Por: María del Carmen Ariet García
En este artículo: Epidemia, Ernesto Che Guevara, Medicina, Revolución cubana, Salud
26 abril 2020
En días tan aciagos como los que se viven, son muchos los que persisten en frenar la barbarie y la injusticia, pero esta vez no solo desde las conductas irracionales que durante siglos se han impuesto en nombre de un desarrollo equivocado y selectivo, sino también ante las respuestas “defensivas” de la propia naturaleza al sufrir los embates de los que la consideran mercancía y propiedad del mejor postor.
Para satisfacción de la mayoría, son muchos los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan, crean y luchan como guerreros casi inmortales, dispuestos a darlo todo por seguir viviendo en este mundo, aun con sus defectos y virtudes, aunque unos pocos piensen que les pertenece. Desde siempre, la humanidad ha contado con esa especie digna y solidaria que ha brindado y brinda un aliento vital sin distinción de sexo, raza y, lo más importante, sin distinguir entre poderosos y pobres, porque está demostrado que para esos fenómenos “imprevistos” no existe esa diferencia y se presenta en cualquier lugar para recordarnos, aunque algunos no lo tengan en cuenta, del valor de la solidaridad y el verdadero sentido humanista que debe pervivir entre nosotros.
Esas reflexiones en las que nos enfrascamos la mayoría, nos llevan siempre a comprender la dimensión de “nuestros héroes” en cualquier parte del mundo,los que nos acompañan en lecciones de vida y esperanza y nos hacen aquilatar el valor de sus acciones y enseñanzas. No somos pocos los que en estos días, en que nos hemos comunicado por el teléfono o vía electrónica,hablamos siempre de Fidel, de su presencia constante y de su ejemplo permanente en lucha por vencer dificultades para enaltecer la Patria, siempre como un alumno innegable de nuestro Maestro supremo, José Martí. Es por eso, que aunque no esté físicamente seguirá siendo el Maestro de todos y el artífice de una obra que se torna ilimitada.
Por supuesto, en el presente están inscritos, por su tesón y entrega, Raúl y los líderes históricos de la Revolución que abrieron el camino y todavía se prestan a dar batallas junto con la dirección continuadora, expresión de las generaciones nacidas y desarrolladas en medio de combates épicas como los que se viven, donde se crecen y nos renace un sano orgullo por saber que el fruto germinado fue cultivado con el valor y ejemplo de todo un pueblo.
Repasar esas lecciones de dignidad y entrega nos hace revisarnos y reafirmar nuestros principios en la obra de todos. Para privilegio nuestro contamos con una figura que llega a nosotros, desde los ya lejanos años 50, por su vocación humanista y que sobresale por su valor, ejemplo y entrega solidaria por la emancipación de la humanidad: Ernesto Che Guevara. Este argentino-cubano se fundió con Fidel en esa complicidad que los unió para soñar por una Cuba libre y soberana en México,pero también por una América de todos y por un mundo justo y hermanado.
Nos es casual que, en las imágenes que nos llegan de los medios de comunicación con motivo de la pandemia, estén presentes estos dos hombres de manera espontánea, sin decretos ni imposiciones, porque a nadie escapa la entrega y la inteligencia de ambos al fundirse en el empeño mayor de contribuir a un mundo mejor de y para todos. Cuánto representa la imagen simbólica del Che y cuánto nos dice de la entrega inmensa de su lucha, incomprendida por algunos, pero devuelta en una dimensión superior cuando finalmente se logra entender que no es la muerte el punto último, sino el valor simbólico de la entrega que crece proporcionalmente con la coherencia de su obra y actuar.
