Por: Tania Chappi Docurro
Un centenar de personas, con diversas profesiones, intercambiaron ideas acerca de cuáles son los factores y mecanismos que fabrican visiones idealizadas del pasado y si es aconsejable evitar tal idealización.
Para la mayoría de los seres humanos la vida no es color de rosa. A menudo la carga resulta demasiado pesada y optamos por desenfocar tonalidades y contornos. Sin embargo, al pasar el tiempo recordamos solo los fragmentos amables o vestimos los sucesos con una luz más atractiva. Pero ¿puede una sociedad avanzar si tal visión sobre el pasado tiende a reproducirse y a predominar? Grabadora en mano me dispuse, el pasado jueves, a escuchar los criterios de los conferencistas y del público asistente a la habanera sala Fresa y Chocolate.
Rafael Hernández, director de Temas comenzó la sesión con una cita de Tesis de Filosofía de la historia, elaboradas por Walter Benjamin: “Articular históricamente lo pasado no significa «conocerlo como verdaderamente ha sido». Consiste, más bien, en adueñarse de un recuerdo tal y como brilla en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado, imagen que se presenta sin avisar al sujeto histórico en el instante de peligro. El peligro amenaza tanto a la existencia de la tradición como a quienes la reciben. En cada época hay que esforzarse por arrancar de nuevo la tradición al conformismo que pretende avasallarla. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo le es dado al historiador perfectamente convencido de que ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence”.
El habitual moderador del encuentro especificó que Benjamin escribió esas ideas en 1940, cuando el “instante de peligro” era la guerra. “Estaba hablando del nazismo y para qué sirve la recuperación de la historia, no solo para los historiadores profesionales, sino como proceso social y cultural. El propósito del presente panel es analizar no tanto cómo la narrativa histórica recupera el pasado, sino cómo otras narrativas lo rescatan también en un proceso de idealización; narrativas literarias, artísticas, audiovisuales, pedagógicas, mediáticas, políticas, religiosas. Todos esos discursos se apropian del pasado de cierta manera y al hacerlo a veces exaltan los rasgos positivos o los negativos”.
Frente a los espectadores habían ocupado asientos, además, Oscar Zanetti, historiador y Premio Nacional de Ciencias Sociales; Domingo Amuchástegui, durante años profesor del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, en la actualidad residente en los Estados Unidos y analista de la publicación electrónica especializadaCubastandard; Alfredo Prieto, investigador, escritor, docente, subdirector de Ediciones Unión, quien ha estudiado las influencias culturales norteamericanas en la Cuba contemporánea; y el artista de la plástica Ángel Ramírez, cuya obra, aunque trata temas del presente, recurre a la imaginería medieval.
El panel estuvo compuesto (de izquierda a derecha) por Ángel Ramírez, Alfredo Prieto, Domingo Amuchástegui, Oscar Zanetti y, como moderador, Rafael Hernández.
“¿Qué es la idealización del pasado, a qué le llamamos así?, inquirió Hernández.
Según Oscar Zanetti, “quizás la historia es la más acabada de las representaciones del pasado, por su carácter sistemático y porque se elabora con procedimientos científicos, como síntesis incluso ayuda a la organización de la memoria colectiva. Pero esa memoria y la individual albergan nociones de muy diversa naturaleza, fragmentarias, desordenadas y en ocasiones ilusorias, que proceden de múltiples fuentes, distintas a los libros y las clases de historia: el arte, la literatura, el cine, los textos periodísticos, los discursos de los políticos…
“De la misma manera que las representaciones históricas se arman con lo que los historiadores consideran relevante, la memoria es un mecanismo selectivo y forma pareja con el olvido. Es decir, en nuestras concepciones también operamos con un proceso de selección, tanto a escala individual como a escala social, que obedece a disímiles circunstancias y está condicionado por intereses individuales, sociales y de grupo, y por factores que determinan qué y cómo se recuerda. Como la construcción es selectiva, siempre hay mayor o menor parcialidad en ella. La idealización es un caso extremo, pues constituye la representación perfecta, expresa solo el lado bueno de los procesos y personalidades; su pareja es la demonización, que muestra únicamente la arista negativa de los fenómenos. Ambas posturas son irreales. Un historiador dijo: ‘Vemos el pasado como quisiéramos que sea el futuro’. La idealización responde a la conveniencia. En nuestra historia tenemos un caso paradigmático: Don Tomás Estrada Palma es para algunos el gobernante honesto, de honradez acrisolada, en cuyo presupuesto de gobernación la partida de educación era la más importante; para otros es un criptoanexionista, traidor a Martí, agente del imperialismo”.
