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- Tras el congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), celebrado en abril de 2011, y la aprobación de los lineamientos para las transformaciones económicas ¿se puede decir que en Cuba hay un camino de desestatización de la economía, o esto es demasiado simple?
- La pregunta tiene dos respuestas: una corta y una larga. La corta es sí, definitivamente es un proceso de desestatización, porque reduce la presencia del Estado en determinados sectores de la economía. La respuesta más larga es sí, es un proceso de desestatización pero no al estilo de otros procesos de desestatización, porque no solo se trata de que se abran nuevos espacios, a formas como el cuentapropismo o el cooperativismo, o que en algún momento se abra aún más la economía a la inversión extranjera, sino también que cambia la manera en que el Estado interviene en el funcionamiento de la economía. Hay una reducción del papel del Estado: primero, porque se está recurriendo cada vez más a métodos indirectos de regulación y no a métodos directos y administrativos; segundo, porque hay una decisión de que instituciones como los ministerios dejen de ser administradores de empresas; tercero, porque desde el propio Estado hay una mayor conciencia de que hay límites a la expansión de su acción desde el punto de vista del control y la regulación.
- ¿Los primeros anuncios de cambios económicos, como la compraventa directa de viviendas y automóviles entre particulares, fueron más una anécdota o algo sustancial en el proceso de transformaciones?
- No fue una anécdota. Se puede pensar que alguna de esas medidas no tienen un impacto decisivo en el crecimiento del PIB, si tu miras la pequeña cantidad de transacciones de carros o casas. Pero venimos de una historia de muchas prohibiciones, que ahora se suprimen, y se le hace la vida más fácil a la ciudadanía. Durante mucho tiempo nosotros desarraigamos el derecho de propiedad de Tomás de Aquino. Tenías tu casa, podías usarla pero no podías venderla, o si la vendías tenías que vendérsela al Estado. A partir de ahora tú puedes comprar y vender tu casa. Dentro de la norma hay un grupo de regulaciones para evitar que puedan quedar desamparados los hijos e hijas, por ejemplo.
También se aprobó la posibilidad de acceder a crédito a la ciudadanía normal, un hecho inédito en la economía del país. Estas cosas son importantes, de igual modo que fue importante que cubanas y cubanos pudieran ir a un hotel, que pudieran comprarse un celular, algo cercano a lo cotidiano, aunque también con un impacto en el nivel de ventas de productos. No quiero quitarle importancia a la repercusión económica, pero lo más importante es que pone al cubano promedio cerca de la media del ciudadano promedio del mundo.En realidad el documento que norma los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución es una hoja de ruta que incluye medidas que tienen diferente impacto. Hay medidas que tienen un impacto directo en la población, pero menor en la dinámica del producto; hay otro grupo de medidas que son de corte más institucional; hay otras que tienen que ver con mecanismos de incentivo para alcanzar mejores niveles de productividad y competitividad de la economía, etc.
La norma que permite que los campesinos le vendan directamente a los hoteles causó también un pequeño show mediático. No tiene un impacto para todos los campesinos de Cuba, porque no todos viven alrededor de los hoteles, pero es importante porque sienta un precedente interesante. La norma del crédito a las personas es una de las más trascendentales que se han tomado, al ser uno de los instrumentos que tradicionalmente se utilizan para expandir la demanda y dinamizar la economía. Es como el aceite para los carros, bueno, aunque hay países a los que –como comprobamos– se les ha ido la mano y le han echado tanto aceite que el carro se está ahogando.
También se aprobó la posibilidad de acceder a crédito a la ciudadanía normal, un hecho inédito en la economía del país. Estas cosas son importantes, de igual modo que fue importante que cubanas y cubanos pudieran ir a un hotel, que pudieran comprarse un celular, algo cercano a lo cotidiano, aunque también con un impacto en el nivel de ventas de productos. No quiero quitarle importancia a la repercusión económica, pero lo más importante es que pone al cubano promedio cerca de la media del ciudadano promedio del mundo.En realidad el documento que norma los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución es una hoja de ruta que incluye medidas que tienen diferente impacto. Hay medidas que tienen un impacto directo en la población, pero menor en la dinámica del producto; hay otro grupo de medidas que son de corte más institucional; hay otras que tienen que ver con mecanismos de incentivo para alcanzar mejores niveles de productividad y competitividad de la economía, etc.
