José Ramón Machado Ventura, el dirigente partidista que más cerca ha estado de la obra de la UJC, aseguró a este diario que la organización, a punto de celebrar su X Congreso, tendrá mayor liderazgo en la medida en que se haga escuchar más y los jóvenes confíen en lo que dice
Yuniel Labacena Romero
El hombre con fama de «fuerte», a quien el mismo Raúl le ha reconocido públicamente esa característica, llegó sonriente, jocoso, bromeando de lo desproporcionado de las tazas en que nos habían brindado el café, como si adivinara que, como todo principiante en el oficio, los nervios me aguijoneaban.
Indagó con el fotógrafo cuál sería el espacio más indicado para sentarse en la amplia mesa del salón de reuniones, pues se percató de que la iluminación era deficiente.
¿Cómo hacemos esto?, me interrogó en el mismo momento en que mi vista intentaba atrapar la solemne humildad del espacio, donde resaltaba una foto de Fidel, el líder al que admira y sigue desde los años juveniles.
«Voy a tratar de ser lo más concreto posible», dijo José Ramón Machado Ventura antes de iniciar una entrevista que terminó siendo una especie de conversación muy familiar, incluso por momentos paternal, en la que confesó que duerme unas cinco horas al día, «porque los viejos duermen poco», y que a veces se aburre de trabajar en la oficina y se lleva los papeles para la casa, donde «con un ojo leo los documentos y con el otro sigo la televisión».
Fueron dos horas de diálogo con el dirigente partidista que por casi 40 años ha estado más cerca de la labor de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), vanguardia de la juventud cubana a punto de celebrar su X Congreso.
—Acerca de las ideas socialistas ha habido un gran debate a lo largo de la Historia. ¿Cómo vivió en su juventud esos análisis? ¿Cómo llega a asumir este ideal?
—En la juventud nuestra se hablaba poco del socialismo. Eran los años 40 del pasado siglo; yo tenía 15 años y estaba en el bachillerato. En aquellos momentos lo que se hablaba y lo que podías conocer eran algunas cosas muy limitadas de la prensa. Los intelectuales eran fundamentalmente quienes hablaban del socialismo y, aunque no fueran de izquierda, hacían análisis.
«En aquella etapa comencé a conocer las ideas de Mella, de Villena, y cuando había ciertos aniversarios cerrados se realizaban actos. Lo que conocí fue también de antiguos militantes del Partido Comunista. Eran pocos donde vivía, pero ellos tenían dirigentes que les enviaban información. Había veces en que los muy pobres, que no poseían ni un nivel primario de educación, te hablaban de la explotación, de la plusvalía y de lo que era el socialismo, de una forma muy empírica.
«Mi familia me trasladó un sentimiento antiimperialista muy fuerte. Mi padre estaba bien claro del papel de los americanos, de cómo intervinieron en Cuba, y de cuando los mambises no pudieron entrar en Santiago. También en el pueblo había unos cuantos veteranos de la guerra. Hablando con ellos conocí de su frustración en aquellos años de lucha contra el colonialismo español.
«A esto contribuyó igualmente la Segunda Guerra Mundial, cuando se hablaba del fascismo y del nazifascismo. A la sazón ya sí leía los periódicos sobre la primera guerra en Vietnam. Muy pocos defendían la causa de ese pueblo; sin embargo, uno iba captando las impresiones de aquella contienda.
«Al llegar a la Universidad fui comprendiendo más y mejor lo que era el socialismo. Se analizaba lo que podía ser o no, todo ello matizado por muchos prejuicios, de los que no escapaba yo, porque los medios que había en Cuba, dominados por Estados Unidos y la gran burguesía, difundían otra realidad. Ya en la Universidad, en medio de las luchas contra los gobiernos corruptos, comencé a ver las cosas de otro modo, me daba cuenta de que había que hacer algo distinto si queríamos resolver el problema de nuestra verdadera independencia.
«En ese sitio, escuché a compañeros que tenían vínculos con algunos intelectuales como Alfredo Guevara, y después con Fidel —quien ha dicho en más de una ocasión por qué no se manifestaba entonces abiertamente como un socialista o un comunista—, y entendí lo que verdaderamente era luchar por el socialismo como sistema.
