"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 19 de mayo de 2015

Cuba obtiene servicios bancarios en EE.UU., que exigía para reanudar las relaciones diplomáticas



Reuters

Resuelto uno de los obstaculos claves para reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU.: un banco estadounidense empieza a prestar servicios a Cuba, según ha revelado una alta funcionaria estadounidense en condición de anonimato.

Cuba ha obtenido servicios bancarios en EE.UU., que La Habana exigía para reanudar las relaciones diplomáticas con EE.UU., informa AP citando a una alta funcionaria estadounidense que se expresó en condición de anonimato. A su juicio, Cuba está preparando el anuncio al respecto. Por el momento no se sabe de qué banco estadounidense se trata.

La segunda demanda principal de La Habana es que EE.UU.retire a Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo. Esta cuestión puede decidirse el 29 de mayo que viene, al cumplirse los 45 días desde que la iniciativa correspondiente del presidente Obama fuera llevada al Congreso de EE.UU., informa AP.

Además, el jueves próximo los dos países mantendrán una cuarta ronda de negociaciones sobre la apertura de las embajadas.

Plan contra Plan. José Martí

“A un plan obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan. Sin plan de resistencia no se puede vencer un plan de ataque.”

José Martí. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. II, 15: “Adelante, juntos”.[Patria, Nueva York, 11 de junio de 1892]
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Cuando Ileana Ros-Lehtinen pidió públicamente el asesinato de Fidel Castro

Cubasí - Por Edmundo García (www.latardesemueve.com) - Lunes, 18 Mayo 2015 15:26

No pocas veces la impunidad con que la congresista miamense Ileana Ros-Lehtinen hace su derechista política se ha puesto tan de manifiesto como el día en que pidió públicamente el asesinato del líder histórico de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro.

Por su categoría de Jefe de Estado, que convertiría el hecho en un repudiable magnicidio y un flagrante delito internacional, otras personas que también han querido su desaparición física, sin descontar a aquellos que han tratado de intentar contra su vida, han tenido la precaución de negarlo en público. Como son los casos de José Pepe Hernández, director de la Fundación Nacional Cubano Americana, y de Luis Posada Carriles. Lo han planeado a escondidas pero lo han negado; así que en esto Ileana Ros-Lehtinen los aventaja.

En un documental británico dedicado a mostrar las tantas veces que los enemigos de Cuba han tratado de eliminar físicamente a Fidel, titulado “638 Ways to Kill Castro”, la congresista Ileana Ros-Lehtinen aparece declarando que da la bienvenida, que agradece, cualquier intento de matar al dirigente revolucionario: “I welcome the opportunity of having anyone assassinate Fidel Castro”.

Por tratarse de una congresista norteamericana, la prensa internacional se hizo eco de esas declaraciones. La renombrada Associated Press, en una nota del sábado 24 de diciembre del año 2006 decía que “Una congresista de la Florida reconoce públicamente que ha pedido el asesinato de Fidel Castro”.

El escándalo fue de tal magnitud que Ros-Lethtinen dijo a la propia AP que seguramente había sido en una entrevista suya sin editar, en bruto; y que debía tenerse en cuenta además que ella daba muchas entrevistas sobre Cuba donde hablaba de Fidel Castro, por lo que pudo cometer “el desliz”. A medida que las críticas públicas se acrecentaban, las evasivas de la congresista se hacían más sorprendes y de menor crédito, hasta que el punto de llegar a decir que había sido manipulada y que el movimiento de sus labios no se correspondía con lo que ella aparecía diciendo. Aquí les dejo el video para que ustedes mismos aprecien si la congresista Ros-Lehtinen dijo o no lo que los documentalistas y la prensa le atribuyeron. (https://www.youtube.com/watch?v=1MunPrYJWy0)

Lo más escandaloso es que esas declaraciones se produjeron siendo Ileana Ros-Lehtinen la representante Republicana más relevante en el Comité de Relaciones Exteriores del Congreso; y que esto tampoco haya sido obstáculo para que posteriormente, entre los años 2011 y el 2013, llegara a ser la presidenta de ese importante comité del legislativo norteamericano.

