"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

miércoles, 3 de octubre de 2012

El verdadero Romney asoma

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Como muchos han estado señalando, el comentario de Mitt Romney sobre el "47%" no fue distinto de lo que continuamente se les oye decir a Rush Limbaugh y otros por el estilo. Pero tengan presente que Romney estaba hablando a la superélite financiera y daba toda la impresión de creer en lo que decía. (Suelo desestimar los análisis basados en la impresión que transmite alguien y nunca le daría a esto demasiada importancia, pero el Mitt Romney de este vídeo estaba mucho más relajado y se expresaba mejor que el tipo que estamos acostumbrados a ver).
Lo que esto indica claramente es que los maestros del universo, y el propio maestro Mitt, realmente se creen todo esto (lo cual es bastante curioso). Su tropo de los “tipos con suerte” referido a las personas que dependen del Gobierno y no pagan el impuesto sobre la renta es clara y evidentemente una tontería. Igual de evidente es que fue creado inicialmente en un intento de embaucar a la gente que no es lo bastante lista.
Era y es lo que el novelista George Orwell llamaba, en 1984, “prolealimento”: basura destinada a las masas ignorantes (deliberadamente ignorantes); las personas que están dispuestas a creer al instante que siempre hemos estado en guerra con Asia Oriental.
Sin embargo, según la visión de Orwell, el partido, y especialmente el partido interior, no debía tragarse estas paparruchadas. Se suponía que debía entender el programa y la visión auténticos del partido.
Así que es realmente una revelación ver a Romney y sus amigos tragándose de manera evidente todo el prolealimento. Aquí la noticia no está realmente en su falta de empatía; se encuentra en su burda ignorancia.

La economía política de la redistribución
A Mitt Romney le están atacando, y con razón, por afirmar que la redistribución es antiestadounidense. Por supuesto que redistribuimos, y llevamos generaciones haciéndolo en una medida considerable.
Medicare, por ejemplo, es en la práctica un programa marcadamente redistributivo: se mantiene con un impuesto sobre la nómina (y otros ingresos) en el cual la cantidad que uno paga depende de sus ingresos, pero ofrece unos beneficios que solo dependen de los gastos médicos. ¡De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades!
Así que, no, el presidente Obama no es un radical por indicar que deberíamos seguir haciendo lo que ya estamos haciendo; los verdaderos radicales son las personas de la derecha que quieren declarar ilegítima gran parte de lo que nuestros Gobiernos han estado haciendo estas tres últimas generaciones.
La verdadera pregunta —posiblemente la pregunta fundamental de nuestra economía política— es cuánto redistribuimos. Y es tan interesante como importante intentar entender el modo en que se toma esa decisión.
Hay una cantidad considerable de material publicado que hace uso de algo similar al modelo siguiente:
1. El Gobierno recauda impuestos de todo el mundo, por ejemplo, una proporción constante de la renta.
2. Usa esos ingresos para pagar ayudas que todo el mundo recibe.
3. Los votantes eligen a los partidos en función de cuál ofrezca el programa de impuestos/ayudas que más se acerque al que maximiza su propia utilidad.
4. El resultado final refleja las preferencias del votante medio.
Esta clase de modelo indica que el votante medio querrá, de hecho, la redistribución siempre que sus ingresos —ingresos medios— estén por debajo de la renta media porque, en ese caso, ganará más de lo que perderá gracias a la pequeña redistribución. Y esta condición siempre se cumple porque la distribución de la renta está sesgada hacia la derecha (hay personas con ingresos de un millón de dólares por encima de la media, pero nadie con ingresos de un millón por debajo de la media).
Pero en ese caso, ¿no se inclinaría el votante medio por la redistribución completa, con toda la renta gravada y luego repartida en forma de ayudas? No, por los incentivos: un impuesto demasiado alto no fomentaría el esfuerzo y reduciría los ingresos generales. Así que hay una compensación que conduce a cierto grado equilibrado de redistribución.
Bueno, debería resultar evidente que, aunque este modelo es bonito, falla estrepitosamente en cuanto a su realismo. Por un lado, los modelos políticos basados en el votante medio indican que los partidos deberían converger en políticas similares; el hecho es que están polarizados. Aparte de eso, el modelo indica que una mayor desigualdad en las rentas debería conducir a más redistribución.
Lo que vemos en la práctica, sin embargo, es que los países europeos con relativamente pocas desigualdades hacen mucha más redistribución que Estados Unidos, con sus grandes desigualdades, y que, a medida que Estados Unidos se ha vuelto más desigual, su sistema de impuestos y transferencias se ha hecho menos redistributivo, no más.
No creo que tengamos una explicación completa para estos extraños hechos. Pero el modelo sigue siendo útil para reflexionar sobre el mundo político en el que vivimos. En concreto, imagínense que son ustedes mercenarios a sueldo del extremo derecho de la distribución de la renta.
¿Qué harían para intentar impedir que los votantes medios se diesen cuenta de que se beneficiarían de un sistema más parecido al europeo? Bueno, harían todo lo que pudiesen para exagerar los efectos contraproducentes de los impuestos más altos, mientras intentan convencer a los votantes con rentas medias de que las ayudas de los programas gubernamentales van a parar a otras personas. Y, al mismo tiempo, harían todo lo que pudiesen para privar del derecho al voto a los ciudadanos con rentas más bajas, de modo que el votante medio tuviese unos ingresos más altos que los del ciudadano medio.
Hasta ahora, los esfuerzos en este sentido han tenido un éxito considerable en Estados Unidos. Pero los agentes de la derecha están claramente preocupados por que su racha de éxito de tres décadas pueda estar llegando a su fin.
© 2012 The New York Times
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