«Llegué a esas ideas por la vía del patriotismo, que es esencial, bebiendo de la historia de las guerras independentistas y de sus mambises, pues a muchos los conocí personalmente. Cuando iban a mi casa, muchacho al fin, me ponía a escuchar sus anécdotas. Otro elemento que me permitió asumir el ideal socialista fue el vínculo con el medio donde me desarrollaba, me refiero a los pobres que acudían a los hospitales; eso no puede faltar, porque hay que tener sensibilidad. También por trabajar con jefes que eran burgueses, y captaba casi a diario cómo menospreciaban a los que no pertenecían a su clase social.
«Aunque no fui de esos jóvenes que pasaron hambre a pesar de que la vida de mi familia no era holgada desde el punto de vista económico, siempre me identifiqué con la causa de los más humildes. Vi a mucha gente morir de hambre, incluso amigos. Todas esas cosas las iba grabando en mi mente, y me fueron llevando a una manera de pensar distinta y a tener una preocupación por todo lo social.
«Siempre tuve por dentro el bichito de la justicia. Por eso nunca estuve conforme con la manera en que veía cómo se trataba a la gente pobre. Todos estos elementos llevaron a que mis ideas socialistas se consolidaran y luego se solidificaran con la etapa de la lucha revolucionaria. Ahí está la propia lucha en la Sierra Maestra donde, interactuando con esos jóvenes obreros y campesinos, entendimos más la grave situación del país. De toda esa etapa uno salió más fuerte, y estábamos más claros desde el punto de vista ideológico de lo que se tenía que hacer, no solo aquella idea de derrocar a la dictadura de Batista, sino de lograr la justicia social para todos con el triunfo revolucionario.
«Fundamental fue el ejemplo de Fidel. La mayoría de la gente no tenía mucho conocimiento teórico, pero por la solidaridad que generaban los problemas de la guerra y su situación de pobreza tenían un sentimiento patrio formado. En el orden práctico aspiraban a cambiar los años de politiquería, pues sabían que todo el que llegaba al poder era para hacerse rico y que no cumplían lo que prometían. En encausar esos sueños, nuestro Fidel desempeñó un papel fundamental, pues comprendió que la inmensa mayoría del pueblo tenía otra forma de ver las cosas.
«Fidel percibió eso, y una de sus virtudes extraordinarias es que unió al pueblo fuera de cualquier partido u organización política. Interpretó todo lo que había que hacer en este país. Así lo hizo y lo demostró incluso después del triunfo de la Revolución, cuando hubo que realizar un trabajo muy fuerte, pues se arrastraban tendencias del pasado. Fidel fue maestro en eso; buscó la manera de unir al pueblo cubano y llevarlo al camino donde estamos hoy».
—Entonces, ¿qué le diría a un joven a quien quisiera enamorar para esta causa?
—Lo primero que uno tiene que ser es patriota. Conocer sus orígenes y antepasados, saber de dónde y cómo salió; después tienes que ser sensible, rebelarte ante la injusticia. El joven debe tener preocupaciones sociales, las que pueda, las que tenga en su medio, conocer del resto del mundo, leer entre líneas para captar todo lo que está a su alrededor.
«El joven tiene que tener también criterios propios, discutirlos; tiene que pensar, además, que el socialismo es el futuro, porque el capitalismo se sabe lo que es y hasta dónde va a llegar. Sin embargo, del socialismo todavía están por descubrirse muchas cosas: no es perfecto, hay que modificarlo. La vida nos está demostrando que ha sufrido embates, quizá no en su doctrina, en los hombres sí, pero está en el camino de su perfección.
«Si uno quiere hablarle del socialismo a ese joven tiene que hablarle también de futuro, de sentimientos solidarios, darle ideas de lo que es el consumismo, de las verdaderas desigualdades. No todo el mundo puede tener lo mismo, aunque las desigualdades tampoco pueden ser extremas. El joven tiene que darse cuenta de hasta dónde se puede llegar, saber lo que está a su alcance y lo que no.
«Los jóvenes hoy en día tienen mucha más preparación de la que teníamos nosotros, no solo en el orden práctico, pues han nacido y vivido en una Revolución que uno no conoció. Además tienen abuelos que les pueden contar de sus años en el capitalismo, de lo que vivieron cuando Cuba era dominada por dictaduras sangrientas. Si quieres enamorar a un joven por este camino hay que hablarle de esa forma, que sepan que todavía tenemos dificultades, pero no son comparables con las de aquella época. A la juventud hay que hablarle además, de lo que viene ahora».
