"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

lunes, 19 de enero de 2015

LOS “NUEVOS” RETOS QUE SE ABREN

ESTEBAN MORALES
UNEAC

A principios del 2009, iniciada la administración de Barack Obama, hablábamos de su estrategia de política hacia Cuba. Algunos creían que era solo más de lo mismo, yo no.

Acorde con nuestra hipótesis, decíamos que el nuevo Presidente de los Estados Unidos había dividido el bloqueo en dos.

Mientras todo lo que del bloqueo tenia directa relación con la sociedad civil, con el hombre y la mujer de a pie en Cuba, Obama trataba de flexibilizarlo, tal y como comenzó a hacer durante el primer semestre del 2009, al abolir las medidas restrictivas que Bush (hijo) había impuesto a Cuba, sobre remesas, paquetes, visados, etc. Todo lo que del bloqueo tenía relación directa con la conducción política y la administración del País, es decir, con el gobierno, Obama presionaba hasta lo indecible. Destacándose las medidas de sanción financiera impuestas a varios miembros de la Banca, tal y como fue la sanción de 8,000 millones de dólares al Banco Paribas francés, por haber tenido relaciones con Cuba.

Obama fue extremadamente consecuente con el bloqueo, en cuanto a todas aquellas sanciones que implicaban poner al Gobierno Cubano en la situación más difícil, en medio de la crisis económica que está viviendo Cuba y que la sitúan en la posición más compleja para sufrir la brutal agresividad de la política norteamericana. Al menos en el orden financiero, como no lo había hecho ninguna administración anterior.

Desde la prohibición del bloqueo de utilizar el dólar en las transacciones económicas de Cuba, no habían existido medidas financieras tan brutales contra nuestro País.

Pudiéndose decir, que Obama fue consecuente en explotar las medidas del bloqueo para agredir a Cuba, hasta que finalmente, en medio de las negociaciones con Cuba, comprobó que se trataba de una política que ya no daba más. Que toda la política de aislamiento seguida por más de cincuenta años no había dado resultados. Por eso Obama, el 17 de diciembre último, en la práctica, califico la política seguida hasta entonces como fracasada.

Pero, ¿que ha variado de la política de Obama hacia Cuba, la estrategia, la táctica? Yo aprecio, que en realidad, esencialmente, ninguna de las dos.

Diría que ni la estrategia ni la táctica de la política norteamericana hacia Cuba han variado.

1- La estrategia de Obama continúa siendo la misma, subvertir a Cuba, trayéndola nuevamente a la “sombrilla” de la política norteamericana.

2- El bloqueo se mantiene, bajo la promesa de una futura negociación con el congreso de los Estados Unidos, que lo eliminaría. Ese proceso llevara tiempo.

3- Obama continúa utilizando el bloqueo como un mecanismo de presión contra Cuba, ahora con una “zanahoria de nuevo tipo”, en la misma medida en que este se mantendrá, teniendo como objetivo central apreciar el comportamiento que tendrá Cuba en el resto de la agenda de negociaciones. Aliviando ese espacio de tiempo con medidas de prerrogativa presidencial, como lo son admitir el uso de tarjetas de crédito, ampliar las remesas a 2,000 dólares trimestrales, permitir cierto comercio, ampliar las categorías de viajes sin licencia, permitir la importación de ciertas tecnologías, colaborar económicamente con la mediana propiedad privada en Cuba; permitir ciertas líneas de comercio de importación y exportación, etc. Cuba entonces, podrá sentir que todas esas medidas presidenciales irán suavizando el dogal del bloqueo, hasta que este sea eliminado por el congreso. He ahí porque decimos que este funcionara junto a una especie de una “zanahoria de nuevo tipo”.

No siendo tampoco difícil observar, que Obama tomara un conjunto de medidas económicas dirigidas a romper lo que él llama la dependencia que la sociedad civil tiene del estado cubano.

El punto clave en que la política actual de Estados Unidos será diferente a la política anterior, es que Obama negociara con el gobierno cubano, utilizando una amplísima agresividad diplomática, que ya se comienza a ver, dirigida a un restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, de modo que esto le permita estar lo más cerca posible del proceso de transformaciones que la Isla está viviendo, dirigiendo sus acciones a arrebatar de manos del liderazgo cubano la conducción de los cambios que Cuba está obligada a realizar y orientando estos últimos hacia los intereses de Estados Unidos.

Razones por las cuales Obama ha programado su actual agenda política con Cuba, de modo que se logren los resultados esperados siguientes:

1- Mantener a Cuba luchando denodadamente por lograr el levantamiento del bloqueo, pero en medio de un escenario político nuevo, dentro del cual la Isla no ha estado habituada a combatir.

2- Transcurridos más de cincuenta años de revolución y habiendo padecido el pueblo cubano todas la dificultades por la que Cuba ha atravesado, ¿…a quienes les va a parecer mal que Estados Unidos, adopte medidas para mejorar la economía cubana, ofrezca mayores oportunidades a los ciudadanos, de facilidades concretas para mejorar el nivel de vida de la gente, y se obligue al gobierno cubano a conceder más libertades y democracia, etc.?

3- ¿Qué cubano se opondría recibir más remesas, tener una relación fluida con sus familiares en Estados Unidos, obtener más facilidades de visas, recibir más turistas norteamericanos, intercambiar más con la sociedad norteamericana y tener más oportunidades para relacionarse económicamente con Estados Unidos, etc.?

4- ¿Quiénes se opondrían a tener internet y facilidades para adquirir equipamiento que los pusiese a la altura del desarrollo actual de la tecnología de la información?

5- ¿Quiénes se opondrían a recibir apoyo a los cuentapropistas, ayuda al propietario privado, recibir facilidades para importar y exportar hacia Estados Unidos?

Obama ofrece muchas facilidades, que no dejan de levantar sospechas y temores acerca de cuáles son sus verdaderas intenciones; pero ni de temores ni con sospechas la gente solucionara sus problemas.

Los que se opusiesen a una política como esa podrían quedar como tontos.

Entonces, el centro de la estrategia contra Cuba permanece: el bloqueo y la táctica no ha variado, continúa siendo la misma que a principios del 2009, aunque más ampliada y reforzada para mantener a la sociedad civil cubana en el centro de la estrategia de subversión de Estados Unidos.

Así y todo, Cuba deberá negociar seriamente y con sinceridad con Estados Unidos, aprovechando todas las oportunidades que nunca ha tenido de normalizar sus relaciones con ese país. Aun frente a todos los retos que encierra ese proceso, si Cuba lograra sus propósitos, tendría mucho más posibilidades de salir adelante, que si Estados Unidos se decidiera a mantener lo que ya es posible considerar como la vieja política.

Luego la lucha que ahora comienza será larga y difícil, llena de retos internos y de exigencias políticas, como nunca antes, que no se podrán solucionar fácilmente.

Mucho menos, como ha ocurrido recientemente, dejando de darle prioridad en el Noticiero Nacional a las recientes medidas de Obama, mencionándolas solo someramente al final de la emisión.

Cuando nos permitimos esto último, no estamos más que haciendo el ridículo.

¿Hasta cuándo vamos a continuar con esas “bufonadas” de nuestro aparato informativo? Pues todo el mundo sabe, que ante medidas de Estados Unidos, como esas, de manera inmediata están entrando al país miles de llamadas desde Miami; los que tienen internet explayan la noticia con rapidez por medio del correo electrónico, se recibe la información por TELESUR y se capta de las emisoras internacionales, que entran en Cuba, como “Pedro por su casa “. Con lo cual lo único que se hace es erosionar la credibilidad del gobierno, algo que resulta tan peligroso en medio de la situación que hemos comenzado a vivir desde el 17 de diciembre del 2014.Siendo el manejo de la información uno de los retos más importantes que enfrentamos.

No podemos seguir dándonos el lujo de continuar arrastrando un conjunto de deficiencias a las que en múltiples ocasiones se ha referido mucha gente ya ampliamente. Bastante se ha alertado sobre algunos problemas que debemos solucionar.

Yo diría que el tiempo se nos ha agotado. Ahora, en todo caso, lo que antes era solo un frente de batalla interno, se nos ha convertido en dos. La lucha contra nuestras propias limitaciones y deficiencias, junto a los desafíos de tener a Estados Unidos dentro.


La Habana, 16 de enero del 2015

Las preguntas que debía responder el fiscal

Nisman debía concurrir esta tarde al Congreso para dar precisiones sobre su denuncia contra la presidenta Cristina Kirchner por el Memorando de Entendimiento con Irán. Debía responder, por ejemplo, por qué el Gobierno pidió que sigan vigentes los alertas rojos si el objetivo del supuesto plan de encubrimiento era que se levantaran. O por qué no se vendieron granos a Irán ni nunca se presentó la supuesta pista falsa.
 
Por Raúl Kollmann

La sala II del Anexo del Congreso era el lugar previsto para que el fiscal Alberto Nisman concurriera a la Comisión de Legislación Penal a informar sobre su denuncia contra la Presidenta y el canciller por el caso AMIA. El fiscal sostuvo que se pactó la impunidad de los sospechosos iraníes a través de la creación de una pista falsa en la que se le atribuiría el ataque a “fachos locales”; se pactó el levantamiento de las señales rojas y luego un acuerdo de intercambio económico de petróleo iraní por granos argentinos. El fiscal hubiera tenido un problema grave para explicar mañana: ninguna de esas cosas ocurrió. Ni hubo pista de fachos locales ni se levantaron los alertas ni se compró una gota de petróleo a Teherán. Además, Nisman dijo que gran parte de la maniobra, que comenzó hace cuatro años, recayó en un agente de la Secretaría de Inteligencia (SI). Es decir que el principal socio del fiscal, el poderoso jefe de Operaciones de la SI, Jaime Stiuso, quien manejaba la Secretaría a su placer, tuvo bajo su mando a un agente que supuestamente trabajó para Irán y que él nunca denunció ni relevó. Nisman presentó un pedido de que se levante el secreto y que ese agente declare. La voluntad del Gobierno, como lo hizo en el caso AMIA anteriormente, es levantar toda veda y que el agente señalado declare. El problema es que la denuncia de Nisman todavía no da las precisiones ni pruebas necesarias para que la Presidenta redacte el decreto (ver aparte).

