"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

lunes, 8 de septiembre de 2014

La entrada en vigor de la Convención de Naciones Unidas sobre Cursos de Agua Internacionales de 1997


Por Nicolás Boeglin

El pasado 17 de agosto del 2014, entró oficialmente en vigor la "Convención sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para fines distintos de la navegación" adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1997 (ver texto completo:http://www.solidaritat.ub.edu/observatori/general/docugral/N9777296.pdf ). Ello obedece al hecho que en esa fecha se cumplieron los 90 días posteriores a la ratificación número 35 (la de Vietnam, obtenida el 17 de mayo del 2014), tal y como lo establece el texto de este tratado internacional, en su artículo 36.

Han sido muchos años de espera para los que pretendieron lograr,pocos años después de la adopción de la Declaración de Río sobre Ambiente y Desarrollo de 1992 (http://www.un.org/spanish/esa/sustdev/agenda21/riodeclaration.htm ), que los miembros de la comunidad internacional aceptaran, en un instrumento a vocación universal, un mínimo de reglas (incluyendo las de carácter ambiental) para permitir una gestión y aprovechamiento conjuntos y armoniosos entre Estados de cuerpos de agua compartidos. Un instrumento novedoso:

Se trata de un instrumento internacional que, como viene siendo la práctica cuando se intenta explorar un ámbito nuevo del derecho internacional, recurre a la técnica de la convención marco (“convention-cadre” en francés o “framework convention” según la denominación en inglés): esta expresión refiere a un tipo de convención, usualmente utilizada en materia de salud, energía, transporte y protección del ambiente, que sistematiza un conjunto de principios generales que puedan servir de base para establecer una cooperación entre Estados. Se les reconoce a estos últimos un margen de maniobra para detallar y finiquitar en acuerdos posteriores más específicos, y con reglas mucho más precisas, el contenido de esta cooperación. “The character of an agreement as a framewok is mainly established by the decision of the contracting parties to delegate questions that are relevant for achieving the agreement´s objective to additional regulations” (Nota 1).

En el caso de la Convención de 1997, el conjunto de reglas ofrecido pretende servir de base para facilitar la cooperación entre Estados en todo lo relacionado a la gestión, aprovechamiento, uso y protección de los cursos de agua internacionales. Uno de los primeros artículos (el artículo 3) refiere precisamente (y de manera sumamente detallada) a los acuerdos bilaterales o regionales preexistentes o a los que los Estados quisieran adoptar con posterioridad a esta Convención: el artículo 3 es uno de los artículos más extensos de la Convención, con 6 incisos. Además de evidenciar la preocupación de los Estados con relación a los efectos de esta Convención sobre acuerdos previos, este artículo 3 también confirma el carácter de “acuerdo marco” antes mencionado de la misma.

El conjunto de reglas generales recogido parte de una noción mucho más integral que la clásicamente usada de "rio internacional" o de "río fronterizo" al definir su artículo 2 la noción de "curso de agua internacional" de la siguiente manera: "A los efectos de la presente Convención: a) Por "curso de agua" se entenderá un sistema de aguas de superficie y subterráneas que, en virtud de su relación física, constituyen un conjunto unitario y normalmente fluyen a una desembocadura común; b) Por "curso de agua internacional" se entenderá un curso de agua algunas de cuyas partes se encuentran en Estados distintos;". Como se puede apreciar, esta definición va más allá que la de un caudal de agua contenido en el cauce de un río (o la de la superficie lacustre en el caso de un lago), y se extiende tanto a las aguas superficiales como a las aguas subterráneas. En consonancia con este esfuerzo, podemos citar, a modo de ejemplo las recientes iniciativas en España para delimitar oficialmente “la parte española de las demarcaciones hidrográficas correspondientes a las cuencas hidrográficas compartidas con otros países” (ver artículo 3 del Real Decreto 125/2007 - 2 de febrero del 2007-, por el que se fija el ámbito territorial de las demarcaciones hidrográficas en territorio español https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2007-2296 ).

La convención establece una serie de principios generales (los artículos 5 a 10) que deben guiar a los Estados de un curso de agua internacional en la gestión y en el aprovechamiento de este, varios de ellos muy similares a los adoptados en la Convención de Helsinki de marzo de 1992 (Nota 2). Por ejemplo, el artículo 7 sobre la obligación de no causar daños sensibles indica: “1. Los Estados del curso de agua, al utilizar un curso de agua internacional en sus territorios, adoptarán todas las medidas apropiadas para impedir que se causen daños sensibles a otros Estados del curso de agua. 2. Cuando a pesar de ello se causen daños sensibles a otro Estado del curso de agua, el Estado cuyo uso los cause deberá, a falta de acuerdo con respecto a ese uso, adoptar todas las medidas apropiadas, teniendo debidamente en cuenta lo dispuesto en los artículos 5 y 6 y en consulta con el Estado afectado, para eliminar o mitigar esos daños y, cuando proceda, examinar la cuestión de la indemnización”.

La lectura (y relectura) del artículo 7 y de algunos otros artículos posiblemente llame a la memoria un sin fin de controversias acaecidas en los últimos años entre Estados ribereños de un río internacional, o que comparten una cuenca hidrográfica en diversas partes del mundo. Muchos de estos conflictos no encuentran solución satisfactoria debido al uso de nociones jurídicas que limitan un enfoque necesariamente integral, que conlleva cualquier intento de regular un recurso como el agua: a este enfoque precisamente recurre la técnica jurídica en materia de protección del ambiente.

Un instrumento casi ignorado en América Latina:

Al consultar el estado de firmas y ratificaciones según la tabla oficial de Naciones Unidas (disponible aquí:https://treaties.un.org/Pages/ViewDetails.aspx?src=IND&mtdsg_no=XXVII-12&cha pter=27&lang=en ), resulta llamativo que el continente que concentra mayores recursos hídricos, que cuenta con una interesante práctica en materia de acuerdos bilaterales o regionales en la materia (Nota 3) y en el que se contabilizan una gran cantidad de fronteras internacionales localizadas en ríos fronterizos (o cuencas hídricas compartidas) esté prácticamente ausente de dicha tabla: nos referimos a América Latina. Una firma de Venezuela (1997) y una de Paraguay (1998) parecieran ser los únicos "logros" obtenidos durante 17 años de diversas campañas a favor de su ratificación promovidas por diversas organizaciones regionales y ONG en un (también sin fin …) número de foros y reuniones en la región. A la fecha, ningún Estado de América Latina es parte a este instrumento, ya que, como bien se sabe, además de firmar un tratado, hay que ratificarlo. Una evaluación rigurosa (y ojalá crítica) de las distintas campañas de ratificación realizadas por algunas organizaciones se impone, ya que raramente se ha observado un impacto tan limitado de una campaña en favor de la ratificación de un instrumento a vocación universal. Independientemente de su entrada en vigor, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha hecho referencias expresas en su jurisprudencia a los principios contenidos en esta Convención adoptada en 1997: lo hizo incluso en el mismo año de 1997, con ocasión del asunto de la represa Gabcikovo Nagymaros (Hungría c. Eslovaquia, sentencia del 25 de septiembre de 1997) (Nota 4). Cabe recordar que el texto de la Convención es el resultado de más de más de 20 años de arduas discusiones en el seno de la Comisión de Derecho Internacional (CDI), órgano técnico encargado de codificar las reglas del derecho internacional público según el organigrama de las Naciones Unidas: los inicios de los trabajos sobre este tema en el seno de la CDI datan de 1974, y el anteproyecto de Convención fue aprobado por este órgano tan solo en 1994. Durante esos 20 años, la CDI tuvo siempre la ocasión de contraponer los avances de su proyecto con las posiciones oficiales defendidas por los Estados, en las valoraciones de estos al texto propuesto, expuestas anualmente en el seno de la VI Comisión de la Asamblea General de Naciones Unidas. Después de 1994, año en que fue aprobado el anteproyecto por parte de la CDI, los Estados miembros de Naciones Unidas conformaron, en el seno de la VI Comisión antes mencionada, un grupo de trabajo inter-estatal. Lograron adecuar el texto para garantizarle una adopción final mediante la resolución A/RES/517229 (http://www.un.org/Docs/asp/ws.asp?m=A/RES/51/229 ) de la Asamblea General de Naciones Unidas. Esta última resolución fue adoptada en 1997 por 103 votos a favor, 3 en contra (Burundi, China y Turquía) y 27 abstenciones. Por parte de América Latina votaron a favor: Brasil, Chile, Costa Rica, Haití, Honduras, México, Uruguay y Venezuela. Se abstuvieron los siguientes Estados de la región: Argentina, Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, Honduras, Guatemala, Panamá, Paraguay y Perú. Por su parte, Belice, El Salvador, Nicaragua y República Dominicana aparecen entre los "No shows" que sumaron en total 52 Estados: se trata de un número extremadamente elevado para la práctica usual en materia de votaciones en el seno del órgano plenario de las Naciones Unidas (ver detalle del voto:

