien de
nuestro trabajo en los informes que emitió a todos los dirigentes del país.
A su vez, Jaime Barrios nos puso en contacto con la ECA. Y así,
conjuntamente en cada territorio, empezamos a trabajar en los planes de los
ciento cincuenta y cuatro centrales, en función de estudiar cuáles eran las
posibilidades, de acuerdo con las capacidades instaladas que teníamos en el
país. Casi terminábamos el trabajo cuando se produjo una situación particular.
Para ilustrarla mejor leeré un fragmento de una carta que le escribí a
Bethelheim en marzo del 64:
Nos hemos reunido varias veces con Jaime
Barrios; la última vez vino acompañado de los técnicos de la ECA que lo ayudan
en la confección del plan azucarero; después que estuvo terminado vivimos
algunos días de júbilo —el plan azucarero, ¿no?—, nunca antes habíamos hecho
algo mejor. Fidel estuvo en la URSS y solucionó lo único que faltaba, es decir,
la seguridad de venderla a un precio de seis centavos hasta el año 70. ¿Cuál era
el próximo paso, en nuestra opinión?: concretar aquellas directivas generales en
ciento cincuenta y cuatro planes azucareros, uno por cada central. ¿Qué ha
ocurrido? Como siempre, se ha pensado que si éramos capaces de producir nueve
millones de toneladas en el 70, por qué no diez en el 68. Y ahora la comisión
ensaya rectificar el plan para ajustarlo a las nuevas metas, con la convicción
de que no podrán hacerlo. El INRA ensaya cumplir sus planes de siembra también
con la convicción que no podrán cumplirlo, y así hasta el infinito. En cuanto a
nosotros, ensayamos demostrar que no podemos seguir trabajando de esta manera,
intentamos concretar cuáles deben ser nuestras funciones específicas, cuál
nuestro plan de trabajo, cuáles los de cada organismo, en el caso de que
asumiéramos con respecto a ellos las mismas funciones dentro del plan físico que
tiene JUCEPLAN con el plan económico».
En junio del 64 me fui a cumplir mi
servicio social y me hice cargo de la provincia de Oriente. Dejo esto como una
pequeña introducción para que no se hable del 70 sin empezar a hablar desde el
62.
Julio A. Díaz Vázquez: Para nosotros, desde la academia, la etapa de
los diez millones comienza cuando Fidel logra el acuerdo con la URSS de trazarse
ese programa, el cual trajo un cambio en la concepción que primaba hasta ese
momento sobre la línea de desarrollo que adoptaría el país al abandonar la
teoría cepalina, la sustitución de importaciones, etc. En ese contexto la
agricultura se planteó como pivote del desarrollo. Se decía que era más fácil
movilizar los recursos agrícolas por varias razones: había recursos ociosos, la
tierra y fuerza de trabajo de baja calificación; además, la relación
producto-capital era más baja en la agricultura que en la industria.
No
vamos a hablar solamente de los diez millones, sino también de otra serie de
ramas, como el programa cafetalero. Al mismo tiempo se proponía una
transformación de la masa ganadera. Algunos recordarán que donde está el
Pabellón Cuba, de la calle 23, en el año 65, se hizo una exposición ganadera que
promulgaba alcanzar en 1975 una producción de treinta millones de litros de
leche diarios. O sea, se trataba de un conjunto de actividades que involucraba a
la agricultura, y junto con eso entra también el programa de desarrollo
arrocero.
Esto generó un cambio en el factor de acumulación del país. A
partir de los años 63, 64, más de 30% del Producto Interno Bruto se dedicaba a
la acumulación, y en esto estaba implícito el desarrollo de cultivos como el
café —un cultivo permanente—; además, el cítrico se empezó a valorar como un
renglón futuro. Este conjunto de tareas introdujo una tensión en el país.
Juan Valdés Paz:¿Cómo se llevó adelante la Zafra de los diez millones y
cuáles fueron sus principales logros y fracasos?
Selma Díaz: El primer
trabajo investigativo que hicimos arrojó que, resolviendo pequeños cuellos de
botella de las capacidades industriales, el país podía llegar a producir cerca
de ocho millones cuatrocientas mil toneladas de caña dentro de las tierras
aledañas a los centrales azucareros. Llegar a diez millones implicaba un proceso
inversionista en los ingenios azucareros: cambiar tandems completos, aumentar
calderas, etc., que no podían madurar en el tiempo restante.