A continuación se analizan los principales puntos oscuros de la denuncia, sobre los cuales tenía que responder Nisman esta tarde.

1 El fiscal dijo que se acordó levantar los alertas rojos de Interpol, rebajando las capturas de los sospechosos iraníes. ¿Cómo explica que el secretario general de Interpol lo desmiente en forma tajante?

La secuencia es muy categórica. En primer lugar, se exhibió la carta del canciller Timerman a Interpol dos semanas después de firmado el memorándum. En 20 renglones el ministro le dijo dos veces al secretario general de Interpol que la firma del acuerdo no cambiaba el status de las órdenes de captura y que cualquier cambio sólo podía provenir del juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral. Dos meses después, Interpol contestó aquella carta diciendo que efectivamente los alertas rojos no se tocaban. El viernes, Noble le envió un mail a Timerman respaldándolo en un ciento por ciento y diciendo que nunca la Argentina hizo una gestión para que se levanten los alertas. En la entrevista concedida a Página/12, sostiene que lo afirmado por Nisman “es falso”. “Al contrario, señor Nisman –dice Noble–, el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Héctor Timerman, y cada uno de los funcionarios del gobierno argentino con los que me encontré y hablé de esta cuestión, tuvieron siempre la misma posición: los alertas rojos de Interpol contra los ciudadanos iraníes debían mantenerse sí o sí”.

Nisman sostuvo en su denuncia, que, por ejemplo, “en septiembre de 2013, Timerman se reunió con Noble para convencerlo de que autorice el cese de las notificaciones rojas”. Noble dice exactamente lo contrario: “Timerman vino a Lyon a reafirmar que la firma del memorándum no significa ningún cambio en los alertas rojos. Recuerdo la pasión con la que habló”, recordó el secretario general de Interpol.

Estas respuestas de Noble dejan a Nisman girando en el vacío: el principal protagonista dice que lo afirmado por el fiscal es mentira.

2 ¿Dónde está la pista en la que se involucraría como autores del atentado a “fachos locales”? ¿Por qué no se la informó al juez?

En el resumen que distribuyó Nisman sobre su presentación judicial, se dice que en noviembre de 2012 el ex juez Héctor Yrimia se reunió con el dirigente de la comunidad argentino-iraní, Alejandro Yussuf Khalil, y combinaron armar una pista falsa destinada a echarles la culpa del atentado a “fachos locales” y sacarles la responsabilidad a los iraníes.

¿Dónde se presentó esa pista en estos dos años y tres meses? Si no se presentó en ningún lugar, ni siquiera constituyó una tentativa de encubrimiento, de desviar la causa. Como sostiene el ex integrante de la Corte, Raúl Zaffaroni, aun en caso de probarse lo que dice el fiscal, es la preparación de un delito, no un delito. Y la preparación es impune porque no se ha llegado al principio de ejecución. Y de todas formas ¿cómo se llegaría de una conversación entre Yrimia y Khalil a la participación de la Presidenta y el canciller?

El juez Rodolfo Canicoba Corral, encargado de la causa AMIA, dice que es gravísimo que no se le haya informado que podía existir otra pista, aun si no fuese verdadera, en el caso AMIA. “El fiscal hizo una investigación paralela y clandestina sobre algo que tenía que ver con el atentado en sí mismo. Eso es muy serio y tengo que estudiar si no incurrió en una gravísima desviación de la causa”, razonó el magistrado.

Hay una pregunta retórica inevitable: ¿ante quién debía presentarse la nueva pista de los fachos locales? La respuesta es obvia: ante el propio Nisman y el juez. De manera que la supuesta intención de desviar la causa ni siquiera tenía posibilidades de prosperar sin el visto bueno del fiscal.

3 ¿El plan tenía el objetivo de cambiar petróleo por granos?

Ya se ha dicho que eso tampoco ocurrió. Argentina nunca le compró una gota de petróleo a Irán y tampoco hubo ningún convenio. Nunca hubo una misión comercial de Argentina a Irán o de Irán a la Argentina. El país sólo compró petróleo en 2013 y provino de Nigeria y otros combustibles se le compran a traders cuyo proveedor en ningún caso fue Irán.

Nisman sostuvo que el canciller mintió cuando dijo que no se le vendía a Irán por los embargos internacionales. Pero no fue así. Aquella frase fue pronunciada por Timerman en una visita al Congreso cuando el diputado radical Ricardo Gil Lavedra le preguntó si era verdad que Argentina le vendió una central nuclear a Irán. Ahí Timerman contestó justamente que de ninguna manera, que no se le podía vender una central nuclear a Irán por los embargos internacionales de una instalación sensible como ésa.

Argentina le vende muy poco a Irán y las cosas no cambiaron para nada con la firma del memorándum. El 80 por ciento de los 1200 millones de dólares que Argentina le vende a Irán es soja que no provee el Estado, sino que buena parte sale del grupo Grobocopatel, que nada tiene que ver con el Gobierno.

4 Nisman sostiene que en la ciudad siria de Alepo, Timerman pactó la impunidad con el canciller iraní. ¿Cuál es la prueba?

En su escrito, el fiscal asegura que el canciller iraní Alí Salehi y Timerman se reunieron en esa ciudad siria en 2011. Fue público que el canciller argentino se encontró con el presidente de Siria, pero en todo caso no constituía ningún delito que Timerman se reuniera con Salehi: la Argentina desde hacía rato trataba de lograr un acuerdo con Irán para encontrar un tercer país donde hacer el juicio AMIA o buscar una forma de que los sospechosos se presentaran a la Justicia. Nisman dice que su prueba es que el periodista José “Pepe” Eliaschev afirma que vio un documento supuestamente de Salehi al presidente de Irán donde le contaba que había pactado con Timerman. ¿El texto? No, el documento de Salehi no está. Ni existe la más mínima posibilidad de que se pueda probar que era auténtico. La pregunta que seguramente tendrá que responder Nisman es ¿le parece que eso es una prueba?

5 ¿Quién apañó al supuesto agente pro iraní de la ex SIDE? ¿De quién dependía?

Es público y notorio que el sostén de Nisman ha sido el poderoso ex jefe de Operaciones de la SI, Jaime Stiuso. En la página 16 de su denuncia, Nisman transcribe una escucha de un agente de la SI que habla con el dirigente supuestamente pro-iraní, Khalil. “Tengo un chisme... Me dijeron ahí en la casa (la ex SIDE) que Interpol va a levantar los alertas rojos.” No parece una prueba de envergadura y todo indica que es de hace, cómo mínimo, un año y medio. Pero, además, a ese agente o a otro –no está claro en el texto del fiscal– también lo involucran en el armado de la pista de los fachos locales.

Es decir que dentro de la Secretaría que manejaba Stiuso a su antojo, permitió –supuestamente– que operaran durante un año y medio agentes proiraníes que, hasta el momento, no se sabe quiénes son.

Aún así, Nisman dijo que respondían a la Presidenta, pese a que no tiene ni una escucha de la mandataria, ni siquiera del diputado Andrés Larroque y apenas frases del dirigente argentino pro-iraní, de Luis D’Elía y Fernando Esteche. Ninguno de estos tres es funcionario ni allegado a la Presidenta. Como señaló el juez Canicoba Corral, ni siquiera las escuchas son pruebas en sí mismas: es la SI la que dice que Fulano afirma tal cosa. Hay que ver si es verdad, hay que ver en qué situación se produjeron esas conversaciones y se necesita determinar si en tal conversación el protagonista quiere agrandarse para hacer negocios políticos o económicos.

6 El fiscal insistió en que el memorándum es la pieza clave del plan criminal de encubrimiento. ¿Un documento votado por el Congreso constituye un delito?

El ex secretario de Interpol Ronald Noble dice que el memorándum fue un paso adelante porque se buscó una forma de llevar a los sospechosos a un juicio. Amnesty International afirmó: “El Memorándum de Entendimiento, una oportunidad para alcanzar justicia y reparación para las víctimas”. Se podía estar políticamente a favor o en contra, pero lo cierto es que lo votó el Congreso y buena parte de los familiares dijeron que había que hacer el intento. Cuando se acordó el juicio por el atentado en Lockerbie, en que Estados Unidos y el Reino Unido acusaban a dos libios, el principal negociador –en silencio– fue Nelson Mandela.

En su escrito, Nisman considera como prueba que “tiene un enmarañado proceso de aplicación”, lo que es evaluar judicialmente una decisión política tomada por diputados y senadores. En todo caso, como siempre sostuvo el Ejecutivo, la Justicia intervendría en su momento resolviendo si lo firmado era compatible con el sistema judicial argentino. Sin dudas la pregunta que tendrá que responder mañana Nisman es: una ley puede ser inconstitucional, pero ¿puede ser delito?

raulkollmann@hotmail.com

"No hubo intervención de terceras personas"

Página 12

El fiscal especial de la causa AMIA, Alberto Nisman, fue encontrado sin vida el domingo por la noche en el baño de su departamento de Puerto Madero junto a un arma de fuego -que le entregó un colaborador en la víspera- y un casquillo de bala calibre 22, luego de que su madre ingresara a la vivienda alertada por la custodia del magistrado ante la "falta de respuestas" a los llamados. El funcionario judicial debía presentarse esta tarde en el Congreso para explicar la denuncia contra la presidenta Cristina Kirchner por la firma del Memorando de Entendimiento con Irán.

