Por Martin Van Den Borre
La cooperación, implantada en Quebec desde hace más de ciento setenta años, forma parte de la cultura y la historia del país. Diversificado y dinámico, el movimiento cooperativo quebequense cuenta con más de tres mil trescientas cooperativas en más de cincuenta sectores de actividad económica. Está estructurado en trece federaciones y confederaciones sectoriales que forman —conjuntamente con los grandes grupos cooperativos y mutualistas, así como con ciertas cooperativas no federadas— el Consejo Quebequense de Cooperación y Mutualidad (CQCM). Los montos de negocios y de activos consolidados de esas asociaciones ascienden a más de veinticinco mil millones y ciento setenta y tres mil millones de dólares respectivamente.[1]
La red de Cooperativas de Desarrollo Regional
Desde hace más de veinte años, una red de once cooperativas de desarrollo regional (CDR) constituye el recurso principal de desarrollo cooperativo en Quebec. Dicha red acompaña más de 80% de las nuevas cooperativas en la provincia, y las federaciones sectoriales, por su parte, garantizan el desenvolvimiento del 20% restante.[2] Desde que el gobierno les extendiera su reconocimiento formal, la red de las CDR ha permitido lanzar más de mil doscientas y crear o conservar una cifra superior a dieciséis mil empleos.[3]
La aparición de las primeras CDR coincide con el surgimiento y la formalización de nuevas formas de estructuras cooperativas, sobre todo las de trabajo, y con la necesidad de brindarles un seguimiento profesional especializado. Pero tal red, cuyo criterio de agrupación es regional, tiene como primera misión favorecer las operaciones recíprocas entre las diferentes formas de cooperativas de su territorio y promover la educación en este sector. Con más de cien empleados y mil cien asociaciones miembros, las CDR supervisan anualmente la creación y el desarrollo de más de un centenar de cooperativas sobre el conjunto del territorio quebequense. Una parte importante de esos proyectos se realiza a través de la transformación o la recuperación de empresas privadas.
La primera CDR de la región, la de Outaouais-Laurentides, fue fundada en 1974 como cooperativa de segundo nivel con el cometido de favorecer las operaciones recíprocas en su territorio. Cada año se encarga de entre diez y veinte nuevos proyectos de cooperativas en diversos sectores. Brinda servicios a más de ciento cuarenta cooperativas circunscritas en una extensión territorial de 50 000 km2, y cuya población supera los novecientos mil habitantes. En el transcurso de estos cuarenta años de labor, ha supervisado a más de cincuenta cooperativas en proyectos de compra y transformación de empresas de capital privado.
Las adquisiciones de empresas en el desarrollo cooperativo
Aun cuando la mayoría de las nuevas empresas cooperativas nacen con la puesta en marcha de nuevas empresas, una parte importante de ese desarrollo se realiza mediante la transformación o la compra (total o parcial) de empresas de capital privado.
La compra de empresas privadas por parte de las cooperativas desempeña diversos papeles en el desarrollo cooperativo quebequense pues permite: acelerar el proceso de creación de nuevas cooperativas, que las cooperativas existentes adquieran parte del mercado, la creación de modelos híbridos que faciliten la recaudación de nuevos capitales, manejar los riesgos asociados a la diversificación, bajar la barrera a la entrada en nuevos sectores de actividad, y constituir una forma de reanimación parcial o gradual de las empresas privadas por parte de los trabajadores, los consumidores o de ambos.
Son varias las motivaciones para proceder mediante adquisiciones. Pueden ser de índole puramente económica, social, o incluso política (como la democratización del trabajo o la resistencia al acaparamiento de ciertos sectores económicos por parte de las multinacionales). Pero en todos los casos, esas transformaciones comparten una democratización de la economía en el plano de la propiedad, de la toma de decisiones y del reparto de la riqueza.