Por otra parte,
las tierras que esa caña necesitaba ya no existían en las zonas aledañas a los
centrales, y se empezó a sembrar donde hubiera espacio disponible aunque no
estuviera cerca de las fábricas. Eso implicó, al final, serios problemas con los
traslados. Además, muchas de las inversiones se terminaron con la zafra
empezada. Al mismo tiempo, hubo problemas de todo tipo; por ejemplo, habíamos
trabajado con los técnicos azucareros de los centrales para definir muy bien
cuál era el rendimiento existente en azúcar, y había regiones, como Guantánamo,
que por los problemas de la sequía natural de esa zona podía tener
concentraciones de 13 o 13,5 de volumen de azúcar por volumen de caña molida en
un momento determinado; pero había otras, como Bayamo, donde a duras penas se
llegaba a 11,5 de rendimiento azucarero. Por lo tanto, eran muchos los factores
en contra de alcanzar realmente los diez millones.
Julio A. Díaz
Vázquez: Un dirigente dijo que no se podía hacer diez millones. Tenía razón; sin
embargo, estaba equivocado, pensaba que no iba a haber caña y lo que no hubo fue
centrales. La meta implicaba elevar hasta los sesenta millones de arrobas
diarias la capacidad de molida de los centrales, para lo que eran necesarias la
reconstrucción y ampliación de muchos de estos. La industria no pudo asimilar el
programa de desarrollo, de ajuste industrial. Por otra parte, en dieciocho meses
se sembraron cuarenta mil caballerías de caña. Según mi hermano, que era
semianalfabeto, pero tenía una gran sabiduría campesina, el ganado se mueve y la
caña no, por tanto movieron los animales y esto tuvo implicaciones que aún
estamos pagando, pues en el año 67 teníamos siete millones doscientas mil
cabezas de ganado, y actualmente no llegan a cuatro millones doscientas mil.
Así, a partir de 1967, comenzó un declive en la ganadería en Cuba del que no nos
hemos recuperado.
El otro elemento que hay que tener en cuenta es que la
agricultura no tuvo una estructura de dirección permanente en la etapa del 64 al
70; ninguna de las que se aplicaron duró más de tres años. Como también Selma
apuntaba, la inestabilidad en las líneas de dirección de la administración puso
en tensión muchas fuerzas; por tanto, se crearon dos organismos nuevos, el
Desarrollo Agropecuario (DAP), y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos
(INRH). Anteriormente, expresamos que no era solo producir la caña, sino que
estábamos inmersos en un programa de desarrollo ganadero, arrocero, de
producción de cítrico, de café; para ello hubo que traer a colación nuevos
organismos que le hicieran frente a ese cúmulo de actividades. En un momento
determinado se dijo que lo grande que estábamos haciendo entonces no era la
Zafra de los diez millones, sino la cantidad de tareas simultáneas, y todas iban
por buen camino.
Ahora bien, en el frente político esta es la etapa en que
se pasó de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) al Partido Unido
de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) y de este al Partido Comunista, el 3
de octubre de 1965. Dos años después aparece una nueva concepción muy tropical
sobre la construcción paralela del comunismo y el socialismo. En aquella época
lo único que se pagaba en el sector de los servicios eran los sellos de correos,
puesto que el teléfono llegó a ser gratis. Luego reconocimos que fue una etapa
de total idealismo.
Además, otro factor era el desgaste causado por el
enfrentamiento de clases y la contrarrevolución armada. Hasta el año 65 duró la
lucha contra los alzados en el Escambray. Eso significó una vasta movilización y
grandes recursos.
Traigo aquí cifras que evidenciaban ya en el año 67 que
era difícil cumplir la meta. En el 66 la zafra fue de 4,5 millones de toneladas;
al año siguiente fue de 6,1; o sea, en tres años había que aumentar en casi
cuatro millones la producción de azúcar. También hay que aclarar que la Zafra de
los diez millones no fue de ocho meses; arrancó en agosto de 1969 y duró hasta
junio del 70.
Se aspiraba a rendimientos por caballería de setenta mil
arrobas, lo que no hemos conseguido, en su conjunto, nunca; y a la vez se
planteaba un aumento de la producción de azúcar por hectárea, cuyos rendimientos
tampoco pasaron de cinco toneladas por hectárea.
