El profesor de Economía y Asuntos Internacionales de Princeton y controvertido columnista periodístico, ganador del Premio Nobel de Economía en 2008, escribe rápido pero come lentamente. En el restaurante Landmarc, del Time Warner Center, en Nueva York, almorzó con un columnista del FT, y le dijo qué es lo que Japón hizo bien, qué es lo que la Reserva Federal hizo mal y cómo puede salvarse la eurozona
Por Martin Wolf
Cuando llego Krugman, 59, el más odiado y admirado columnista de EE.UU., está sentado en una pequeña mesa en medio del restaurante, trabajando en su laptop. Es jueves, y está escribiendo su columna para el New York Times. ¿Sobre qué escribe?, le pregunto. Va a ser sobre Europa. En parte porque el tema está llegando a su culminación, y en parte porque tengo demasiadas cosas que hacer y eso es lo que tengo listo.
Comprendo la sensación de tener demasiadas cosas que hacer: Krugman está escribiendo dos columnas semanales; actualiza regularmente su blog; escribe libros y da clases.
Comprendo la sensación de tener demasiadas cosas que hacer: Krugman está escribiendo dos columnas semanales; actualiza regularmente su blog; escribe libros y da clases.
Con respecto a la eurozona, el economista no cree que puedan salvar a Grecia, pero todavía pueden salvar al resto si están dispuestos a ofrecer financiación sin límite y expansión macroeconómica. Cuando le comento que esto implica persuadir a los alemanes de cambiar su filosofía sobre la vida económica, responde bueno, la perspectiva de que a uno lo cuelguen ayuda a concentrar la mente; la perspectiva de un colapso del euro podría ayudar a concentrar sus mentes.
Cambio de tema y le pido que me diga cómo fue que dejó de ser un economista predominantemente académico para convertirse en el vocero de la causa progresista. Bueno, fue raro. Yo hacía algunas columnas [...] y llegó el Times con su oferta. Fue en 1999. Pensamos que iba a escribir sobre las locuras de las de puntocom y cosas como esa, y resultó que es una responsabilidad mucho más abrumadora. No fue algo que planeara. En realidad, lo más difícil fue el primer período de [George W] Bush, cuando parecía que todo el mundo estaba loco excepto yo, o viceversa. Ahora es más fácil.
Según él, una de las cosas que ha facilitado su tarea es que la crisis económica gira en torno a cosas que ya me preocupaban hace 15 años.
Como hemos entrado directamente en los grandes temas del momento, tocamos la crisis japonesa de la década de los 90. Le sugiero que, en retrospectiva, los japoneses parecen haber manejado bastante bien eI período posterior a su crisis, y él está de acuerdo. Pensamos que la de Japón era una historia aleccionadora. Resultó que Japón es casi un modelo. Nunca tuvieron una caída económica tan grande como la nuestra.
Consiguieron que el ingreso per cápita creciera durante la mayor parte de lo que nosotros llamamos su década perdida. Últimamente bromeo diciendo que los que nos preocupábamos por Japón hace una docena de años tendríamos que ir a Tokio y pedirle perdón al emperador. Nos ha ido peor que a ellos. Cuando la gente pregunta ¿podríamos convertirnos en Japón? Yo digo: OjaIá pudiéramos convertirnos en Japón.
Le pregunto si no está siendo injusto con Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal y ex colega suyo de Princeton. Después de todo, Bernanke ha evitado una deflación en EE.UU. Krugman responde rápidamente: La razón por la que la deflación nos preocupa es que pensamos que puede crear una economía que se mantenga persistentemente deprimida. Si no tenemos deflación, pero tenemos una economía persistentemente deprimida ¿cuál es la diferencia?
Le recuerdo que la Fed ofreció tasas de interés negativas; tomó rápidamente la decisión de reducir las tasas y evitó la deflación. "En realidad tengo muy pocas quejas sobre la política monetaria hasta cierto punto de 2009. Pensé que Ben respondía agresivamente y con fuerza, y eso era lo que había que hacer", alabó, pero agrega que, la cuestión es qué hizo cuando empezamos a parecernos cada vez más a Japón. En ese punto, la lógica indica que hay que encontrar la forma de conseguir más potencia. La política fiscal puede ser muy buena, pero si las cosas no salen como uno espera se debería hacer algo del lado de la Fed. Y creo que esa lógica tiene cada vez más peso a medida que pasan los años. Es triste ver que la Fed en gran medida se ha lavado las manos de la responsabilidad de sacarnos del bajón.
¿Qué haría él si lo pusieran a cargo? Dice que agregaría otros u$s 2 billones al balance de la Fed con la compra de una gama más amplia de activos, incluyendo más deuda del sector privado. Pero lo principal es trabajar con las expectativas. Lo que uno realmente necesita hacer es indicar que va a mantener el pie en el acelerador.
¿Qué haría él si lo pusieran a cargo? Dice que agregaría otros u$s 2 billones al balance de la Fed con la compra de una gama más amplia de activos, incluyendo más deuda del sector privado. Pero lo principal es trabajar con las expectativas. Lo que uno realmente necesita hacer es indicar que va a mantener el pie en el acelerador.
En su nuevo libro End this Depression Now! (Terminen ya con esta depresión), Krugman descarta la teoría macroeconómica contemporánea. También critica la noción de que la credibilidad de las políticas importa.
