La producción agropecuaria en el año anterior fue la mayor en la última década, aunque todavía está lejos de las necesidades del país. Los precios en el agromercado llegaron al punto más alto en los últimos diez años... y en su historia
René Tamayo
29 de Marzo del 2015 0:07:00 CDT
Crecieron las cosechas. Creció la demanda. Decreció la oferta en los agromercados. Crecieron los precios... Es la fotografía del sector agropecuario cubano y de parte de su comercialización en el año anterior. Imagen cada vez más compleja.
Sin incluir la caña de azúcar y lo que se recoge en patios y parcelas —que no es poco—, la producción agropecuaria durante 2014 fue la más grande en los últimos diez años.
Todavía estamos lejos de lo que necesitamos, mas no aramos en el mar. La nota amarga la pone el mercado agropecuario en todas sus formas de comercialización. Los precios en ellos fueron los más elevados en la última década.
En la reunión del Consejo de Ministros de noviembre pasado, Marino Murillo, uno de sus vicepresidentes, dijo al informar sobre la implementación de los Lineamientos: «se evalúan los resultados parciales obtenidos, con vistas a enmendar a tiempo errores que puedan afectar transitoriamente a parte de la población o dar una idea equivocada de los objetivos de la actualización» (Economía cubana avizora mayores crecimientos en el 2015, en periódico Granma, 1ro. de diciembre de 2014).
No debo sacar la frase de su contexto, pero la idea le viene de perilla a los precios. «No está fácil» lo que están cobrando tarimeros y carretilleros. Están dando una idea equivocada de los objetivos de la actualización.
Buena cosecha
El índice de volumen de la producción agropecuaria —excluye caña de azúcar, y lo producido en patios y parcelas— en 2014 aumentó 13,3 por ciento con relación al año que le precedió.
La agricultura no cañera subió 19 por ciento y la ganadería 7,3 puntos porcentuales, según describen los autores de Sector agropecuario. Indicadores seleccionados, enero-diciembre 2014, edición febrero de 2015, de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), localizable en www.onei.cu.
Para tener una idea de lo que esto significa, digamos que el pasado año los productores consignados en esta publicación recolectaron 605 000 toneladas de viandas y hortalizas más que en 2013. Fue así pese a que la papa tuvo una cosecha pésima, la más mala en lo que va de siglo, y a que también cayeron el tomate, la cebolla y el pimiento.
La Oficina no da señales claras sobre el ajo. El redactor especula que más o menos estuvo al nivel del año anterior, quizá algo más. De ser así, no es propicio. La especia, que junto a las otras tres hortalizas de arriba es la base del sofrito cubano, ha estado decreciendo desde 2011... Por eso una cabecita está a tres pesos y más, en La Habana.
El maíz y el frijol, empero, siguen cuesta arriba, aunque la siega de arroz cáscara húmedo disminuyó; cerró los inventarios en 549 600 toneladas, sin incluir —como ocurre con el resto de los cultivos referenciados en la publicación de la ONEI— producciones como las de patios y parcelas, donde se consiguen varios miles de toneladas más del cereal.
Los cítricos también siguen para abajo. Estas plantaciones han sido atacadas por el huanglongbing o «dragón amarillo», una plaga que desde hace años sube por el Caribe y ahora afecta cultivos en Estados Unidos. Desde hace un trienio, sin embargo, las cosechas de los frutales no cítricos indizados en Sector agropecuario... superan el medio millón de toneladas, y todavía pueden dar más, aunque depende del tiempo; el año anterior, por ejemplo, fue malo para el mango.
El clima no ayudó en los primeros meses de 2014, cuando se necesitaba frío y poca lluvia, pero entre enero-diciembre pasado los indicadores seleccionados de la ONEI señalan que los agricultores produjeron 5 046 100 toneladas de viandas, hortalizas, arroz cáscara húmedo, maíz y frijol.
De 2005 para acá jamás se cosechó en esa magnitud, aunque no es algo para hacerse «cosquillas en el ombligo»; los precios en el mercado agropecuario dan cualquier cosa menos risa.
Para entender números
La cosecha de frijoles computada en el informe frisa las cien mil toneladas, y la del maíz supera las 376 000. La leche todavía está a años luz de los buenos tiempos, pero la producción de carnes (bovina, porcina, avícola, ovino-caprina, équida y cunícola) acumuló el pasado año 390 700 toneladas, fundamentalmente de puerco... Pero es verdad, todavía no alcanza.
Debemos explicar a nuestros lectores que las informaciones de la ONEI en la publicación Sector agropecuario. Indicadores seleccionados, enero-diciembre 2014, edición febrero de 2015, no contiene la producción total del país en este sector.
