Comenzó 2014 tras un 2013 en que los cubanos asistimos a una serie de cambios, empezando por la reforma migratoria y terminando por los anuncios de un plan para superar la doble moneda y de la liberación del mercado de autos, que traen oportunidades puntuales o promesas de mejoras en las vidas de unos, aunque poco desde la perspectiva de otros que viven en desventaja.
Conjuntamente con las oportunidades vienen los retos y la necesidad de cambios de pensamiento y mecanismos de gestión para afrontar la nueva realidad. Es una cuestión que abordamos con Mayra Espina, socióloga, investigadora, oficial de la Agencia Suiza para el Desarrollo en Cuba y especialista en el tema de la desigualdad.
Mayra, recién ha concluido 2013 y sería oportuno repasar, como inicio de nuestra conversación, algunas de las medidas puestas en marcha como parte del proceso de actualización del modelo económico en el país.
-Se han hecho muchas cosas durante el pasado año. A mí me parece que las transformaciones más sustantivas para la vida de la población están concentradas en el área de empleo e ingresos, con un cambio sustancial en cuanto a cómo se había conducido la política de empleo hasta hoy. Ahí debemos esperar los efectos mayores en la vida cotidiana de los cubanos en cuanto a los márgenes de equidad social y desigualdad.
Dentro de ese gran espacio de la política de empleo e ingresos hay, al menos, cinco grandes elementos. Para mí, el hecho más importante, del que se ha hablado en las sesiones del Parlamento en diciembre, es que más de 400 mil trabajadores ya están vinculados al sector cuentapropista. Aunque el término “trabajador por cuenta propia” alude a una persona que genera individualmente su empleo, si uno observa la ciudad se da cuenta de que esta categoría está por debajo de la realidad, y lo que ha sucedido es que se han dinamizado los pequeños, pequeñitos y medianos negocios individuales, todavía en un número reducido de actividades: lo que uno ve más es la gastronomía, el comercio, las confecciones textiles, la artesanía y algunos servicios al hogar, como la plomería, albañilería, electricidad… Aquí hay un gran potencial de crecimiento por explotar aún. Pienso que hay un beneficio evidente en este tema de ampliación de empleo e ingresos.
En nuestras entrevistas a la ciudadanía hemos recogido impresiones positivas sobre las medidas de los últimos tiempos, como la apertura en el sector de cooperativas, aunque con quejas sobre los altos precios de los productos; los cambios de la política de remuneración en el deporte; las ventas de casas y autos; el impulso al segmento de trabajadores no estatales, la reforma migratoria y otras medidas, pero se critica el cierre de los cines 3D, la política de subsidio y la visión limitada sobre los sectores vulnerables, el crecimiento de las brechas sociales, el tema del salario y de los precios y una tendencia al ajuste de éstos a los niveles del mercado subterráneo… Además de este primer tema del cuentapropismo, ¿qué otros puntos quería señalar?
Son mecanismos, tanto el crédito como el subsidio, que deberán ir ampliándose paulatinamente a otras áreas como vías de mejorar condiciones de vida, y que implican un reconocimiento del hecho de que hay personas en nuestra sociedad que viven en una situación de desventaja mucho más marcada que otras.
-Un segundo punto es la expansión, aún muy moderada pero ya visible en la calle, de las cooperativas no agropecuarias. Este es también un fenómeno interesante, una manera de unirse para producir, repartir ganancias de una manera más equitativa, todavía muy concentrada en el propósito de pasar establecimientos estatales ineficientes a manos de los trabajadores. Creo que es un paso positivo, pero para que la cooperativización tenga de verdad un impacto sobre la generación de ingresos habría que avanzar más y autorizar a muchos otros grupos de personas. Percibo que hay mucha gente con iniciativas esperando que se les autorice. A mi modo de ver, el valor que tiene esta otra cooperativa, que es iniciativa real de la población, es que suelen ser grupos con una mayor conciencia de qué es una cooperativa, la forma democrática de generar y repartir ingresos. Sería bueno ampliar el número de actividades que pueden conducirse de manera cooperativa.