—Desde sus responsabilidades partidistas usted es el dirigente que más tiempo y más cerca ha estado del quehacer de la Juventud Comunista. ¿A qué nunca debería renunciar y de qué usted la despojaría para que ejerza un liderazgo auténtico en un país y un mundo donde se acrecientan las complejidades políticas, económicas, sociales, filosóficas...?
—En lo bueno y lo malo que haya pasado con la organización yo tengo responsabilidad. Debemos comenzar hablando de su participación en todas las tareas, incluso en las misiones de la guerra revolucionaria; en ningún momento nosotros hemos tenido algún tipo de confrontación con la juventud. Los llamados que le hicimos en los primeros años de la Revolución tuvieron una respuesta masiva, como ha sucedido ahora. La juventud siempre ha estado en la vanguardia.
«Ha habido problemas de hombres, de determinados compañeros que en distintas etapas no han llevado las cosas como deben ser, por distintos problemas: motivos personales, falta de fidelidad, egoísmo de tipo personal, pero ha sido en hombres; no ha existido problema con la organización en sí, pues la participación desde el inicio es con una visión comprometida y con mucha fidelidad revolucionaria.
«Donde han existido problemas con la Juventud la culpa es de nosotros, por el contenido que les hemos dado en distintos momentos a determinadas tareas; porque después no se les dio seguimiento, o se les dieron tareas que no las podían llevar hasta su etapa final, pero ellos han respondido y no han sido problemas propios. Tenemos que reconocer que nunca ha existido una negativa. No conozco un lugar de Cuba donde digan que aquí los jóvenes se negaron a tal tarea; no existe.
«Han existido dificultades de estructura, en los enfoques que se han dado para las orientaciones a la hora de realizar el crecimiento; no eran lo más objetivos posible y había ciertos facilismos, y también en las edades de ingreso a la UJC. En ocasiones han existido problemas de composición de la juventud, poco vínculo con los jóvenes trabajadores y se fue fuerte con las sanciones, con las que se le exigió al militante como si fuera un hombre muy maduro, como si tuviera 60 años de edad, sin pensar que con 16 o 17 años estaban en la organización.
«De todos esos excesos hubo años atrás, y eso duele. Por suerte se ha venido rectificando en esta época. En ello influyeron también algunas direcciones, personas que se desviaron, otros que tenían otro punto de vista, basando todo en las cuestiones de entretenimiento y las diversiones para lograr las cosas, sin pensar que todo tiene un límite y hay que tener presente el aspecto económico.
«Para que la organización y su juventud ejerzan un liderazgo auténtico tienen que despojarse del individualismo, y estudiar y tener conocimiento hasta donde sea posible; no quiere decir que todo el mundo tenga una carrera o sea universitario. Si quieres realmente llegar a tener determinada personalidad tienes que hacerte escuchar, que los demás confíen en lo que dices, y a eso tienes que unirle también el vínculo con la sociedad».
—Se ha hablado en los debates del Congreso de la falta de carisma entre algunos dirigentes juveniles. ¿Qué es para usted ser un líder juvenil en la Cuba de hoy? ¿Cómo puede influir el carisma para llegar a las responsabilidades de la organización? ¿Favorece la actual política de cuadros el ascenso a las principales responsabilidades de la UJC a aquellos que puedan ejercer mejor el liderazgo?
—La persona con carisma es la que tiene autoridad, que expone las cosas con argumentos y lo demuestra. No es el que dice las cosas muy bonitas y no hace nada. Ese puede tener «carisma» de dirigente, porque se mete en todo, pero a la larga se va descaracterizando, estos son líderes momentáneos; por eso tenemos que saber seleccionar a los líderes.
«Para conseguir ese liderazgo, tiene que ser una persona que tenga disciplina, que sea consciente de lo que implica el deber, el compromiso; tiene que vivir en su tiempo, pero con objetividad. El líder no es esa persona que habla una y otra vez; puede ser que un líder no hable tanto, pero lo que dice es concreto y después lo cumple.