En diálogo con la prensa en la puerta de la Torre Le Parc, donde se desarrolló el operativo policial iniciado a primera hora de la madrugada en torno al edificio situado en Azucena Villaflor 450, la fiscal Federal Viviana Fein detalló además que el cuerpo del fiscal "fue encontrado dentro de la unidad por su madre", quien acudió al domicilio de Puerto Madero al no tener novedades de su hijo en toda la jornada.

Poco después, el Ministerio de Seguridad confirmó a través de un comunicado que "los efectivos de la custodia de Nisman, pertenecientes a la Policía Federal Argentina, habían alertado a su Secretaría en horas de la tarde de su falta de respuesta a los insistentes llamados telefónicos. Al constatar que el hombre tampoco respondía al timbre de la casa y que el periódico del domingo aún se encontraba en el palier, decidieron notificar a los familiares".

"El fiscal disponía de 10 efectivos de la Policía Federal Argentina para su custodia personal. La custodia entonces recogió a la madre de Nisman en su domicilio y la llevó a la torre Le Parc. Al intentar ingresar, la mujer constató que la puerta se encontraba cerrada con la llave colocada en la cerradura por dentro", se resaltó.

El ministerio de Seguridad agregó que "los familiares solicitaron entonces al personal de mantenimiento del edificio que convocaran a un cerrajero para ingresar al departamento" "A primera hora de la noche, la madre ingresó a la vivienda acompañada por uno de los custodios, hallando el cuerpo de Nisman en el interior del baño de su habitación, bloqueando la puerta ingreso al mismo", subraya el comunicado.

Inmediatamente, "se notificó a la justicia de turno" y "ante la presencia del juez Manuel De Campos y de la fiscal Fein, el personal policial logró ingresar al baño". El comunicado concluye que "junto al cuerpo de Nisman, que se hallaba en el suelo, se encontró un arma de fuego calibre 22, además de un casquillo de bala".

Cerca de la 1 de la madrugada se montó el gigantesco operativo en torno al domicilio, cuando Gendarmería estableció un cerco perimetral y en el lugar trabajó personal de la Unidad Criminalística Móvil, de la Unidad Médica Forense, Prefectura y Same. Minutos después de las 3.30, fuentes policiales confirmaron el deceso de Nisman, y dos horas después su cuerpo fue retirado por la Unidad de Traslado Forense de Bomberos rumbo a la morgue de Tribunales, en la calle Viamonte.

La fiscal trabajó en el lugar junto al juez de la causa, Manuel de Campos, y el secretario de Seguridad de Nación, Sergio Berni, quien se constituyó en el edificio para supervisar la aplicación de los protocolos de preservación de la escena del crimen por parte de los servicios de policía científica de la Prefectura Naval Argentina y de la Policía federal Argentina convocados por los funcionarios judiciales a cargo de la investigación.

"Confío en la Policía Federal y Prefectura, trabajaremos con prudencia y cerca del mediodía tendremos precisiones, porque todavía no podemos confirmar el suicidio", puntualizó la fiscal antes de retirarse.

Nisman debía presentarse esta tarde en el Congreso para explicar la denuncia que presentó contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por la firma del Memorando de Entendimiento con Irán. La reunión había sido convocada para las 15 por la oposición, y el oficialismo había confirmado su presencia para el encuentro de comisión.

Llega el “Blue Monday”. Este lunes 19 será “el día más triste del año”

El tercer lunes del año es, desde hace una década, el día más triste y depresivo del año de acuerdo con un curiosa fórmula matemática ideada por Cliff Arnall, investigador de la Universidad de Cardiff y experto en motivación, que denominó este día como ‘Blue Monday’.

En ella, se suman varios factores, tanto climatológicos como económicos y de motivación, que pueden influir en el estado de ánimo de las personas. Las fiestas por Navidad y fin de año acabaron, el clima es más frío y la cuesta de enero se deja notar.
 
Factores que influyen en el estado de ánimo
Este experto en motivación llegó a esta conclusión tras estudiar las variables del clima, la posible escasa liquidez para pagar algunas deudas y la decepción por haber incumplido los propósitos del nuevo año. Aún pesan los kilos de los atracones de Navidad, el tiempo suele ser malo y todavía quedan varios días para cobrar.
Si hace apenas dos semanas nos habíamos marcado una lista de buenos propósitos de comienzo de año nuevo (gimnasio, dejar de fumar, idiomas, etc.) parece que ya se van olvidando.

Cómo superarlo
 
Varios expertos, como el meteorólogo Mario Picazo y la psicóloga del deporte y la salud Patricia Ramírez Loeffler, opinan que estos días suelen ser muy influyentes en el estado de ánimo. Mario Picazo opina que, “aunque vivimos en uno de los países con más horas de sol al año y vamos sumando minutos de luz al día, aún tenemos por delante largas noches y muchas semanas de viento, frío, lluvia y nieve que seguro afectarán el estado anímico de más de uno”.

Por otro lado la psicóloga Patricia Ramírez comenta que “emociones como la tristeza y la ansiedad surgen cuando las personas se sienten ante una amenaza (darse cuenta de los gastos de fin de año) o en desequilibrio (tienes más motivos para estar estresado en la balanza que para estar tranquilo).

Sin embargo, Ramírez añade, “si una persona dirige su foco de atención a todo lo que resta (invierno, frío, inicio de la rutina, volver al trabajo, dormir menos, más responsabilidades) y no tiene en cuenta todo lo que suma (ser afortunado por trabajar, tener capacidad económica, reencontrarte con compañeros de trabajo con los que compartir los momentos vividos en vacaciones), lo normal es que se encuentre triste.

Si damos más valor a lo que nos falta que a lo que tenemos, nos sentimos mal. El valor, lo que apreciamos, aquello de lo que hablamos y compartimos con los demás, es una elección. Tú decides si sumas o restas”.(Con información de 20minutos.es)

Normalización de relaciones y cambio de régimen en Cuba

Por Jesus Arboleya
LA HABANA. El presidente Barack Obama y otros propugnadores de los cambios ocurridos en la política de Estados Unidos hacia Cuba, han dicho claramente que solo buscan aplicar nuevos métodos para lograr los mismos objetivos. Es decir, lograr un cambio de régimen en el país mediante la “promoción de la democracia”, cuya articulación no se reduce a la difusión espontánea de los valores del American Way of Life, sino que se instrumenta mediante planes de naturaleza política, que en Cuba se denominan “proyectos de subversión política e ideológica”.

Tal posición no ha dejado de despertar preocupaciones en sectores revolucionarios dentro y fuera de Cuba, los cuales han planteado la interrogante de si el sistema socialista cubano está debidamente preparado para enfrentar los retos que implica el incremento de las relaciones con Estados Unidos. Conviene entonces que analicemos las premisas que sustentan la nueva política norteamericana y sus posibilidades de éxito en Cuba.

En primer lugar, vale decir que se trata de un escenario ineludible para Cuba. La revolución cubana no tiene otra opción que plantearse su sostenimiento y desarrollo en las condiciones que impone un sistema mundial regido por la hegemonía norteamericana, especialmente en el plano cultural. Con bloqueo o sin bloqueo esa influencia resulta inevitable y contrarrestarla constituye un objetivo básico del proyecto revolucionario en sí mismo.

No se trata de un dilema nuevo para Cuba, sino que ha sido el origen en una cultura de la resistencia que ha acompañado la historia de la nación cubana y estado presente durante todo el proceso revolucionario. La nueva política de Obama no es entonces tan nueva como aparenta, sino el remante de un conjunto de acciones muy abarcadoras, que además incluían la guerra económica, el terrorismo y el aislamiento internacional.

Estamos, por tanto, hablando de la continuidad de una política que ahora se refugia en la posible influencia resultante de la ampliación de los contactos, porque no tiene otras alternativas. Obama, con todo el mérito que puede tener su actuación, no le regaló a Cuba una “nueva política” por razones humanitarias, sino que trata de adaptarla a la realidad, en la esperanza de que sirva mejor a los intereses de Estados Unidos.

Quizás lo único novedoso del nuevo diseño es que apuesta a “cautivar” a los emergentes empresarios privados cubanos, con la intención de que devengan la quinta columna que, según algunos políticos y analistas norteamericanos, requiere la restauración del capitalismo en la Isla.

Sin embargo, tampoco esta premisa goza de garantías que justifiquen sus pretensiones.

El desarrollo del sector privado es una decisión tomada a plena conciencia por el Estado cubano, con vista a adecuar la gestión económica a las necesidades del país. Está concebido para que los nuevos gestores económicos se integren al sistema socialista y no existen factores objetivos que lo impidan, si se desarrolla una política acertada con este fin.

Por otro lado, en su inmensa mayoría, estas personas son las mismas que han acompañado al proceso revolucionario a lo largo de sus vidas. Nada indica que sus valores patrióticos y solidarios se modifiquen automáticamente por trabajar por cuenta propia.

La apatía política, las deformaciones culturales y la pérdida de valores cívicos en realidad presentes en ciertos sectores de la sociedad cubana, no radican en la implantación de estas opciones económicas (más bien resultan de problemas acumulados que se agudizaron durante la crisis de los años 90). Por el contrario, su adopción puede resultar una solución para un problema mayor, relacionado con el agotamiento de un modelo económico excesivamente centralizado en manos del Estado, cuyas consecuencias negativas podían resultar mucho más graves, porque aparecen relacionadas con la eficacia del sistema para resolver los problemas de la población.

La batalla económica es la madre de las luchas políticas e ideológicas de la sociedad cubana contemporánea y lo alcanzado en el proceso de mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos contribuye a ese fin, al margen de cuales sean los propósitos del gobierno norteamericano.