Las CDR de Quebec están muy familiarizadas con esa realidad, elemento fundamental de su trabajo de acompañamiento. Sin embargo, aunque la adquisición de empresas de capital privado se ha utilizado como modo de desarrollo desde hace más de setenta años, no existen estudios que hayan analizado en profundidad los impactos cualitativos o cuantitativos de esas prácticas sobre el desarrollo de la cooperación o, más importante aún, su repercusión en la cultura del movimiento cooperativo en Quebec. Del mismo modo, las herramientas disponibles para la conversión de empresas privadas en cooperativas no son abundantes. Las que existen se concentran a menudo en los aspectos técnico-legales o de financiamiento. No obstante, los verdaderos desafíos asociados a estas transformaciones a menudo resultan evidentes después de que ha terminado la toma de posesión. Están relacionados con los retos de la gobernanza, la gestión y la vida asociativa, así como el de la modificación de la cultura capitalista en dirección a los valores de la cooperación. Con frecuencia, las expectativas de los cooperativistas crecen (y con razón) en lo que respecta a la oportunidad de poder influir en la vida democrática de su empresa. Pero ese cambio de cultura requiere —también él mismo— un asesoramiento sostenido de la educación y de la formación. Es un proceso intensivo, al que hay que dedicar tiempo y recursos y que hay que comprender y contextualizar bien. La experiencia demuestra que, si fracasa, puede poner en peligro el éxito de estos proyectos.
La reanimación de empresas: un desafío de envergadura
En la actualidad, la situación en materia de reanimación de empresas resulta crítica en Quebec: en los próximos diez años, más de veinticinco mil empresarios privados pasarán a la jubilación.[4] Por consiguiente, otras tantas pequeñas y medianas empresas estarán buscando reanimación. Varios actores políticos, económicos y sociales de la provincia se preparan con vistas a afrontar el problema.
El desafío es grande, pero representa una oportunidad de crecimiento y de desarrollo importante para el movimiento. Asimismo, volver a echar a andar las empresas privadas en forma de cooperativas puede presentar innegables ventajas para la región de Quebec: las cooperativas están enraizadas en su medio, sus excedentes se distribuyen localmente, son menos vulnerables a las adquisiciones extranjeras y tienen una tasa de supervivencia dos veces mayor que la de las empresas privadas.[5]
En este contexto, varias iniciativas han sido sugeridas o puestas en práctica para ayudar al movimiento cooperativo a enfrentar este reto, sobre todo la muy reciente creación, por parte del CQCM, del Grupo Reanimación Cooperativa, cuyo objetivo es apoyar los procesos de reanimación de empresas privadas en cooperativas en el territorio.
¿Frente a esos desafíos y oportunidades cuál es la experiencia de las CDR y de las federaciones sectoriales en materia de reanimación y de adquisición de empresas privadas por cooperastivas? En cuarenta años de historia las cooperativas miembros de la CDR Outoauais-Laurentides han acumulado una amplia experiencia en relación con estas transformaciones, que evidencian las particularidades, así como las contradicciones que estas formas de desarrollo conllevan.
La industria funeraria: un modelo de resistencia a las multinacionales
Si existe un sector de actividad económica que pone de relieve lo absurdo de la economía mercantil capitalista, es sin duda el de los servicios funerarios. Las cooperativas de consumidores están presentes en el mercado funerario quebequense desde 1942 y su misión es ofrecer a sus miembros servicios funerarios de calidad al menor costo posible. La provincia cuenta actualmente con más de veintitrés cooperativas funerarias, que agrupan a más de doscientos setenta mil miembros. Ese movimiento fue y sigue siendo un formidable instrumento de resistencia frente a la mercantilización abusiva del sistema funerario por parte de las multinacionales.
En el decenio de los 90, varias multinacionales norteamericanas emprendieron una ofensiva para adquirir empresas funerarias quebequenses, un mercado hasta entonces ocupado principalmente por una multitud de pequeñas y medianas empresas familiares. Para ellas, representaba un mercado significativo pues Quebec enfrenta un fenómeno de marcado envejecimiento poblacional (el más alto del mundo después de Japón). En busca de crecimiento y de abarcar nuevas porciones del mercado, multinacionales como Service Corporation International (SCI) y Société Stewart compraban al año hasta quince de estas empresas. En menos de quince años acapararon cerca de 40% del mercado de la provincia y en ciertas regiones constituían casi monopolios e imponían precios injustos para los consumidores.