Cuando se publique el Anuario Estadístico de Cuba 2014, tendremos más detalles del total de la producción agrícola no cañera y pecuaria del año anterior. Sin embargo —calcula el redactor—, las cosechas vinculadas de una forma u otra a la alimentación directa de la población debieron andar por los ocho millones de toneladas —excluyo productos como tabaco, café, cacao, miel y algún que otro rubro más.
Si a lo anterior agregamos la importación de unos dos millones de toneladas de alimentos de origen agropecuario (excluyendo productos de países fríos, como el trigo) el pasado año —siempre según estimados propios— el país dispuso de más o menos diez millones de toneladas de productos de este tipo para el consumo por una u otra vía1. A ojo de «mal cubero», pensaríamos que fue bastante: entre producción local e importación, poco menos de una tonelada por persona. No es así.
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La producción e importación de alimentos de origen agropecuario deben abastecer varios destinos, la alimentación directa de la población (libreta, shopping, mercados del Mincin y agropecuarios, comedores obreros, consumo social, autoconsumo de los productores...), la industria alimentaria, la alimentación animal, las semillas, algo para exportar... A eso réstele cáscara y pérdidas y mermas naturales; y súmele la atención a los turistas y excursionistas que llegan al país.
De lo que Cuba produce e importa tienen que comer, de forma directa, elaborada o industrializada, todas las personas que viven o pasan por aquí. Para 2014 hablamos —en números redondos— de 11 200 000 residentes permanentes, tres millones de turistas y excursionistas, y decenas de miles de familiares que residen en el exterior y que no se incluyen en las estadísticas que la ONEI hace públicas en sus informes Turismo. Llegada de visitantes internacionales.
Durante 2014, en el archipiélago se alimentaron uno, varios o todos los días, alrededor de 14 500 000 personas. Agregue a eso millones y millones de animales a los que se les da comida del agro de forma directa, salcochada o como pienso.
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Los números no se comen. No obstante, quizá la catilinaria de guarismos sobre producción e importación agropecuaria y sus diferentes destinos permitan comprender en parte la gran presión y demanda que tienen estas mercancías en el país.
La respuesta a los altos precios en el agromercado está en la ecuación producción-consumo. Por el lado hay muchos otros factores, pero la solución es una: mayores cosechas propias.
También puede importarse más, pero no nos conviene. Primero, el país carece de suficiente dinero para comprar más bienes de consumo «afuera», comérnoslos en unos meses y al mismo tiempo invertir para acelerar nuestro desarrollo económico y social.
Segundo, alrededor de la mitad de los alimentos de origen agropecuario que importamos podemos producirlos nosotros de forma más rentable, y si es a idéntico costo que en otros países, y hasta un poco más, igual: porque es «moneda dura» que se queda aquí, recircula dentro de nuestras fronteras.
Tercero —y es mi criterio—, Cuba no debe retroceder en su rumbo hacia la soberanía alimentaria, hacia el autoabastecimiento, al menos de lo que podemos producir aquí de forma rentable.
Los precios...
Donde dije «digo» no voy a decir «Diego». En un artículo sobre producción y precios agropecuarios durante el primer semestre de 2014, el redactor constató una tendencia a la desaceleración en el ritmo de crecimiento de los precios en el agromercado con relación al primer semestre de 2013.
Nunca dije que los precios caían, sino que seguían creciendo, pero a un menor ritmo que el desboque mostrado entre enero y junio de 2013. Afirmamos que era una tendencia positiva. Interpretamos que debía mantenerse en el tiempo. No fue así.
Contrario a lo ocurrido entre enero y junio, en el segundo semestre del año los precios no se desbocaron: «saltaron» con la consiguiente afectación a la economía de las familias cubanas de modestos o pocos recursos —la mayoría.
Durante 2014 los precios de los productos agrícolas y cárnicos en el agromercado subieron alrededor del 27 por ciento, en conjunto, en las cinco formas de comercialización (mercados agropecuarios estatales —MAE—, mercados agropecuarios de oferta y demanda —MAOD—, cooperativas no agropecuarias-Mercados agropecuarios —CNoA—, puntos de venta —PV—, y trabajadores por cuenta propia carretilleros).
En otras palabras, una hipotética jaba integrada —en minidosis— por las viandas, hortalizas, cereales, granos, frutas y carnes que se vendieron en el mercado agropecuario y que en 2013 costó cien pesos, en 2014 valía 27 pesos más.
De otra manera: aunque si bien los agromercados no representan el primer abasto de alimentos de la población (para no pocas personas sí lo es), el incremento de precios en ellos fue muy superior a los estimados del crecimiento del salario medio para el pasado año, que debe estar, aproximadamente, en 9,1 por ciento —aún la ONEI no ha informado al respecto.
