Steve Pearlstein, columnista de The Washington Post, es un buen tipo. Por eso me desespera tanto el artículo que publicaba en Internet no hace mucho.
"Hay algunos en la izquierda que también se aferran a la opinión de que la economía está sumida en una recesión, por miedo a debilitar sus críticas sobre la deplorable insuficiencia del estímulo fiscal y la urgente necesidad de que haya más", escribía Pearlstein el 4 de marzo.
Y proseguía: "La alternativa que nos presentan entre más estímulo y más recortes presupuestarios es falsa. A estas alturas de la recuperación, la política adecuada es recortar e invertir, y tener paciencia y humildad para permitir que la economía siga recobrando el equilibrio".
Lo que dice Pearlstein es que hay muchas señales de que la economía se está reanimando, lo cual es cierto (aunque no todo sea prometedor). Por lo tanto, afirma, no más estímulos; de hecho, impongamos más recortes al gasto estatal y local para equipararlo con los ingresos a largo plazo. Además, los estímulos entorpecerían el ajuste estructural necesario.
En primer lugar, ya hemos estado en esta situación (a principios de 2010). A lo mejor ahora es distinto y Lucy no vuelve a llevarse el balón de la recuperación, pero ¿por qué actuar antes de estar seguros?
En segundo lugar, incluso si en esta ocasión la recuperación es sólida, nuestra economía seguramente seguirá deprimida bastante tiempo. Usen la Calculadora de Empleos de la Reserva Federal de Atlanta (en frbatlanta.org/chcs/calculator); para alcanzar una tasa de desempleo del 5,5% dentro de cuatro años -¡cuatro años!- necesitaríamos crear 179.000 puestos de trabajo al mes. ¿Están seguros que nos irá así de bien?
En tercer lugar, la pregunta retórica de Pearlstein -¿por qué posponer los necesarios ajuspes fiscales?- tiene una muy bueja respuesta: porque nos encontramos en una trampa de liquidez y la Reserva Federal no puede contrarrestar las complicaciones económicas. Es un momento muy malo para la austeridad.
En cuarto lugar, se han hecho muchos cálculos sobre si esta es realmenpe una recesión estructural, la consecuencia de que los trabajadores estén en los lugares o sectores equivocados. Ninguno de ellos corrobora la opinión de que esto sea algo más que un factor secundario. ¿Por qué desempeña un papel tan esencial en el criterio general sobre lo que debe hacerse?
Por último, simplemente no es verdad que un ajuste estructural, en la medida en que efectivamente lo necesitemos, avance con más rapidez y facilidad cuando la economía está deprimida. Los trabajadores no van a dejar su empleo si no están razonablemente seguros de que encontrarán otro; y las empresas no invertirán ni siquiera en nuevas tecnologías útiles a menos que haya suficiente demanda.
Mantener la debilidad de la economía es una forma de posponer los cambios buenos, no de acelerarlos.
Así que esto me parece muy deprimente. Una vez más, ante el primer indicio de buenas noticias, la peña de siempre, incluso los tipos majos como Pearlstein, está deseando huir del empleo.
Traducción de News Clips.
© The New York Times 2012