Por esas y más razones, ha devenido un deber traer al Che a nuestros días, sobre todo al joven que conociera en México a Fidel y sus sueños compartidos, para que nuestros jóvenes comprendan el valor de su compromiso y el cimiento de sus pilares construido con un humanismo sin fronteras y radicales posiciones políticas, definidas en sus tesis esencialmente latinoamericanas y antimperialistas. El rememorar lo que expresara a su compatriota Ricardo Masetti en plena Sierra Maestra durante la lucha armada, explica esa unión: “…Fidel me impresionó como un hombre extraordinario. Las cosas más imposibles eran las que encarabay resolvía. Tenía una fe excepcional […]. Compartí su optimismo. Había que hacer […], porque lo que decía lo hacía, lanzó su famoso: «En el 56 seremos libres o seremos mártires…» Qué tipo este Fidel…”[i][1]
Aquellos años cincuenta…
Muchos en el mundo conocen la figura y el pensamiento del Che a partir del triunfo de la Revolución cubana y la labor encomiable y ejemplar que desempeñó, pero a veces aparece desdibujado el antecedente de su vocación intelectual y humanista que explica, en parte, los objetivos que persiguió a lo largo de su vida.
El afán del joven Ernesto por adentrarse en el mundo del conocimiento y de la investigación científica se distingue por sus inquietudes en el campo de las ciencias médicas cuando siendo estudiante de Medicina comienza trabajar en un instituto de renombre en Buenos Aires, Argentina, su país natal, dedicado a los estudios de la alergia. De esa experiencia surgen resultados de investigación y publicaciones en los que aparece como miembro del equipo de la institución. Sin dudas, esas vivencias y resultados en el mundo de las investigaciones médicas contribuyen a una mirada más particular sobre los métodos y técnicas necesarios para emprender nuevos proyectos de investigación.
Dentro de los documentos que conservó en sus archivos personales se encuentra un resumen de sus antecedentes profesionales en el que fundamenta su orientación hacia la investigación de los fenómenos alérgicos, estudiándolos de forma experimental y colaborando en diversos trabajos de esa índole, algunos de ellos publicados en la revista Argentina de Alergia de la Academia de dicho país. Esa experiencia la extiende en México y, una parte, es reseñada en revistas especializadas.[2]
A ese empeño, le sigue algo que consideraba provechoso antes de adentrarse en el campo de la investigación pura, que no fue otro que la avidez por conocer culturas y vivencias nuevas con una mirada sociológica más abarcadora. Así emprende la gran aventura de sus viajes por América Latina, de los que recibe lecciones imperecederas, donde combina un aprendizaje en vivo de los problemas económicos y sociopolíticos presentes en la región, sumados a reflexiones acerca del estado de los sistemas de salud imperantes, calificados de insuficientes a medida que penetraba en zonas inhóspitas, las que devenían tierras de nadie.
Al triunfo de la Revolución, en un discurso pronunciado en el Ministerio de Salud en agosto de 1960, sintetiza el aprendizaje de esos años:
…cuando me inicié como médico, cuando empecé a estudiar Medicina, la mayoría de los conceptos que hoy tengo como revolucionario estaba ausente en el almacén de mis ideales.Quería triunfar como triunfa todo el mundo, soñaba con ser un investigador famoso. Era como todos somos, un hijo del medio.Después de recibido, por circunstancias especiales y quizás también por mi carácter, empecé a viajar por América […], por las condiciones en que viajé, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades […]. Y empecé a ver que habían cosas que, en aquel momento, me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer un aporte sustancial a la ciencia médica y era ayudar a esa gente.[…]Entonces me di cuenta de una cosa fundamental: para ser médico revolucionario o para ser revolucionario, lo primero que hay que tener es revolución… [3]
De los recorridos realizados y descritos en sus apuntes de viaje, existen puntos determinantes que ponen a prueba sus conocimientos y el quehacer de la Medicina, la que vislumbraba, en primer lugar, con una óptica social. Muchas fueron las experiencias que pusieron a prueba sus capacidades y posibles soluciones.
Cuando visita Perú, siendo aun estudiante, junto con su amigo Alberto Granado, trabajan en un leprosorio donde emprenden una labor encomiable para tratar de convencer a los médicos y enfermeras sobre los errores que se cometían en el tratamiento, porlas ideas erradas y tabúes sobre la lepra que persistían, habiéndose determinado, en esos tiempos, que no era contagiosa y que el rechazo social que padecían era injusto e inhumano. Aunque era difícil eliminar esos criterios, con su dedicación y empeño personal se esforzaron por establecer otro nivel de convivencia con los enfermos y tratar de educar y demostrar de modo práctico los métodos más actuales y eficaces del tratamiento.