http://unbisnet.un.org:8080/ipac20/ipac.jsp?session=1409E61I15975.15930&menu=search&aspect=power&npp=50&ipp=20&spp=20&profile=voting&ri=&index=.VM&term= A%2FRES%2F51%2F229&matchoptbox=0%7C0&oper=AND&x=14&y=9&aspect=power&index=.V W&term=&matchoptbox=0%7C0&oper=AND&index=.AD&term=&matchoptbox=0%7C0&oper=AN D&index=BIB&term=&matchoptbox=0%7C0&ultype=&uloper=%3D&ullimit=&ultype=&ulop er=%3D&ullimit=&sort= ).

La protección de un curso de agua internacional:

La Parte IV de esta convención (reglas aplicables a cursos de agua internacionales en materia de protección del ambiente) constituye una útil herramienta para Estados partes a una cuenca hidrográfica compartida. Varias de esas reglas pueden ser interpretadas como un eco cercano a lo dispuesto en la Declaración de Río de 1992. La formulación de estas reglas puede ser contrastada con las reglas enunciadas por la CIJ en el caso de las Plantas de Celulosa (Argentina c. Uruguay, sentencia de abril del 2010): este caso, resuelto de manera sumamente cuestionable - y cuestionada - por parte de los jueces de la CIJ, recientemente dio lugar a tensiones entre Argentina y Uruguay que tuvimos la oportunidad de analizar brevemente en este artículo (http://maestriaderechoambientalucr.wordpress.com/2014/06/22/publicacion29/ ). De la misma manera el contenido de la Parte IV de la Convención deberá ser comparado con las reglas que sean enunciadas por parte de la CIJ con ocasión de los dos casos que enfrentan a Costa Rica y Nicaragua con relación al Río San Juan: el asunto del dragado del río, con la demanda interpuesta por Costa Rica en el 2010 contra Nicaragua; y la denominada "trocha fronteriza" construida por Costa Rica, objeto de la demanda interpuesta por Nicaragua en el 2011 contra Costa Rica. Ambos contenciosos fueron objeto de una inusual – e inédita - “unión” por parte de los jueces de la CIJ en el 2013 (Nota 5) a solicitud de Nicaragua. Tuvimos de igual manera la posibilidad de analizar en su momento el proyecto minero ubicado en la localidad de Las Crucitas en Costa Rica desde la perspectiva de las implicaciones (para Costa Rica) de las regulaciones internacionales sobre recursos hidrográficos compartidos (Nota 6).

Conclusión:

Como suele a veces suceder en algunos campos de la ciencia jurídica, el derecho internacional tiende a modernizar de manera mucho más ágil que el derecho nacional un marco jurídico existente, ofreciendo a los Estados una útil herramienta para guiarlos en álgidos campos donde deben encontrar soluciones de manera conjunta y consensuada. Es el caso de la Convención de 1997 sobre cursos de agua internacionales. Por ejemplo, dos Estados partes a esta Convención, España y Portugal, han entendido de manera muy clara la invitación a la cooperación que les extiende la Convención de 1997: han logrado encontrar en ella una valiosa guía para el aprovechamiento, gestión y protección comunes de las numerosas cuencas hidrográficas que comparten, sean estas superficiales o subterráneas: la Convención de 1997 ha servido de motor para articular una impresionante lista de acuerdos técnicos de aprovechamiento y de cooperación de las aguas superficiales y subterráneas que ambos Estados comparten. Leemos incluso que el primero de ellos, el convenio de Albufeira de 1998 titulado “Convenio sobre Cooperación para la Protección y el Aprovechamiento Sostenible de las Aguas de las Cuencas Hidrográficas Hispano-Portuguesas” resulta de la influencia directa del texto de 1997 al precisar el autor de un artículo reciente que: “…Finalmente tras cinco años de intensas negociaciones técnicas y diplomáticas, el Convenio sobre Cooperación para la Protección y el Aprovechamiento Sostenible de las Aguas de las Cuencas Hidrográficas Hispano-Portuguesas, se firmó en la ciudad portuguesa de Albufeira en noviembre de 1998, y entró en vigor en el ordenamiento jurídico de Portugal y España el 17 de enero de 2000. No hay dudas de que ha sido claramente influenciada por la Convención de las Naciones Unidas, firmada en Nueva York, en 1997, sobre el Derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para fines distintos de la navegación” (Nota 7).

Es de esperar que esta entrada en vigor reciente sirva también para inspirar a muchos Estados y los incite a ratificar este instrumento internacional. Ello en aras de facilitar, en acuerdos posteriores, la gestión conjunta de muchos cursos de agua internacionales, en particular en América Latina.


Nota 1: Véase MATZ-LUCK N., “Framework conventions as a regulatory tool”, Goettingen Journal of International Law, 2009, Vol. 3, pp. 439-458, p. 441. Disponible aquí: http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1535892 . Nota 2: Véase artículo publicado en el Anuario de Derecho Internacional (ADI), en el año 2000, sobre el Convenio de Helsinki: TORRES CAZORLA M.I., "Otra vuelta de tuerca del derecho internacional para regular los cursos de agua internacionales: el convenio de Helsinki de 17 de marzo de 1992", disponible aquí:http://dspace.si.unav.es/dspace/bitstream/10171/22104/1/ADI_XVI_2000_07.pdf . Nota 3: Véase estudio publicado por la CEPAL de QUEROL M., “Estudio sobre los convenios y acuerdos de cooperación entre los países de América Latina y el Caribe, en relación con sistemas hídricos y cuerpos de agua transfronterizos”, CEPAL, 2003. Disponible aquí: http://www.cepal.org/publicaciones/xml/2/13672/lcl2002e.pdf . Nota 4: Véase por ejemplo: RODRIGUEZ HERNANDEZ J.I., “La aportación del asunto Gabcikovo-Nagymaros al derecho internacional del medioambiente”, disponible aquí: http://dspace.si.unav.es/dspace/bitstream/10171/21686/1/ADI_XIV_1998_18.pdf . Nota 5: Véase nuestro modesto análisis, BOEGLIN N., “Costa Rica /Nicaragua et CIJ, Une procédure incidente revisitée: la jonction d´instances”, Publicado en el Boletín Sentinelle de la Société Francaise pour le Droit International (SFDI), Mayo 2013. Disponible aquí: http://www.sentinelle-droit-international.fr/bulletins/a2013/20130505_bull_3 47/bulletin_sentinelle_347.php#510 . Lo inaudito se mantuvo unos meses después con el rechazo por parte de la CIJ de solicitudes de ambas partes de modificar la medida provisional ordenada el 8 de marzo del 2011, rechazo que tuvimos la oportunidad de analizar brevemente en esta pequeña nota en Elpais.cr http://www.elpais.cr/frontend/noticia_detalle/3/84423(edición del 10/08/2013). Nota 6: Véase nuestro artículo BOEGLIN N., "Minería química a cielo abierto en el trópico húmedo fronterizo entre Costa Rica y Nicaragua: el proyecto minero Crucitas y sus implicaciones internacionales", Sociedad Latinoamericana para el Derecho Internacional, Perspectivas, Julio 2009 disponible aquí: http://lasil-sladi.org/files/live/sites/lasil-sladi/files/shared/Perspectiva s/perspectivas21.pdf . Con posterioridad al histórico fallo del Tribunal Contencioso Administrativo de noviembre del 2010, se analizó el tema desde la perspectiva de los acuíferos transfronterizos en un breve artículo, titulado “Acuíferos transfronterizos: respuestas desde el derecho internacional y vacíos en Centroamérica”, Boletín Geológico y Minero (España), 2012, disponible aquí: http://www.igme.es/internet/boletin/2012/123_3/7_ARTICULO3.pdf . Nota 7: Véase OLIVEIRA DO PRADO R.C., “La obligación de cooperar en la gestión de cuencas hidrográficas internacionales. El caso del convenio de Albufeira analizado a la luz del derecho internacional del medio ambiente”, Revista Monfragüe (España), 2012. Disponible aquí:http://monfragueresiliente.com/Documentos/numero1/inv.oliveira.pdf . (*) Nicolás Boeglin, Profesor de Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica (UCR).

