Café! ¡Las jabas, aquí las jabas! (bolsas) ¡Queso crema del bueno...! Las voces, todas femeninas, se confunden entre el ruido y las ofertas habituales en cualquier mercado cubano. Elisa, de 64 años, estuvo entre estas mujeres hasta que fue multada por comercio ilegal. "Lo pagué caro", dice. Alguien le aconsejó a Elisa que sacara una licencia para seguir vendiendo las bolsas de un material plástico que hacía su sobrina en una máquina de coser prestada. "Pero ya estoy muy vieja para eso. ¿Y qué hago si después no puedo pagar los impuestos?", se pregunta. Sin esperar respuesta, se pierde entre la gente que sopesa precios y calidades entre uno y otro puesto de la feria agropecuaria.
Alejandrina es otra trabajadora autónoma que comenzó a coser ropa para sus amigas hace 10 años. "Hasta ahora nadie me ha dicho que tengo que inscribirme como cuentapropista. No me decido porque los impuestos están violentos", comenta.
En cambio, Felicia sacó su licencia de peluquera en los años 90 y asegura que "todo sigue igual" para ella.
El trabajo por cuenta propia, ampliado en 2010 de 157 a 178 oficios y actividades como alternativa a la disminución del empleo estatal, no es nuevo en el escenario cubano. Aunque la política para su aplicación en la década del 90, signada por el comienzo de la crisis que siguió a la caída del campo socialista, fue diferente a la actual.
Los afiliados al trabajo autónomo pasaron de 50.000 a 121.000 en 1994, un año después del decreto ley que permitió su ampliación. La cifra más alta registrada oficialmente fue de 165.000 suscriptos en 2005. Sin embargo, según investigadores, ese crecimiento estuvo "acotado" por una gran cantidad de prohibiciones.
"El débil marco legal para la actuación efectiva de los cuentapropistas los ha llevado a subsistir en medio de la ilegalidad", afirman los economistas cubanos Omar Everleny Pérez Villanueva y Pável Vidal en un amplio estudio sobre el tema. Además, esta actividad estuvo signada por su declarado carácter temporal y la no aceptación ideológica dentro del modelo económico que impera en Cuba.
En los años 90, muchas mujeres aprovecharon el sector no estatal de la economía, pero generalmente subordinadas, como ayudantes familiares, muchas veces no recibían remuneración alguna y permanecían invisibilizadas. Según datos oficiales, las mujeres eran hasta 2007 alrededor de la cuarta parte de los trabajadores por cuenta propia registrados.
Según estudiosas del tema, en esta segunda oleada de reformas en el trabajo autónomo podría aumentar la franja de informalización precarizada, que ya existe, ocupada fundamentalmente por mujeres. Lo más visible es el cuentapropismo de altos ingresos, que no es mayoritario.
"Pero además el listado es eminentemente masculino", consideró una de las fuentes consultadas.
Al respecto, la investigadora y profesora universitaria Luisa Iñiguez apunta que en la Habana, donde la población económicamente activa femenina es casi 50 por ciento del total, solamente 38 por ciento de las solicitudes como cuentapropistas habían sido presentadas por mujeres hasta el 31 de enero pasado.
Ese dato ya está indicando una desventaja en cuanto a la incorporación de mujeres al trabajo por cuenta propia, comentó la experta al ser consultada por IPS durante un seminario organizado por el Centro de Estudios de la Economía Cubana, con apoyo conjunto de la Fundación Friedrich Ebert y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación.
Por mera observación es posible constatar que en el trabajo autónomo ellas ejercen ocupaciones consideradas tradicionalmente femeninas. En ese sentido, es más frecuente verlas como procesadoras y vendedoras de alimentos, en renta de habitaciones, bordadora tejedora, manicura, peluquera, asistente para el cuidado de niños y niñas y en el servicio doméstico.
Las mujeres son casi la mitad de la población cubana de 11,2 millones de personas, su trabajo remunerado se concentra fundamentalmente en el sector estatal y civil, donde abarcan 42,7 por ciento del total, y llegaron en 2009 a constituir 59 por ciento del personal de administración, según la Oficina Nacional de Estadísticas.
La mayor apertura y flexibilización del trabajo por cuenta propia integra las reformas de la actualización del modelo económico cubano y fue concebida por el gobierno para favorecer alternativas a la racionalización de más de un millón de empleos del sector estatal entre 2011 y 2015, cuyo cronograma inicial, que debió comenzar en octubre del pasado año, se ha ido posponiendo.
Según Pérez Villanueva y Vidal, "los cálculos originales al parecer no previeron, entre otros elementos, que los espacios legales abiertos al cuentapropismo podían ser ocupados, antes de que se concretara la racionalización del empleo estatal, por personas que no tenían vínculos laborales previos, estaban jubilados y/o ya realizan estas actividades desde la informalidad".
Datos estadísticos citados en la investigación indican que 68 por ciento de las 221.839 nuevas licencias otorgadas y en proceso de hacerlo hasta abril correspondían a personas que no tenían vínculo laboral y 16 por ciento procedían de jubilados y trabajadores estatales. Ni los informes oficiales ni el artículo de ambos economistas brindan datos con enfoque de género.
Por otra parte, muchas de las licencias han sido entregadas a personas que ya ejercían, aunque sin la autorización. Pérez Villanueva y Vidal coinciden en señalar que el microcrédito y el mercado mayorista de insumos, claves para hacer crecer el sector no estatal, pueden incentivar también la legalización pues para acceder a ellos el cuentapropista debe estar registrado y pagar sus impuestos.