Con posterioridad, en su segundo viaje por el continente, ya graduado y con una mirada más aguda e integral, analiza desde lo sociopolítico la forma de alcanzar un mayor desempeño de la Medicina como instrumento real y efectivo para garantizar la salud de la población, sobretodo de los más desposeídos. No es casualque, durante su estancia en la Guatemalarevolucionaria,se dedicara a estudiar más detenidamente el papel del Médico y su función social, circunstancias que lo llevan a iniciar un libro que titulara La función del médico en América Latina. Aunque quedó inconcluso, después del derrocamiento de la revolución guatemalteca y su traslado a México, lo retoma y esbozo algunos de sus capítulos, dando fe del sentido y contenido de su título, en el que se resalta el papel de reformador social del médico.[4]
Se constata, en el plan elaborado, la manera integral del análisis, en el que incluye la situación de la Medicina y los sistemas de salud en América Latina, sus condiciones económicas, el papel del médico y el medio, su relación con el Estado, entre otros y, como muy revelador, describía un capítulo del papel del médico rural y sus funciones como antropólogo, geógrafo y economista, preguntándose del porqué el empleo de todas esas ramas para poder comprender la magnitud de los problemas a resolver.
Para ese entonces, ya definía la necesidad de un esquema de Plan sanitario que diera respuestas a las realizaciones que habría que emprender cuando se alcanzara la independencia política, centradas en: alimentación, prevención de las enfermedades y la educación, entre ellas la sanitaria que “debía ser absolutamente popular”. Interesante reflexión para ese entonces, cuando afirmaba que esas transformaciones eran necesarias “si se pretende dar el otro paso en la escala de la civilización: el Socialismo”.
Ese vaticinio lo fue reafirmando y consolidando al hacerlo realidad en Cuba, acercándonos a una mayor comprensión de la comunión de criterios entre Fidel y el Che para alcanzar el poder revolucionario. Esos sueños de México y la Sierra Maestra tenían múltiples miradas y puntos equidistantes,ambos transitan en un mismo tiempo y necesidad histórica, en el Che por su experiencia adquirida en los recorridos por América Latina y en Fidel por su decisión de luchar por una Cuba libre y soberna, primero al organizar el asalto al cuartel Moncada en 1953, sintetizado en su alegato La historia me absolverá,donde, entre otras cosas analiza y denuncia el estado de desnutrición de los niños y ancianos y las deficiencias del sistema de salud. Son basamentos que sirven a ambos para comprometerse con el futuro de una revolución transformadora y de alta dosis de humanismo.
Dentro de las acciones que define el joven Ernesto en su libro, consideraba siempre la Educación sanitariacon un carácter primario al convertirse en una lucha máxima de interés nacional y de aspiración para prevenir toda clase de enfermedades, con el papel esencial de la comunidad y el actuar de instituciones especializadas, con criterios objetivos y centrados:
- Debe hacerse el catastro de la población total y unidades para hacer catastros específicos con la movilización de la población. Cada unidad debe tener un Conferencista que ilustre con palabras sencillas y certeras los fundamentos y finalidad de las acciones. Desde ese tiempo prioriza el papel de la Educacióncomo factor esencial de la ética y las conductas de los ciudadanos
- Necesidad de formar Activistasque sean capaces de convencer a los recalcitrantes de los contagios y catastros generales.Enfatizaba en los diversos niveles de preparación acorde con las respuestas requeridas para cada circunstancia.
- Se debe insistir en el papel de los Médicos jóvenes, al que se le debe dar nociones médicas sanitarias de carácter obligatorio de la práctica antes de graduarse, para desarrollar su labor médica acorde con su vocación y como parte de los nuevos tipos de hombre que debían surgir, tal y como promovió desde al triunfo de la Revolución cubana.
- Preservar la relación del Médico con el Medio desplegando al máximo su capacidad de psicólogo para explicar cómo combatir las enfermedades de tipo epidémicas, el uso adecuado de las medidas generales y para ayudar a comprender el problema de las enfermedades.