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Conozca el secreto de los hunza, un pueblo que no conoce ni las enfermedades ni la vejez

El valle del río Hunza, en la frontera de la India y Pakistán, es llamado 'oasis de la juventud', y no es en vano: los habitantes de la zona viven hasta 110-120 años, casi nunca se enferman y tienen una apariencia muy joven.

Los habitantes de Hunza destacan en muchos aspectos entre las naciones vecinas: físicamente se parecen mucho a los europeos, hablan su propio idioma -el burushaski- que no se parece a ningún otro en el mundo, y profesan un islam especial, el ismaelita, informa Marketium.



© vk.com/Dmitry Rozhkov

Sin embargo, lo más sorprendente de esta pequeña nación escondida entre los macizos montañosos de la región es su capacidad extraordinaria de mantener su juventud y salud: los hunza se bañan en agua helada incluso a 15 grados bajo cero, juegan a juegos deportivos incluso hasta los 100 años, las mujeres de 40 años parecen adolescentes y a los 65 años dan a luz. En verano comen frutas y verduras crudas; en invierno, albaricoques secos, granos germinados y queso de oveja.

El médico escocés Robert McCarrison, que describió por primera vez el 'valle feliz', hizo hincapié en que los hunza casi no consumen proteínas. Al día comen en promedio 1.933 calorías, en las que se incluyen 50 gramos de proteínas, 36 gramos de grasa y 365 gramos de carbohidratos.

Según las conclusiones de McCarrison, precisamente la dieta es el factor principal de la longevidad de esta nación, subraya el medio. Por ejemplo las naciones vecinas, que viven en las mismas condiciones climáticas pero no comen adecuadamente, padecen una variedad de enfermedades y tienen una esperanza de vida 2 veces más corta.



© REUTERS Abrar Tanoli

Otro especialista, R. Bircher, destacó las siguientes ventajas del modelo de alimentación de esta asombrosa nación: es vegetariano, tiene una gran cantidad de alimentos crudos, las frutas y verduras predominan en la dieta, los productos son completamente naturales y tienen periodos regulares de ayuno.

Sobre el secreto de su longevidad, los habitantes de Hunza recomiendan mantener una dieta vegetariana, trabajar y moverse constantemente. Entre otros beneficios de este modo de vida figuran la alegría –los hunza siempre están de buen humor– y el control de los nervios, no conocen el estrés.

Texto completo en: http://actualidad.rt.com/sociedad/view/139666-hunza-enfermedades-longevidad

Oscar Loyola In Memoriam


Por: Rafael Hernández.

Hace casi veinte años, recién salido el primer número de Temas, me crucé con Oscar Loyola en la Plaza Agramonte. Con una sonrisa, y sin darme tiempo a contestar su saludo, me empezó a “increpar” (en ese estilo suyo, peleón y cariñoso a la vez) por haber publicado un artículo sobre historia de Cuba cuyas ideas él no compartía (sus palabras no fueron exactamente esas, pero ese era su sentido). Divertido y dejándome provocar, como siempre que me topaba con él, desde nuestros lejanos días como estudiantes, cuando Letras e Historia compartían el Edificio Dihigo, en Zapata y G, le contesté que escribiera una refutación, y le aseguré “que se la íbamos a publicar.” Con su peculiar modo criollo y caballeresco, recogió el guante, y poco tiempo después, nos mandó “Reflexiones sobre la escritura de la historia en la Cuba actual”. Otras veces colaboró con Temas, como jurado del Premio de Ensayo, o autor de ensayos sobre historia o panelista de Último Jueves. Pero este primer texto, que quizás muchos lectores no conozcan, publicado en Temas # 6 (abril-junio, 1996) reúne como ningún otro sus virtudes excepcionales como intelectual y maestro. Así, con su agudeza y gracia inmitables, llegue de nuevo a nuestros lectores.




Reflexiones sobre la escritura de la historia en la Cuba actual


Oscar Loyola Vega
Profesor. Universidad de La Habana.


Ante todo, considero necesario hacer esta profesión de fe inicial:

1. No me concibo —o, como está tan de moda decir, no me pienso— a mí mismo fuera de los quehaceres del historiar, después de veinticinco años de vida profesional.

2. Las reflexiones que a continuación propongo no tienen, de manera previa, a ningún colega in mente; no me interesan las individualidades ni aludo a casos específicos. Mi intención se centra en la escritura, no en los escritores.

La historia tiene una muy larga tradición en Cuba: más de doscientos años de haber dado sus primeros vagidos, al decir de los estudiosos. Pocas disciplinas del saber disfrutan en nuestro medio de tal ancianidad. Desde la segunda mitad del siglo XVIII, hombres cultos y sapientes han probado sus armas en trabajos históricos, de los cuales no pocos constituyen obras de recia envergadura. El decursar histórico ha estado siempre presente en la problemática intelectual del país. Con toda justeza puede decirse que el gusto por la historia (mejor expresado, por leer sobre historia) es un componente capital de la psicología del cubano.1

En esto no nos diferenciamos demasiado de otros pueblos latinoamericanos. Sin embargo, debe tenerse presente que el elevado índice de alfabetización existente en nuestro país, a escala continental, no solo en las décadas anteriores a 1959 sino también bajo el colonialismo español, ha ampliado el universo de los lectores de historia, estimulados por la calidad de la producción insular y el precio aceptable de libros, folletos y revistas. El incuestionable movimiento educativo y cultural que desató la Revolución del Primero de Enero, y la necesidad de esta de asumir y utilizar el pasado histórico nacional, con sus mitos y sus tradiciones, sus éxitos y sus fracasos, provocó una eclosión afortunada de los estudios históricos, que se escaparon del marco habitual republicano —estrechez económica, casi ningún apoyo gubernamental, poca estimación y reconocimiento sociales del papel del historiador— y permearon todos los estratos de la sociedad cubana, volcada así a una lógica reinterpretación de su pasado —cada generación reescribe la/su historia— en función de un cambio social radical, imprescindible para reafirmar la actuación cotidiana y, siguiendo pautas habituales en la utilización estatal de la historia, justificar y proyectar el porvenir.

A estas alturas de la exposición seguramente ha quedado puesto de manifiesto que el análisis se centra en la historia escrita desde Cuba, por autores que producen en Cuba, ya sea sobre problemas relacionados con la historia nacional, o con aspectos concernientes al decursar histórico universal o continental. Resulta necesario aclarar, además, que una reflexión sobre la escritura de la historia en el siglo XIX cubano implicaría sumergirse en no pocas disquisiciones sobre el desarrollo de las llamadas ciencias sociales, y su constitución en la pasada centuria, en áreas del conocimiento independientes, en particular la sociología; lo que desbordaría (y transformaría) los objetivos de este trabajo. De ahí que el análisis se enmarque en la escritura de la historia en la contemporaneidad insular. Dicho de otra manera, no se pretende hacer la historia de la escritura decimonónica de la historia; ni muchísimo menos la historia de las obras sobre historia en la propia etapa; se pretenderá pensar sobre la escritura de la historia en la actualidad nacional.

¿Dato vs. interpretación?