«Si encontramos a un líder que exponga las cosas bien, que sabe concretar, es mejor, porque mientras uno da 40 vueltas hablando, él lo dice en medio minuto y también lo hace. Tenemos que tener en cuenta el resultado del líder carismático, por dónde avanza, por qué camino va, de dónde proviene, qué fines persigue... Eso es beneficio. Una persona que cumple, que hace lo que dice, que lo que plantea tiene objetividad, se convierte en líder.
«Las virtudes verdaderas y de carácter personal influyen mucho en que se ejerza un liderazgo auténtico; uno tiene que representar lo que es y que la gente le tenga confianza. Por suerte, con los métodos de trabajo y las formas que estamos empleando existe una cultura de esto, y la masa ya sabe escudriñar de dónde viene lo verdaderamente cierto y de dónde la palabrería esa.
«Hay otros líderes por recursos: mientras tienes y repartes y repartes; pero cuando no tienes nada, nadie te sigue; entonces no eres líder. Ahí es cuando hay que demostrar y decir tenemos que hacer esto y lo otro, y lo estás haciendo. En este aspecto ha existido de todo, en las llamadas vacas gordas, es fácil hallar líderes, pero cuando llegan determinados momentos se opacan o comienzan a criticar y todo lo encuentran mal. Eso hay que identificarlo, y nuestros jóvenes lo saben hacer; no creo que estemos hablando de una juventud de los años 50 del pasado siglo, cuando los guajiros por ser analfabetos creían todo lo que les prometían los politiqueros.
«En cuanto a la actual política, la forma de trabajar obliga a que los cuadros, además de ser carismáticos, tengan otras características. Conseguirlo no es fácil. Se trata de no aceptar las responsabilidades para salir de eso y ya. Si sucede así perdemos el tiempo y no resolvemos ningún problema; después, a la larga, hay que buscar a otra persona y perdemos un año o dos con ella.
«A la hora de seleccionar el cuadro, influye la trayectoria. Los más nuevos tienen una trayectoria muy rápida, y es preciso seguírsela. Aquí influye mucho también el trabajo previo, la evaluación, el seguimiento donde está el joven; que no aparezca de la nada porque no haya a quién poner, sino por lo que hemos apuntado y también por una buena preparación, y no solo la de la escuela.
«Hay quienes ven esto como una cosa esquemática, y dicen: “Pasó la escuela y ya puede ser cuadro”. Eso no es así, porque el cuadro puede pasar la escuela y todavía presentar deficiencias. La escuela te da determinadas habilidades, perspectivas, te fortalece hasta ideológicamente, pero si no tienes otras particularidades como firmeza y valentía política, y condiciones para cumplir el deber, sentirte comprometido, puedes ir a todas las escuelas que quieras, que sales igual».
—¿Cree que, como parte del proceso de institucionalización, se requiera de un ministerio que promueva y controle la política para el sector, o la UJC está en capacidad de asumir esa función?
Visita de Machado Ventura al Palacio de Pioneros, en el año 1974. Foto: Archivo JR.
—No es nuestro caso. Si eso llegara a pasar, la UJC sale perdiendo, pues dependería de ese ministerio para todo, y cuando vienes a ver el ministro es el que está dirigiendo la organización. En los países capitalistas es así porque no tienen un movimiento de vanguardia como lo tenemos nosotros. A veces esos planteamientos se hacen basados en deficiencias que podamos tener.
«Como estamos organizados, todos nuestros ministerios y el país entero tienen que ayudar y proporcionar soluciones a la UJC. Otras naciones no pueden tener una Juventud fuerte como la nuestra, que es una organización selectiva de los jóvenes del Partido; pero las cosas hay que hacerlas bien, porque si se abusa de la autoridad y se limita esa autonomía ya no estamos funcionando bien.
«Algo sí está claro: tenemos que concientizar más a los ministerios de su responsabilidad hacia la Juventud Comunista, pues muchas veces la ven como algo del Partido; si pide algo le dan la queja al Partido, porque hubo que dar esto o aquello, y la Constitución de la República, en su artículo VI, dice que la UJC cuenta con el reconocimiento y el estímulo del Estado, por lo tanto eso hay que respetarlo.
«Deben comprender el vínculo que tienen con la organización desde las distintas estructuras, con los jóvenes que están en su ámbito, en todas las empresas y ministerios. El Estado tiene que preocuparse de eso y atender a los jóvenes. La atención no es aumentarles el salario, sino que comprendan sus necesidades como jóvenes que son, diferentes al del resto de los trabajadores, y lo entiendan como un deber.