Las reconstrucciones históricas pueden causar impactos significativos en buen número de individuos. Así le ocurrió a Domingo Amuchástegui cuando era un adolescente, con el libro Episodios de la revolución cubana, de Manuel de la Cruz. El ponente reveló: “Mi aproximación al mundo político, a las luchas de entonces y de ahora, la debo en alguna medida a aquella primera lectura que hice de lo que fue y es una visión completamente idealizada del proceso independentista cubano. Luego esa misma historia me fue revelada de una manera muy diferente por Ramiro Guerra y Jorge Ibarra”.
Alfredo Prieto aseveró que por lo general las construcciones idealizadas no están dirigidas a un público avezado. Opina que la idealización de la etapa prerrevolucionaria comenzó mucho antes del Período especial. “Fuera de la Isla existe el llamado discurso de la nostalgia, que brinda una imagen específica de Cuba: prácticamente éramos la Suiza de América; también se genera toda una industria simbólica al respecto. Tras la apertura de los años 90, esos imaginarios comenzaron a penetrar en personas que poseen déficits en el conocimiento de la historia, cuya causa fundamental son las carencias presentes en la enseñanza de esa materia en las escuelas cubanas, sobre todo en los niveles básico y medio”.
Ángel Ramírez apuntó que el pasado incluye a los años 80. “Se piensa que entonces todo funcionaba bien. Y en verdad fue una década bastante estropeada, porque ya había recursos humanos adecuados y una economía sostenida a partir de buenos tratados con los soviéticos; sin embargo, no se aprovecharon para alcanzar un desarrollo económico más fuerte”.
Efecto boomerang
Dado que se trata de un fenómeno asociado con la cultura, la educación, con fenómenos psicológicos que ocurren en cualquier sitio, ¿qué factores inciden en la reconstrucción del pasado? ¿Qué problemas contemporáneos favorecen el proceso de idealización? Ambas inquietudes, formuladas por el moderador, impulsaron a profundizar en el análisis.
“No creo que la idealización sea un fenómeno particular de la época actual. En otras circunstancias históricas tal vez fue más acentuada. Pero hoy la multiplicidad de medios existentes favorece la difusión del pasado”, aseguró Oscar Zanetti.
“En la historia hay momentos cruciales, situaciones o puntos de viraje que afectan las identidades. La Revolución cubana es uno de ellos, se proyectó a partir de la negación de un pasado que se propuso superar, y por tanto se tendió a demonizar aquel pasado, mientras los elementos considerados precedentes o parte de la gesta revolucionaria fueron idealizados. Eso llevó a la construcción de un discurso histórico, me refiero esencialmente al que se enseña y se divulga, en el cual acontecimientos y personalidades suelen presentarse como de una sola pieza, sin dudas ni contradicciones. Así lo recibe la gran masa de estudiantes.
Pero los aspectos y facetas que el discurso minimiza o soslaya de todas maneras sobreviven en la memoria de la gente y, además, son perceptibles en las evidencias materiales”. El panelista mencionó el siguiente ejemplo: en La Habana coexisten primorosas restauraciones de edificios del pasado remoto y el abandono más absoluto de edificaciones de otro más reciente, que hacen suponer la existencia de un ayer esplendoroso y no reconocido por las versiones oficiales.
“Cuando se exaltan algunos componentes del pasado y se ocultan otros —continuó Zanetti—, estas interpretaciones sesgadas conducen a la búsqueda de la porción ausente y, si se encuentra, esa parte no es utilizada para complementar y equilibrar el relato existente, sino para producir una idealización de signo inverso”.