Otros analistas alertan que, si 64,7 por ciento de los graduados universitarios y 66,4 por ciento de la fuerza técnica y profesional del país son mujeres, las opciones en oferta para el trabajo privado resultan tan precarias y pobres en conocimiento como para los hombres. Tanto es así que, de las licencias otorgadas hasta mayo último, solo siete por ciento fueron concedidas a universitarios.
Alejandrina es otra trabajadora autónoma que comenzó a coser ropa para sus amigas hace 10 años. "Hasta ahora nadie me ha dicho que tengo que inscribirme como cuentapropista. No me decido porque los impuestos están violentos", comenta.
En cambio, Felicia sacó su licencia de peluquera en los años 90 y asegura que "todo sigue igual" para ella.
El trabajo por cuenta propia, ampliado en 2010 de 157 a 178 oficios y actividades como alternativa a la disminución del empleo estatal, no es nuevo en el escenario cubano. Aunque la política para su aplicación en la década del 90, signada por el comienzo de la crisis que siguió a la caída del campo socialista, fue diferente a la actual.
Los afiliados al trabajo autónomo pasaron de 50.000 a 121.000 en 1994, un año después del decreto ley que permitió su ampliación. La cifra más alta registrada oficialmente fue de 165.000 suscriptos en 2005. Sin embargo, según investigadores, ese crecimiento estuvo "acotado" por una gran cantidad de prohibiciones.
"El débil marco legal para la actuación efectiva de los cuentapropistas los ha llevado a subsistir en medio de la ilegalidad", afirman los economistas cubanos Omar Everleny Pérez Villanueva y Pável Vidal en un amplio estudio sobre el tema. Además, esta actividad estuvo signada por su declarado carácter temporal y la no aceptación ideológica dentro del modelo económico que impera en Cuba.
En los años 90, muchas mujeres aprovecharon el sector no estatal de la economía, pero generalmente subordinadas, como ayudantes familiares, muchas veces no recibían remuneración alguna y permanecían invisibilizadas. Según datos oficiales, las mujeres eran hasta 2007 alrededor de la cuarta parte de los trabajadores por cuenta propia registrados.
Según estudiosas del tema, en esta segunda oleada de reformas en el trabajo autónomo podría aumentar la franja de informalización precarizada, que ya existe, ocupada fundamentalmente por mujeres. Lo más visible es el cuentapropismo de altos ingresos, que no es mayoritario.
"Pero además el listado es eminentemente masculino", consideró una de las fuentes consultadas.
Al respecto, la investigadora y profesora universitaria Luisa Iñiguez apunta que en la Habana, donde la población económicamente activa femenina es casi 50 por ciento del total, solamente 38 por ciento de las solicitudes como cuentapropistas habían sido presentadas por mujeres hasta el 31 de enero pasado.
Ese dato ya está indicando una desventaja en cuanto a la incorporación de mujeres al trabajo por cuenta propia, comentó la experta al ser consultada por IPS durante un seminario organizado por el Centro de Estudios de la Economía Cubana, con apoyo conjunto de la Fundación Friedrich Ebert y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación.
Por mera observación es posible constatar que en el trabajo autónomo ellas ejercen ocupaciones consideradas tradicionalmente femeninas. En ese sentido, es más frecuente verlas como procesadoras y vendedoras de alimentos, en renta de habitaciones, bordadora tejedora, manicura, peluquera, asistente para el cuidado de niños y niñas y en el servicio doméstico.
Las mujeres son casi la mitad de la población cubana de 11,2 millones de personas, su trabajo remunerado se concentra fundamentalmente en el sector estatal y civil, donde abarcan 42,7 por ciento del total, y llegaron en 2009 a constituir 59 por ciento del personal de administración, según la Oficina Nacional de Estadísticas.
La mayor apertura y flexibilización del trabajo por cuenta propia integra las reformas de la actualización del modelo económico cubano y fue concebida por el gobierno para favorecer alternativas a la racionalización de más de un millón de empleos del sector estatal entre 2011 y 2015, cuyo cronograma inicial, que debió comenzar en octubre del pasado año, se ha ido posponiendo.
Según Pérez Villanueva y Vidal, "los cálculos originales al parecer no previeron, entre otros elementos, que los espacios legales abiertos al cuentapropismo podían ser ocupados, antes de que se concretara la racionalización del empleo estatal, por personas que no tenían vínculos laborales previos, estaban jubilados y/o ya realizan estas actividades desde la informalidad".
Datos estadísticos citados en la investigación indican que 68 por ciento de las 221.839 nuevas licencias otorgadas y en proceso de hacerlo hasta abril correspondían a personas que no tenían vínculo laboral y 16 por ciento procedían de jubilados y trabajadores estatales. Ni los informes oficiales ni el artículo de ambos economistas brindan datos con enfoque de género.
Por otra parte, muchas de las licencias han sido entregadas a personas que ya ejercían, aunque sin la autorización. Pérez Villanueva y Vidal coinciden en señalar que el microcrédito y el mercado mayorista de insumos, claves para hacer crecer el sector no estatal, pueden incentivar también la legalización pues para acceder a ellos el cuentapropista debe estar registrado y pagar sus impuestos.
Otros analistas alertan que, si 64,7 por ciento de los graduados universitarios y 66,4 por ciento de la fuerza técnica y profesional del país son mujeres, las opciones en oferta para el trabajo privado resultan tan precarias y pobres en conocimiento como para los hombres. Tanto es así que, de las licencias otorgadas hasta mayo último, solo siete por ciento fueron concedidas a universitarios.