«No todas las quejas pueden ir para el Partido y que este empuje como lo está haciendo ahora, pues este tiene límites también. La juventud tiene que ser atendida de una forma más integral por todas las estructuras de nuestro Gobierno y Estado».
—El tema de la participación y el de la autonomía de las instituciones alcanza mayor relevancia en el debate actual del país. ¿Hasta qué punto la UJC y sus organizaciones estudiantiles y movimientos juveniles disfrutan de la autonomía que defendieron en el proceso de análisis que condujo a la Conferencia del Partido, para que ellos asuman las misiones que les corresponden e incrementen el necesario reconocimiento de los jóvenes? ¿Cómo es la relación de la Juventud Comunista con el Partido?
—Ser autónomo no es que tú hagas todo lo que quieras. La independencia consiste en que cada organización tenga sus características propias, y su espacio donde desarrollarse. Es malo querer controlar al extremo, como también que las organizaciones estudiantiles y movimientos juveniles quieran desentenderse del todo y perder su vínculo con la organización juvenil; por eso la UJC tiene que tener métodos adecuados para respetarles su autonomía.
«En el caso de algunas organizaciones estudiantiles, en su relación con la UJC se han sentido que no han sido autónomas, y no es que no hayan tenido independencia, sino que querían separarse de su vanguardia política y ser otra cosa, poseer una personalidad propia, y dentro de ello se enmascaran muchas cosas, pero la culpa de eso la tiene la misma Juventud Comunista.
«Ello es una señal de que faltó intercambio, vínculo, contacto, orientación, análisis y evaluación en determinados momentos y a la hora de seleccionar a los dirigentes; aunque uno puede seleccionar bien a un dirigente y equivocarse, porque se desvía, y no podemos convivir con eso. Hubo dirigentes con los cuales no se hizo una buena selección y tenían un exceso de protagonismo y no solidez en sus principios.
«Hubo otros dirigentes que tuvieron méritos en su trayectoria juvenil, pero fallaron, y otros que tuvieron más de lo que se merecían. De todo eso hemos tenido en nuestras relaciones con la UJC, y de esta con las organizaciones estudiantiles y los movimientos juveniles. Ahora hay otra concepción; en eso hemos avanzado.
«Muchas veces nos hemos equivocado y han existido excesivos controles. La UJC es una organización del Partido, y este tiene que entender que la Juventud Comunista tiene sus características, tareas, formas y métodos de actuar y no puede regirla totalmente. En el seno del Partido han existido críticas en cuanto a estas cosas y todos hemos sido responsables muchas veces de ello.
«En cuanto a la relación del Partido con la UJC debemos destacar que siempre ha sido buena, pese a que a veces pudiera tener sus “cositas”, aunque es normal. Nunca ha existido ningún tipo de problemas y siempre ha habido un respeto a las orientaciones del Partido, y de Fidel y Raúl, quienes han atendido, además, mucho a la juventud. Han sido relaciones óptimas y de verdadera comprensión; así se ha expresado a lo largo de las tareas que la Revolución le dio a la juventud».
—En los últimos años, y así se ha afirmado en el debate de las asambleas del X Congreso, algunos jóvenes se desactivan de la UJC, y otros se muestran apáticos para integrarse a las organizaciones políticas. ¿Cómo enfrentar esta situación?
—Es cierto. Muchos jóvenes se nos perdieron por el mal funcionamiento y el desorden. Así quienes se desvinculaban del estudio o el trabajo, pidieron la desactivación de la UJC y otros se fueron sancionados, por ejemplo, por no asistir a determinada reunión de su organización de base. Habría que saber si alguien se preguntó por qué no vino. Hubo separaciones y hasta militantes que se fueron de baja y nadie se preocupó por buscarlos para que retornaran. En esos hechos hubo extremismo y hasta cierto punto pereza y admisión.
«Desde el punto de vista estructural también pasaron cosas, pues al reducirse las plantillas infladas en los centros de trabajo, algunos jóvenes se quedaron sin su organización de base y se ubicaron en núcleos mixtos en su zona de residencia, donde parecía que estorbaban y entonces dejaron de militar. Todo esto contribuyó a que unos jóvenes se desactivaran, se mostraran apáticos y se desencantaran.