Y esta subida de ingresos no fue pareja. Se debió, en lo fundamental, a la aplicación de los aumentos salariales en los sectores de Salud y Deportes, así como en la inversión extranjera, según explicó en la reunión del Consejo de Ministros de noviembre pasado el vicepresidente de ese órgano y ministro de Economía y Planificación, Marino Murillo Jorge, al presentar en esa instancia el Plan de la Economía para 2015.
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¿Por qué ese crecimiento de los precios en 2014 en el mercado agropecuario? Porque ese año en los tres principales comercios de este tipo en el país (MAE, MAOD y PV) se pusieron unas 66 697 toneladas menos de productos agrícolas en relación con 2013, según estimados del redactor a partir de la publicación de la ONEI Ventas de productos agropecuarios. Indicadores seleccionados, enero-diciembre 2014, edición febrero de 2015 (en www.onei.cu).
¿Pero por qué en el segundo semestre de 2014 los precios se dispararon de la forma en que lo hicieron y no siguieron el ritmo de desaceleración verificado —según el periodista— en la primera parte del año? Porque entre julio y diciembre se dejaron de poner en esas tres formas de comercialización unas 103 163 toneladas de productos agrícolas en relación con igual etapa del año que le precedió. Y no solo se puso menos, sino que hacía falta más.
La cesta «productos agrícolas» de la ONEI en la publicación referenciada incluye: una gran gama de viandas y hortalizas, arroz, maíz, granos, cítricos y frutas no cítricas. Durante el pasado año en los MAE, MAOD y PV solo se puso un poco más —y no mucho— de tubérculos y raíces (excluyendo papa y boniato, que declinaron bastante), plátano, ajo, col, arroz y granos.
¿Pero por qué si en el año se dejaron de colocar unas 66 697 toneladas de productos agrícolas en esos tres establecimientos, el periodista está diciendo que en el segundo semestre faltaron alrededor de 103 163 toneladas «en comparación con idéntico período de 2013»?.
Me explico: en el primer semestre de 2014, en esos agromercados de todo el país se pusieron unas 36 466 toneladas más de productos agrícolas que en igual etapa de 2013, por lo que si al déficit de 103 163 toneladas en la segunda mitad del año usted le resta el «superávit» de enero-junio, le da esas 66 697 toneladas aproximadamente.
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La desaceleración en el ritmo de crecimiento de los precios en el mercado agropecuario entre enero y junio de 2014 se debió a que entonces hubo más cantidad de productos agrícolas en tarimas que en esos mismos meses del año precedente. Y si no cayeron, fue porque la demanda de la población y de las formas no estatales de gestión vinculadas a la gastronomía estuvo muy por encima de la oferta disponible —y seguirá para arriba.
Para mantener esa ralentización de los precios, en el segundo semestre se hubiera necesitado colocar en placitas y carretillas unos cuantos miles de toneladas más por encima de las 440 000 que se vendieron entre julio y diciembre de 2013.
El análisis de la repercusión del déficit de unas 103 163 toneladas en esas fechas es mucho más problemático si tomamos en cuenta las complejidades propias del mercado agropecuario en la segunda mitad de cualquier año, cuando está sometido a una mayor presión por parte de los consumidores. Esta es la etapa en la que se requieren mayores abastecimientos en ellos.
Además de los dos meses de vacaciones estudiantiles, cuando niños y jóvenes están en el hogar y bastantes personas adultas ajustan el descanso para una parte de ese bimestre, de julio a octubre las cosechas caen en picada.
Por el carácter cíclico de nuestra agricultura (la de una isla larga y estrecha, relativamente pequeña, tropical, calurosa, de bajas montañas, de pocos recursos hídricos), a partir de la segunda quincena de mayo y hasta finalizando octubre nuestras tierras paren poco y se siembran mucho.
En esta temporada, cuya mayor parte está en el segundo semestre, cae el autoabastecimiento del casi millón de trabajadores que laboran en el sector agropecuario y silvícola, y el de otros cientos de miles de empleados que de una u otra forma tienen acceso a él, a través de sus lugares de labor.
Lo anterior vale igual para las familias urbanas o los amigos citadinos de quienes viven en el campo, quienes por nuestra tradición de solidaridad siempre dan más que una ayudita.
Los agromercados no constituyen la única fuente de la población para adquirir los productos agropecuarios. Sin embargo, en los meses de bajas cosechas la mayoría de la población tiene que comprar en MAE, MAOD, puntos de ventas, CNoA o con los carretilleros... Entonces, si van más personas y hay menos abastecimiento, los precios suben sin compasión.