No fue esa la única vez que Ileana Ros-Lehtienen ha aparecido en la prensa relacionada con terroristas y actos terroristas. Precisamente hace solo una semana, en un artículo titulado “No solo a Ros-Lehtinen, también a Mario Díaz-Balart le ha llegado la hora de retirarse de la política”, y que pueden consultar en la página de La Tarde se Mueve (http://latardesemueve.com/archives/2224), recordaba que el ex Congresista Lincoln Díaz-Balart había reconocido que él, su hermano representante Mario Díaz-Balart y Ros-Lehtinen, habían gestionado la liberación del terrorista Eduardo Arocena.

Fueron también ellos, especialmente Ros-Lehtinen, quienes intercedieron ante Mireya Moscoso cuando era presidenta de Panamá, para que indultara a Luis Posada y otros terroristas detenidos en ese país cuando trataban de concretar con un plan de asesinato a Fidel en el paraninfo de la Universidad de Panamá, lo que hubiera provocado una verdadera masacre.

En uno de los programas más repugnantes jamás escuchados en la radio de Miami los terroristas Santiago Álvarez, Luis Posada Carriles, Gaspar Jiménez Escobedo y Pedro Remón, fueron reunidos con Mireya Moscoso por Armando Pérez Roura en Radio Mambí, una emisora de Univisión Radio, donde declararon a la ex presidenta “Heroína de la libertad” y le prometieron hacerle una estatua en Cuba. (http://latardesemueve.com/archives/506) Una Cuba con la que siguen soñando, aunque ese sueño sea imposible.

Todavía falta mucho por saber sobre las conexiones de Mireya Moscoso con la derecha de Miami. El 18 de enero del 2012 escribí: “¿Cuándo nos hablará la ex Presidenta de sus tratos con los políticos y Congresistas que le exigieron el indulto para los terroristas? ¿Cuándo hablará sinceramente del dinero ofrecido y la casa en Fort Lauderdale que ella misma refiere y niega? ¿Cuándo hablará de las negociaciones con el Embajador norteamericano en su país, Simón Ferro, y de ese informe que le dejó en su contestador, publicitado en medios de Miami, donde le dice: ‘Embajador buenos días, es la Presidenta para informarle que los cuatro cubanos ya fueron indultados en la noche de ayer y que ya salieron del país. Tres van rumbo a Miami y el otro con rumbo desconocido. Un abrazo’?”. (http://latardesemueve.com/archives/506)

La bochornosa llamada de la ex presidenta Moscoso al embajador de Estados Unidos en Panamá, puede escucharse en este audio presentado por el periodista de origen dominicano residente en Miami Oscar Haza, a quien nadie podrá tener por amigo de Cuba y los cubanos. Esta es la prueba: https://www.youtube.com/watch?v=8_YwgYu0Ix0

Y también falta mucho por conocer sobre la complicidad del ex presidente de Panamá Ricardo Martinelli con la extrema derecha de Miami, y el intento de involucrar a Cuba en escándalos que nada tienen que ver con su política de principios; que todos conocen. No por gusto también Martinelli fue condecorado por ese sector extremista en un acto en el club Big Five de Miami en diciembre del 2013. (http://latardesemueve.com/archives/1640)

Estos hechos son muy elocuentes y le dan solidez a una información que manejé en uno de los artículos recomendados (el del 11 de mayo del 2015), donde citaba a una fuente de crédito que aseguró que Ileana Ros-Lehtinen se involucró en la campaña anticubana montada por la contrarrevolución en la VII Cumbre de Panamá.

José Martí: De la Playita a Dos Ríos



Esta plumilla de Miguel Alexis Machado Valdés (1977-2003) recuerda la profecía de Martí en carta en versos a su amigo uruguayo Enrique Estrázulas: “¡Que ya verán mi cabeza/ Por sobre mi sepultura!”