Frente a esa situación, la Federación de Cooperativas Funerarias de Quebec lanzó en 1997 su propia ofensiva. La estrategia consistía en bajar los precios; ello provocó una caída del costo de los funerales equivalente a entre 20% y 40% según los mercados. Las multinacionales, que, al cotizarse en la bolsa, tienen que generar altos rendimientos financieros para satisfacer a sus inversionistas, se vieron debilitadas por el repentino descenso de los márgenes de beneficios y comenzaron poco a poco a vender sus instalaciones. Entonces el sector cooperativo, apoyado por la Federación, estaba listo para comprar, y, en poco tiempo empezó a adquirir más de cinco empresas por año.
Lo anterior le permitió a la Cooperativa Funeraria de Outaouais, una de las que más activamente ha participado de tal estrategia, asumir el control de 75% del mercado regional y convertirse en la primera cooperativa en poseer su propio cementerio. Esto posibilitó que las cooperativas funerarias actúen como reguladoras del mercado, pues crean valor no solamente para sus miembros sino también para los consumidores. Su desarrollo persiste hasta ahora y su éxito es uno de los más emblemáticos del modelo cooperativo quebequense.
No obstante, la experiencia de las funerarias —al igual que otras cooperativas organizadas en torno al consumo— plantea la cuestión del reparto equitativo de la riqueza entre los consumidores y los trabajadores, asunto que, en un modelo centrado exclusivamente en el consumo y cuya principal preocupación es garantizar bajos precios, solo puede resolverse mediante una lógica sindical. Aunque la fórmula de la cooperativa de solidaridad[6] pudiera permitir un arreglo de copropiedad y de cogestión entre los trabajadores y los consumidores, las del sector funerario han evitado hasta el momento esa vía. El desarrollo de estas, al igual que lo logrado en los sectores federados, tiende a hacerse por «clonación», es decir, mediante la reproducción exacta del mismo modelo de organización, funcionamiento y estrategia comercial. Aunque hoy en día las cooperativas de solidaridad constituyen más de 60% de las nuevas que se crean, el renglón del consumo vacila en lo que respecta a integrar a los trabajadores en la propiedad y en el gobierno de sus cooperativas.
El sector alimentario y los servicios de proximidades
La red de Cooperativas de Desarrollo Regional
Desde hace más de veinte años, una red de once cooperativas de desarrollo regional (CDR) constituye el recurso principal de desarrollo cooperativo en Quebec. Dicha red acompaña más de 80% de las nuevas cooperativas en la provincia, y las federaciones sectoriales, por su parte, garantizan el desenvolvimiento del 20% restante.[2] Desde que el gobierno les extendiera su reconocimiento formal, la red de las CDR ha permitido lanzar más de mil doscientas y crear o conservar una cifra superior a dieciséis mil empleos.[3]
La aparición de las primeras CDR coincide con el surgimiento y la formalización de nuevas formas de estructuras cooperativas, sobre todo las de trabajo, y con la necesidad de brindarles un seguimiento profesional especializado. Pero tal red, cuyo criterio de agrupación es regional, tiene como primera misión favorecer las operaciones recíprocas entre las diferentes formas de cooperativas de su territorio y promover la educación en este sector. Con más de cien empleados y mil cien asociaciones miembros, las CDR supervisan anualmente la creación y el desarrollo de más de un centenar de cooperativas sobre el conjunto del territorio quebequense. Una parte importante de esos proyectos se realiza a través de la transformación o la recuperación de empresas privadas.
La primera CDR de la región, la de Outaouais-Laurentides, fue fundada en 1974 como cooperativa de segundo nivel con el cometido de favorecer las operaciones recíprocas en su territorio. Cada año se encarga de entre diez y veinte nuevos proyectos de cooperativas en diversos sectores. Brinda servicios a más de ciento cuarenta cooperativas circunscritas en una extensión territorial de 50 000 km2, y cuya población supera los novecientos mil habitantes. En el transcurso de estos cuarenta años de labor, ha supervisado a más de cincuenta cooperativas en proyectos de compra y transformación de empresas de capital privado.