¿Bajarán?
Donde dije «digo» no voy a decir «Diego»; tampoco voy a «virarme como el gato». Sin embargo, considero que la dinámica del segundo semestre de 2014 —que truncó la tendencia de enero a junio, cuando se estaba verificando una desaceleración en el ritmo de crecimiento de los precios— fue una coyuntura que no debería repetirse este año. Hay que impedirlo.
En el segundo semestre de 2014 los precios «saltaron» con la consiguiente afectación a los ingresos familiares. Foto: Calixto N. Llanes.
No debiera replicarse a menos que entre hoy y mayo nos afecte un evento meteorológico extremo, entre junio y noviembre nos golpeen uno o más ciclones, o que la sequía que afecta a varias provincias empeore y se extienda.
El análisis de las dinámicas del mercado agropecuario que he compartido con nuestros lectores y que saltan fácilmente a la vista cuando se comparan las estadísticas de la ONEI, también deben haberlo hecho, con mayor conocimiento de causa y detalles, los decisores de las políticas para estos comercios.
Otro elemento a favor es que durante este primer trimestre el clima se ha comportado de forma favorable, se le ha puesto más recursos a la agricultura y, según nuestro propio trabajo de campo, lo que se nos ha dicho y lo que leemos, parece que el sector está teniendo una buena temporada.
De no haber inconvenientes climáticos, el presumible éxito de los agricultores entre enero y abril, que es la etapa cuando más se cosecha, debería tener una repercusión favorable en el abastecimiento de los agromercados y por tanto en nuestros desembolsos en ellos.
No obstante, mantengo mi criterio de que la caída de los precios en estos establecimientos no será nominal (que el peso cubano —CUP— se revalorice, tenga mayor poder adquisitivo), sino por vía real, debido a la combinación de tres factores:
1) una sostenida alza en la producción agropecuaria;
2) una mejor distribución y mayor abasto a los MAE, MAOD, PV, CNoA y carretilleros; y
3) un aumento de los ingresos monetarios de la población.
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Durante 2015, una parte importante de la población será beneficiaria de mayores ingresos monetarios.
Los incrementos salariales aplicados a partir de mayo de 2014 en la Salud y el Deporte, y de octubre en las empresas mixtas, ahora serán todo el año. También deberían crecer los haberes de los trabajadores del sistema empresarial, a raíz de las nuevas formas de pago establecidas para el sector.
A estos trabajadores se agrega el creciente número de personas asociadas o empleadas en cooperativas no agropecuarias y el cuentapropismo, la mayoría de las cuales está ganando bien.
Están, además, los cooperativistas agropecuarios y campesinos individuales y sus trabajadores contratados, quienes reciben importantes ingresos. Estos no tienen una incidencia abrumadora sobre el agromercado, pero indirectamente sí compiten en otros mercados de alimentos, como las tiendas en divisa, por lo que transversalmente contribuyen al incremento de la demanda.
Millones de compatriotas tendrán una solvencia económica un poquitico más llevadera este año. Sí, también es verdad que por el momento el país no tiene posibilidades de incrementar los beneficios de quienes trabajan en el sector presupuestado, los pensionados y jubilados, y las familias en desventaja social.
A pesar de esto, creo que el incremento de ingresos es más que positivo. Pero no nos hagamos «la boca agua».
El «mercado» —que nada tiene de «bobo»— reaccionará a esa liquidez, por lo que nominalmente los precios agropecuarios no van a ponerse por debajo de lo que están hoy. Algunos —los menos— caerán a futuro, mas será poco. Tampoco, empero, hay elementos —al menos si nos libramos de eventos climáticos extremos— para que los precios continúen desbocándose mes tras mes.
La respuesta pendiente
A esta altura, los lectores —si aguantaron hasta aquí— tal vez todavía se están haciendo una pregunta: «Si según el periodista el incremento sustancial de los precios en el segundo semestre fue porque se dejaron de poner en el mercado agropecuario unas cien miel toneladas de productos agrícolas, ¿por qué eso pasó?, ¿cuál fue la causa de ese desabastecimiento?».
Tenemos algunas respuestas, pero no la mayoría. Terminado este artículo salimos a buscar las que faltan. Son muchas las «voces», estatales y no estatales, que tienen «vela en este entierro». Hacer que algunas hablen puede costar tiempo, estrés y sudor. Tal vez nos demoremos un poco. Pero ya salimos a preguntar.
Nota
1 Basamos nuestras estimaciones en el Anuario Estadístico de Cuba en lo relativo a la producción agropecuaria y a la importación de un grupo de productos de origen agropecuario de 2013 a 2009, y declaraciones oficiales sobre la importación de alimentos en el año 2014.