Esta breve síntesis refleja la integración de un pensamiento elaborado de manera sistémica, el que va ganando en objetividad y conocimiento a medida que se adentra en otras investigaciones sobre alergia en México. En un resumen de sus antecedentes profesionales para continuar sus trabajos de investigación, escrito en marzo de 1956, expresa que:
Desde la iniciación de mi carrera me orienté hacia la investigación de los fenómenos alérgicos, estudiándolos en su forma experimental, colaborando con el Dr. Salvador Pisani en diversos trabajos de esta índole, los que fueron publicados…Al presentar este esquema de mi corta carrera profesional (…) sería un honor desempeñar tareas oficiales…Ernesto Guevara[5]
Este último trabajo que realizara en el Instituto Nacional de Cardiología bajo la dirección del Dr. Salazar Mallén, sirvió para establecer una amistad entre ambos galenos, que se extendió con posterioridad al triunfo de la Revolución.
Tiempos de Revolución
En los primeros meses del triunfo de la revolución, el Dr. Mallén visita Cuba por invitación del Che, con el objetivo de proponer un Programa para la creación de un Centro Nacional de Investigación Médica y cuyo deseo, como consta en lo expresado en el informe de la visita, tuvo como objetivo obedecer al deseo del Ejército Rebelde de la creación de un centro que facilitara las actividades de investigación científica sobre las causas, la prevención y el tratamiento de los padecimientos de más morbilidad o más peligrosidad. Era una especie de continuidad y enlace entre los años de búsqueda y la consolidación de un plan mayor, la Revolución misma, para materializar esperanzas y anhelos.
Por supuesto, esos criterios fueron parte del programa encabezado por el propio Fidel y, en particular, la visita del Dr. Mallén--al encontrarse el Che realizando el extenso recorrido que hiciera por países de Asia y África--, fue estudiada como una experiencia que, sumada al esfuerzo que se había comenzado en el país, redundaría en beneficio de la salud del pueblo y en muchos años de constancia cuyos frutos han convertido a Cuba en una potencia sanitaria, con centros de investigación de excelencia, respaldando todo el empeño y esfuerzo requeridos para garantizar el bienestar de la población.
Hoy, como incentivo e impulso para nuestros médicos, su personal de la salud y la labor de sus investigadores en esta batalla tan hermosa que libran, ese legado expresa un homenaje a todos y en particular a Ernesto Guevara,“ese joven colega” que decidió transitar por un camino paralelo, hermanado con la labor actual que de forma constante se ha impulsado.
Para los jóvenes que enfrentan su papel en la cotidianidad de nuestras calles les dejamos una síntesis de algunas ideas presentes en el capítulo que redactara Ernesto sobre el “Médico y el medio” y la convicción de la justeza de ese combate:
Al iniciar la lucha por la salud del pueblo, como primera medida, el médico debe ocuparse de cotejar sus posibilidades frente al complejo escenario que los rodea […]. La lucha siempre debe plantearse con una fórmula general que garantice el buen éxito posterior y que sea conducente a ganar para el profesional la confianza primero y el cariño luego delos grupos que estén bajo su responsabilidad médica…[…]Es casi innecesario recalcar que la labor del médico debe ejercitarse con una total dedicación pues en ello va el triunfo de la idea que sustenta (…). El médico revolucionario debe tener siempre presente que su deber es atacar las lacaras de todo tipo que atacan al pueblo, único gobierno a quien servir.Necesidad de estudioNecesidad de intercambio con revistas médicas.[6]
Para Ernesto Guevara esas reflexiones forman parte de un acervo ético que continuó construyendo yaun poco menos joven, devenido en el Che de todos, pero con el mismo espíritu y convicción, cuando desde la Revolución en el poder conminara a los jóvenes a ser cada día mejores y más consecuentes con una obra que les pertenece como los verdaderos hombres del mañana y, a los médicos en particular, dentro de su propio camino, los conmina a conocer y a conocerse lo que harán dentro de su experiencia individual y lo que darán de sí en el ejercicio de su profesión, dedicado al bienestar del pueblo.
Para todo el personal de salud, formado por la Revolución y continuadores de su obra, queda el aplauso de un pueblo que ve cumplido el sueño de hacer, como expresara Fidel, “un país de hombres de ciencia”.