«También se han creado comités de base con militantes de centros de trabajo diferentes, algo que no da mucho resultado, pues aunque los jóvenes puedan tener intereses comunes no tiene que ver con su radio de acción, y los tenemos ahí para que paguen la cotización o realicen su reunión. Se ha dado el caso de militantes que trabajan, viven y hacen todo por determinado lugar y tienen que hacer su vida de militantes en un sitio diferente.
«Hay que reconocer que se descuidaron un poco esas tareas propias, así como mantener funcionando correctamente las estructuras y la organización. Todo merece ser actualizado, pues puede que determinada estructura funcione dentro de varios años y luego haya que cambiarla. No puede ser una cosa estática, sino que funcione y se actualice cada vez que sea necesario.
«¿Cómo enfrentar esa situación? Pues reflexionando con todos y buscándolos donde estén. En este sentido se han logrado cosas, aun cuando no hemos llegado al ciento por ciento de los jóvenes. Se ha ido al que se desactivó, al que tuvo alguna sanción; se ha conversado con ellos, y no solo ha habido reincorporación, sino lo más importante es que ha existido un método de cómo trabajar para evitar que esas cosas vuelvan a suceder.
«Ahora cuando un militante se desvincula del estudio o el trabajo tiene mayor atención, y en la medida de nuestras posibilidades se vincula adonde realmente pueda desarrollarse. Ahora tenemos que llegar a los jóvenes con otra tónica, no puede ser con la misma cantaleta de siempre, de consignas.
«Tienes que explicarle las ventajas de pertenecer a la UJC, hacerle saber que con ella tiene un medio, una forma de participar, de plantear las cosas, pese a que no todo lo que digas se va a resolver, pero aquí te van a orientar y vas a poder participar. Estas cosas son las que logran incorporar al joven, y no llevarle una planilla para que la llene y ya.
«En otra época todo el mundo quería ser de la UJC, pero hoy no sucede así y hay que darles argumentos a los más nuevos. Ello obliga a mayor preparación del cuadro y no ir a decirle al joven: ¿Quieres ser o no de la UJC? Eso lo puede hacer cualquiera. Estas cosas están cambiando y ello se apreció en las asambleas, en las que sus participantes hablaron con un lenguaje distinto; antes era esperar que tú llegaras a ver qué pedían y soplar para afuera, como se dice en buen cubano».
—Llevamos casi cinco años de actualización de nuestro modelo económico y social. ¿En qué magnitud usted cree que este proceso ha beneficiado o ha afectado a los jóvenes?
—Los jóvenes están a favor de la actualización de nuestro modelo económico y social, aunque ahora algunos pudieran pensar que se han perjudicado; su futuro no, pues todo se está haciendo pensando en ellos. Lo que estamos haciendo es para consolidar nuestra economía, lograr nuevas formas de vida, esas aspiraciones que todo el mundo sanamente tiene.
«Puede que alguno se haya sentido perjudicado por la reducción de plantillas en los centros laborales, con los ajustes, para que exista una correspondencia entre la formación de la fuerza de trabajo calificada y las necesidades del desarrollo económico y social, o la eliminación de algunas gratuidades; pero si seguíamos así ¿qué futuro iban a tener nuestros jóvenes? Por ello nos estamos ajustando, para salir sólidamente adelante, y que nuestra juventud tenga su porvenir más garantizado.
«Ya algunos jóvenes han optado por el trabajo por cuenta propia, y ello no es una solución mala, cuando se hace con el rigor y la ética que debe caracterizarnos. Muchos están resolviendo en esta nueva forma de gestión no estatal, e incluso tienen mejores salarios que otros, y no se han corrompido. Hay quienes piensan que todos los cuentapropistas son malos, y no se puede ser así.
«No podemos olvidar en todo esto el problema económico; no estamos en bancarrota, pues nuestra economía mejora, pero nos puede pasar algo que sucede en el capitalismo, que crece el Producto Interno Bruto (PIB) y no llegan sus resultados a la “gente de abajo”. Aunque muchos pudieran pensar que pasa aquí y que aunque crece nuestro PIB les están pagando lo mismo, eso es temporal, pues el país trabaja para que esto no ocurra.