De acuerdo con Domingo Amuchástegui, como es lógico el embellecimiento (o no) de la realidad depende, en primer lugar, de la visión que tengan los implicados en los sucesos, “ya sea cómo manejan su derrota, sus limitaciones y fracasos; o ya sea a partir de magnificar sus propios éxitos o mejores desempeños”. No obstante, para que ese tipo de reconstrucciones prosperen resulta inevitable acudir a “aspectos que en determinadas circunstancias permitieron, permiten y permitirán sublimar aristas de ese pasado”. De lo contrario, “usted puede hacer toda la narrativa que quiera sobre la Revolución omitiendo cualquier cosa, siendo selectivo hasta el punto de caer en lo que me decían algunos alumnos cuando yo era profesor en Cuba: en una baba aburrida; y tal baba es capaz de anular, de destruir, cualquier idealización razonable”.
Entre las razones que incentivan la aparición de juicios distorsionados sobre el siglo XX cubano, Alfredo Prieto especificó “la polarización, la existencia de una cultura polarizada; hay quienes ven la República de manera demasiado plana, cuando en realidad es compleja. Produjo, por ejemplo, la Constitución del 40, al joven universitario Fidel Castro y el Programa del Moncada. Hace unos años Eusebio Leal afirmó que no podíamos entender la Revolución sin la República. Eso es fundamental para hacer llegar a los jóvenes un discurso más sofisticado, menos omiso y por tanto más creíble”.
Al mismo tiempo, no podemos desconocer los movimientos pendulares. Martí escribió en un apunte de la década de los 80 que tras las épocas de reafirmación vienen las de crítica, recordó el investigador antes de alertar: “Lo temible con esta movida hacia la crítica pendular o el relativismo es que vayamos a quedarnos sin verdad; como decía Antonio Machado, ‘también la verdad se inventa’. Los discursos masivos aquí juegan un papel importante, sobre todo los que vienen de afuera. Y en ellos abundan las visiones simplistas, facilonas y cóncavas”.
Por su parte, Ángel Ramírez estima que el presente se idealiza tanto como el pasado. “Recientemente se han estrenado algunas películas. Vi Vestido de novia, un tema dramático e importante, pero lo es más para un grupo determinado de personas, las cuales han vivido esa problemática en carne propia. Los demás viven una idealización, al creer que el fenómeno no existe, hasta que tropiezan con él”.
Quienes intervinieron desde el auditorio coincidieron con lo planteado por los disertantes en cuanto al sesgado enfoque de la enseñanza de la historia en Cuba. Y agregaron varias ideas: hoy los medios cubanos de comunicación masiva contribuyen a la idealización de ciertas áreas y momentos del devenir nacional, incluidos los años 80 y la política cultural de entonces. En la Unión Soviética el embellecimiento del pasado llegó hasta el punto de borrar de los manuales escolares la figura de Stalin y las acciones negativas de su gobierno. Al decir de un economista, el afán idealizador en torno al socialismo implicó silenciar la teoría de “los gérmenes del futuro”, donde Marx proclamó que “debía tomarse lo mejor del cooperativismo, de las corporaciones capitalistas y del Estado para implementar un modo de producción que sostendría la superestructura” durante el tránsito de una formación socioeconómica a otra. Las dificultades económicas padecidas por la Isla desde los años 60 y las excesivas normativas e institucionalización, llevan a muchos a idealizar prácticas de la vida nacional anterior a 1959, manifestó otro integrante del público. Un psicólogo e historiador subrayó que la historia nunca es el relato exacto de los hechos ocurridos, sino la construcción de un pasado verosímil, cuya función radica en ayudar a comprender el presente y a imaginar futuros posibles.
En el nutrido auditorio había esta vez pocos jóvenes.
La mejor vacuna
El micrófono retornó al panel para que los expertos respondieran el tercer bloque de interrogantes: ¿Es deseable, tendría sentido lograr que el pasado dejara de idealizarse? Si fuera así, ¿de qué modo se haría?, ¿quiénes, desde cuáles áreas, debieran realizarlo?