Por otro lado, si algo demuestra la experiencia cubana frente a la política norteamericana es que “querer no es poder”. Los nuevos planes del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba tendrán que continuar enfrentando la resistencia de la mayoría del pueblo cubano, el rechazo de otros gobiernos y movimientos populares en diversas partes del mundo, así como las propias contradicciones domésticas de ese país, donde conviven infinidad de intereses particulares y existe un alto grado de polarización política.

Nadie puede asegurar que cada norteamericano que pise suelo cubano será un agente de los planes desestabilizadores, ni que a todos los empresarios que decidan hacer negocios con Cuba les interese un cambio de régimen. Como se ha demostrado hasta ahora, en el contacto pueblo a pueblo puede ocurrir todo lo contrario.

Efectivamente, la cultura norteamericana ha tenido y seguirá teniendo mucha influencia en Cuba, pero no siempre es intrínsecamente mala y muchas veces no ha sido capaz de resistirse al “embrujo” de la cultura cubana. Precisamente, algo que ha caracterizado a la cultura cubana y articulado su resistencia, ha sido su capacidad para metabolizar lo que llega de todas partes y convertirlo en cubano. Por eso los cubanos nunca hemos sido xenófobos.

Alcanzar la normalización de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y avanzar en el desmontaje de las acciones más agresivas de su política, especialmente el bloqueo económico, constituye el mejor escenario posible para Cuba en las actuales condiciones y es el resultado de una victoria cubana con la compañía de la solidaridad internacional, especialmente en América Latina. Desde esta perspectiva es que debe comenzar el análisis de la nueva coyuntura, todo lo demás resulta secundario.

Foto de portada: Esteban Fernández García.

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El 17D: secuencias y consecuencias (tercera entrega)

Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temas sometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.

(IX) Richard E. Feinberg. Profesor de Relaciones Económicas Internacionales, Universidad de California, San Diego.

¿Cuáles el significado de las nuevas políticas entre EE.UU. y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Por qué? A su juicio, ¿qué próximos pasos serían claves?

Sería difícil sobrestimar la importancia del súbito descongelamiento en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. Durante mucho tiempo, Cuba ha sido un símbolo: en América Latina, de esfuerzos regionales hacia una mayor autonomía y experimentación, y de la negación por parte de EEUU de esos esfuerzos; en los Estados Unidos, de una inercia irracional en política exterior, impulsada frecuentemente por una política provinciana. Cuando Obama y Castro simultáneamente anunciaron su cambio de política, eso en sí mismo fue una clara señal de igualdad y respeto mutuo. Pasó un poco inadvertida la llamada telefónica previa al discurso y las bromas compartidas, cuando Castro aludió a la predilección de su hermano por los discursos largos, en un tono y una forma desenfadada, inimaginables unos años antes. Y en términos de la política interna en EEUU, lo trascendental de las intervenciones presidenciales, orquestadas magistralmente de manera sorpresiva, durante el receso del Congreso y la temporada navideña, demostró, una vez más, el poder de la presidencia de los EEUU cuando se ejerce con inteligencia. Durante décadas, la fuerte comunidad cubano-americana parecía controlar la política de los Estados Unidos: con un golpe audaz, ese control se hizo añicos y se disipó la oposición. También se quebró el dominio del Congreso en los niveles medios de la burocracia, intimidados, durante mucho tiempo, por bravucones en el Congreso. Ahora que su líder ha hablado con claridad y dirección, la burocracia tendrá que alinearse y podrá ser capaz de contratacar a los miembros recalcitrantes del Congreso diciendo: “Mi presidente lo ha ordenado”.

También fue de gran importancia el énfasis del presidente Obama en los mecanismos económicos: el turismo, la banca, las telecomunicaciones y el Internet, el comercio potencial con el emergente sector privado en Cuba. ¡No condicionado a cambios políticos a priori! Y, ciertamente, no condicionado a una pronta evolución de Cuba hacia un sistema multipartidista (como requería la Helms-Burton, algo que el Presidente señaló que deseaba revocar). El Presidente fue cauteloso, no podemos esperar un cambio de la noche a la mañana en Cuba, al contrario, alertó contra los esfuerzos por planear un “colapso”, o producir un “estado fallido”, de los que el mundo ya tiene demasiados y que nos han proporcionado sobrados dolores de cabeza. En efecto, el Presidente estaba diciendo que los Estados Unidos buscaría un intercambio económico, con la expectativa de que, con el tiempo, el cambio económico conduciría a un cambio político, pero gradualmente, lentamente, pacíficamente. Esto establece un cambio radical y, yo diría, muy bienvenido, en la política de los Estados Unidos hacia la racionalidad y el realismo.

No sabemos hasta qué punto el gobierno de Cuba estaba informado o de acuerdo con los detalles de la iniciativa de Obama. Sabemos que se negoció el intercambio de prisioneros y la decisión de buscar la normalización de las relaciones diplomáticas. Pero no sabemos si Cuba ha aceptado o aceptará los otros elementos quizás más importantes de la propuesta de Estados Unidos. ¿Permitirá al monopolio estatal de las telecomunicaciones de Cuba acercarse a firmas estadounidenses?; ¿autorizará cablear la isla, el acceso de todos los cubanos a la banda ancha, a comprar teléfonos inteligentes y servicios a precios que el consumidor promedio cubano pueda pagar? ¿Se le proveerá a los negocios cubanos, estatales y no estatales, con los medios electrónicos para que puedan usar las tarjetas de crédito y tener acceso a facilidades bancarias? ¿Y permitirá el gobierno cubano a las firmas no estatales comprar los insumos que tanto necesitan a los suministradores de Estados Unidos, como ha autorizado Obama? Si así fuera, ¿serán los procedimientos para tales compras lo suficientemente ágiles y a precios asequibles que los hagan viables en la práctica? ¿Y cómo se financiarán esas compras?: ¿abrirán los bancos cubanos sus ventanas a los créditos a corto plazo en divisas al sector privado, y establecerá el gobierno norteamericano sus propias facilidades para hacer posible este comercio?

Vale la pena señalar que esta apertura del comercio al sector no estatal en Cuba es innovador en los anales de la diplomacia comercial estadounidense. Normalmente es lo opuesto: el gobierno de los Estados Unidos niega el comercio en ciertos sectores o a ciertas entidades o individuos, esto es, crea una lista negativa; pero en el caso de Cuba, hay una lista positiva, un nuevo espacio, de receptores específicos que son considerados como elegibles, mientras el grueso de la economía cubana permanece bajo sanciones económicas. ¡Esto es diplomacia comercial audaz y creativa! Veamos cuán bien puede ser implementada. ¿Y cooperará el gobierno cubano en un programa que privilegia a un sector privado que, por decirlo de alguna manera, no es el sector más favorecido por el Estado cubano?

El ejercicio de la política en Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

Aquí el shock mayor es para la diplomacia cubana, que ha estado por mucho tiempo condicionada a enfrentar un enemigo externo abrumadoramente poderoso. Este paradigma ha marcado, mayormente, a la diplomacia cubana: si los EU dicen “blanco”, Cuba dice “negro”. Ahora se espera que Cuba examine cada asunto en su esencia, teniendo en cuenta, por supuesto, su interés nacional, pero no simplemente en función del antagonismo entre Cuba y los Estados Unidos. Este cambio en la diplomacia cubana, de hecho, se ha estado desarrollando durante cierto tiempo. Por ejemplo, cuando Cuba fue sede del encuentro de la CELAC en enero de 2013, el comunicado tuvo un tono bastante moderado, examinando muchos asuntos con cuidado y razonamiento, de hecho, coincidiendo con muchas de las posiciones de EEUU. En general, el tono de la diplomacia cubana, en la mayoría de las ocasiones, ha ido evolucionando, como corresponde a un estado que no busca subvertir el sistema global, sino más bien que trabaja para maximizar los beneficios desde el interior de las instituciones existentes y a partir de sus procedimientos. Como consecuencia, podemos esperar que los EEUU y Cuba encuentren un terreno común en relación con temas globales y regionales, aunque, por supuesto, no en todos los asuntos que se presenten ante la comunidad internacional, al igual que sucede en las relaciones entre los EEUU y la Unión Europea. Pero podrá suceder que los EEUU y Cuba coincidan con más frecuencia que, por ejemplo, los EEUU y Brasil, o los EEUU y China, porque Brasil y China son potencias hegemónicas regionales con aspiraciones globales para desafiar el liderazgo de EEUU, mientras que Cuba es libre de centrarse en las ventajas más prácticas para su propio pueblo.

La política de distensión entre los EEUU y Cuba tendrá también un impacto monumental en la política interna cubana. Es de esperar que disentir de la política estatal no se seguirá considerando colaboración con el enemigo externo sino que, más bien, se tendrá en cuenta por sus méritos. Esto representará un enorme beneficio para Cuba, porque los muchos desafíos que Cuba enfrenta solo podrán abordarse en una atmósfera de diálogo abierto y de debate, donde las mejores mentes y las mejores ideas triunfen y donde se puedan realizar correcciones sobre la marcha ya que los errores y las contradicciones son inevitables y se necesitarán nuevos enfoques. Es también de esperar que Cuba se abra al aprendizaje de otras experiencias internacionales: Cuba es un país único, al igual que todas las naciones, pero eso no significa que no hay valiosas lecciones que se pueden aprender de las experiencias de otros países que han enfrentado dilemas similares en su historia reciente. En un ambiente de menor confrontación, Cuba debería estar más dispuesta a buscar nuevas ideas fuera de sus fronteras a medida que construye su propio futuro.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

La posición unánime de América Latina y del Caribe en relación con la reintegración de Cuba en el sistema interamericano fue, sin dudas, un elemento impulsor importante para la decisión de los EEUU de normalizar las relaciones. Este cambio en las relaciones diplomáticas hemisféricas es un triunfo significativo para la diplomacia cubana que ha trabajado cuidadosa y consistentemente en los años recientes para obtener este histórico resultado. La chispa inmediata fue la próxima Cumbre de las Américas en Panamá el próximo abril. América Latina y el Caribe emitieron un ultimátum: sin Cuba no hay Cumbre. Esto golpeó a los EEUU en un punto vulnerable, ya que las cumbres interamericanas son un escenario para el liderazgo de los EEUU y un espacio para fijar una agenda, especialmente importante teniendo en cuenta la existencia de la CELAC y de UNASUR, entidades regionales que excluyen totalmente a los EEUU. Por lo que el asunto Cuba adquirió una significación más amplia en el corazón de las relaciones interamericanas. Inicialmente, los EEUU fueron lentos en percibir esta realidad, negándose a creer que los líderes de América Latina mantendrían lo dicho e imaginando que las amenazas de no asistencia, inicialmente lanzadas en 2012 en la anterior Cumbre de las Américas, en Cartagena, Colombia, eran coyunturales y que pronto se olvidarían. A esa interpretación errónea se le escapó el profundo simbolismo de las relaciones entre los EEUU y Cuba en la percepción de América Latina y del Caribe, no solamente entre los países del ALBA, sino también en las psiquis de muchos otros latinoamericanos, no necesariamente de convicciones izquierdistas.