Estoy seguro de que para muchos colegas un trabajo de tal naturaleza es un trabajo «raro». No pocos de los miembros del gremio preferirían verme laborar —investigar— en función de precisar, de manera inobjetable, cuántos clavos remacharon el casco de la «Santa María», o el exacto número de libertos que murieron a las órdenes de Donato Mármol —si lo logro desglosar en etnias, edad y propietarios, mi puesto en el Panteón sería indiscutido. Esto hace que mi primera reflexión gire en torno a la fetichización del dato en nuestra asunción del conocimiento histórico.2 No desconozco que en el ambiente histórico nacional han existido grandes enfrentamientos entre supuestos cultores del dato en sí y para sí, y connotados escritores de historia apasionados por una interpretación en gran medida desvinculada de los hechos históricos. Todo esto ha sucedido no en el pasado siglo, sino en fecha muy reciente, lo que ha dejado graves secuelas en las generaciones siguientes. Yo me preguntaría: ¿por qué tenemos que seguir reeditando tales enfrentamientos? Con independencia de las simpatías de cada cual —y simpatías aquí equivale a concepción de y sobre la historia— es innegable que las excelentes influencias de Langlois y Seignobos en el desarrollo de los estudios
históricos persisten fuertemente en la manera de historiar en Cuba, sin que esto implique negar el relevante lugar que ambos autores se ganaron entre los principales impulsores de los métodos del trabajo histórico. La absolutización del llamado «dato», y su abstracción y sobrevaloración, se reflejan en la densidad de la escritura histórica, lastrada comúnmente por una excesiva referencia a las fuentes utilizadas. Han sido publicados no pocos libros, cuyo determinante y casi único valor estriba en la enorme información que vuelcan sobre el lector. Lo preocupante del caso es que sus autores suelen ser alabados, y aun felicitados, por esconder sus opiniones —si es que las tienen—; vale decir, por negar su subjetividad profesional, característica de la expresión histórica, ampliamente conocida ya por los más connotados teóricos del positivismo europeo del siglo anterior. Entiéndaseme: no inicio una cruzada contra el hecho o el dato; abogo simplemente por retirarlos, lo máximo posible, de la escritura.3
Diversificar la geografía

Sería conveniente pensar con detenimiento en la distribución, por áreas geográficas, de la producción histórica nacional. No representaría una sorpresa constatar que las obras sobre la historia de Cuba constituyen enorme mayoría, lo cual es lógico. Los trabajos dedicados a la historia de América Latina siguen a estos, a mucha distancia. Algo —muy poco— se escribe sobre los Estados Unidos. Europa, Asia y Africa están casi por completo ausentes de la escritura histórica. Varias de las razones que explican lo expuesto puedo comprenderlas, y aun compartirlas: falta de información, escasa salida editorial, no acceso a archivos (¡ah, los socorridos archivos!), poca tradición, etc. Pero todo no puede justificarse tan sencillamente. Ha habido —hay— un abandono real y efectivo del quehacer histórico relacionado con lo «de afuera»; es inconcebible que España o Norteamérica no estén presentes de manera habitual en la producción nacional, por su ligazón directa con el acaecer histórico cubano. Las ausencias señaladas también hay que buscarlas en la concepción que sobre la historia —la disciplina historia— se sostenga. Buena parte de los profesionales dedicados a la exposición oral o al trabajo de asesoría vinculado a estas regiones, están altamente capacitados en su esfera; pero el temor a no ser considerados investigadores («historiadores») frena la plasmación por escrito de sus criterios. ¿Cómo competir con acuciosos colegas, que dedican miles de horas de su vida laboral a sumergirse en amarillos manuscritos que dormitan en ignotos y centenarios fondos? Romper con esto no es fácil: demasiadas décadas lo han condicionado. Sin embargo, hay que hacerlo, o al menos, intentarlo. La producción histórica desde Cuba, de cara al siglo XXI, tiene que diversificar su base geográfica.

La historia como interdisciplina
Lo anteriormente expuesto se da la mano con un elemento trascendental: por razones ampliamente conocidas, los que escriben en Cuba tienen un altísimo grado de desvinculación —involuntaria— con la producción histórica de avanzada de Europa y los Estados Unidos. Se desconocen las obras fundamentales, los principales autores, las corrientes en boga. Hemos seguido escribiendo como si la disciplina se hubiese detenido en el tiempo, muchos años atrás. Los portentosos avances de la sociología, la etnohistoria o la antropología, por solo utilizar tres ejemplos, no han existido entre nosotros.4 En gran parte por desconocimiento y, en no pequeña medida, por subestimación, la complejidad del trabajo interdisciplinario en la contemporaneidad, las múltiples relaciones actuales entre la historia y otras ramas del saber, son fenómenos que no existen para los historiadores del patio. En momentos en que todas las disciplinas que se ocupan del hombre se traspasan —en ósmosis vivificadora— sus resultados, da la impresión de que, en Cuba, los profesionales nos complacemos en aislarnos de los científicos sociales vecinos, negándolos, y renunciando a aprovechar sus logros.

¿Qué técnicas se emplean hoy en día en el trabajo histórico? ¿Cuáles son los límites y posibilidades de la oralidad? ¿Tienen fronteras precisas la historia y la literatura? ¿Puede aplicarse una encuesta a personalidades fallecidas hace doscientos años? Los ejemplos anteriores ponen sobre el tapete la imperiosa necesidad, para los historiadores cubanos, de actualizarse a la mayor brevedad, sobre todo en lo referente a técnicas. Creo que son utilísimos, no tengo nada personal contra ellos, pero, ¿hasta cuándo el fichaje, el clasificador, la guía temática, los rubricadores, etc., constituirán el centro —en algunos, el único— del arsenal de métodos y técnicas? Otras disciplinas pueden ayudar mucho a transformar tal concepción, que determina — ¡qué duda cabe!— la escritura de la historia.

La diferencia entre el trabajo histórico en los finales de este siglo y el de mediados de la propia centuria, es abismal. No se puede negar —peor aún, despreciar— los avances obtenidos. Y se constata con sorpresa y dolor que no pocos de los historiadores que viajan al extranjero se desesperan por realizar amplísimos trabajos de archivo, con absoluto desinterés por dedicar parte de su estancia a estudiar el desarrollo teórico-práctico de la disciplina. A su regreso, los sustanciosos «datos», localizados con encomiable esfuerzo, serán vertidos en una escritura tradicional, obsoleta en los derroteros de la narración histórica del texto contemporáneo.

De la teoría

De lo visto se deriva una característica notable de nuestra producción histórica: la falta de obras teóricas sobre el género. Si se revisan con cuidado los trabajos históricos, en un lapso abarcador, sorprende el poco interés mostrado por los historiadores cubanos en analizar los marcos teórico-investigativos y los presupuestos —o supuestos— metodológicos de la disciplina. En esto no se ha hecho más que seguir los derroteros de la historia a escala universal: es notorio que la rama de las «ciencias» sociales menos dada a la teorización introspectiva, a estudiarse a sí misma, ha sido la historia. Sin embargo, tal situación ha comenzado a revertirse en las últimas décadas; impulsados por otros especialistas, los escritores de historia, en las naciones más avanzadas dentro de la profesión, han aumentado considerablemente los estudios relativos a las concepciones, los métodos y técnicas a emplear, los referentes históricos, la asunción del texto en tanto artefacto, la relación hecho-sujeto, et al.5

A escala nacional, el vuelco apenas ha empezado. Las investigaciones histórico-concretas predominan de manera abrumadora. Siguiendo la tradición establecida desde el siglo XIX, es muy difícil, en nuestro caso, que un colega analice los métodos y los supuestos a través de los cuales ha llegado a resultados concretos, y mucho menos que se plantee los problemas globales de la investigación histórica, las realidades conceptuales, o la vinculación de su disciplina con otras afines. No se trata aquí de desarrollar mejor los estudios historiográficos, en su sentido habitual; obras de este corte, si bien poco abundantes, existen; se trata de interiorizar, de una vez por todas, que una materia que no elabora su corpus teórico se estanca, antes de comenzar a retroceder. Es imprescindible, para toda rama del saber, la reelaboración constante de sus presupuestos y de sus métodos; no solo para las llamadas ciencias exactas, o para las otras «ciencias sociales». La escritura de la historia en Cuba necesita con urgencia la ampliación de los trabajos teóricos.

Recuperar el ensayo histórico

Casi todas las investigaciones hechas en la Isla se plasman en forma de libros, folletos, artículos diversos, a no dudar, muy sólidos. Se echa de menos, sin embargo, un género trascendental en los estudios sobre la sociedad: el ensayo. Este, en su correcta acepción, casi brilla por su ausencia. Escoger un problema «histórico», desconstruirlo, analizarlo en sus posibles connotaciones,
relacionarlo con otros similares y llegar a conclusiones personales, es un fenómeno semidesconocido en la producción histórica nacional contemporánea, con honrosas excepciones.

Se desconocen las obras fundamentales, los principales autores, las corrientes en boga. Hemos seguido escribiendo como si la disciplina se hubiese detenido en el tiempo, muchos años atrás. Los portentosos avances de la sociología, la etnohistoria o la antropología, por solo utilizar tres ejemplos, no han existido entre nosotros.