…y a la vida futura con permanente utilidad de la virtud

El 25 de marzo de 1895, “en vísperas de un largo viaje”, como escribió desde Montecristi a la madre, José Martí se sabía “en el pórtico de un gran deber”. Lo expresó en otra de sus despedidas escritas ese día, la dirigida al dominicano Federico Henríquez y Carvajal, a quien le dijo: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar”. Hacía todo para ocupar su sitio en la contienda, que había estallado el 24 de febrero de acuerdo con el plan que él decisivamente contribuyó a trazar como fundador y guía, Delegado, del Partido Revolucionario Cubano.

En la misma carta alude a criterios —no necesariamente nacidos todos de iguales intenciones— sobre si debía incorporarse a la gesta o permanecer en el exterior; pero él no duda: “Para mí la patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber. Ya arde la sangre. Ahora hay que dar respeto y sentido humano y amable, al sacrificio”. Nada de vocación suicida, como algunos han conjeturado, ni concesión a quienes intentaran acusarlo de rehuir el peligro.

De lleno en el cumplimiento del deber, no tenía que responder a murmuraciones. Lo henchía un altísimo sentido de la responsabilidad y, por tanto, de los cuidados que sabía ineludibles para que la guerra fuera eficiente no solo en la táctica. Era vital que también lo fuese en los principios y las virtudes indispensables para que la república mereciera los sacrificios que costaría fundarla.

Poner la patria por encima de la vida propia no significaba renunciar inútilmente a vivir. Aunque, “hasta muertos, dan ciertos hombres luz de aurora” —como sostuvo a propósito de Sebastián Lerdo de Tejada—, se es especialmente útil estando vivo, y cuando era niño juró “lavar con su vida el crimen” de la esclavitud, no “con su muerte”, como a veces se ha citado erróneamente. Morir sería, en todo caso, una contingencia más de la lucha, y no la temía, ni la buscaba. Por más que hasta filosóficamente el final de la existencia física le fuera familiar, en 1879, en las honras fúnebres al poeta Alfredo Torroella, terminó exclamando: “¡Muerte, muerte generosa, muerte amiga! ¡ay! ¡nunca vengas!”

Pensar en la patria

Tampoco procuraba imponerse autoritariamente para hacer valer su voluntad, que por ese camino, aun siendo la mejor del mundo, encallaría en formas del egoísmo: “Quien piensa en sí, no ama a la patria; y está el mal de los pueblos, por más que a veces se lo disimulen sutilmente, en los estorbos o prisas que el interés de sus representantes pone al curso natural de los sucesos”. Ejemplo de voluntad activa y sacrificio propio, no de voluntarismo autoritario, el 20 de octubre de 1884 le escribió a Máximo Gómez: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento”.

Si la patria le imponía, contra su más firme deseo, alejarse de la lucha armada, él acataría la decisión. De su actitud dio muestras desde que fundó el mencionado Partido, organización política entre cuyos fines sobresalía impedir, desde los preparativos de la nueva gesta, la prosperidad del caudillismo que se entronizó en otras tierras de América y en la misma Cuba contribuyó al fracaso de la Guerra de los Diez Años. A Henríquez y Carvajal le dijo: “De mí espere la deposición absoluta y continua. Yo alzaré el mundo. Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado. Para mí, ya es hora”.

Como no apuesta a morir, le expresó al mismo amigo: “Pero aún puedo servir a este único corazón de nuestras repúblicas”, y como la patria no es cuestión de títulos personales, por muy grandes virtudes que se tengan, en la citada carta a Gómez planteó: “La patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto solo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia”.

Su aspiración de servicio no solo a Cuba, sino a nuestra América toda, y al mundo, debía encarar desafíos tremendos: de fuera, en primer lugar, las voraces ambiciones de la nación imperialista que crecía en el Norte; de dentro, obstáculos varios, entre ellos los intereses de los poderosos. Estos, que, salvo honrosas excepciones, preferían tener un amo extranjero, yanqui o español, que les premiara sus servicios lacayunos, negaban su apoyo a la independencia y procurarían someter a sus compatriotas pobres empleando recursos similares a los implantados por la metrópoli colonial.