Las adquisiciones de empresas en el desarrollo cooperativo
Aun cuando la mayoría de las nuevas empresas cooperativas nacen con la puesta en marcha de nuevas empresas, una parte importante de ese desarrollo se realiza mediante la transformación o la compra (total o parcial) de empresas de capital privado.
La compra de empresas privadas por parte de las cooperativas desempeña diversos papeles en el desarrollo cooperativo quebequense pues permite: acelerar el proceso de creación de nuevas cooperativas, que las cooperativas existentes adquieran parte del mercado, la creación de modelos híbridos que faciliten la recaudación de nuevos capitales, manejar los riesgos asociados a la diversificación, bajar la barrera a la entrada en nuevos sectores de actividad, y constituir una forma de reanimación parcial o gradual de las empresas privadas por parte de los trabajadores, los consumidores o de ambos.
Son varias las motivaciones para proceder mediante adquisiciones. Pueden ser de índole puramente económica, social, o incluso política (como la democratización del trabajo o la resistencia al acaparamiento de ciertos sectores económicos por parte de las multinacionales). Pero en todos los casos, esas transformaciones comparten una democratización de la economía en el plano de la propiedad, de la toma de decisiones y del reparto de la riqueza.
Las CDR de Quebec están muy familiarizadas con esa realidad, elemento fundamental de su trabajo de acompañamiento. Sin embargo, aunque la adquisición de empresas de capital privado se ha utilizado como modo de desarrollo desde hace más de setenta años, no existen estudios que hayan analizado en profundidad los impactos cualitativos o cuantitativos de esas prácticas sobre el desarrollo de la cooperación o, más importante aún, su repercusión en la cultura del movimiento cooperativo en Quebec. Del mismo modo, las herramientas disponibles para la conversión de empresas privadas en cooperativas no son abundantes. Las que existen se concentran a menudo en los aspectos técnico-legales o de financiamiento. No obstante, los verdaderos desafíos asociados a estas transformaciones a menudo resultan evidentes después de que ha terminado la toma de posesión. Están relacionados con los retos de la gobernanza, la gestión y la vida asociativa, así como el de la modificación de la cultura capitalista en dirección a los valores de la cooperación. Con frecuencia, las expectativas de los cooperativistas crecen (y con razón) en lo que respecta a la oportunidad de poder influir en la vida democrática de su empresa. Pero ese cambio de cultura requiere —también él mismo— un asesoramiento sostenido de la educación y de la formación. Es un proceso intensivo, al que hay que dedicar tiempo y recursos y que hay que comprender y contextualizar bien. La experiencia demuestra que, si fracasa, puede poner en peligro el éxito de estos proyectos.
La reanimación de empresas: un desafío de envergadura
En la actualidad, la situación en materia de reanimación de empresas resulta crítica en Quebec: en los próximos diez años, más de veinticinco mil empresarios privados pasarán a la jubilación.[4] Por consiguiente, otras tantas pequeñas y medianas empresas estarán buscando reanimación. Varios actores políticos, económicos y sociales de la provincia se preparan con vistas a afrontar el problema.
El desafío es grande, pero representa una oportunidad de crecimiento y de desarrollo importante para el movimiento. Asimismo, volver a echar a andar las empresas privadas en forma de cooperativas puede presentar innegables ventajas para la región de Quebec: las cooperativas están enraizadas en su medio, sus excedentes se distribuyen localmente, son menos vulnerables a las adquisiciones extranjeras y tienen una tasa de supervivencia dos veces mayor que la de las empresas privadas.[5]
En este contexto, varias iniciativas han sido sugeridas o puestas en práctica para ayudar al movimiento cooperativo a enfrentar este reto, sobre todo la muy reciente creación, por parte del CQCM, del Grupo Reanimación Cooperativa, cuyo objetivo es apoyar los procesos de reanimación de empresas privadas en cooperativas en el territorio.