La programación de los diez
millones se informó el 20 de diciembre de 1969, y debía cumplirse de la manera
siguiente: el 23 de diciembre se lograría el primer millón; el segundo, el 18 de
enero, aproximadamente; el tercero, el 9 de febrero; el cuarto, el 17 de marzo;
el quinto, el 3 de abril; el sexto y el séptimo, el 20 de abril; el octavo, el 7
de mayo, y el noveno y el décimo se alcanzarían entre el 7 y el 15 de julio. En
eso quedó, en el buen deseo, y no coincidió la programación.
Quiero agregar
algo más. Se decía que a partir del 70 la zafra se iba a estabilizar alrededor
de los diez millones de toneladas, o sea, se trataba de mantener esa producción.
Se planteaba que, si eso sucedía, Cuba se iba a convertir en un factor
determinante para el precio del azúcar en el mercado internacional, y eso sería
una muestra del poderío que alcanzaba el socialismo.
En 1792, cuando
Francisco de Arango y Parreño preparó su famoso discurso «Cómo fomentar la
producción de azúcar en La Habana», una de las cosas que le decía al Rey de
España era que Cuba lograra sustituir el papel que había tenido Haití hasta
aquel momento, que era el responsable de 50% de la producción mundial de azúcar.
A finales del siglo XVIII, Haití producía la mitad del azúcar que se
comercializaba en el mercado internacional, y el azúcar era el principal renglón
del mercado. En el año 70, íbamos a volver a conquistar el papel que otrora
tuvimos.
Juan Valdés Paz: Antes de pasar a la tercera pregunta, hay un
factor que no quiero dejar de mencionar: la mecanización del corte de la caña.
No resolverlo antes del 70 implicó una movilización extraordinaria, como nunca:
cerca de cuatrocientos mil o cincuenta mil trabajadores para poder asegurar el
corte cañero. Esto introducía una caída de la productividad del trabajo de los
cortadores de caña, lo cual hacía virtualmente inviable la meta, aunque todos
los demás factores hubieran funcionado.
Ahora bien, ¿cuáles fueron los
impactos económicos, políticos y sociales de la Zafra de los diez millones sobre
la sociedad cubana?
Julio A. Díaz Vázquez: Intentar cumplir el objetivo
de los diez millones dislocó todo el sistema de dirección y administrativo del
país, pues poner todos los recursos y el esfuerzo en función de esa meta hizo
que años después, en la etapa que vamos a analizar ahora, entre 1971 y 1975, un
especialista soviético que visitó la Isla dijera que, en términos teóricos, Cuba
había vivido una etapa muy similar al comunismo de guerra de la URSS.
En
conclusión, en ese período hay una etapa de transición, que se desarrolló bajo
el principio de «convertir el revés en victoria» y al mismo tiempo de abrir una
etapa nueva a la cual se le llamó de democratización. Se planteó hacer las
asambleas obreras, fortalecer el movimiento obrero; así como atender cuestiones
que quedaron descuidadas, como la construcción de viviendas.
En el año 72 el
Comandante en Jefe viajó a todos los países socialistas y, a su regreso, Cuba se
adscribió al CAME. Posterior a este hecho hay tres momentos que yo destaco. El
primero es el discurso del 26 de julio de 1973, en Santiago de Cuba. Allí, Fidel
manifestó que los errores cometidos había que afrontarlos con la voluntad de
transformar.
Luego, en el año 74, durante el VIII Congreso de la CTC se
propone volver al pago de acuerdo con la cantidad y calidad del trabajo; se
rescata el papel de los sindicatos, y esto culmina en el 75 con el I Congreso
del PCC, del cual quiero destacar, como elemento de gran peso, la aproximación
al sistema de dirección y planificación de la economía de los países
socialistas; es decir, de manera oficial se reconoció que el sistema para
dirigir esa esfera recogía las experiencias de los países socialistas, pero
fundamentalmente las de la URSS. Al respecto, podría decirse que, en los
cincuenta años de Revolución, el país no ha tenido un sistema integrado de
gestión y dirección de la economía; el ejemplo más evidente es la relativa
autonomía de las empresas. Por lo tanto, es válido analizar, cuarenta años
después, la Zafra de los diez millones.
