Tomado de Periódico Guerrillero
Escrito por Anelys Alberto Peña, Elizabeth Colombé Frías y Susana Rodríguez Ortega
"Serían las siete de la mañana. Yo caminaba por el costado del Fuego y detrás de mí, a unos pocos metros, venía un tipo en una bicicleta con un cajoncito amarillo. Me parece estarlo viendo, con una mano sostenía el timón, la otra casi me la metió por el blúmer. Yo llevaba una saya corta y cuando aquello tenía más cuerpo que ahora. Me viré llorando y le grité: Degenerao'¡Qué impotencia!"(Cary).
"Cuando salgo con mi esposo no puedo saludar a ningún hombre. No deja que mis amigas me visiten nunca y si por casualidad pasa por la oficina y me ve riéndome con las compañeras se molesta mucho. "Esas viejas putas", les dice él (María).
"Algunos hombres cuando tienen un cargo hacen abuso del poder. Eso pasa en millones de trabajos, uno conoce historias que dan fe de ello. Hace años comencé mi adiestramiento de maestra en un preuniversitario y el jefe de vida interna, una persona aparentemente íntegra, se fijó en mí. Siempre he sido arisca y lo rechacé pero no se daba por vencido. Yo tenía un hijo pequeño y eso me exoneraba de hacer guardias hasta que el niño cumpliera un año. El hombre me presionó para que yo cumpliera y le dije: Me puede sancionar si quiere, pero esta de aquí no va a hacer guardia y mucho menos con usted, ¡tenga cuidado!" (La China)
"Mi casa es de madera. Un día me estoy peinando frente a la cómoda y siento un ruido. Los perros ladraban y miré pa' afuera. Vi que había alguien, era blanco, con tatuajes. En ese momento me pongo a hablar como si estuviera acompañada: "Titi, mira a ver quién está en el patio". Cuando salí ya se había ido. Ahora siempre tengo miedo" (Leyda).
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Mujeres. Unas ceden a las presiones sociales y otras sufren acoso. A veces en la calle, a veces en sus propias camas.
En sus formas más trágicas, la violencia hacia ellas es motivo de estudios y repulsión social. Mientras, otras prácticas de los hombres, permanecen inmunes a pesar de las consecuencias psicológicas.
Imaginario, valores, fantasías, deseos aprehendidos impulsan comportamientos masculinos naturalizados por ambos sexos.
Ancestralmente las culturas designaron roles para varones y hembras: Azul y rosa, fuerza y belleza, inteligencia y delicadeza. Así construyen las personas su género de generación en generación.
Estas convenciones biopsicosociales afectan a unos y otras. Ellas son las mayores víctimas de la cultura machista y paradójicamente la reproducen.
El machismo tiene una manera de manejarse agresiva. Cuando hay golpes se hace visible; pero es igual de pernicioso si afecta la psiquis humana. A estas formas de mostrarse más sutiles, los estudios de género las definen como micromachismos y son inherentes a todos los ámbitos sociales.
El psicoterapeuta español Luis Bonino Méndez acuñó el término en 1991 para nominar actitudes también conocidas como "pequeñas tiranías", "terrorismo íntimo" o "violencia blanda".
Guerrillero interactuó con grupos de diversos centros laborales pinareños a fin de escuchar vivencias y opiniones que ilustren el fenómeno.
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"No me considero machista, porque cuando la mujer mía está enferma yo le lavo, le plancho, la ayudo en los quehaceres de la casa. Eso, cuando está enferma o llega tarde del trabajo, no siempre, porque ella es la mujer y yo el que busca la comida" (Pepe).
"Fregar no le quita punto a nadie porque es una cosa normal. Yo vivo solo y tengo que hacerlo siempre, pero si estuviera casado lo hago igual para ayudarla" (Darío).
"Una compañera criticaba a mi esposo porque en ocasiones faltaba a su centro laboral y se quedaba con el niño en casa mientras yo iba a trabajar. También lo llevaba al médico. Mi amiga le decía cazuelero. ¡Para nada!, él no me estaba ayudando, solo cumplía su deber" (Yudaisy).
"Los hombres que no dejan que las mujeres estudien o se pongan chores cortos, esos sí son machistas, unos atrasados" (Yosniel).
"Sí, pero hay mujeres que no saben vestirse y salen enseñando todo por ahí. Los maridos debieran aconsejarles" (Alina).
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El micromachismo tiene expresión cotidiana en las relaciones de pareja al limitar las libertades de la mujer a la hora de pensar, sentir, expresar, vestir.