En el cónclave de Panamá, podemos anticipar que Obama y Castro se darán la mano ante los otros líderes presentes en la reunión, todos los que —ya sean de izquierda, derecha o centro— celebrarán el acontecimiento con una cerrada ovación. Para Castro este será un dulce momento de triunfo diplomático. Para Obama será una renovación del liderazgo de los EEUU y el cumplimiento de la noble promesa de su presidencia.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Para los EEUU, algo que destacó Obama en sus observaciones del 17 de diciembre, es el de expectativas razonables. Los estadounidenses, especialmente en el entorno de Washington y en el Congreso y en los medios de difusión de EEUU, a menudo exageran la capacidad del poder de los EEUU para influir en eventos en el extranjero, incluyendo los eventos dentro de los estados. A estos estadounidenses a menudo se les escapa que los actores en otros países, por mucho que profesen afecto por los valores de los EEUU, actúan a partir de sus propios intereses. Los mecanismos estadounidenses pueden tratar de moldear los incentivos, pero al final, la influencia de los EEUU depende de otros actores y circunstancias. Y los cambios, generalmente, avanzan gradualmente, pues las personas se ajustan a las nuevas realidades con deliberada cautela. Por lo que la administración de Obama tendrá la tarea siempre difícil de guiar las expectativas. Tendrá que definir los objetivos estadounidenses de manera realista para que, al final de su mandato, su equipo pueda colocar la política de los EEUU hacia Cuba entre sus “victorias” diplomáticas.

Cuba también se enfrenta a un reto en términos de manejar las expectativas. Muchos cubanos anhelan que la mejoría en las relaciones con los EEUU se traduzca, rápidamente, en un mejoramiento de los niveles de vida para ellos y para sus familias. El presidente Castro, en sus observaciones del 20 de diciembre ante su legislatura, buscó atemperar las expectativas, advirtiendo que los salarios no podrían sobrepasar los aumentos en la productividad pues, de lo contrario, el resultado sería una peligrosa espiral inflacionaria. Pero el Estado cubano tendrá que mejorar mucho su trabajo en cuanto a compartir la información, en abrir ventanas a los análisis políticos para que la población tenga un mejor conocimiento de los problemas actuales y de las direcciones políticas futuras. Específicamente, el gobierno ha dicho muy poco sobre las decisivas reformas de los regímenes monetarios y cambiarios. Muchos cubanos esperan que la reforma monetaria les proporcione, de alguna manera, un incremento milagroso en su poder adquisitivo. Este es un momento peligroso y arriesgado para Cuba y debe manejarse bien, con transparencia e integridad.

¡Los retos sociales y económicos que enfrenta Cuba son inmensos! Solo por citar dos: el sector de los servicios en Cuba tendrá que modernizarse significativamente, si quiere responder con eficiencia el esperado arribo de turismo estadounidense para que tengan una experiencia agradable y deseen regresar; y de forma más amplia, Cuba tendrá que seguir considerando las ventajas y desventajas entre eficiencia y equidad, entre mecanismos de seguridad social e incentivos laborales, entre diferencias salariales y justicia social. Y el Estado cubano tendrá que darle mayor peso a la productividad económica y menos peso al control político central si la economía cubana quiere proveer más productos y servicios de calidad a su pueblo en un nuevo camino de crecimiento sustentable.

(X) Antonio F. Romero. Economista. Profesor e investigador. Centro de Investigaciones de la Economía Cubana, Universidad de La Habana.

¿Cuáles el significado de las nuevas políticas entre EEUU y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Por qué? A su juicio, ¿qué próximos pasos serían claves?

Los acuerdos alcanzados como conclusión de las negociaciones al más alto nivel entre Cuba y Estados Unidos que se desarrollaron en los últimos dieciocho meses, constituyen un punto de inflexión histórica, con implicaciones no sólo para los dos países, sino también a nivel internacional y sobre todo para el contexto interamericano. Este entendimiento, que sorprendió a la práctica totalidad de los analistas internacionales, demuestra cómo —bajo ciertas condiciones geopolíticas e institucionales propicias— una decidida voluntad política, junto a la seriedad y el elevado nivel profesional de los negociadores, puede encontrar soluciones a problemáticas o diferendos “muy espinosos” de las relaciones internacionales, que solo se resuelven sobre la base de dejar atrás la desconfianza mutua acumulada por largos períodos de conflicto.

En tanto supera cualquier visión coyuntural o cortoplacista respecto de los acuerdos, la más importante de las medidas notificadas por ambos presidentes es la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas entre las dos naciones. A partir de esta, hay tres medidas anunciadas por el Presidente Obama el 17 de diciembre pasado, que por sus potenciales efectos “multiplicadores” tendrían un peso decisivo en el complejo proceso de eliminación del conjunto de sanciones económicas aplicadas por el gobierno de EUA contra Cuba en las últimas cinco décadas, lo cual requerirá de un acuerdo congresional: i) la decisión de someter a revisión la denominación de Cuba – con vistas a su eliminación –como estado patrocinador del terrorismo; ii) la ampliación del margen para concretar transacciones económicas entre Cuba y los EUA a partir de la autorización a instituciones estadounidenses a abrir cuentas en entidades financieras cubanas, el uso de tarjetas de crédito y de débito por parte de los viajeros procedentes de EUA que visiten a Cuba, y la mejoría en la rapidez y eficiencia de los pagos autorizados entre EUA y Cuba; y iii) las facilidades para la expansión de las visitas de ciudadanos norteamericanos a Cuba bajo licencias generales dentro de las 12 categorías existentes de viajes autorizados por la ley.

Los próximos pasos que debieran esperarse como parte del proceso de paulatino restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los EUA, son —cuando menos— difíciles de predecir. Elemento fundamental en este análisis es el relativo a la capacidad de “operacionalización” de las medidas propuestas por el Presidente Obama y que se implementarían a través de enmiendas a regulaciones vinculadas con el Departamento de Comercio y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, que aunque entran en el área de competencia del poder ejecutivo, pudieran resultar muy complejas.

Por otra parte; debe también valorarse la capacidad de respuesta del gobierno de Cuba a los acuerdos alcanzados y a las propuestas estadounidenses. Entre estas se encuentran las medidas a adoptar por las autoridades cubanas para cumplir algunos de los compromisos asumidos con la contraparte estadounidense (por ejemplo, en cuanto a liberación de un grupo de personas que cumplen penas de prisión), pero también la respuesta cubana a ciertas propuestas de la administración estadounidense que resultan fundamentales para que el Presidente Obama pueda capitalizar el apoyo de sectores con alta influencia política dentro del establishment norteamericano; y al mismo tiempo propiciar ciertas condiciones de “irreversibilidad” al proceso de mejoría en las relaciones bilaterales.

Dentro de estas últimas, estarían —entre otras— la siguientes: a) la propuesta de expandir las exportaciones y ventas comerciales de ciertos bienes y servicios estadounidenses para apoyar al naciente sector privado cubano (como los materiales de construcción para la construcción privada residencial, insumos y materiales para los empresarios del sector no estatal cubano, y equipos agrícolas para el sector agropecuario no estatal); b) la autorización por parte de Cuba a las importaciones procedentes de EUA de ciertos rubros para “contribuir a la ampliación de las capacidades de comunicación entre el pueblo cubano y el pueblo estadounidense, y con el resto del mundo”, los cuales incluirían instrumentos de comunicación, software, aplicaciones, hardware y servicios; así como elementos para el establecimiento y la actualización de sistemas relacionados con las comunicaciones; y c) también vinculado a lo anterior estaría la respuesta que daría la parte cubana a la decisión del gobierno de EUA de autorizar a los suministradores norteamericanos de servicios de telecomunicaciones, para que establezcan los mecanismos necesarios —incluyendo la infraestructura— en Cuba que les permita proveer servicios comerciales de telecomunicaciones e internet, lo que “mejoraría las comunicaciones entre los Estados Unidos y Cuba”.

No obstante lo anterior, un análisis más acabado de los posibles pasos a esperar en el período inmediato se derivarían de los resultados y acuerdos que se logren por las dos partes en el diálogo sobre temas migratorios que tendrá lugar en próximas semanas, y que en este caso reviste otra dimensión por lo cual se ha decidido que la delegación norteamericana esté encabezada por la Secretaria de Estado Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental.

El ejercicio de la política en EEUU y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

Sin lugar a dudas, los acuerdos anunciados simultáneamente por los dos Presidentes el 17 de diciembre pasado, deberían dar paso a un proceso gradual de significativa reducción en la confrontación bilateral, que a todas luces era considerada como una absurda anomalía, veinticinco años después del fin de la Guerra Fría.