Hay un tercer elemento que la población pudo ver en las transmisiones de la Asamblea, el nuevo código del trabajo, que trata de normar la vida laboral de los disimiles grupos que hoy trabajan en el país, más apegado al contexto actual. Algo que me impresionó favorablemente fueron las discusiones en el período de sesiones de la Asamblea: fue una discusión muy profunda, y muchos de los diputados señalaron ausencias que tenía el código para colocar derechos de grupos que tienen mayores desventajas, como los portadores de VIH, grupos transexuales…
Se ha criticado repetidamente los efectos negativos del paternalismo en nuestra sociedad… Con los cambios que se operan actualmente, con una voluntad de volcarse hacia la productividad, a la racionalización, ¿cómo valora el nuevo código en ese equilibrio entre lo práctico y la cuestión humanitaria?
-Me parece positivo que el Código intente fortalecer los elementos de responsabilidad individuales y colectivos de los trabajadores, desde el punto de vista de sus roles productivos y también en el sentido de devolverles protagonismo en la toma de decisiones y en la defensa y reclamo de sus derechos. Creo que hay ahí un énfasis del Código muy importante, y también en el hecho de dar cuenta de la diversidad de ocupaciones y formas de generar empleo e ingresos que conviven hoy en el país, y poner fin a esa mirada demonizada hacia aquellos que trabajan en sectores que no son estatales.
Si queremos terminar con la visión paternalista al hacer política social hay que hacer una política social que incorpore instrumentos más variados como el subsidio: no es para todo el mundo, no es para las familias o personas que puedan mejorar sus condiciones de vida por sus propios medios.
Volviendo a los puntos que mencionaba antes, hay otros dos que me parecen de la mayor relevancia: el cuarto punto es la declaración en la Asamblea de que la vía de los subsidios y créditos para construcción y rehabilitación o mantenimiento de viviendas va a continuar ampliándose. Creo que es una decisión sabia y necesaria. Primero, porque hay un déficit de vivienda muy grande en el país, que algunos cálculos estiman en 700 mil unidades, lo que plantea que la tarea es inmensa para los ritmos en que actualmente se construye. Y la situación empeora con los huracanes y la vulnerabilidad de nuestras comunidades. A fines de 2012 el huracán Sandy en Santiago de Cuba nos puso ante esta problemática en toda su crudeza. Es muy bueno seguir ampliando mecanismos que permitan acceder a créditos y mejorar su situación habitacional a personas que no podrían hacerlo con recursos propios en un plazo breve. Por otra parte, el subsidio es un apoyo que se da a las personas de muy bajos ingresos para que puedan mejorar sus condiciones de vida. Aquí el requisito es que la familia participe de alguna manera en el rescate, ampliación o mejoramiento de su vivienda.
Son mecanismos, tanto el crédito como el subsidio, que deberán ir ampliándose paulatinamente a otras áreas como vías de mejorar condiciones de vida, y que implican un reconocimiento del hecho de que hay personas en nuestra sociedad que viven en una situación de desventaja mucho más marcada que otras, y es también una expresión de solidaridad de la sociedad en su conjunto hacia esos grupos sociales.
El paternalismo daría para otra conversación, pero puede decirse rápidamente que entre sus rasgos están las gratuidades indebidas, el acceso igualitario a bienes y servicios de aquellos que lo necesitan y de aquellos que no… Si queremos terminar con la visión paternalista al hacer política social hay que hacer una política social que incorpore instrumentos más variados como el subsidio: no es para todo el mundo, no es para las familias o personas que puedan mejorar sus condiciones de vida por sus propios medios.
Para que haya una política social no paternalista y sí justa y de cara a las necesidades más acuciantes de la población, municipalizar es relevante.
Falta también en este esquema dar mayor prioridad a la información, pues a veces los más necesitados no son los más informados o no hallan las vías para llegar a esos recursos, que terminan beneficiando a otros.