La tradición cubana, en lo referente al ensayo, fue excelente desde los albores del XIX hasta hace relativamente poco. La calidad de los ensayistas insulares era altamente reconocida dentro de las letras hispanoamericanas. Varela, Saco, Luz, Martí, Varona y Emilio Roig —por solo recordar algunos—, queriéndolo o no, conscientes de ello o no, escribieron trabajos históricos que marcaron pautas en la ensayística nacional. La materia prima (información abundante) jamás faltó en ninguno; por el contrario, de su plenitud dependió su condición de prosistas. No se olvide, sin embargo, que si a muchos años de haber sido escritas, sus obras se leen hoy por hoy con admiración y provecho, esto se debe al análisis realizado y al compromiso personal establecido a través de sus juicios; vale decir, al yo del escritor devenido ensayista.

Actualmente el ensayo es poco cultivado. Las investigaciones «concretas», con su fárrago de datos y hechos —¡los nunca bien alabados hechos!—, lo han sepultado. Mientras más citas, más «objetividad», menos sujeto, menos yo. Trabajos hay que no contienen un solo juicio personal: son transcripciones de documentos de archivo, sin que siquiera el ordenamiento cronológico intente reflejar una problematización interpretativa. Esto es válido en ciertas investigaciones, cuyo objetivo fundamental puede ser establecer información o «demostrar» algo nuevo, sobre la base de fuentes no utilizadas. Pero la crónica, la descripción como objetivo final, o el presentar los sucesos «como realmente sucedieron», según la famosísima frase de Leopold von Ranke, no es escribir historia.6 Por otra parte, la pobreza del ensayo histórico-social en la actualidad —actualidad que ya se extiende demasiado— ha llevado, en no pocos premios creados para estimular los estudios sociales, a laurear como pertenecientes al género a simples investigaciones cronicoides, nada sospechosas de aspirar a una connotación ensayística. Tarea primordial para la escritura de la historia en Cuba es la de rehabilitar el ensayo, y reasumir el yo histórico del narrador.

Autóctono, común y preciso

La manera en que se escribe la historia en nuestros predios entraña una notable deficiencia, que está grandemente relacionada con la falta de obras de proyección teórica, y debe ser enmarcada en dos direcciones:

Primera: el caos existente en la aplicación de conceptos o, si se prefiere, la pobreza y confusión que reinan en la utilización del vocabulario histórico. Toda disciplina se asienta, se consolida y avanza cuando es capaz de presentar un corpus conceptual que la singulariza entre las materias afines. En el caso de la historia, es notable que las investigaciones concretas han desplazado, de manera abrumadora, la preocupación de sus cultores por establecer y desarrollar un vocabulario propio, instrumento de trabajo imprescindible; el léxico histórico se ha formado, en mucha medida, con la utilización renovada de palabras de arraigo popular, que pueden asumir diferentes significados en función de las «necesidades expresivas» de la escritura histórica. En Cuba, la confusión terminológica, el caos conceptual, llega a ser, en algunos profesionales, francamente lamentable. Muy lejos estoy de pretender resucitar el antidialéctico sistema de categorías foráneas, adaptable a todas las materias que estudian al Hombre (según sus defensores), y que se quiso aplicar en nuestro país; pero no se puede dudar de que toda disciplina exige un vocabulario específico. La historia lo tiene, aunque sea arcaico y poco flexible; empero, nuestros profesionales lo utilizan —a veces, lo destrozan— sin el rigor necesario. Y lo peor del caso es que, detrás de esa utilización caprichosa, no hay una fundamentación conceptual dinámica del porqué; solo una lamentable confusión anima, regularmente, la acepción empleada. Tampoco quiero que se uniformen todos los estilos —en algunos casos no vendría mal, sería una garantía de legibilidad—; creo, sin embargo, que hay que avanzar en la dirección de que los contenidos respondan a un aparato categorial autóctono, común y preciso.
 
Segunda: la escritura de la historia en Cuba está a una distancia infinita —sé que soy muy tajante; pido perdón— de aprovechar el vocabulario que ofrecen otras ramas similares. No se trata de copiar los conceptos ajenos; pero bien que pudiéramos interesarnos por ellos y aplicar, cuando fuere necesario, sus ventajas. El gran avance experimentado por las materias sociales ha traído como consecuencia una eficaz aplicación de sus léxicos, a menudo intercambiables. Rol, estructura, imaginario, mentalidades, icono, desconstruir, metarrelato, larga duración, referente, diacronía, tropo histórico o pre-texto, son conceptos muy actuales —aunque, por supuesto, pueden ser discutibles— que se emplean de manera constante por colegas de excepcional formación científica, en regiones de avanzada. ¿Cuántos en Cuba los utilizamos, o al menos, nos hemos interesado por ellos?7 Puedo recordar una investigación muy sólida, aparecida hace poco, en la que el concepto «imaginario popular» no era empleado, a pesar de ser punto menos que el objeto de trabajo del autor, con cuya utilización este se hubiese ahorrado no pocos rodeos lexicales que, por falta del vocabulario idóneo, se vio obligado a emplear. El terror que sentimos los historiadores por la asunción de nuevos conceptos, se da de bruces con la relación historia-ciencias sociales preconizada con ardor por tantos colegas en la contemporaneidad. Será cada día más difícil mantenernos aislados (puros) en un mundo en el que los problemas del hombre y de la sociedad, se tornan complejos de manera acelerada. La reactualización del vocabulario histórico, el estudio exhaustivo de otras disciplinas, y su aparato conceptual, solo pueden redundar en beneficio de la escritura de la historia desde Cuba. Sin lanzarnos a utilizar indiscriminadamente cuanta palabrita —o palabreja— salga al mercado, los conceptos que han demostrado su validez en otras ramas deben ser incorporados al arsenal del historiador cubano, en la medida en que sean convenientes para el trabajo de investigación. Con esto no introduciríamos una innovación peligrosa, cuyos alcances no hayan valorado, aceptado y superado, los colegas extranjeros. De no hacerlo corremos el riesgo de hablar, a las puertas del siglo XXI, una «lengua histórica» pre-renancentista. Con la agravante de ser los únicos historiadores del planeta en emplearla.

Historia y lenguaje

Es conveniente reflexionar sobre un aspecto valorado como secundario por los historiadores contemporáneos en Cuba. Me refiero a la calidad de la prosa utilizada, que es, francamente, deficiente. Cuando se revisa la producción histórica del siglo pasado y mucha de la del actual, llama poderosamente la atención el elevado grado de perfección alcanzado por los historiadores en un instrumento de trabajo fundamental como es el lenguaje. No pocas de las páginas escritas en libros y ensayos de historia clasifican entre las mejores y más enjundiosas cuartillas de nuestra literatura. Prosistas como los mencionados en un párrafo precedente elevaron al más alto rango la escritura histórica; sus continuadores, en la actual centuria, hicieron honor a esta tradición: de Fernando Ortiz a Julio Le Riverend la disciplina ha tenido excelentes escritores.

Muy diferente resulta el panorama en los últimos años. Preocupados enormemente por los datos, por la veracidad informativa, o por la posible interpretación; con una formación escolar muy deficiente sobre las reglas y preceptos constituyentes de la gramática española, los historiadores cubanos destrozan el idioma, con la agravante de aniquilar así la exposición del propio objeto de estudio. Una revisión, hecha muy por encima, de los escritos históricos contemporáneos revela un gran desconocimiento de la concordancia entre sujeto y verbo; un —a veces, feliz— olvido del lugar adecuado para el adjetivo —¡que vivan los adjetivos!— en la oración; una inconcebible despreocupación por el uso del diccionario, que lleva a emplear palabras «que suenen bien» en detrimento de las correctas; una pasión desmedida por el uso de calificativos, que se escapan del escritor a manos llenas, y, de la misma manera, una eclosión de demostrativos que alcanzó —en cierta cuartilla cuyo autor no quiero recordar— la cifra de diecisiete; una ignorancia supina en relación con la función del adverbio, cuya utilización aplasta al lector; una inconsecuencia total en el empleo de los tiempos verbales propios de la escritura histórica, los que, lejos de ser utilizados para enfatizar —en particular el presente—, acentúan la impresión errática de la redacción. ¿Para qué continuar ejemplificando? Afortunadamente, el caos no es aún absoluto. No hemos descubierto las interjecciones.