Sin embargo, no debieran desconocerse los elementos estructurales que permanecerán en la base de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, sea cual sea el avance en la “normalización”. Complejos factores asociados a la experiencia histórica, la vecindad, y las contundentes asimetrías en términos de dimensión económica y de poder político y militar entre Cuba y los Estados Unidos, tendrán con frecuencia un alto potencial de generación de disenso y contradicciones entre los dos países. A ello debe agregarse que todavía hoy, para ciertos sectores de la élite norteamericana, Cuba es considerada como pieza clave en la política hegemónica global de los Estados Unidos. Lo anterior se relaciona hasta cierto punto, con las concepciones del “patio trasero” que históricamente han tenido importante influencia en las percepciones de política exterior de los Estados Unidos, sobre todo en el período posterior a la II Guerra Mundial.

Ante tal perspectiva, deberían potenciarse condiciones a los dos lados del Estrecho de la Florida que promuevan una dinámica gradual pero consistente de aplicación de medidas —que se vayan incorporando de manera paulatina en la narrativa política de ambas sociedades— que propicien una interacción mucho más fluida entre ambos países. Ello tendría que priorizar no sólo al ámbito de las relaciones entre las ciudadanías de los dos países, donde se han producido avances perceptibles en los últimos años, sino sobre todo a las relaciones entre las más diversas instituciones del sector público cubano y estadounidense, donde sin lugar a dudas subyacen importantes, arraigados y —en muchos casos— legítimos prejuicios.

De todas formas, y precisamente por lo anterior, no debe dejarse de reiterar que los resultados de las negociaciones de los últimos dieciocho meses entre Estados Unidos y Cuba representan un viraje radical en los vínculos bilaterales entre ambas naciones, y son expresión de dosis muy elevadas de realismo y coraje político en el liderazgo de los dos países, lo cual tendrá impactos positivos no sólo para los ciudadanos de Cuba y de los Estados Unidos, sino también para el conjunto de las relaciones hemisféricas.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

Los acuerdos alcanzados en pro de la “normalización” de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos tendrán implicaciones directas para el entramado de las complejas y contradictorias relaciones interamericanas; pero también para la interacción tanto de Cuba como de los Estados Unidos con sus contrapartes en el hemisferio.

En primer lugar, porque el acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos libera a la “agenda política hemisférica” de la influencia perversa de uno de los elementos más controversiales que en los últimos años había estado en la base de la creciente desconexión y antagonismo entre muchos de los países de América Latina y el Caribe y la potencia del Norte. En definitiva, el rechazo al bloqueo estadounidense contra Cuba había venido concitando el apoyo y la solidaridad de los gobiernos latinoamericanos y caribeños en los más diversos foros regionales y multilaterales desde hacía años; y más recientemente, el proceso por excelencia de diálogo hemisférico al más alto nivel —las Cumbres de las Américas— parecía haber entrado en un período de franco deterioro en cuanto a relevancia y perdurabilidad si no se garantizaba la presencia del gobierno de Cuba en dicho cónclave. Por ende, la decisión de proceder al restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, ayuda a reconstruir una imagen más positiva de la nación y el gobierno norteamericanos frente a los de nuestra región, después de un período relativamente largo de creciente distanciamiento y acumulación de prejuicios.

Esto último, posibilitará un más amplio espacio en el hemisferio para que Estados Unidos introduzca con mayor fuerza algunos de sus temas prioritarios en términos de proyección exterior, como derechos humanos, gobernabilidad, y consolidación de la democracia. En efecto, tal y como lo señaló el comunicado de la Casa Blanca del 17 de diciembre, el Presidente Obama participará en la Cumbre de las Américas de Panamá, y estos temas serán tópicos claves en la misma. Más adelante, ese mismo texto apuntaba que la administración de los Estados Unidos daría la bienvenida a un “diálogo constructivo” entre los gobiernos asistentes acerca de los principios de la Cumbre, “consistentes con los compromisos asumidos en la Carta Democrática Interamericana”.

Por su parte, Cuba refuerza ahora su proceso de plena reincorporación al espacio latinoamericano y caribeño, que se había iniciado a mediados de los años 1970s con su participación como estado miembro del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), y que cobró nueva vida en la última década del siglo pasado con la membresía de nuestro país en la Asociación de Estados del Caribe (AEC) y luego en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). Esta re-incorporación de Cuba al espacio regional alcanzó su máxima expresión con la presidencia cubana de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la consolidación de relaciones diplomáticas y económicas con la totalidad de países de Latinoamérica y el Caribe.

La normalización de relaciones con Estados Unidos, y el previsible desmontaje de las sanciones económicas, comerciales y financieras mantenidas contra Cuba; amplía el espacio de maniobra económica cubana —no sin riesgos— en el contexto de las difíciles transformaciones que tienen lugar en el país como parte de la “actualización de su modelo”. También ello tendría un efecto positivo colateral para las relaciones de nuestro país con América Latina y el Caribe y el resto del mundo, en tanto se eliminarían posibles conflictos en las mismas derivadas de los efectos extraterritoriales que se le reconocen a las medidas de bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, las que en no pocos casos han obstaculizado las transacciones comerciales y financieras de entidades cubanas con empresas y bancos de terceros países.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

El grado de preparación —de las sociedades, de las culturas políticas, de los agentes económicos o de las instituciones públicas— para lidiar con el nuevo contexto de “normalización” paulatina en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, puede y debe ser objeto de un amplio espectro de análisis y opiniones, con seguridad muchas de ellas contradictorias.

A riesgo de ser esquemático, pudiera pensarse —en función de cómo se ha formulado esta pregunta— que el grado de preparación y/o disposición a asumir tanto las ventajas como los riesgos de una mayor interacción entre los dos países, es mayor en el caso del ciudadano común (cubano y estadounidense) como componente esencial de la sociedad, aunque esta obviamente no puede entenderse como la sumatoria los ciudadanos; que de la cultura política a ambos lados del Estrecho de la Florida. Entendida esta última como el conjunto de valores, ideas, costumbres y percepciones dominantes en un contexto histórico determinado acerca de la actividad de la sociedad para resolver los problemas que le plantea la convivencia colectiva; tanto la cultura política norteamericana como la de Cuba ha sido receptora y al mismo tiempo creadora de percepciones vinculadas directamente con las relaciones históricamente conflictivas entre los dos países.

Obviamente, lo anterior no es óbice para el moderado optimismo que las instituciones de ambos países deberían exhibir en el complejo proceso a largo plazo que permita avanzar decididamente en la “normalización” de las relaciones entre los dos países.

Por supuesto que Cuba tendrá que aprender paulatinamente a mirar a los Estados Unidos con menos prejuicios y con todos sus matices, tanto negativos como positivos. Por su parte, Estados Unidos tendrá que aprender a convivir con la Cuba actual, que tiene muy poco de la Cuba anterior al año 1961 cuando se rompieron las relaciones diplomáticas bilaterales; olvidándose de prácticas de antaño y reconociendo que los años de Revolución también han dejado herencias importantes para avanzar en el futuro. Esto último es además un activo que bien explotado, pudiera constituirse en una fortaleza para fertilizar paso a paso la nueva etapa que se abre en las relaciones bilaterales. La demostrada capacidad y el reconocimiento de Cuba para lidiar con importantes problemas a nivel regional e internacional (desde el enfrentamiento al tráfico ilegal de drogas, hasta la lucha contra el ébola) pueden ser componentes importantes de la agenda bilateral que bajo ciertas condiciones, pudieran potenciar una cooperación relevante de los dos países en instituciones y foros multilaterales para beneficio de terceros.

(XI) José Manuel Pallí. Abogadocubanoamericano.

¿Cuál es el significado de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Qué próximos pasos serían claves?

Lo ocurrido el 17D era sencillamente inevitable que ocurriera, pues la situación que teníamos hasta entonces era, por injustificable e incomprensible, insostenible.

Las nuevas reglas —publicadas el pasado viernes 16 de enero— del gobierno de los EEUU para regular las actividades de sus súbditos a la hora de interactuar con Cuba y con los cubanos, serán decisivas en la medida en que las autoridades cubanas decidan aprovechar ese llamado a la apertura del Presidente Obama. Y la decisión misma de restablecer las relaciones diplomáticas interrumpidas hace más de cincuenta años es, para mí, un indicio de cuál será la respuesta cubana a las nuevas regulaciones. Una actitud abierta y sin miedos de ambas partes sería ciertamente decisiva por lo que representa para todos los cubanos: una oportunidad. Y las oportunidades no sirven sino para una cosa: para aprovecharlas.

¿Cómo debemos aprovechar la oportunidad que tenemos delante nuestro los cubanos? Haciendo lo que no hemos hecho en más de medio siglo de polarización: dialogando y desgranando todos los temas y cuestiones que nos distancian, escuchándonos los unos a los otros dispuestos a que esa interacción modifique nuestra actitud frente a esos temas y cuestiones. Y me refiero a una interacción entre cubanos, entre todos ellos (sin exclusiones de ninguna especie), además de la interacción entre las dos naciones, Cuba y los EEUU, que ambos gobiernos dicen estar dispuestos a encarar.

El ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

El cuadro cambiara en la medida en que cambien las actitudes recíprocas, pero ese cambio será probablemente lento y difícil, porque la desconfianza entre ambas naciones no se genera a partir del 1º de enero de 1959, sino que tiene toda una historia detrás.