Valoraba esos males cuando en las Bases del Partido escribió que el objetivo cardinal de la organización era “fundar un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud”.

Con motivo del aniversario 120 de su muerte, a esos peligros y a otros —vistos en relación con la actitud y las ideas de Martí para conjurarlos—, Bohemia ha venido publicando en lo que va de año textos sobre el tramo final de la vida del héroe. Este artículo se ciñe a su decisión de llegar a Cuba, y permanecer en ella, para contribuir a darle a la guerra una institucionalización que la hiciera fuerte y lo más breve posible. En esto lo guiaban su perspectiva humanitaria y el afán de no dar tiempo a que los Estados Unidos pusieran en práctica las maquinaciones orquestadas por sus gobernantes para apoderarse de Cuba.

Había protagonizado una ingente campaña unitaria para lograr una guerra emancipadora a la altura de los tiempos y de los peligros que urgía enfrentar, y sabía que debía estar en el campo de operaciones para cuidarla. Si a inicios de 1895 pudo ya salir de Nueva York e iniciar un intenso periplo rumbo a Cuba, no lo interrumpiría a mitad del camino para regresar al sitio donde las circunstancias lo habían obligado a permanecer.
Hacia la plenitud

“Todo me ata a New York, por lo menos durante algunos años de mi vida: todo me ata a esta copa de veneno”, le confesó a Manuel Mercado en carta del 22 de abril de 1886. Desde allí debía desplegar entonces la conspiración y la organización revolucionarias. En 1895, otros —como el propio Gómez, deseoso de cuidar la vida de quien había logrado lo que nadie en la unidad de las fuerzas patrióticas—, podían creer que él no debía participar en la guerra; pero no podrían impedírselo.

Para cumplir su propósito se valió incluso de una falsa información difundida en The New York Herald, y de la cual el 9 de marzo se hizo eco el periódico dominicano Listín Diario: Gómez y Martí se hallaban en Montecristi, pero esos diarios propalaron que ya estaban en Cuba. Martí —ha escrito el investigador Ibrahim Hidalgo Paz— valoró “la repercusión que tendría esta noticia”, y “con fuerza irrebatible” argumentó “que su presencia en el campo insurrecto” era “una necesidad política, razonamiento que sus futuros compañeros de expedición se vieron obligados a aceptar”.

Sus cartas del 25 se basaban, pues, en esa decisión, que en la noche del 11 de abril de 1895, después de una travesía llena de peligros, le permitió desembarcar junto a Gómez y otros compañeros expedicionarios —Paquito Borrero, Ángel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario—, por “La Playita, al pie de Cajobabo”. Así lo anotó en su Diario de campaña, empleando el nombre con que hoy los pobladores de la zona siguen identificando aquel paraje; y en el mismo Diario testimonió el significado que para él tuvo el desembarco: “Dicha grande”.

Desde ese momento, y hasta su caída en Dos Ríos el 19 de mayo, vivió lo que tuvo por más venturoso de su existencia: “Es muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mí propio, ni alegría egoísta y pueril”, le escribió el 16 de abril a Carmen Miyares, para añadir: “Solo la luz es comparable a mi felicidad”.

Tal sentimiento de plenitud se explica en carta de entre el 15 y el mismo 16 de abril a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, sus colaboradores en la emigración: “Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado, y arrastrando la cadena de mi patria, toda mi vida. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo. Este reposo y bienestar explican la constancia y el júbilo con que los hombres se ofrecen al sacrificio”.

El 18 de mayo, en su carta póstuma a Manuel Mercado, con términos que precisan aún más lo escrito a Henríquez y Carvajal, expresó que disfrutaba la satisfacción de estar “todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber […] de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

Trasmitía su felicidad a los combatientes que lo oían hablar y lo veían marchar por las montañas con una resistencia que asombró al curtido general Gómez. También conversaba con los niños de la zona. Algunos de ellos, ancianos ya, lo testimoniaron en un libro entrañable: Martí a flor de labios, de Froilán Escobar. Uno, ciego desde años antes de ser entrevistado, declaró que él quería a sus ojos, porque habían visto a Martí. Lo vieron en la plenitud de su personalidad, que le permitía disfrutar la hermosura del paisaje, como se aprecia en esa página de su Diario en la cual plasmó la impresión de su alma estética ante la naturaleza de la patria: “La noche bella no deja dormir”.