«No estamos en retroceso; nuestras estructuras se están preparando, aunque no están rindiendo todo lo necesario, y en el orden internacional estamos mejorando por nuestro prestigio, nuestras inversiones deben ser bien pensadas y bien dirigidas. Esas decisiones hay que entenderlas, como también pensar lo que sufrió este país cuando la etapa más cruel del período especial y la brecha que en el orden económico representó.
«Es difícil lograr hacer todas las cosas en la actualización y que nadie experimente cambios desde lo individual. Todo eso lo estamos rectificando y tenemos que hacer proyectos, unos con más prioridades que otros, pero los beneficios tienen que llegarle a todo el mundo, pues estamos trabajando para la sociedad y el país, y estamos seguros de que saldremos adelante; pero también hay que cuidar lo que estamos haciendo; ya sabemos la intención de nuestro principal enemigo».
—¿Qué desafío le plantea a los jóvenes, y a la sociedad cubana en general, el proceso en marcha de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos?
—El primer reto es no dejarse deslumbrar por el consumismo y las cosas bonitas, que llaman la atención de los jóvenes. No olvidar nuestras raíces, la historia, el tipo de confrontación de fondo que hemos tenido con el imperialismo norteamericano, y defender el socialismo próspero y sostenible que nos estamos planteando.
«Eso conlleva firmeza y no dejarnos confundir, pues las ideas del imperialismo siguen siendo las mismas. Tenemos que adquirir mayores conocimientos y una fuerte preparación; saber que, como mismo han planteado las autoridades de Estados Unidos, ellos por ahora solo cambian los métodos para intentar, mediante otras formas, destruir el sistema político de Cuba.
«Hay que plantearles a los jóvenes que con su nueva política ellos buscan llevarnos a la Cuba del capitalismo, y que a eso no podemos volver. No pueden pensar que seguiremos adelante solo por las inversiones que haga aquí Estados Unidos, pues primero hemos sido víctima de un bloqueo económico que no termina, que ellos nos han impuesto por más de medio siglo, y que nos ha obligado a buscarnos nuevas formas y otros países para intercambiar.
«Tenemos que cuidarnos más de esa idea de los “amigos”, de que vienen aquí a favorecernos para que el pueblo no tenga tantas vicisitudes, porque buena parte de las que hemos vivido en estos años y de las que todavía nos faltan por padecer, se las debemos a su empecinamiento con respecto a Cuba.
«Ante ello los jóvenes tienen que estar más preparados y saber moverse entre bambalinas; conocer lo que está pasando para no dejarse conquistar por la sociedad de consumo. Que comprendan que el sueño americano es como la lotería: hay que ver quién se la saca y el resto a esperar, y que ya el mundo no es el de 50 años atrás y mucho más la América Latina, que fue el traspatio de Estados Unidos».
—Los teóricos hablan de una época de cambio; otros, como el intelectual Armando Hart, se refieren a la urgencia de rescatar una cultura de hacer política, y por supuesto una manera de hacer política adaptada a esta época… ¿En qué medida la forma en que hacen política el Partido y la Juventud Comunista es desafiada por esta nueva circunstancia?
—El planteamiento es muy lógico. Uno debe tener una correcta interpretación de lo que es la época actual y tiene que adaptar la política a ella, porque si no, estás fuera de fase. Para eso tienes que estar muy preparado, porque no es creer que lo moderno es moderno y ya. El moderno no es solo el que haga las cosas como lo exigen los tiempos, sino que tiene que tener base para eso, conocer el entorno y sus dominios. Se trata de una manera adaptada a la época.
—Buena parte de nuestros jóvenes se alejan de los medios tradicionales y se acercan a las nuevas tecnologías. ¿Cómo usarlas mejor para influir más en ellos? ¿Cree que el acceso a Internet puede «reblandecerlos» ideológicamente?
—Esto supone una gran oportunidad, a la vez que un gran reto, porque las nuevas tecnologías resultan novedosas y vitales, no solo para la comunicación entre las personas, sino además para el desarrollo. Todo el mundo sabe por qué en Cuba no hay más Internet, porque ello tiene un alto costo. Existen algunos que nos la quieren dar gratis, pero no lo hacen con el fin de que el pueblo cubano se comunique, sino con el propósito de penetrarnos y hacer trabajo ideológico para lograr una nueva conquista. Tenemos que poseer Internet, pero a nuestra forma, sabiendo que es una intención del imperialismo manejarla como una vía más de destruir a la Revolución.