¿Frente a esos desafíos y oportunidades cuál es la experiencia de las CDR y de las federaciones sectoriales en materia de reanimación y de adquisición de empresas privadas por cooperastivas? En cuarenta años de historia las cooperativas miembros de la CDR Outoauais-Laurentides han acumulado una amplia experiencia en relación con estas transformaciones, que evidencian las particularidades, así como las contradicciones que estas formas de desarrollo conllevan.
La industria funeraria: un modelo de resistencia a las multinacionales
Si existe un sector de actividad económica que pone de relieve lo absurdo de la economía mercantil capitalista, es sin duda el de los servicios funerarios. Las cooperativas de consumidores están presentes en el mercado funerario quebequense desde 1942 y su misión es ofrecer a sus miembros servicios funerarios de calidad al menor costo posible. La provincia cuenta actualmente con más de veintitrés cooperativas funerarias, que agrupan a más de doscientos setenta mil miembros. Ese movimiento fue y sigue siendo un formidable instrumento de resistencia frente a la mercantilización abusiva del sistema funerario por parte de las multinacionales.
En el decenio de los 90, varias multinacionales norteamericanas emprendieron una ofensiva para adquirir empresas funerarias quebequenses, un mercado hasta entonces ocupado principalmente por una multitud de pequeñas y medianas empresas familiares. Para ellas, representaba un mercado significativo pues Quebec enfrenta un fenómeno de marcado envejecimiento poblacional (el más alto del mundo después de Japón). En busca de crecimiento y de abarcar nuevas porciones del mercado, multinacionales como Service Corporation International (SCI) y Société Stewart compraban al año hasta quince de estas empresas. En menos de quince años acapararon cerca de 40% del mercado de la provincia y en ciertas regiones constituían casi monopolios e imponían precios injustos para los consumidores.
Frente a esa situación, la Federación de Cooperativas Funerarias de Quebec lanzó en 1997 su propia ofensiva. La estrategia consistía en bajar los precios; ello provocó una caída del costo de los funerales equivalente a entre 20% y 40% según los mercados. Las multinacionales, que, al cotizarse en la bolsa, tienen que generar altos rendimientos financieros para satisfacer a sus inversionistas, se vieron debilitadas por el repentino descenso de los márgenes de beneficios y comenzaron poco a poco a vender sus instalaciones. Entonces el sector cooperativo, apoyado por la Federación, estaba listo para comprar, y, en poco tiempo empezó a adquirir más de cinco empresas por año.
Lo anterior le permitió a la Cooperativa Funeraria de Outaouais, una de las que más activamente ha participado de tal estrategia, asumir el control de 75% del mercado regional y convertirse en la primera cooperativa en poseer su propio cementerio. Esto posibilitó que las cooperativas funerarias actúen como reguladoras del mercado, pues crean valor no solamente para sus miembros sino también para los consumidores. Su desarrollo persiste hasta ahora y su éxito es uno de los más emblemáticos del modelo cooperativo quebequense.
No obstante, la experiencia de las funerarias —al igual que otras cooperativas organizadas en torno al consumo— plantea la cuestión del reparto equitativo de la riqueza entre los consumidores y los trabajadores, asunto que, en un modelo centrado exclusivamente en el consumo y cuya principal preocupación es garantizar bajos precios, solo puede resolverse mediante una lógica sindical. Aunque la fórmula de la cooperativa de solidaridad[6] pudiera permitir un arreglo de copropiedad y de cogestión entre los trabajadores y los consumidores, las del sector funerario han evitado hasta el momento esa vía. El desarrollo de estas, al igual que lo logrado en los sectores federados, tiende a hacerse por «clonación», es decir, mediante la reproducción exacta del mismo modelo de organización, funcionamiento y estrategia comercial. Aunque hoy en día las cooperativas de solidaridad constituyen más de 60% de las nuevas que se crean, el renglón del consumo vacila en lo que respecta a integrar a los trabajadores en la propiedad y en el gobierno de sus cooperativas.
El sector alimentario y los servicios de proximidades