La norma que permite que los campesinos le vendan directamente a los hoteles causó también un pequeño show mediático. No tiene un impacto para todos los campesinos de Cuba, porque no todos viven alrededor de los hoteles, pero es importante porque sienta un precedente interesante. La norma del crédito a las personas es una de las más trascendentales que se han tomado, al ser uno de los instrumentos que tradicionalmente se utilizan para expandir la demanda y dinamizar la economía. Es como el aceite para los carros, bueno, aunque hay países a los que –como comprobamos– se les ha ido la mano y le han echado tanto aceite que el carro se está ahogando.
- Has comentado, te cito en uno de tus textos, que “es necesario desenraizar conceptos muy arraigados como que el mercado es pernicioso per se o, al contrario, que la planificación es innecesaria”
- Eso lo vengo diciendo desde que soy profesor de la Universidad de La Habana, hace 37 años. Es una vieja discusión teórica, no de la economía socialista ni de Cuba, sino una vieja discusión de la teoría económica. Hay dos grandes extremos: el mercado es lo mejor del mundo o el mercado es lo peor del mundo. Nosotros casi estábamos en ese segundo extremo, y durante mucho tiempo vivimos de espalda al mercado.
El mercado es una institución que no es capitalista, existía antes del capitalismo, desde los fenicios, pero el capitalismo lo perfecciona, lo amplifica. Nosotros en Cuba durante mucho tiempo malaprendimos esa realidad y pensamos que el mercado era siempre negativo, per se. Ese concepto tenemos que desaprenderlo, tenemos que desenraizarlo.
Y tampoco caer en el otro extremo: el mercado es tan bueno que lo va a resolver todo. Todos los días lo vemos en la realidad de los países que han enarbolado como única bandera el mercado a ciegas. De hecho, las experiencias de desarrollo exitosas no son las experiencias de los países que se han vendado los ojos ante el mercado, sino las de aquellos han sabido adecuar el mercado a sus necesidades. Hay una combinación en casi todos los países entre el espacio que el mercado tiene y el espacio que no se le puede dejar porque produce fallas.
“El Estado está para corregir las fallas del mercado”, dice la economía tradicional. Yo estoy en desacuerdo, yo creo que el Estado no sólo está para corregir las fallas del mercado, sino también para hacer los caminos y las carreteras por los que el mercado tiene que caminar, dicho de otra manera, trazar cuáles son los bordes de las fronteras a ese mercado. Eso tiene que ver con la planificación. No con la planificación que los cubanos conocemos, centralizada desde la cúspide, muy inflexible, ese concepto también tenemos que desenraizarlo, especialmente porque si este país va a tener un 40-45% de su fuerza de trabajo en segmentos de la economía que no son estatales y el Producto Bruto Interno va a estar entre un 40-45% en manos de estos sectores no estatales, el mercado tiene que jugar un papel.
Lo cual no quiere decir que la planificación no juegue un papel también. Pero esa relación tenemos que cambiarla. Es un ejercicio de mucha innovación, desde el punto de vista institucional, y lógicamente cometeremos muchos errores, no queda más remedio.
El mercado es una institución que no es capitalista, existía antes del capitalismo, desde los fenicios, pero el capitalismo lo perfecciona, lo amplifica. Nosotros en Cuba durante mucho tiempo malaprendimos esa realidad y pensamos que el mercado era siempre negativo, per se. Ese concepto tenemos que desaprenderlo, tenemos que desenraizarlo.
Y tampoco caer en el otro extremo: el mercado es tan bueno que lo va a resolver todo. Todos los días lo vemos en la realidad de los países que han enarbolado como única bandera el mercado a ciegas. De hecho, las experiencias de desarrollo exitosas no son las experiencias de los países que se han vendado los ojos ante el mercado, sino las de aquellos han sabido adecuar el mercado a sus necesidades. Hay una combinación en casi todos los países entre el espacio que el mercado tiene y el espacio que no se le puede dejar porque produce fallas.
“El Estado está para corregir las fallas del mercado”, dice la economía tradicional. Yo estoy en desacuerdo, yo creo que el Estado no sólo está para corregir las fallas del mercado, sino también para hacer los caminos y las carreteras por los que el mercado tiene que caminar, dicho de otra manera, trazar cuáles son los bordes de las fronteras a ese mercado. Eso tiene que ver con la planificación. No con la planificación que los cubanos conocemos, centralizada desde la cúspide, muy inflexible, ese concepto también tenemos que desenraizarlo, especialmente porque si este país va a tener un 40-45% de su fuerza de trabajo en segmentos de la economía que no son estatales y el Producto Bruto Interno va a estar entre un 40-45% en manos de estos sectores no estatales, el mercado tiene que jugar un papel.