-Es un punto que enlaza con el quinto de los que hablaba al inicio de la conversación: la municipalización, el desarrollo local o la descentralización municipal. Es una voluntad que está expresada en los lineamientos, aunque marcha de manera lenta y aún no están creados todos los instrumentos: se requieren fuentes de creación de presupuesto municipal. Algunos dicen –y yo coincido con esa apreciación- que necesitamos una ley de municipios. Aunque en la Constitución y en algunas leyes se reflejan temas que permiten una actuación municipal más amplia de la que los gobiernos tienen hasta hoy, a mi modo de ver sería necesario unificar todas esas visiones y hacerlas más avanzadas en una ley específica de municipios: cuáles son los roles de los gobiernos municipales, cómo interviene la población municipal en la toma de decisiones, cómo se pueden aplicar herramientas participativas como la consulta pública y el presupuesto participativo, que ya se han aplicado en algunos lugares del país, como La Habana Vieja, en este caso referida al plan de desarrollo integral del Centro Histórico.
Hay que desagregar responsabilidades, autoridades, pero también recursos, y no sólo para resolver problemas, sino para promover desarrollo, para tener iniciativas de mejoramiento socioeconómico a nivel local que no necesariamente parten de problemas sino de oportunidades.
Lo que quiero decir es que para que haya una política social no paternalista y sí justa y de cara a las necesidades más acuciantes de la población, municipalizar es relevante, porque las autoridades y las sociedades municipales están cerca de los problemas, pueden distinguirlos mucho mejor y, además, pueden introducir con mayor facilidad este tema de los canales de información para la población.
¿Cuánto hemos avanzado en la necesidad de visualizar los problemas, de tocarlos con las manos, de llamarlos por su nombre?
-Ya existen mecanismos que pueden ser útiles, todo el engranaje del Poder Popular que arranca en la circunscripción con el delegado, el Consejo Popular… Todo esto, digamos, bien aprovechado, porque son elementos que se han ido anquilosando y en los que la población ha ido perdiendo confianza como mecanismos de gobierno que pueden dar respuesta a los problemas… Pienso que no es un defecto del mecanismo como tal, sino de que es excesivamente centralizado; es decir, los recursos están demasiado centralizados y los niveles municipales, e incluso provinciales –qué decir de la circunscripción- se vuelven como espacios de agregación de demandas y mucho menos de decisión. Es como que la gente va a la asamblea para hacer una descarga del problema, luego el delegado va al municipio, luego en la provincia, pero no son espacios –aunque el discurso diga lo contrario- que verdaderamente tengan recursos para resolver el problema.
Yo no creo en un país fragmentado en municipios. Tiene que haber una estrategia de nación, una planificación nacional, elementos universales, pero ello tiene que ir complementado con una visión territorial, municipal, del desarrollo. Hay que desagregar responsabilidades, autoridades, pero también recursos, y no sólo para resolver problemas, sino para promover desarrollo, para tener iniciativas de mejoramiento socioeconómico a nivel local que no necesariamente parten de problemas sino de oportunidades.
¿Cuál sería el reto principal que tendrían que enfrentar los gobiernos municipales con esta nueva visión?
-El gran reto que enfrentan es la posibilidad real del ejercicio de una gestión descentralizada y autónoma. Ese reto, que es como la sombrilla, tiene dentro de sí otros muchos. Por ejemplo, tienen que ser capacitados y auto capacitados para enfrentar estas nuevas tareas, porque, en mi opinión, los gobiernos municipales actuales tienen información, tocan los problemas con la mano, tienen iniciativas, pero podrían actuar más eficientemente de lo que lo hacen y vienen de una tradición y de un mecanismo de gestión que está montado sobre la verticalidad, la sectorialidad y la centralización. Aquí hay que aplicar lo que algunos psicólogos llaman des-aprendizaje, desmontar lo aprendido hasta hoy –gestionar esperando la orientación, sujetos a que lleguen los recursos-, y habituarse a tener una mentalidad planificadora estratégica, saber valorar los recursos con que se cuenta, negociar -porque los municipios no pueden ser autárquicos, no todos los recursos están allí, no son autosuficientes- con los municipios vecinos, con la provincia, con la nación.