«Debemos utilizar las tecnologías para influir más en los jóvenes y aprovecharlas para que defiendan lo que hemos construido en estos años de Revolución. El acceso a las tecnologías forma parte de su preparación, les facilita el acceso al conocimiento y a la cultura, y eso no lo puedes frenar, lo que debe hacerse en la medida de nuestras posibilidades. No es un problema de sí o no, hay que hacerlo, para que los jóvenes no estén alejados del mundo de hoy, pero hay que explicarles por qué no se hace con más rapidez; hay que llegarles con la verdad argumentada, no con la verdad como dogma.
«Claro está que pretenden reblandecer ideológicamente a los jóvenes, pues muchas veces estas plataformas tecnológicas pueden ser también mecanismos de subversión potenciadas por los grandes capitales y sus medios de comunicación. Por ello hay que saber de dónde viene esa interconexión y qué hacemos para que eso tenga un proceso diferente. Tenemos que darle forma para que el mayor dominio y los conocimientos estén de nuestro lado.
«Todas estas cosas hay que hablárselas a los jóvenes, pues la generación de hoy no vivió lo que era Cuba antes de 1959; lo saben por lo que les hemos contado y entonces tienen sus interrogantes: ¿Será verdad? ¿Será así? Esas dudas tenemos que suplirlas con informaciones, con el conocimiento y con un trabajo ideológico de mayor calidad y más fino, sobre todo adentrándonos en el conocimiento de la historia.
«Tenemos que celebrar nuestras actividades en los lugares históricos, en los monumentos, sitios y tarjas; que nuestros jóvenes acampen, por ejemplo, en el sitio histórico Potreros de Jimaguayú, lugar de la caída de Ignacio Agramonte, y que no solo sea pasar por allí; que como jóvenes que son bailen, se diviertan y caminen, pero vivan y conozcan nuestra historia. Esto no quiere decir que tienen que ir por obligación, ni que todo el mundo tiene que venir a los lugares nacionales, pues también tenemos que rescatar la historia local, que está llena de hechos y personajes históricos innumerables. Tenemos que lograr que la nueva generación sienta esta Cuba y su historia como suya, porque es así».
—En el X Pleno del Comité Nacional de la UJC usted llamó a «ponerse las pilas» para enfrentar lo natural e inevitable del destino, que es la desaparición física de la generación histórica de la Revolución. ¿Qué preocupaciones tiene sobre el relevo generacional en Cuba?
—Si hacemos las cosas como están pensadas y planteadas, no debemos tener ningún tipo de preocupación, o que los jóvenes se puedan desviar. Es verdad que parte de la dirección nacional tenemos una edad avanzada y somos los más conocidos, pero también los hay mucho más jóvenes en todas las estructuras de dirección, tanto del Partido como del Gobierno; eso lo conocemos nosotros.
«Tenemos que seguir preparando a los jóvenes y tener presente el envejecimiento poblacional, pues cada vez van a tener más responsabilidades y tareas cada vez más grandes. Tengo plena confianza en la juventud, pues está muy preparada y lista para preservar este Socialismo, eso es algo que no hay que estar discutiendo mucho».
—Cuando participa en los plenos del Comité Nacional de la UJC o intercambia en otros espacios con los jóvenes se muestra como una persona muy jovial y hasta jaranea con los muchachos, sin embargo usted tiene «fama» de ser muy fuerte. ¿Cómo ve Machado Ventura a Machado Ventura?
Lo inesperado de la pregunta no lo perturba. Me mira sonriente y contesta:
—Depende. Algunos incluso hasta me «acusan» de tacaño. Con lo mío no lo soy, ni sé lo que tengo. Lo soy con lo que no es mío. Mi carácter es un poquito fuerte, eso no lo puedo negar. Siempre he sido un poquito duro e impulsivo, pero no creo que sea tan, tan... porque he llegado hasta aquí; si no, me hubiese quedado por el camino.
«Desde muchacho soy hiperquinético, siempre estaba haciendo algo, y cuando no había qué hacer lo inventaba. Eso uno lo va trasladando y luego redunda muchas veces en la exigencia y el compromiso, que son características que yo las poseo, pero trato de navegar con suerte cuando tengo que enfrentar las cosas. En el fondo sí soy fuerte».