Lo cual no quiere decir que la planificación no juegue un papel también. Pero esa relación tenemos que cambiarla. Es un ejercicio de mucha innovación, desde el punto de vista institucional, y lógicamente cometeremos muchos errores, no queda más remedio.
- Hablemos un poco de formas de propiedad, de las cooperativas, por ejemplo. En el corto plazo, más allá de la agricultura ¿van a jugar un papel fundamental?
- Está dentro de la hoja de ruta extender las formas cooperativas a otras formas. No quisiera que convirtiéramos el tema de las cooperativas en una consigna. Hay espacios para las cooperativas, para formas privadas individuales, para formas privadas incluso más complejas, de pequeña empresa. Las cooperativas tienen su espacio natural y lógicamente hay que fomentarlo, pero tampoco podemos forzarlo, porque las cooperativas en Cuba pueden ser una experiencia muy positiva en determinados sectores en los cuales la presencia del Estado no se justifica, o porque éste lo hace mal, ineficientemente. Por ejemplo, toda la parte de confecciones de uniformes, todo el segmento tremendo de servicios que son hoy propiedad del Estado: ¿por qué pequeñas fábricas que pueden producir piezas para fábricas mayores deben ser también una empresa estatal? Vamos a mirarlo al revés: ¿por qué tenemos que cerrar una empresa estatal pequeña o mediana que es ineficiente si podemos dársela a los obreros en forma cooperativa y normar cómo se va a participar? Muchas veces lo estatal que no funciona, en forma cooperativa funciona eficientemente. Está probado, por lo menos en la agricultura, que las cooperativas son mucho más productivas que las empresas estatales. También está probado en la agricultura que el agricultor privado es mucho más eficiente que el agricultor cooperativo, con sus excepciones, ya que no en todos los lugares de Cuba funciona igual. Hay que aprovechar los espacios donde se dan naturalmente esas diferentes formas de manera eficiente. Lo terrible sería obligarlas, imponerlas en lugares donde no van a ser eficientes.
- Nos dices: “ni el camino al desarrollo nos conduce al socialismo ni el del socialismo al desarrollo de manera matemática”. ¿Qué quieres decir?
- Lo que quiero decir es que son dos fenómenos que pueden ir de la mano pero no suponen una relación automática. En los años 90, cuando desapareció el campo socialista, aquellos países que nosotros teníamos casi como paradigma del socialismo desarrollado eran más subdesarrollados que muchos países subdesarrollados del mundo capitalista. Cuba, durante 50 años, intentó construir socialismo y caminar hacia el desarrollo. En el año 1989 nos dimos cuenta de que todavía estábamos lejos del socialismo, pero a la vez muy cerca del subdesarrollo. Cuba ya tenía indicadores de salud, de educación, de desarrollo humano propios de los países desarrollados, pero no teníamos un sistema productivo que lo sustentara y éramos en términos económicos más dependientes del azúcar que en 1959, por lo tanto estábamos lejos del desarrollo.
Paradójicamente, los países que lograron tener modelos de desarrollo exitosos, han sido países que lo han hecho desde vías capitalistas. Ese es el caso de Corea de Sur, Singapur, Tailandia, Malasia y de casi todos los tigres y tigrecillos asiáticos. También se está viviendo en Brasil. Esa es una realidad que está ahí, desconocerla sería un error brutal, hay que aprender de eso. Evidentemente el desarrollo automáticamente no conduce al socialismo, porque puede conducir al capitalismo, es el caso de esos países. Y el socialismo automáticamente no conduce al desarrollo, es la historia nuestra, esa es nuestra realidad. Tenemos la gran paradoja de tener un país con gente relativamente bien cualificada, con estándares de vida relativamente altos en muchos aspectos. Nosotros no podemos ofrecerle hoy al cubano como incentivo para apoyar estas transformaciones que en dos años vamos a vacunar a todos los niños menores de siete años, o que los muchachos van a poder ir a la primaria, o que por sus méritos pueden llegar a la universidad sin pagar. Todo eso está hecho desde hace 40 años. Pero si tú miras otros países, eso es parte de un incentivo. En el proyecto de desarrollo cubano no podemos usar eso, ya que en materia social nuestros estándares de partida son muy altos. En otros países puedes utilizar, como parte de una campaña de un proyecto de transformación, cosas como las que te acabo de decir. Nadie se cuestiona en Cuba si su hijo va a ir o no a la escuela, si un médico lo va a atender, a pesar de que tengamos problemas con el sistema de salud, o de que los hospitales no estén a veces materialmente bien. Hay metas de desarrollo que ya alcanzamos, por lo tanto nuestras metas tienen que ser otras, y en ese camino no podemos bajar las metas que ya alcanzamos.