Se hace evidente que los errores señalados en la utilización adecuada del idioma español van acompañados del empleo arbitrario de los signos de puntuación. Ha sido un recurso socorrido culpar a las mecanógrafas de las faltas de ortografía o, en su momento, achacarlas a erratas de edición. Con el desarrollo de la tecnología es harto probable que se pretenda endilgar a las computadoras las carencias que solo pertenecen al autor. En todos los casos, sin embargo, siempre ha sido más difícil la autoexoneración en relación con los signos de puntuación. Escritos hay en que coma, punto y coma y punto y seguido se intercambian festinadamente; en otros, por el contrario, el «creador» solo conoce el punto y aparte, asociando, en deliciosa simbiosis, redacción histórica con telegramas. La conjunción de una puntuación muy deficiente con graves errores gramaticales lleva, si se trata del lector, al delirium tremens; si del analista, a constatar un nuevo problema.

Esto tiene que ver con la oscuridad de la redacción, o lo que viene a ser lo mismo, con la incomprensión generada por —y en— el texto histórico. Errores de la magnitud de los señalados, aunque a no pocos puedan parecer intrascendentes, tienen la misma importancia que se le daría a un objeto material mal elaborado, no acabado; vale decir, chapucero y, por tanto, limitado en sus funciones. Un texto histórico mal puntuado, gramaticalmente deficiente, trasluce un escrito poco comprensible, con un mensaje que se hace más oscuro en la medida justa en que aumenten sus errores; su asunción se dificulta, se empaña. La incomprensión del contenido, que genera un acabado incompleto, está presente en buena parte de la escritura de la historia desde Cuba, agravado por el hecho de que muchos autores superponen expresiones, confunden oraciones principales con subordinadas, alteran el orden lógico
gramatical en la estructura interna de la frase, y hacen, en suma, el mayor esfuerzo —conscientes o no— por enrevesar el sentido de la exposición. Existe una incuestionable reticencia —tanto entre los escritores de obra reconocida como entre los jóvenes aspirantes a historiadores— a considerar el estudio de la gramática como un instrumento imprescindible del trabajo cotidiano, al mismo nivel que la «técnica» del fichaje.8 Y así la escritura de la historia sigue presentando notables imprecisiones que limitan grandemente su alcance definitivo.

Sorprende el poco interés mostrado por los historiadores cubanos en analizar los marcos teórico-investigativos y los presupuestos —o supuestos— metodológicos de la disciplina. [...] Las investigaciones histórico-concretas predominan de manera abrumadora.

El valor del texto

El recorrido efectuado a través de algunas de las características que presenta la escritura de la historia en la actualidad nacional quedaría muy incompleto si no se hiciese hincapié, finalmente, en un hecho relevante dentro de las discusiones teóricas sobre la disciplina, desarrolladas en los últimos años: el texto en sí mismo. La importancia del tema nunca será suficientemente destacada; no hace falta ser un gran analista de la historia para entender la trascendencia de la exposición. Todo escritor histórico —si se respeta— ha experimentado el peso que sobre sí tiene el valor de la redacción, es decir, el acto de iniciar la comunicación de ideas a los otros, que incluso pueden, inicialmente, no compartirlas. El binomio redacción-texto en los avatares históricos, era ya conocido desde la Antigüedad, y está en la génesis misma de la rama del saber a la que se aplica el nombre de historia. Las enormes posibilidades del texto, sus funciones y connotaciones —léase, su carácter literario— amplifican o minimizan los resultados de la investigación histórica.

Personalmente, siempre he creído en el valor del texto. Obsérvese que aquí no se habla de su corrección gramatical, lo que ya ha sido analizado, sino de sus potencialidades intrínsecas como transmisor —¿el único, quizás?— del decursar pasado-presente. Una cosa es la discusión sobre si es preferible la exposición lineal de datos y hechos, por un lado, o la utilización de estos en aras de una constante interpretación histórica, por otro; y otra cosa bien distinta es que ambas opciones pueden aprovechar mucho mejor la forma expositiva. Los historiadores cubanos estamos muy lejos de comprender esta realidad, nada nueva, si bien hacía mucho tiempo que no emergía con suficiente intensidad en los trabajos teóricos.9 Los creadores literarios, por razones evidentes, siempre han estado muy al tanto de cuándo y cómo la escritura se les «escapa», tratando de convertirse en autónoma, y de imponerse y sojuzgar al autor. ¿Quién puede, definitivamente, negar los elementos y el poder literario de la historia? En gran medida, esta se expresa a través de un texto —de un artefacto, como algunos teóricos actuales prefieren llamarlo, sin que se desmienta así el carácter investigativo, «científico», de las conclusiones históricas alcanzadas.

Hay que aprender a explotar tales posibilidades. Hay que entender de una vez por todas que la emotividad, el ardor creativo, la utilización de símiles y metáforas, no están reñidos con la redacción histórica; antes bien, pueden constituirse en valiosos recursos comunicativos. Muy buenas investigaciones, correctamente redactadas, dejan la impresión en el lector de que su autor equivocó el tono narrativo. No se trata de organizar la exposición histórica como si se estuviese en presencia de una novela, un cuento, o un poema; pero no puede ignorarse que muchos escritos históricos ganarían en eficacia, elevarían su poder trasmisor, tendrían una mayor capacidad de convencimiento —no solo dentro del gremio, sino en el lector común—, de aprovechar adecuadamente los recursos propios de la literatura; entiéndase, no para hacer literatura, sino para hacer —escribir— mejor historia.

Podrá objetarse que el texto va surgiendo en la medida en que se redacta, lo que no es por completo desacertado. Pero piénsese también que el escritor histórico, en diferentes etapas de su trabajo, diseña la investigación, la lleva a vías de hecho, la discute con múltiples colegas —no en todos los casos, por supuesto—, organiza su redacción y, ya inmerso en esta, distribuye información-interpretación en capítulos, acápites, párrafos y oraciones. ¿Por qué entonces no dedicar el tiempo conveniente a la estructura literaria —quiero decir, a la escritura— que asumirá el resultado final? A poco que se piense, puede uno darse cuenta de que el paso señalado sería determinante. Cada acontecimiento o proceso histórico puede expresarse, narrarse, de varias maneras. No exige la misma escritura —para ejemplificar de manera sencilla— el análisis de la crisis de la plantación esclavista que la muerte de Carlos Manuel de Céspedes. El texto actúa como un elemento comunicador de tanta importancia como el contenido y el mensaje históricos. Los historiadores y los literatos del patio tenemos un texto paradigmático en la historia y la literatura nacionales: Nuestra América, de José Martí. ¿Puede alguien imaginar el contenido histórico concreto de este maravilloso ensayo en otro continente? ¿Surtiría el mismo efecto su lectura si el autor hubiese seleccionado como forma expositiva un texto que describiese linealmente las razones y argumentos que allí se leen? No, seguramente. En este caso la escritura histórica, el texto, multiplicó los efectos del mensaje, haciéndolo imperecedero.

No abogo porque la forma desplace al contenido en la escritura de la historia; argumento en favor de que ambos recuperen, como en tiempos no tan lejanos tuvieron, su complementariedad. No oponerlos, hacerlos fraternizar. Entender la autonomía del texto en ciertas circunstancias no significa someterse a él indiscriminadamente, sino aprovecharlo en función del mensaje histórico. En este, como en otros aspectos ya analizados, los historiadores cubanos no podemos seguir ignorando las discusiones y los aportes de los centros capitales de elaboración de la teoría histórica contemporánea. Saber qué se discute en torno a la especialidad propia es un requisito imprescindible para validar a un estudioso; conocer el debate sobre la existencia en sí, los métodos y técnicas, el objeto de trabajo, de la rama a que se dedica cada cual es determinante para los resultados que se obtengan. La disciplina historia —agobiada por el peso de los siglos, renegada por algunos, con ese fardo encima de sus cultores, halada por otras ramas que también estudian al Hombre—, lenta, inexorablemente, avanza, cambia sus métodos, se dinamiza, para esperar con nuevas energías el siglo XXI.10 La «forma espiritual en que una cultura se rinde cuentas de su pasado», para llamarla de la manera poética en que Johann Huizinga lo hizo hace ya bastante tiempo, transforma su escritura. Desde Cuba, ayudémosla.