"Hay hombres que no te permiten pelarte. Algunos te convencen: "Largo me gusta más", te lo dicen con cariño pero igualmente se imponen", expone la sicóloga Betty Hernández Becerra. "Otra trampa se esconde detrás de la distribución de las tareas domésticas. Él asume la posición de te ayudo pero no es mi responsabilidad: 'Mejor que tú no lo hace nadie'. Son maneras de estimularla, un aplauso para que siga contenta en esa posición y no salga de ahí. La mayoría de las mujeres, en vez de ponerse críticas, se sienten muy felices por el reconocimiento de su pareja".
Los hombres también logran con las relaciones de poder sugestionar a sus cónyuges creando en ellas sentimientos de culpa: "si tú me quisieras..." o "en nombre del amor tú deberías...", suelen decir ellos.
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"Ahora se meten conmigo los jóvenes, qué dolor me da, me parece que se están burlando. Para fortuna mía, les respondo: "Mijo, si ustedes pueden ser mis hijos" y ellos "mami, estás como La Habana, vieja pero interesante" o me gritan "a mí lo que me cuadran son las tembas" (Cary)
"Ay pero a mí cuando me dicen temba me ofendo". (China)
"Últimamente he perdido la timidez y les respondo con un gesto. Va y tú les dices una grosería y ellos te dan un trompón y te buscas un problema. Creo que lo mejor es ignorarlos" (Dainarys).
"Soy igual. Cuando me enamoraba alguien muy pedante le tiraba agua en los pies. Y de vieja, todavía hay gente que se mete con uno. Eso me pone mal. A veces son hasta compañeros de trabajo, personas que conoces y estimas. Se piensan que tú eres qué". (Marta).
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La sensación de vulnerabilidad de la mujer no es exclusiva del ámbito privado. En las calles y el espacio laboral la jerarquía de género también crea un trato desigual y de disminución física y mental.
Hay quien suele ofender públicamente a muchachas que no cumplen con su estereotipo de belleza y acosan a aquellas a las que desean sexualmente.
Otra cuestión es la culpa o responsabilidad que se deposita en la mujer ante tales agresiones.
"Puedo salir con cualquier short y eso no te da derecho a violarme, ni a ofenderme. Este es mi cuerpo, el cuerpo como territorio, ¿por qué lo invades? ¿por qué lo acosas?, ¿por qué lo burlas?", ejemplifica la especialista Betty.
Estos maltratos están tan naturalizados, se ven tan normales que sus víctimas en pocas ocasiones los denuncian legalmente. Según el abogado Lázaro Yosvany Muñoz Becerra, ciertas acciones tipifican como delitos en el Código Penal. El artículo 303 refiere al acoso con requerimiento sexual.
"Recuerdo el caso de un profesor que insistía para tener relaciones con una estudiante hasta que ella se cansó y lo demandó", comenta el jurista y añade. "El delito de ultraje sexual se pena con multa o reclusión desde tres meses a un año. Son sancionados además la coacción y la amenaza".
En el campo laboral existe igualdad de oportunidades para hombres y mujeres pero persiste una solapada devaluación de las competencias femeninas para la ejecución de ciertas tareas. Hay preferencias para contratar a hombres en los oficios de chofer, mecánico, custodio, árbitro deportivo, entre otras.
Profesionales exitosas que eligen no tener hijos son mal vistas o tildadas de fracasadas, como si el éxito en la vida estuviese asociado en primera instancia y exclusivamente a la maternidad.
Los hombres creen y crean sus masculinidades a partir de conductas condicionadas históricamente. Violencias cotidianas, comportamientos denigrantes se tornan inconscientes, viciados por la ideología de siglos de tradición patriarcal. En un final, ellos también son víctimas del machismo, que los inhibe emocionalmente.
En el artículo Lecciones apócrifas de Alicia Sevila, la autora se pone en la piel de una pequeña que responde a su maestra las diversas formas de ser niño o niña. Vale la pena cuestionarse cosas así.
(...) La gente es distinta, maestra: hay niñas grandes y chicas, gordas y flacas, ágiles y lentas. Hay niñas que saben tejer y bordar, niñas que saben manejar, niñas que trepan árboles y exploran cuevas, niñas entretenidas y niñas prácticas, niñas que quieren tener hijos y niñas que quieren amar a muchos niños sin detenerse en ninguno. Hay niñas que aman con caricias a otras niñas, y niñas que prefieren estar solas. Ay, maestra, ¿cómo voy a explicarle cómo son las niñas, si son tantas y son tan diversas? (...)
"Algunos niños leen mucho y saben cómo se evapora el agua para convertirse en nube y luego caer como lluvia para regar los campos. Hay unos niños muy bravos que han recibido muy pocas caricias y no han aprendido a querer, porque no se han sentido queridos. Algunos niños sufren mucho porque no les permiten llorar. Se esconden en los lugares más oscuros para que nadie vea que son tan sensibles que el alma se les escapa por los ojos. Maestra, usted que sabe tanto, ¿quién inventó esa cosa tan espantosa que hizo que a los hombres se les prohíba llorar?