Al mismo tiempo, creo que los lazos entre ambas naciones —conflictivos como lo han sido durante toda su historia— han sido a la vez profundos y sólidos, cimentados en no poca medida en una corriente de afecto y admiración entre ambos pueblos. Yo no veo a la Revolución Cubana como una gesta libertaria frente a la influencia —con frecuencia nociva y desproporcionada— de los EEUU sobre Cuba. En 1959 la afinidad entre Cuba y los EEUU solo era superada por la existente entre Cuba y España, y si bien esa afinidad se ha visto erosionada por más de cincuenta años de desavenencias, nada nos impide a los cubanos y a los norteamericanos desandar ese camino sembrado de conflictos y buscar un re-encuentro, aun reconociendo que el mundo de hoy no es el mismo de hace sesenta años.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

Ni la insularidad de Cuba ni los esfuerzos de los EEUU por aislarla han logrado impedir que Cuba goce, hoy por hoy, de un protagonismo geopolítico en nuestro hemisferio quizás más marcado que en ningún otro momento de su historia.

Ese protagonismo ha sido crucial a la hora de detonar los acontecimientos del 17D, a través de la insistencia de prácticamente todas y cada una de nuestras naciones hermanas a la hora de solidarizarse con Cuba frente a las políticas coercitivas de los EEUU (el “blobargo”). Esa insistencia deberá continuar en la medida en que subsistan esas medidas coercitivas, que son vistas —y no solo por el resto de nuestro continente sino por prácticamente todas las naciones y autoridades morales del mundo— como injustas e indignas.

¿Qué tan pronto podrá modificarse el contexto actual? Eso es difícil de pronosticar, pues el camino que tenemos por delante, insisto, va a ser lento y sinuoso. Por eso considero que si hay una tarea que todos los cubanos debiéramos priorizar —especialmente quienes somos ciudadanos de los EEUU— es la tarea de liberar a Cuba de la política interna y electoral de los EEUU.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Veo a los sistemas políticos —a las culturas políticas— que rigen a ambas sociedades afectados por una fragilidad pronunciada, y sin una salida que no pase por cambios estructurales profundos del tipo que esos mismos sistemas políticos no acostumbran hacer. Y en el caso de los EEUU la curva es descendente en lo que hace a la efectividad de su sistema político, que es cada vez más disfuncional y hasta decadente; en el caso de Cuba, pudiera darse una situación inversa. Pero en ambos casos, y en mi humilde opinión, el tema pasa por una convicción que tiene que animar a ambas sociedades y a quienes las dirigen: nada tiene que ser exactamente como queremos que sea para ser mejor de lo que es.

Y esa misma convicción debiera prevalecer en el ánimo de las dos naciones a la hora emprender el camino que se abre ante ellas a partir de los acontecimientos del 17D.

(XII) Jorge Hernández Martínez. Sociólogo. Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU).

¿Cuál es el significado de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Qué próximos pasos serían claves?

La relación dinámica, dialéctica, entre posibilidad y realidad, es lo que le imprime la mayor significación al proceso en curso. No se trata de una formulación filosófica, sino de una expresión del sentido pragmático que acompaña a las relaciones interestatales, en muchas ocasiones concebido de forma unilateral y mecánica como antinomia de posiciones basadas en principios o compromisos ideológicos. La medida en que puede asumirse como viable la convivencia entre muchas y variadas diferencias, ante nuevos contextos, conlleva un enorme simbolismo. Es decisivo el soporte sobre el cual descansan las decisiones de ambas partes. La noción del imprescindible respeto a la soberanía nacional, la independencia, la integridad territorial y la capacidad de autodeterminación de Cuba, en condiciones de igualdad por encima de la asimetría histórica consustancial al viejo y prolongado conflicto bilateral, es de la mayor significación. El alcance humano del regreso a Cuba de los tres héroes es extraordinario. La liberación de Alan Gross es de gran repercusión. La manera en que Obama argumenta lo que lleva a reconsiderar la política hacia Cuba, dejando claros los intereses permanentes de los Estados Unidos, y las precisiones que hace Raúl con respecto a las reservas con que se debe comprender el momento y al imperialismo, son aspectos fundamentales a la hora de mirar a ambas partes. En un mundo cambiante y cambiado, es lógico el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Sin embargo, hablar de normalización tal vez sea demasiado fuerte e incluso, inexacto. No sólo por razones históricas, desde el punto de vista de que con anterioridad no hayan sido relaciones normales ni simétricas, sino porque se trata de dos países cuyas cosmovisiones, intereses nacionales, concepciones económicas, sistemas políticos, modelos culturales, en el presente y en el futuro previsible, son bien diferentes, contrapuestos, y hasta incompatibles. El proceso demuestra que es posible dejar atrás un anacronismo o aberración de la guerra fría. Las medidas que apuntan hacia una colaboración inicial y paulatina en planos como los de las comunicaciones, cuestiones técnicas, financieras, comerciales, migratorias, consulares, correo postal, internet, interdicción del narcotráfico, viajes turísticos, intercambios de diverso tipo, articulan un entramado importante, un entorno necesario, pero no suficiente. Otros pasos implican decisiones más complicadas, tanto por los cambios de enfoque que supone con respecto a la política exterior estadounidense, como por las dificultades en la implementación. Cuestiones como el bloqueo, entendido como sistema de leyes y regulaciones, el territorio ocupado en Guantánamo, el desempeño de actividades subversivas.

El ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

La etapa que comienza abre numerosas interrogantes. Se trata de un proceso que, por múltiples razones, será necesariamente gradual, probablemente signado por cierta lentitud, que avanzará entre acciones-reacciones calibradas, entre prejuicios, visiones estereotipadas, asumiendo que no se produzcan desencuentros profundos, que lleven consigo estancamiento o retroceso. Dejar atrás el síndrome de la fortaleza sitiada requerirá tiempo. Y entretanto, las nuevas relaciones estarán sometidas a constantes evaluaciones, bajo lentes gubernamentales que escrutarán en ambos países, a diario, el clima de confianza mutua que pueda irse configurando. Este proceso estará expuesto a vulnerabilidades de diverso signo, incluyendo las de naturaleza subjetiva, con fuertes componentes psicológicos, ideológicos, culturales. De ahí que el cuadro que se irá definiendo estará bajo la sombra de la incertidumbre. En cierto modo, puede concebirse como una secuencia de cambios. Los caminos a seguir serían, de momento, los de la profundización de los pasos que se han venido dando, la consolidación de los vínculos de limitada cooperación o colaboración que, de hecho, han estado desarrollándose sin mucho aspaviento ni divulgación, en planos que involucran cuestiones militares, migratorias, de seguridad. En la medida que se demuestre que es posible el avance en esos ámbitos, será viable creer que el mejoramiento de las relaciones no sólo es deseable, sino posible y efectiva. Cuesta trabajo pensar que el ritmo pueda concebirse, en esta etapa, más allá de un acompasado, progresivo, paso a paso.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

El conflicto entre Cuba y los Estados Unidos ha matizado todo el entorno hemisférico, desde los años de 1960 hasta la segunda década del siglo XXI. La posición que se tomara con respecto a la Revolución por parte de un país determinaba la amistad/enemistad con que la política estadounidense les tratara. La postura hostil de los sucesivos gobiernos de los Estados Unidos hacia Cuba, la posición firme de la Isla, han introducido siempre conflictividad en las relaciones interamericanas. En el actual escenario, de mantenerse una relación bilateral constructiva entre los dos países, sería lógico pensar que ello propiciaría un clima de mejor entendimiento y ciertos países latinoamericanos, favoreciendo ello los intereses declarados por los Estados Unidos de recuperar su influencia, fortalecer su liderazgo y desarrollar un clima de confianza en el hemisferio. A la vez, Cuba proseguiría su inserción latinoamericana, incrementando el respeto y apoyo que ha venido suscitando, de forma creciente, en los últimos años. Sin embargo, el radicalismo de determinados procesos, como el de Venezuela, con el que la Revolución Cubana tiene lazos profundos, podría seguir estimulando la agresividad estadounidense, y situaciones como esa enturbiarían la escena interamericana en no poco grado, pudiendo ello, al mismo tiempo, introducir fricciones, complicaciones, en la estabilidad del clima bilateral entre Cuba y los Estados Unidos. La próxima Cumbre de las Américas será un buen termómetro para medir la temperatura en ese aspecto.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Cuba ha estado preparada para convivir durante medio siglo en la confrontación con las políticas gubernamentales de los Estados Unidos, lo ha demostrado con creces. El proceso actual es fruto, en buena medida, de la firmeza y efectividad de las posiciones de firmeza, principios, de la Revolución, de su capacidad de defensa, de la consistencia de su política exterior y funcionalidad de sus concepciones de seguridad nacional, de la unidad interna. Vivir en ese “encuentro”, en el restablecimiento de relaciones, es un reto. Para muchos, el hecho es bastante sorpresivo, inesperado. Desde luego que la cultura política cubana, la sociedad en su conjunto, tiene ante sí una oportunidad, una vez más, de crecer. El desafío es enorme. El consenso político se ha forjado en pleno conflicto durante más de medio siglo. Quizás podría hablarse de los aspectos que propician y obstaculizan la reconstrucción de un consenso. En Cuba el tema de los Estados Unidos es de dominio público. Pero no sucede lo mismo al revés. El conocimiento del tema cubano en los Estados Unidos se limita a determinados círculos o medios. No obstante, allá y acá existen expectativas a favor y en contra. Las nuevas tecnologías de la información han anticipado, de cierta manera, ese “encuentro”, en numerosos ámbitos y en relación con los más diversos temas que conciernen a las realidades de ambos países. En términos de las dos sociedades y culturales, no se ha tratado de un conflicto amor/odio, aunque existen visiones sobre cada parte —estereotipadas o no, visiones del “otro”— en los imaginarios de ambos países. Ventajas y déficits son cosas muy relativas, con fuerte carga subjetiva, más allá de los beneficios en materia comercial, cultural, turística, por mencionar algunos

Wilfredo Cancio de Café Fuerte dice que no me ha bloqueado. ( IMAGEN)


Cuba: desempeño económico en 2014 y proyecciones para 2015 (IV)

Por Jose Luis Rodriguez*

En las entregas anteriores apuntábamos que el crecimiento previsto de la economía en el presente año se apoya en un fuerte incremento del financiamiento disponible para expandir las importaciones indispensables, lo que, unido a un aumento de la inversión extranjera, en un contexto de nuevas perspectivas en las relaciones con Estados Unidos, debe crear condiciones para asegurar un crecimiento del PIB superior al 4%.