Selma Díaz: Quiero referirme a
las cuestiones prácticas. En el momento concreto de la Zafra yo estaba en
Oriente. La cuestión de las batallas simultáneas significaba una enorme cantidad
de inversiones. Por ejemplo, en el arroz, que empezaron con desmontes en toda la
cuenca del Cauto e inversiones en canales, secadoras, pueblo y, a la vez, una
gran movilización de gente hacia esos lugares. Hubo ministros dirigiendo
centrales, porque los cuadros más importantes se designaron para garantizar este
proceso. En Oriente se cerraron todos los centros nocturnos, no se podía comprar
una botella de ron en ninguna parte. Cuando estábamos en plena zafra hubo que
pedirle permiso al comandante Guillermo García, que estaba dirigiendo la
provincia, para darle algunas botellas de ron a los que estaba cortando caña
bajo la lluvia. Al terminar la zafra, en Santiago de Cuba había descontento, y
Fidel estuvo varios días allí, recorriendo las calles, hablando con la gente.
Hubo unas discusiones gigantescas en la Universidad de Oriente, con muchachos
que discrepaban de un sinnúmero de problemas. Además, también influyó que el
comandante Guillermo, con lo de las batallas simultáneas, teniendo que dirigir
los planes de arroz, el café, los cítricos y la caña, había trasladado la
dirección de la provincia hacia Bayamo, lo que Santiago de Cuba jamás le
perdonó. Fidel designó al cuadro de dirección que consideró mejor para manejar
la situación existente en esa provincia: Juan Almeida. Esas fueron algunas de
las consecuencias sociales, que todavía no han sido analizadas por la academia.
La zafra del 70 tuvo muchas secuelas. Yo tenía la convicción, desde mucho
antes, de que no se podían hacer los diez millones; había estado llevando todas
las inversiones, tanto de los centrales como de la caña. Pasé los últimos meses
entre Guillermo García, movilizado en el central Antonio Guiteras, moliendo caña
de todos los lugares; Armando Hart, en el Amancio Rodríguez, con caña de
Camagüey y Oriente; y Bibinito Betancourt en Banes, moliendo en los centrales de
Holguín. Querían que yo estuviera en todos los lugares al mismo tiempo. El nivel
de locura, de desesperación era tremendo porque estaba, además, el compromiso de
todos, aun de aquellos que no creíamos que esa meta era posible.
Juan
Valdés Paz: El panel ha ofrecido una mezcla de testimonios sobre cómo se vivió
aquel proceso y de la perspectiva que desde hoy este nos merece. Puede ser esta
también una pauta para las intervenciones del público, al cual le doy la
palabra.
Yoss: Es significativo que al cabo de cuarenta años estemos
tratando de entender qué significó la Zafra de los diez millones. Aquel fue un
evento fundamental, donde el concepto de Revolución que existía hasta ese
momento, de haber logrado la victoria en todo, chocó con la realidad.
No
puede decirse que la Zafra ya fue estudiada, porque si así hubiera sido no se
hubieran cometido los mismos errores; por ejemplo, en el Cordón de La Habana, o
con la ganadería. Se cometió el error de acallar a los que dijeron: «No es
posible». Ciertamente la capacidad de las tierras de Cuba era suficiente para
producir diez millones, pero los centrales no podían moler toda la caña que
hubo, y quedaron cientos de toneladas de caña cortada durmiendo en el campo. Eso
ocurrió porque en un momento determinado había camiones que llevaban caña de una
provincia a otra, lo cual es un absurdo económico. Se trató de saltar, y creo
que se ha mencionado un elemento clave, del capitalismo al comunismo
directamente, sin pasar por el socialismo. No se convierte un país agrario en
agroindustrial de un día para otro.
No se habla mucho de las consecuencias
sociales que tuvo aquella zafra. Analizar esto implica, sobre todo, la
posibilidad de que no se vuelva a cometer el error.
Julio Travieso: La
historia está para que la veamos constantemente, porque el juicio que tuvimos
ayer no es el de hoy ni será el de mañana. Este período de la Zafra de los diez
millones es más que un problema económico, tecnológico y político; es con mucho
un problema sociológico importantísimo, y de valores, porque de repente los
cubanos de aquella época nos encontramos con un machete en la mano en el proceso
de la zafra. Se cerraron centros de diversión, de recreación, en cierta medida
se dividió la familia cubana, porque si alguien estaba cortando caña un año no
podía atender a su esposa. En algunas oportunidades ese proceso llevó a hechos
heroicos, pero también a mucho oportunismo.
Ahora mi pregunta es: ¿por qué
diez millones? Si se hubiese dicho: «Vamos a hacer la zafra más grande de
nuestra historia», no hubiese habido fracaso político, porque así fue. Entonces,
¿por qué diez, por qué no once, o nueve y medio?, ¿cuál es la explicación y de
dónde salió este número que al final llevó al fracaso político?