Profesión de fe al acabar

Lo haremos. Tengo absoluta confianza en que lo haremos. Con mayor o menor éxito, pero lo haremos. La escritura de la historia es nuestra. ¡Adelante, Herodotos!

Notas

1. Son ampliamente conocidas las confusiones terminológicas que el vocablo historia presenta. Lo utilizo no en su sentido de «hechos transcurridos en el pasado», sino en el de rama del saber que estudia tales hechos y los procesos concatenados por ellos o sus rupturas.

2. Los conceptos dato y hecho van a repetirse, mucho más de lo que yo quisiera, en este trabajo, prueba fehaciente del altísimo grado con que han marcado el quehacer del historiador.

3. Casi estoy convencido (aunque espante a mis colegas) de que terminaré mi vida profesional sin saber con certeza qué es un hecho histórico.

4. El desglose y la subdivisión de las llamadas ciencias sociales es, hoy en día, fascinante. De continuar, hará falta una rama especializada, de entre ellas, que se ocupe de seguirle los pasos a tal atomización.

5. Lo expuesto se refleja en el espacio, cada vez mayor, alcanzado por la discusión teórica en los congresos internacionales de historia, a juzgar por las diferentes memorias editadas.

6. La expresión de Ranke «wie is eigentlich gewesen», en tanto concepción sobre la historia, tenía plena validez ciento cincuenta años atrás; hoy es francamente inconcebible. Sin embargo, aunque lo nieguen, para no pocos autores mantiene plena vigencia.

7.No solo apenas se utilizan, sino que despierta suspicacias, por «falta de seriedad histórica», el trabajo donde aparezcan. Mientras más arcaico el vocabulario técnico, mejor, más «histórico». Tal parece ser la tónica imperante.

8. Es común hablar de dicha técnica; no creo haber conocido a dos historiadores que fichen igual, lo que me hace sustentar el criterio de que la técnica del fichaje consiste precisamente en la ausencia de técnica.

9. De Michel de Certeau a Hayden White, sin olvidar a Paul Veyne, el problema del texto como narración es bastante analizado por los especialistas contemporáneos; haciendo justicia, ya se había aproximado a él R.G. Collingwood. Y si se sigue retrocediendo, Jules Michelet lo conocía, aun cuando no considerase necesario —o no pudiese— planteárselo teóricamente. Y debieron trabajarlo muchísimo Homero, Herodoto y Tucídides, cuyos lectores —o sea, cuyo auditorio— conocían perfectamente bien el argumento histórico. El acercamiento a la historia se producía entonces a través de la literatura, del texto; no del contenido.


10. Por ahora, y para decepción de Francis Fukuyama, todos sabemos que la historia no termina.

© , 1996.


















México ampliará línea de crédito a Cuba

LA HABANA (AP) — El canciller de México, José Antonio Meade, anunció el lunes que su país aumentó el crédito a la isla y ratificó el interés por Cuba de los empresarios mexicanos en un momento en que la isla busca atraer la inversión extranjera para darle oxígeno a una economía con dificultades.

"Empezamos a tener muestras de interés cada vez mayor de una participación de México en Cuba que se materializó recientemente en una visita empresarial importante" expresó Meade.

El canciller mexicano que llegó en la mañana del lunes a Cuba, impartió una conferencia "magistral" a estudiantes del Instituto de Relaciones Internacionales de la isla a la que fue invitada la prensa acreditada en el país. Por la parte cubana estuvieron presentes Rogelio Sierra, vicecanciller cubano e Isabel Allende, decana del Instituto de Relaciones Internacional.

Meade anunció además que "se amplió la línea de crédito que teníamos para dar apoyo en comercio con Cuba", pero no dio cifras concretas.

El viaje de Meade se realiza unos meses después de que el presidente mexicano Enrique Peña Nieto asistió en la isla a la cumbre de la CELAC en enero pasado, y con el fin de dar un nuevo impulso a los vínculos entre los dos países.

Las relaciones entre México y Cuba enfrentaron una década de enfriamiento con los anteriores gobiernos del conservador Partido Acción Nacional.

Polillas cíborg al servicio del Pentágono

En un futuro, las tareas de espionaje desde el aire y operaciones de búsqueda en situaciones de emergencia podrían ser llevadas a cabo por insectos cíborg vivos.
 
Para controlados por radio, los biólogos estadounidenses han logrado implantarles electrodos durante la etapa en la que pasan de ser larvas a adultos (estado de pupa).

Para ello, los investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte han desarrollado un método especial, en el marco de un programa patrocinado por el Gobierno estadounidense: HI-MEMS (Hybrid Insect Micro-Electro-Mechanical Systems).

El método permite dirigir el movimiento de los músculos de la polilla y, de esta forma, controlarla de forma remota.

"En general, queremos saber si podemos controlar el movimiento de las polillas para usarlas en aplicaciones como operaciones de búsqueda y rescate", indicó Alper Bozkurt, profesor asistente de ingeniería eléctrica y de computación de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. "La idea sería pegar sensores en las polillas para crear una flexible red voladora de sensores aéreos", explicó.

Bozkurt, que trabaja con Amit Lal, de la Universidad de Cornell, pegó pequeños electrodos a los grupos de músculos de la polilla responsables de su vuelo. Con estos electrodos, los científicos se encuentran en condiciones de monitorear las señales eléctricas que la polilla utiliza durante el vuelo para controlar sus músculos.

Los experimentos para introducir electrodos en el cuerpo de los insectos con objeto de controlar sus movimientos no son nuevos. La aportación de los ingenieros estadounidenses es la idea de colocar los electrodos en el cuerpo delgado del insecto en estado de pupa.

Sin embargo, el principal logro del equipo de Bozkurt fue la descodificación de señales eléctricas que el cerebro del insecto (en el experimento se usa la especie Manduca sexta) envía a los músculos de la polilla para volar: en el futuro debería facilitar la creación de insectos cíborg controlados por personas.

"Esperamos que esta información nos permita desarrollar una tecnología para el control inalámbrico de movimientos de una polilla en vuelo," afirmó Bozkert en un artículo publicado en la revista 'Journal of Visualized Experiments'.

Los próximos pasos de los investigadores serán la creación de un sistema automático que ajuste los parámetros de vuelo, la miniaturización del sistema de control y el primer vuelo controlado de polillas vivas. Hasta ahora, los científicos sólo han trabajado con la especie Manduca sexta, pero en el futuro se proponen adoptar para la investigación otros tipos de insectos.

Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/139661-polillas-cyborg-servicio-pentagono

Caso Descemer Bueno: Y desnudando a una «colega»

Escrito por Nicanor León Cotayo

Recientes declaraciones del notable músico cubano Descemer Bueno provocaron una agresiva urticaria entre fieles sobrinos del Tío Sam.

El artista de fama internacional, en armonía con diversas resoluciones de la ONU, hizo una honda y objetiva crítica al bloqueo contra la isla.

De inmediato se movilizaron los alcahuetes de Miami y comenzaron a lanzar ofensas contra el ilustre cantante.

Acudieron a un periódico subordinado a la ultraderecha de origen cubano y venezolano, Diario Las Américas.

¿A quién asignaron el intento de rasguñar el sólido crédito profesional y humano de Descemer Bueno?

A una periodista de rústico lenguaje y aún más pobre y dogmática argumentación, que firma como Tania Quintero.

Ella presenta credenciales repitiendo viejas tesis de la propaganda estadounidense sobre el «embargo».

Este viernes afirmó en Diario Las Américas que un creador tan reconocidamente brillante «tiene mala memoria».

Con un mal disimulado tono despectivo, escribe, «siempre pensé que Descemer había nacido en una provincia oriental».

Agrega, si lo hubiera sido, «en su niñez hubiera podido tomar jugos naturales de frutas».

A la señora Quintero, como es natural, le faltó puntualizar, después de 1959, porque antes la colosal miseria por allá imperante lo habría impedido.

¿Desea comprobarlo? Lea el estudio hecho en 1953 por la Asociación Católica Universitaria Cubana sobre la espantosa pobreza en las zonas rurales de la nación.

Pero si desea conocer algo más al respecto, le sugiero pase su vista sobre otra encuesta de la misma institución religiosa, que tuvo lugar en 1957.

Esta vez dedicaron su tiempo a los obreros agrícolas, y al final no ocultaron su espanto.