El crecimiento previsto se apoya en una expansión de las inversiones en torno a 28%, cifra que supone un aumento de unos 1 631 millones de pesos, lo que a su vez demanda un mayor nivel de eficiencia en el uso de los recursos, a partir de una secuencia estable de los suministros y un cumplimiento riguroso de los cronogramas de ejecución. Esto no es un esfuerzo menor si se tiene en cuenta que los crecimientos alcanzados en los dos últimos años fueron del orden de 7%, a lo que se añade la presencia seguramente superior de los inversionistas foráneos que deberán recibir mayor atención.

Por otro lado, la expansión prevista en el plan demanda un incremento notable de la productividad del trabajo. También aquí el salto será significativo, tomando en consideración que se espera un crecimiento de 7,9% para 2015, mientras que los ritmos alcanzados en los últimos años han estado sobre 2%, con un crecimiento de 7,5% en el salario medio, básicamente en el sector empresarial, a diferencia de 2014, cuando tuvo una gran incidencia el aumento de salarios en el sector de la salud.

También deberá mejorar la eficiencia, con una reducción de la intensidad energética en torno a 1,6%.

En cuanto a los incrementos sectoriales del nuevo valor creado, destaca –en primer lugar– el crecimiento industrial planificado de 11,8% luego de la desaceleración sufrida desde 2012 y la contracción registrada el pasado año. En tal sentido, resulta estratégico que la manufactura aumente su peso en la creación del PIB desde el 15% actual a entre 20 y 25% en el futuro no lejano, para lograr avanzar en la sustitución de importaciones.

En el sector industrial también resulta significativo el crecimiento previsto en la industria azucarera, de 22% en esta zafra.

En la agricultura deberá lograrse un aumento de 4,1%, con un crecimiento destacable de la producción arrocera que llegaría a 377,2 mil toneladas, aún lejos del consumo nacional, que se ubica en torno a unas 800 mil toneladas anuales. El incremento global previsto no se reflejará en una disminución de la factura de importación de alimentos, que se prevé llegue a unos 2 250 millones de dólares –para un aumento de 7% sobre 2014–, en lo que inciden fuertemente los altos costos que debe pagar el país, incluyendo los gastos por concepto de seguro y el flete.

Otros sectores que muestran crecimientos de importancia son las construcciones (15,1%); el comercio (8,1%), incluyendo un aumento de 55% en el mayorista y un incremento de 4% en la circulación mercantil minorista, y la actividad de hoteles y restaurantes (7,6%).

A partir de las condiciones de financiamiento externo ya analizadas, se espera un crecimiento de 5% en las exportaciones de bienes y servicios, para lograr un estimado de 18 464 millones de dólares, que incluyen unos 515 millones de derivados del petróleo.

Por su parte, las importaciones deben aumentar 13,3% este año para totalizar unos 17 086 millones de dólares, dentro de lo cual se estiman los ya mencionados 2 250 millones por concepto de alimentos y alrededor de 4 300 en combustibles, aunque esta última cifra puede sufrir reducciones si continúa disminuyendo el precio del petróleo. De este modo, se espera contar con un saldo comercial positivo de 1 378 millones de dólares y un saldo de cuenta corriente prácticamente equilibrado.

Un último aspecto que se debe considerar es el posible impacto económico de las perspectivas que se abren en la relación con los Estados Unidos. No se espera un levantamiento del bloqueo de forma inmediata, tomando en cuenta que esa decisión descansa en el Congreso y no depende –en lo esencial– de una decisión presidencial. Adicionalmente, es previsible una fuerte oposición del segmento más reaccionario que actúa en los medios políticos de ese país, incluyendo los representantes de la extrema derecha de origen cubano.

No obstante, las acciones ejecutivas ya adoptadas por el presidente Obama deben producir algunos impactos económicos, entre los que cabe destacar los siguientes:

–El incremento en la cifra trimestral de remesas personales autorizadas, que se elevan de 500 a 2 mil dólares trimestrales, permite prever un aumento de estas durante este año.

–En las 12 categorías de viajes autorizadas a Cuba se flexibilizan –entre las más importantes– aquellas que corresponden a misiones de negocios y visitas académicas, las que, sumadas a las de visitas familiares de cubanoamericanos, pueden elevar la cifra de 386 367 visitantes en 2014 a una cantidad que rondaría el millón en el 2015.

–Los viajeros de Estados Unidos pueden introducir a través de las aduanas hasta 400 dólares de productos cubanos como souvenirs, de ellos 100 dólares en tabacos y ron.

–Se creó un lobby para impulsar las exportaciones de productos agrícolas a Cuba (Coalición Agrícola de Estados Unidos para Cuba), en estos momentos bajo las licencias específicas previstas por la legislación norteamericana, que no rompen el bloqueo. También se autorizan exportaciones de un grupo de bienes, específicamente dirigidos a promover el sector privado en Cuba.

–Finalmente, las acciones emprendidas por el gobierno de Barack Obama, y la expectativa de un levantamiento del bloqueo económico en un futuro, han impulsado nuevas iniciativas de negocios por empresarios de otros países ya presentes en Cuba, en lo que puede calificarse como una suerte de “efecto demostración” de la nueva situación creada.

El año 2015 comienza así con una serie de expectativas favorables para lograr un mejor desempeño económico en el país. No obstante, será determinante en ese propósito la elevación de la productividad del trabajo y la eficiencia económica interna, en un contexto en que, si bien mejora el clima de relaciones con Estados Unidos, estos no renuncian a su política dirigida a cambiar el régimen político en Cuba, y aún permanece el bloqueo económico sin modificaciones definitivas.

Ello plantea ciertamente la necesidad de adaptar la estrategia para continuar defendiendo el derecho al desarrollo del país, preservando su independencia y soberanía nacional en condiciones de nuevos desafíos y complejidades.


*El autor es asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial.- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/12067-cuba-desempeno-economico-en-2014-y-proyecciones-para-2015-iv#sthash.DSdnE9sC.dpuf

2015: el año del rearme nuclear

Por Adrián Mac Liman*

Mientras los indignados europeos trataban de (re)definir sus ya de por sí accidentadas relaciones con el Islam, confundiendo a veces terrorismo con tradicionalismo, las miradas de la Administración Obama se centraban en otro frente de batalla: el de la recalcitrante Rusia que, según los estrategas norteamericanos, se había dedicado a infringir las normas de seguridad transatlántica recogidas en el Acta Final de la Conferencia de Helsinki, que prohíbe la modificación de las fronteras mediante el uso de la fuerza o la amenaza. Para Washington, la anexión de Crimea y el conflicto de baja intensidad del Este de Ucrania constituyen violaciones flagrantes de los compromisos internacionales adquiridos por el Kremlin hace ya más de tres décadas.

Sí, es cierto: el mundo ha cambiado. En la década de los 70 del siglo pasado, los confines de los dos grandes bloques se situaban en el corazón de Alemania. Una división artificial con la que Occidente quería acabar. El propio general De Gaulle habló de la Europa desde el Atlántico hasta los Urales, de una Europa unida. Hoy en día, la Alianza Atlántica llega hasta el Mar Negro y el Báltico. Ucrania sigue siendo el tampón entre Rusia y Occidente. Pero, ¿hasta cuándo? La Unión Europea inyecta ingentes cantidades de dinero para reflotar la economía de un país que padece dos grandes males: lacorrupción y la intolerancia. Pero Ucrania es la pieza clave para la ofensiva hacia el Este, hacia la madriguera del oso ruso.

Hace unas semanas, tras la adopción de la enésima tanda de sanciones impuestas a Rusia por la Administración Obama y sus aliados europeos, el Presidente Putin anunció un cambio de rumbo en la política exterior del Kremlin. El mensaje resultaba a la vez sencillo y firme: “no hay que utilizar la fuerza contra Rusia; no nos vamos a arrodillar ante las potencias extranjeras”. Los hechos acompañaban las palabras. Submarinos en las aguas territoriales de los países vecinos, vuelos de reconocimiento en el espacio aéreo de los miembros de la Alianza, maniobras militares con armas convencionales y… misiles nucleares. Por si fuera poco, Rusia pretende modernizar su arsenal de misiles balísticos; Norteamérica anuncia el redespliegue de sus propias ojivas nucleares en suelo europeo. Washington acusa a Moscú de haber violado el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), firmado por las superpotencias en 1987. Por su parte, el Kremlin alude a las múltiples transgresiones estadounidenses, que el Pentágono desmiente rotundamente. La desconfianza reina.

El exsecretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, solía afirmar que el orden mundial depende de una sutil mezcolanza de Poder y Legitimidad. Parece que esa fórmula ha dejado de tener vigencia. Los analistas occidentales estiman, por su parte, que Putin “no descarta el uso de la fuerza”, considerando que la guerra es un componente lícito y racional, una mera continuación de la política empleando otros medios.

Conviene señalar que la Administración Obama optó por no dar la nota en el Este del Viejo Continente, enviando a los países de la línea del frente a la subsecretaria de Estado para Asuntos europeos, Victoria Nuland. Su misión: persuadir a los nuevos aliados de Washington que es preciso aceptar la presencia de instalaciones del escudo antimisiles en su territorio, aumentar los presupuestos de defensa y practicar políticas de trasparencia. Son deberes impuestos: el precio que hay que pagar por estar en el… bando de los buenos.

Desengáñese, estimado lector: no es un episodio más de la guerra fría. Se parece más bien a un conflicto ardiente. Con la agravante de que esta vez la amenaza nuclear vuelve a perfilarse en el horizonte.


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