La credibilidad suena muy bien, pero la evidencia de que la credibilidad antinflacionaria es una cosa realmente importante en el mundo real es nula, comentó.
Inevitablemente volvemos al tema del día. ¿Considera que la unión monetaria europea fue un error? "Sí. Nos preguntamos quién tiene la culpa de esta crisis y creo que, básicamente, estaba destinada a ocurrir desde el día que se firmó el tratado original. Ahora bien, pienso que sería rescatable con una meta de inflación más alta, que es una segunda opción si no se puede tener una unión fiscal. Pero el ensamblaje es, fundamentalmente, no realizable. Lo interesante es que el propio euro creó los shocks asimétricos que lo están destruyendo [a través de los flujos de capital que generó]. No sólo han creado algo incapaz de lidiar con los shocks, sino que esa creación produjo los shocks que la están destruyendo".
Tratamos brevemente el futuro de la macroeconomía: Krugman tiene sus esperanzas puestas en los economistas jóvenes que hacen trabajo empírico. "Están haciendo algunas investigaciones que son realmente excelentes en su mayoría; hay pocas excepciones. Lo que realmente está impulsando a la vanguardia es el trabajo empírico". Señala que la prestigiosa Medalla Bates Clark, que se concede a economistas de menos de 40 años (él la ganó en 1991), "ha ido de manera aplastante a manos de gente que hace cosas empíricas. Y creo que esa es la salvación de la economía en el largo plazo, si es que hay un largo plazo, ya que las cosas van tan mal".
Con respecto a su visión de la política de EE.UU., ¿cómo explica lo que está ocurriendo? Su respuesta es que hay "un par de cosas que parecen estar operando aquí. Una es el dinero. Hay think-tanks donde en realidad no se piensa mucho pero que están financiados con prodigalidad . . . Uno se puede divertir mucho si se fija en lo que decían sobre como Islandia era un modelo, o sobre las maravillas del sistema irlandés.
Y después está lo de la moneda fuerte, lo del estándar oro. Eso siempre ha tenido un atractivo, pero parece tener todavía más peso ahora. Habría pensado que el hecho de que gente como yo haya estado más cerca de tener razón en temas como la inflación y las tasas de interés llevaría a una cantidad de gente a pensar que tal vez sus preconceptos no eran ciertos". Pero no es así.
Le pregunto si está descorazonado porque la gente que está de su lado en la discusión política no defiende aquello en lo que cree. Después de todo, debe decepcionarlo que se acepte la necesidad de recortar drásticamente el gasto en lugar de elevar impuestos, cuando el ratio de los impuestos federales es excepcionalmente bajo y hubo extraordinarias modificaciones en la distribución del ingreso. ¿Piensa que todo esto tiene que ver con el dinero?
"Estas cosas son siempre complicadas, pero en algo tienen que ver con el dinero. Por decir sólo unas palabras de leve reproche Obama ha perdido una enorme fuente de financiación en Wall Street. Y hay que reconocer que la derecha juega a largo plazo. Han pasado 40 años o más insistiendo en que el gobierno es malo o los impuestos son malos", dijo Krugman, pero agregó que, "aunque no consigo las políticas que querría, me están escuchando como no ocurría hace apenas dos años".
¿Y cómo enfrenta el odio que despierta? "Los años del 2002 al 2004 fueron, de lejos, los peores, y no se debió mayormente a la economía, sino a que estaba bastante solo cuando decía que nos habían mentido para ir a la guerra. Pero uno tiene que tener piel gruesa. Llevo mucho tiempo en esto y realmente fue terrible al principio, pero eventualmente me aclimaté. Creo que eso asusta a mucha gente. Cuando algunos periodistas publican por primera vez algo ligeramente crítico sobre la ortodoxia de derecha se topan con una tormenta de fuego y no vuelven más. Pero yo hace mucho que pasé ese punto".
Lo que me fascina, le digo, es cómo puede producir tanto, particularmente en su blog. Obviamente, Krugman escribe más rápido que la mayoría. ¿Pero cómo encuentra tiempo para hacer otras cosas? Sigo enseñando. Probablemente trabajo 70 horas semanales. Pero resulta que escribo más rápido que casi cualquier otro en periodismo, lo que es interesante.
Cuando le pregunto qué piensa de los que dicen que nuestras economías son peligrosamente adictas a las burbujas financieras y en el precio de los activos, me responde preguntándome, a su vez, si conozco la publicación satírica The Onion. Bastante al principio de todo esto publicaron el titular perfecto: Nación devastada por la recesión demanda nueva burbuja para invertir.
¿Y cómo le va con su nuevo libro? "Es divertido. Estamos en la lista de los bestseller en EE.UU., pero donde se vende como pan caliente en Europa. Ya estamos en la cuarta edición en España, y creo que van a poner anuncios en los ómnibus de Madrid".
Terminamos nuestros cafés y salimos del restaurante vacío, Krugman para volver a Princeton y a seguir escribiendo su columna, yo a las oficinas del Financial Times en Nueva York. Las crisis continúan. Él es el gurú que los conservadores detestan y los progresistas aplauden. En EE.UU. cualquiera puede llegar a convertirse en cualquier cosa: incluso un teórico de la economía ganador del Premio Nobel puede convertirse en el columnista más controvertido del país.