Del informe que hicieron a su alta jerarquía cito un extracto:

Al terminar una de nuestras reuniones de los últimos meses, el doctor José Ignacio Lasaga dijo una frase que difícilmente se nos olvidará alguna vez:

«En todos mis recorridos por Europa, América y Africa, pocas veces encontré campesinos que vivieran más miserablemente que el trabajador agrícola cubano».

Pero como Quintero repite la historia de Cuba, made in USA, hace ver que en su territorio oriental Descember Bueno habría vivido en la abundancia, jugos de frutas incluidos.

Alguien que así se expresa no es un adversario ni medianamente serio, pero cabe destruirle algunas otras necedades.

Cuando habla del "período especial» desnuda toda su exquisitez al escribir que aquello fue «de anjá», «no había ni dónde amarrar la chiva».

Después, culpó a Fidel Castro por todas las dificultades que han impuesto a Cuba el bloqueo y otras circunstancias internacionales.

Sin justificar errores internos, una sola pregunta a la señora Quintero:

¿Está enterada usted de cuántas resoluciones ha emitido desde 1992 la Asamblea General de la ONU exigiendo el fin del bloqueo a Cuba?

¿Sabe que a tal resultado han contribuido –incluso- los votos de quienes integran la OTAN?

¿Tuvo noticias doña Quintero de que La Habana presidió hasta enero la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe?

A manera de post data podrían añadirse curiosos detalles relacionados con Tania Quintero.

El mismo año que triunfó la Revolución cubana, en 1959, ella comenzó a trabajar en las oficinas del Partido Socialista Popular (marxista-leninista)

Cuando se inició en el periodismo lo hizo en el órgano oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Verde Olivo.

De 1982-84 trabajó en la televisión cubana «estatal» como dicen ellos, en las redacciones de países amigos y programas especiales.

Hasta 1995 formó parte del Noticiero Nacional de Televisión, uno de los órganos más connotados de lo que Tania y sus amigos llaman hoy el «periodismo oficial».

Amén.

Medvédev: "Nuevas sanciones contra Rusia podrían romper la seguridad mundial"

La introducción de nuevas sanciones occidentales contra Rusia dará lugar a la transición de las sanciones económicas a las acciones políticas, lo que puede poner en peligro la seguridad en el mundo, afirmó el primer ministro ruso, Dmitri Medvédev.

"Está claro que primero vienen las sanciones económicas, y después, en respuesta, vienen las políticas, y los asuntos políticos siempre son asimétricos. Esto es más amenazador que la limitación de las importaciones, ya que hace posible la violación de la seguridad en el mundo. Espero que nuestros socios occidentales no lo quieran, y que entre los que toman decisiones no haya locos", indicó Medvédev en una entrevista al periódico ruso 'Vedomosti'.

Medvédev recordó que en el pasado ya hubo casos en los que se introdujeron sanciones contra una serie de países a través de la ONU o por parte de Estados individuales. "Como regla, no conducen a nada bueno. Su duración varía, pero no se trata de algo eterno", dijo.

Según el primer ministro, "las sanciones son una arma de doble filo", y eventualmente las limitaciones afectan a los primeros en introducirlas.

Asimismo, las sanciones hasta podrían resultar ventajosas para el Estado contra el que fueron introducidas. Medvédev hizo referencia al ejemplo de China, contra la que se impusieron sanciones en 1989.

"Esas sanciones son muy similares a las que ahora están impuestas en contra de nosotros", afirmó el político y agregó que debido a ellas "China logró movilizar recursos nacionales, pero no se aisló del mundo exterior", por lo tanto "hasta cierto punto, estas sanciones beneficiaron" al país asiático que, según Medvédev, tiene "la economía que pronto se convertirá en la primera en el mundo".

Medvédev afirmó que "la introducción de nuevas sanciones contra Rusia en el sector energético y el sector financiero obligará a Moscú a responder de forma asimétrica", por ejemplo, prohibiendo vuelos sobre el territorio ruso.

Por su parte, el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, declaró que la UE tenía previsto este lunes aprobar definitivamente las nuevas sanciones sectoriales contra Rusia, pero ahora está dispuesta a reconsiderarlas.

En cuanto al conflicto ucraniano, el primer ministro ruso declaró que Kiev debe ocuparse de la restauración del sureste del país que, según sus palabras, representa "un problema muy grande".

"Los que deciden utilizar artillería, tanques y aviones contra sus propios ciudadanos y ciudades deben entender que después tendrán que pagar un precio económico colosal por esto", señaló Medvédev.

Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/139597-medvedev-sanciones-rusia-seguridad

Virgen de la Caridad sigue uniendo a Cuba

Cuenta la leyenda que en la tablilla donde se apoyaba la figura aparecía grabado: “Yo soy la Virgen de la Caridad”.

La Habana, 8 sep.- Con peregrinaciones, misas, procesiones y hasta conciertos, innumerables cubanas y cubanos festejan hoy el 402 aniversario del hallazgo de la efigie de la Virgen de la Caridad del Cobre, devenida símbolo de identidad nacional y Santa Patrona según la Iglesia Católica.

Por esta fecha resulta usual que se incremente hasta en varios miles el número de peregrinos que llegan hasta su santuario en la comunidad de El Cobre, en Santiago Cuba, a 860 kilómetros al sureste de la capital.

Allí se ubica la basílica que expone la imagen original de unos 25 centímetros de altura, hallada en 1612 en aguas de la Bahía del Nipe, actual provincia de Holguín, por los hermanos Juan y Diego de Hoyos y el negro libre Juan Moreno.

Los días 6 y 7 de septiembre, un grupo de artistas presentó la obra Homenaje a la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, en La Habana.

El espectáculo reunió elementos de las artes plásticas y escénicas, al tiempo que exaltó valores patrios y la presencia de la virgen en diversas etapas de la historia cubana, las luchas independentistas y la cotidianeidad del pueblo.

Incluso la población emigrada venera a la cariñosamente llamada Cachita, diminutivo de Caridad.

El pasado 31 de agosto, cerca de un centenar de personas en el sur de Florida, asistieron a la peregrinación anual de la imagen de la Virgen de la Caridad por las aguas de la bahía de Biscayne, según la prensa estadounidense, donde se encuentra la mayor comunidad cubana de emigrantes.

La estatua de cerca de dos pies de alto pertenece a la Ermita de la Caridad del Cobre, de Coconut Grove, Miami, una réplica de la ubicada en El Cobre.

El 28 de agosto, en los Jardines del Vaticano fue colocada una copia en bronce de la Virgen de la Caridad durante una ceremonia presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, Secretario Emérito de Estado de la Santa Sede.

En el acto estuvieron presentes el arzobispo de Santiago de Cuba y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos, Dionisio García, otros obispos cubanos y miembros del cuerpo diplomático, informó la Radio del Vaticano.

La Iglesia Católica de Cuba otorgó una especial importancia a la celebración del cuarto centenario de la aparición de la Virgen Mambisa. Declaró al 2012 “Año Jubilar Mariano” (año santo).

En esa ocasión, la jerarquía eclesiástica convocó a “todos los cubanos” a sumarse a los festejos, fuesen o no creyentes, católicos o protestantes, e inclusive a quienes profesen “una devoción popular que pueda ser más o menos sincrética”.

La imagen de la virgen fue llevada en romería por todo el país desde agosto de 2010 hasta el 30 de diciembre de 2011.

El recorrido de 16 meses y 28.000 kilómetros incluyó visitas a hospitales, hogares de ancianos, instituciones culturales y hasta prisiones. Finalizó con una misa solemne oficiada a campo abierto frente a la bahía capitalina por el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana.

Del 26 al 28 de marzo de 2012, el papa Benedicto XVI efectuó una visita a Cuba, quien como “peregrino de la Caridad” se trasladó hasta el santuario del Cobre y oró a los pies de la imagen sagrada.

El sincretismo entre la religión católica y la Regla de Ocha (Santería) de los esclavos traídos de África, a quienes los colonizadores españoles les prohibían practicar sus ritos autóctonos, equipara a la Caridad del Cobre con la deidad yoruba Ochún.

La también conocida como La Virgen Mambisa, nucleó los sentimientos de independencia entre los cubanos desde mediados del siglo XIX, cuando muchas mujeres llevaban una pequeña medalla para expresar sus ideales libertarios. (2014)
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