Un segundo reto es también nacional: modificar los mecanismos existentes y dotar a la municipalización del marco jurídico y normativo requerido, y un tercer reto sería aprender a atender las desventajas sociales, la sensibilidad hacia la equidad social. Llevamos muchos años de una política social igualitaria, incluso igualitarista, y creo que ya sabemos que rinde buenos dividendos pero va reproduciendo y dejando atrás a algunos grupos. Hay que adiestrarse, entrenarse en que en toda opción siempre hay que distinguir quien no podría llegar a ella porque no tiene la información, porque no está habituado a aspirar a algo, o porque no entiende bien los mecanismos; hay que crear un andamiaje que no sólo sea “poner a disposición de”, sino “llegar a” esos grupos que están en los municipios o comunidades, atraerlos hacia esas nuevas opciones.
Hay que tener en cuenta que la voluntad es muy buena, pero si no está respaldada por valores reales que se aportan a la economía es imposible realizarla…
Siempre que el Estado u otro actor al que el Estado le dé la tarea hagan estas operaciones de mercado legalmente hay un beneficio, hay que pagar impuestos, por ejemplo. Pero, además, está el beneficio de la legalidad; vivir en la legalidad es un gran beneficio del que a veces no nos percatamos.
-Ahí hay un reto municipal, provincial y nacional. Cuando pensamos en que los municipios movilicen sus potenciales, a veces creemos erróneamente que todos los municipios del país tendrían posibilidades. Yo creo que sí, que efectivamente todo territorio tiene algún potencial que movilizar para generar empleo, nuevas producciones y bienes no materiales. Pero, evidentemente, esos potenciales no son iguales. Entonces, el reto es cómo desde la provincia, desde el gobierno nacional, se monta un andamiaje que permita avanzar a aquellos que tienen potencial, no pararlos, permitir que alcancen mejores condiciones de vida, pero a la vez manejar con mecanismos de solidaridad la posibilidad de que aquellos que no tienen potenciales fuertes sigan también avanzando. En algunos países se aplica lo que se llama la caja central del Estado para el desarrollo local: todos los territorios tributan y esos recursos son redistribuidos favoreciendo a los de menor potencial. En resumen, actuar en dos direcciones: apoyos a los territorios sin mucho potencial que movilizar, pero también incentivos para aquellos que tienen iniciativas. A veces se premia sólo la desventaja, y no la iniciativa. Tenemos que crear nuevos instrumentos y estimular a los territorios.
Además de oportunidades, ¿qué retos plantean los cambios de los últimos meses en Cuba?
-El temor de algunos hacia medidas como los cambios en las restricciones migratorias, la apertura del mercado de casas y el de autos, es que aumentan la desigualdad. En mi opinión, no la aumentan, la desigualdad ya está ahí; lo que sucede es que quizá la hacen más evidente. Hay quien tiene y quien no tiene. Las medidas para ampliar estos mercados de bienes –que no son suntuosos pero que en nuestra sociedad implican un nivel de vida mayor- me parecen muy positivas, porque siempre que el Estado u otro actor al que el Estado le dé la tarea hagan estas operaciones de mercado legalmente hay un beneficio, hay que pagar impuestos, por ejemplo. Pero, además, está el beneficio de la legalidad; vivir en la legalidad es un gran beneficio del que a veces no nos percatamos. Tomando como ejemplo la reforma migratoria: algunos hablaban de estampida pero los datos han mostrado que no ha sido así, que han aumentado las salidas pero que también muchos van y vienen. Se ha demostrado que la normativa anterior obligaba a la gente a irse definitivamente; ahora tenemos más libertad para escoger y mucha gente quiere pasar su vida así: quieren buscar opciones en otros lugares y tener la posibilidad de regresar.