Resulta imprescindible abordar nuestra realidad —pasada, menos pasada, más reciente— de manera crítica y a la vez apasionada, expuso Domingo Amuchástegui. “Debemos acercarnos a ese pasado de forma descarnada, con todos sus pro y sus contra. Si en temas polémicos prevalece el silencio interesado y presentamos hombres ideales en lugar de seres de carne y hueso, entonces perjudicamos notablemente el hacer la historia que necesitamos. Asimismo, es indispensable que los espacios mediáticos existentes, y los que puedan crearse, muestren los asuntos de una manera diferente a como se ha hecho hasta ahora, mucho más crítica, diversa, informada, amena”.
Dicha transformación urge, amén de otras razones, porque debido a las posibilidades tecnológicas y a las tendencias internacionales de los MCM “se nos viene encima el mundo más abrumador, pleno de espectáculo, de manipulación, de mentir premeditadamente una y otra vez. Esa invasión nos exige, no pasado mañana, o en el próximo congreso de la UPEC o del Partido, sino ya, un ejercicio intelectual realmente creador, imaginativo, autocrítico, hacia el pasado, el presente y el futuro”.
Como principio, Oscar Zanetti acepta que los hombres y las mujeres “tienen derecho a apropiarse de la historia y a examinarla desde su punto de vista; siempre habrá versiones diferentes, contradictorias y hasta tergiversadas del pasado, entre ellas idealizaciones y demonizaciones. En todas las sociedades complejas hay memorias distintas en competencia, porque son expresión de las percepciones, acerca del pasado y del futuro, de las distintas clases y grupos; no solo compiten, sino que existe una voluntad expresa de imponerlas como la visión social dominante. Esto supone la persistencia de corrientes idealizadoras”.
A pesar de ello, el estudioso cree necesario “contrarrestar la idealización, y en general las distorsiones que acompañan a muchas de nuestras representaciones del pasado”. La manera más eficaz de contribuir con ese propósito “Amuchástegui la señalaba: desarrollar en la gente una actitud crítica; es decir, la capacidad para detectar y superar la intención de ignorar facetas que no pueden ser descartadas como inexistentes o irrelevantes. En la medida que se despliegue la facultad de interpretar lo ya ocurrido, contaremos con un instrumento importante para reducir el margen de idealización. A escala del discurso histórico, supone abandonar definitivamente las imágenes tradicionales y revindicar la complejidad sobre la simplificación. Resulta difícil, pero es la única forma de ir despejando de mistificaciones las concepciones en relación con el pasado, que son tan importantes para construir el porvenir”.
Dichos planteamientos fueron apoyados por Ángel Ramírez. Obviar la idealización del ayer colectivo o personal, “es absurdo, de hecho toda la historia contada ha sido un poco idealizada. Lo peligroso y lamentable es dormirse en esa idealización. A la sociedad cubana le urge polemizar y enriquecer con más matices el conocimiento de su pasado”.
Por acciones correctivas abogó Alfredo Prieto. El objetivo sería -además de conocer con seguridad de dónde uno viene y, en consecuencia, poder llegar adonde se propone la nación- apropiarnos del pasado con una concepción alternativa. Y recalcó: “La visión de la historia de Cuba tiene que ser más dinámica, más problematizada”. Múltiples instituciones de la sociedad civil pudieran participar en el empeño de instaurar en la población una actitud crítica, ese es el punto central.
Transcribir lo grabado y redactar las anteriores líneas me confirmaron el juicio ya formado cuando abandoné la sede tradicional del espacio que una vez al mes organiza la revista Temas. Los primeros cuestionamientos quedaron plenamente respondidos: sin lugar a dudas, de no calibrar bien los binoculares enfocados hacia el pasado, la sociedad cubana no podrá avanzar con éxito en dirección al porvenir. Sin embargo, en lo relativo a los caminos para revertir la tendencia a las idealizaciones me hubiera gustado escuchar propuestas más concretas. No se trata de un hecho aislado, sucede en todos los ámbitos, al parecer los cubanos sabemos qué nos afecta, pero nos cuesta especificar cómo hacerle frente. En fin, ese sería otro buen asunto para debatir en Último Jueves.