Ramón
García: En aquel año 70 lo que entra en crisis no es una zafra, o un programa,
sino toda una concepción de desarrollo que luego jamás se discutió. El rostro de
esa concepción que se ha mantenido de zapa ha variado en el tiempo, alguna vez
se llamó desarrollismo; otra, industrialismo; y hoy es «eficientismo».
Alexander Correa: El arco temporal del 59 al 60 es diferente al que
tiene lugar del año 61 al 63, o del 63 al 65, y del 65 quizás al 70. En términos
económicos también hay razones para afirmar que, aun cuando los acuerdos
comerciales que se firmaron con la URSS en el año 64 comprometieron el
desarrollo cubano, no hay un continuo ni en el proceso político cubano ni en las
consecuencias que ese proceso tiene en la sociedad. Curiosamente esta zafra, que
empieza en el 65, es la que tiene más proyectos de estímulo a los trabajadores:
incluía hasta quinientos viajes, mil motocicletas, dos mil refrigeradores,
vacaciones pagadas. Un año antes en Cuba se había zanjado una discusión muy
fuerte en torno a dos modelos; lo que se discutía, a la larga, no solo era el
modelo político, sino también el de desarrollo cubano. Ello queda resuelto
tácitamente con la salida del Che Guevara de Cuba y la de Carlos Rafael
Rodríguez del INRA. En este contexto hay un diferendo político-ideológico muy
fuerte con la URSS, de lo que prácticamente no se habla, y habría que analizarlo
de ese modo.
Julio decía que se quería estabilizar para el año 70 una
producción anual de diez millones. Sería provechoso hablar de esto en el
contexto de la lucha contra la burocracia, una corriente prosoviética que está
trabajando en el interior de las filas del poder revolucionario y que tiene en
la práctica un intento de golpe de Estado a finales del 67, principios del 68.
Me gustaría que se relacionara el diferendo ideológico y político con el tema de
la Zafra de los diez millones.
Ana Vera: Si asumiéramos este debate de
hoy como un ejercicio de reflexión para aprender de los errores y los aciertos,
replantear procedimientos, entonces sería pertinente que el panel conectara este
análisis de los errores del 70 con los problemas azucareros actuales. Seguimos
arrastrando problemas azucareros, muy graves, estrechamente relacionados con
aquella política económica, que tiene que ver con una insuficiente consideración
del papel que la ciencia debe desempeñar en la proyección del desarrollo, por
encima de la política.
Gladys Marel García: Los errores de la zafra del
70 los vivimos en la actualidad, porque la voluntad política a veces soslaya la
voluntad del saber y del conocimiento. ¿Qué sucedió en aquella zafra? Entonces
no se tuvo en cuenta, para el mantenimiento de los centrales y la ampliación de
los tandems azucareros, la experiencia de sus trabajadores, ni la de los
maestros de azúcar y los técnicos que podían analizar si se podía o no cumplir
la meta. Ese desconocimiento es lo que nos lleva a cometer errores.
Por otra
parte, aquellas siembras masivas en tierras arroceras que no podían producir una
caña con rendimiento azucarero, es otro de los grandes errores cometidos. Por
ejemplo, en Las Villas hubo un gran debate, resultado del cual los campesinos
debían dedicarse solamente a la zafra. En Yaguajay, los campesinos tenían que
sembrar la tierra de noche, con faroles, para satisfacer su alimentación
cotidiana.
Y por último, la consecuencia más grave fue el CAME; y, en el 70,
cambiar el modelo, lo que trajo graves implicaciones.
Juan Valdés Paz:
Devuelvo la palabra al panel.
Selma Díaz: La cifra de diez millones fue
una decisión personal del compañero Fidel Castro. Nosotros discutimos con él el
trabajo que habíamos concluido en la agricultura, la evaluación de cada uno de
los ciento cincuenta y cuatro centrales existentes, y que, según los resultados,
podríamos llegar aproximadamente a los ocho millones doscientas mil o
trescientas mil toneladas. Le proponíamos ocho millones quinientas mil; en la
primera reunión él nos dijo: nueve millones. Eso no era lo que le habíamos
planteado, pero era posible si se resolvían algunos problemas. En el 64, sin
debate, de nueve se pasó a diez millones, y ya esa meta era imposible.