El mercado de la vivienda también lo considero positivo, aunque no tengo datos. No siempre tenemos datos y ese es otro tema que tendrá que cambiar en nuestra sociedad, el acceso a la información. Aunque hay tensiones y todo no es color de rosa, para muchos ha significado poder, amparados por la legalidad, resolver problemas o carencias que tenían. Las medidas no pueden ser aisladas, si unimos la de compraventa de casas a la de créditos y subsidios vemos que ahí hay un paquete. Hay diferentes herramientas para mejorar. Para mí, el tema de la vivienda es uno de los temas centrales en términos de equidad social y de condiciones de vida en Cuba.
Tenemos el mecanismo crédito, tenemos el mecanismo subsidio y el mecanismo compraventa. Me parece que está faltando el mecanismo cooperativa de vivienda, que puede financiar o construir viviendas, por ejemplo. En mi trabajo en los municipios he podido comprobar que más del 70% de las demandas de la población en las asambleas del Poder Popular se refieren a temas de vivienda y hábitat.
Mayra, en todo este escenario de cambios, ¿cómo repercute y cómo se aborda la desigualdad?
-Quienes trabajamos estos temas no disponemos todavía de datos suficientes, las estadísticas no son completas, pero a través de estudios de casos, de observaciones puntuales y de otros métodos que tienen las ciencias sociales, ya se van dando algunos focos rojos. Hasta aquí hemos hablado de cómo estos cambios en las áreas de empleo e ingresos, mercado, migración, están creando un escenario más favorable y aumentando las oportunidades. ¿Dónde estoy viendo los focos rojos? Las nuevas oportunidades excluyen de algún modo a los que siempre han estado en desventaja. Por ejemplo, en el trabajo por cuenta propia siguen siendo mayoría los hombres, y muchas veces no son las mujeres las propietarias de los pequeños negocios, sino que son trabajadoras subordinadas y ganan menos dinero. Para aprovechar las nuevas oportunidades hay que tener un capital inicial, o algo que poner a funcionar en el mercado como una casa o un automóvil, ciertos conocimientos o habilidad, información… Basándome en observaciones, no estadísticas, aprecio que la población no blanca, específicamente en La Habana, está quedando un poco desplazada. Uno ve a personas blancas como mayoría entre los propietarios de negocios. Se reproducen desventajas de siempre.
Por otra parte, por el momento todo este dinamismo del sector no estatal no ha bajado los precios; de hecho, los ha incrementado, porque empiezan a desaparecer pequeños servicios que operaba el Estado, de bajo precio aunque también de baja calidad. Esos servicios de bajo costo son cada vez menos, y quien tiene bajos ingresos tiene menos acceso al mercado. Hay que crear, repito, mecanismos que apoyen a los que están en desventaja para acceder a esa nueva oferta y a esa nueva realidad.
¿Hacia dónde mirar y enfocarnos en este 2014?
-No quiero hablar mucho de esto porque es un tema complicado y materia de economistas, pero 2013 terminó con la repercusión del anuncio de un plan para terminar con la dualidad monetaria. La dirección del país ha asegurado que no va a afectar los ingresos legítimos, legales, las cuentas bancarias y el efectivo en manos de la población. Creo que es una medida muy importante para la economía, y que también tendrá efectos sobre nuestras vidas cotidianas. Será algo a lo que tendremos que estar atentos. Otro tema relevante es encontrar otras opciones económicas. La sumatoria de pequeños y medianos negocios no cambia el país; de hecho, vimos en la Asamblea que no se pudo cumplir el crecimiento originalmente esperado, crecimos por debajo de tres por ciento. Necesitamos crecer más aceleradamente. He escuchado a mis colegas economistas, que han hecho cálculos y estiman que el país necesitaría tasas de crecimiento sostenidas de más de seis por ciento. Eso no se consigue con las medidas de diversificación, muy atinadas, que hasta ahora se han tomado. Se requiere de inversión fuerte, atracción de inversionistas extranjeros, el Estado negociando con capitales, para poder aumentar nuestras opciones.