Es complicado cuando lo llevas a términos económicos. Cuba es un país pobre, subdesarrollado, bloqueado, que tiene una retención financiera todavía mayor que las de otros por estas razones, y a veces tiene que tomar decisiones que están por debajo del óptimo porque tiene prioridades de verdadera supervivencia. Sobre esa base, definir esas metas y alcanzarlas, y evitar que ese proceso te destruya, es realmente muy complicado.
Éste es un país que ha tenido una realidad diferente a otros países. Lo que para algunos gobiernos en el mundo es muy sencillo, como el recorte laboral, para nosotros es impensable, y por eso cuando el Gobierno lanzó su programa de 500.000 empleados públicos menos, en tres meses tuvo que pararlo porque políticamente no era viable.
Éste es un país donde uno no puede recortar gastos convirtiendo los hospitales de públicos a privados. Este es un país donde los consensos importan, donde el apoyo a las transformaciones cuenta y es decisivo, y eso ha sido parte del éxito.
Paradójicamente, los países que lograron tener modelos de desarrollo exitosos, han sido países que lo han hecho desde vías capitalistas. Ese es el caso de Corea de Sur, Singapur, Tailandia, Malasia y de casi todos los tigres y tigrecillos asiáticos. También se está viviendo en Brasil. Esa es una realidad que está ahí, desconocerla sería un error brutal, hay que aprender de eso. Evidentemente el desarrollo automáticamente no conduce al socialismo, porque puede conducir al capitalismo, es el caso de esos países. Y el socialismo automáticamente no conduce al desarrollo, es la historia nuestra, esa es nuestra realidad. Tenemos la gran paradoja de tener un país con gente relativamente bien cualificada, con estándares de vida relativamente altos en muchos aspectos. Nosotros no podemos ofrecerle hoy al cubano como incentivo para apoyar estas transformaciones que en dos años vamos a vacunar a todos los niños menores de siete años, o que los muchachos van a poder ir a la primaria, o que por sus méritos pueden llegar a la universidad sin pagar. Todo eso está hecho desde hace 40 años. Pero si tú miras otros países, eso es parte de un incentivo. En el proyecto de desarrollo cubano no podemos usar eso, ya que en materia social nuestros estándares de partida son muy altos. En otros países puedes utilizar, como parte de una campaña de un proyecto de transformación, cosas como las que te acabo de decir. Nadie se cuestiona en Cuba si su hijo va a ir o no a la escuela, si un médico lo va a atender, a pesar de que tengamos problemas con el sistema de salud, o de que los hospitales no estén a veces materialmente bien. Hay metas de desarrollo que ya alcanzamos, por lo tanto nuestras metas tienen que ser otras, y en ese camino no podemos bajar las metas que ya alcanzamos.
Es complicado cuando lo llevas a términos económicos. Cuba es un país pobre, subdesarrollado, bloqueado, que tiene una retención financiera todavía mayor que las de otros por estas razones, y a veces tiene que tomar decisiones que están por debajo del óptimo porque tiene prioridades de verdadera supervivencia. Sobre esa base, definir esas metas y alcanzarlas, y evitar que ese proceso te destruya, es realmente muy complicado.
Éste es un país que ha tenido una realidad diferente a otros países. Lo que para algunos gobiernos en el mundo es muy sencillo, como el recorte laboral, para nosotros es impensable, y por eso cuando el Gobierno lanzó su programa de 500.000 empleados públicos menos, en tres meses tuvo que pararlo porque políticamente no era viable.
Éste es un país donde uno no puede recortar gastos convirtiendo los hospitales de públicos a privados. Este es un país donde los consensos importan, donde el apoyo a las transformaciones cuenta y es decisivo, y eso ha sido parte del éxito.
Entrevista: José MANZANEDA
Transcripción y redacción: Monica OPORTO
Transcripción y redacción: Monica OPORTO