Se
determinó dejar solo sesenta centrales funcionando en la Isla. Como
planificadora física, como responsable del desarrollo territorial de este país
puedo decir que teníamos en Cuba la enorme ventaja de una industria ubicada en
el territorio, donde había ciento cincuenta y cuatro centrales. Estos por lo
menos seis meses al año tenían una fuerza calificada de primer nivel que residía
allí, y en torno a ese potencial nos fue extremadamente fácil estructurar el
desarrollo territorial y la nueva división político-administrativa. En general,
nuestra población se distribuye de acuerdo con las capacidades agrícolas y de la
industria azucarera. Cuando en los años 90, me enteré de la decisión de
desactivar esa cantidad de centrales, para mí fue un día de duelo personal.
Existía la posibilidad de tener un centro de promoción de cultura industrial;
nuestros ingenieros azucareros eran de lo mejor que existía en el mundo.
Utilizando esos centrales para producir sencillamente derivados azucareros
hubiéramos podido tener una de las industrias más florecientes de toda América
Latina. Hoy, Brasil está produciendo en gran medida alcohol y no azúcar. Las
industrias derivadas del azúcar son infinitas, hasta plásticos se puede hacer.
Julio A. Díaz Vázquez: Muy pocos de los especialistas que conozco
compartieron la idea del desmantelamiento de la industria azucarera. En este
sentido, hay que agregar un elemento: el papel integrador, lo que los
economistas llaman «efecto hacia delante» y «efecto hacia atrás», que tiene o
tenía la industria azucarera en este país. Eso no lo ha podido resolver el
turismo que supuestamente era con el que se iba a sustituir esa industria.
No se puede hacer política social con la economía, y cuando hablamos de
eficiencia hay que unirla con el hecho de la democratización. Para ganar en
eficiencia hay que institucionalizar el mercado, si no hay mercado jamás habrá
eficiencia. Es necesario llegar a un consenso con respecto a qué debemos hacer,
cómo enfrentar a realidad teniendo en cuenta experiencias pasadas. Tenemos que
pensar cómo actualizar nuestro modelo a partir del reconocimiento de que al
modelo soviético la historia ya le pasó la cuenta.
Juan Valdés Paz: En
la perspectiva histórica, el socialismo cubano repite una vez más lo que han
tenido todas las experiencias socialistas: la intención de dar un gran salto.
Este ha sido un fracaso, y de él se ha aprendido y se ha iniciado un nuevo curso
de desarrollo, nuevas estrategias. Podemos tomar experiencia histórica de los
diez millones como el intento fallido de un gran salto que nos permitió
rectificar nuestras estrategias de transición.
Por otra parte, hay que
analizar los factores internacionales en el período del que hemos hablado, el de
mayor agresividad de la política de los Estados Unidos hacia Cuba; también hay
que recordar nuestros numerosos diferendos con la URSS, con China —nuestro
segundo partner—, y esta prosapia nuestra tercermundista.
En este período
intentamos un socialismo nacional. A estas alturas de la historia, los chinos
dicen que el suyo es un «socialismo con características propias», los
vietnamitas lo repiten; los venezolanos, que el de ellos también es nacional.
Nosotros quisimos en los 60 que fuera cubano y no lo hicimos bien, pero quedó
sentada la necesidad de construir mejor un socialismo autóctono.
Aunque
hemos abordado algunas dimensiones, faltan otras; por ejemplo, la
ideológico-cultural. Aquel fue el período de mayor heterodoxia y sería
interesante saber por qué la dirección es heterodoxa en unos aspectos y
dogmática en otros.
Este es el período donde llegamos al punto de promover,
en el orden de la sociedad y de la gestión, un modelo vertical que iba desde la
participación directa de las fuerzas armadas en gestiones económicas hasta
disolver los organismos centrales para crear «puestos de mando». La consecuencia
de este modelo es una seria restricción de la democracia, pues las decisiones se
toman y no hay discusión.
Sufrimos demasiado tratando de conseguir una meta,
pero nos la creímos. Aquel fue el momento en que la sociedad cubana ha tenido un
mayor nivel de movilización en la lucha por una meta fijada por la dirección de
la Revolución. El llamado a cumplir con el honor nacional logró mover, como
nunca antes ni después, a la sociedad cubana.
Lo mejor que tuvo esa mala
experiencia es que pasamos a una nueva estrategia de transición socialista, que,
como ya se mencionó, también tuvo sus limitaciones. Lo que está en pie ahora es
preguntarnos cuál es la nueva estrategia de transición socialista en la que
estamos o estaremos en los próximos años. Agradezco profundamente una asistencia
tan masiva.