Todo le daba fuerzas para encarar los desafíos que la revolución debía vencer, entre ellos las trabas de las contradicciones militarismo-civilismo heredadas de la Guerra de los Diez Años y de la Asamblea de Guáimaro. Esta, en 1869, abonó una civilidad que era indispensable asumir y desarrollar, sin poner estorbos innecesarios a la eficacia de las armas. No es casual que para proclamar la creación del Partido, en 1892, Martí escogiera el 10 de abril, fecha que rendía homenaje y superación a la imperfecta pero fundadora Asamblea, cuna de la Cuba republicana.


Nota de Martí para Máximo Gómez del 19 de mayo de 1895. Tal vez su último texto escrito.

Vórtice fundacional

La primera tarea que Martí se planteó en campaña fue precisamente lograr la asamblea que crease la nueva República en Armas, contra la cual operaban prejuicios que venían de aquellas contradicciones. El 5 de mayo tuvo una fuerte evidencia de esa realidad: la tesitura de Antonio Maceo en La Mejorana. Sobre esa entrevista se han hecho especulaciones de todo tipo, aunque lo fundamental está plasmado en los diarios de campaña de Gómez y del propio Martí, y en las cartas escritas por este último a raíz de los hechos.

En esas páginas están claramente expresadas la admiración de Martí por Maceo y la discrepancia del héroe de Baraguá con el plan concebido por aquel. La envergadura de la divergencia, y el peso de un héroe como Maceo, le confirmaron a Martí la importancia de cuidar hasta el último detalle la campaña que él —así lo expresó en carta del 13 de noviembre de 1884 a Mercado— había preparado “como una obra de arte”. Ya en el terreno de operaciones ratificó, firme, que solo la asamblea constituyente tendría autoridad para decidir si él debía estar dentro o fuera de Cuba.

Lo más probable era que, limpiamente orientada y ordenada con toda la seriedad que se requería, y con Martí presente, la asamblea no confiara la dirección de la República a otro que a él, a quien las tropas mambisas llamaban el presidente. Sabía, incluso por reacciones del propio Gómez, que ese título suscitaba prejuicios, y expresó que lo rechazaba, porque no estaría bien ni en él ni en nadie. Pero no rechazaba de antemano una misión, y era capaz de crear nuevos títulos para una revolución nueva. Lo había demostrado cuando, para el mayor cargo en el Partido, que se le confió a él, escogió un título humilde y democrático: Delegado.

Con admiración, en la semblanza que el 23 de agosto de 1893 le dedicó a Gómez enPatria, narró que para entregarle al general el cargo de jefe del ramo de la guerra en el Partido —merecido rango para el cual había sido electo por votación entre relevantes veteranos mambises: lo más democrático en los preparativos de una guerra—, había ido a verlo “junto a su arado”. Y recordó evidencias de la humildad del hogar de Gómez, de su familia, y de su identificación con los pobres: “Para estos trabajo yo”, sostuvo el viejo combatiente frente a un “gentío descalzo”, y él lo citó en la semblanza.

Martí representaba una guerra de carácter popular, y ese mismo carácter esperaba del ejército de patriotas que la librarían. No le era indiferente ningún detalle, como que un héroe —ni siquiera alguien a quien admiraba por ser tan extraordinario, corajudo y fiel a la patria como Antonio Maceo— tuviera en campaña una silla de montar adornada con estrellas de plata.

Quien echaba su suerte “con los pobres de la tierra”, concibió métodos organizativos en función de los cuales escribió páginas como la circular fechada el 26 de abril: “Los poderes creados por el Partido Revolucionario Cubano, al entrar este en las condiciones más vastas y distintas en que le pone la guerra en el país, deben acudir al país y demandarle, como lo hace, que dé al gobierno que lo ha de regir formas adecuadas a las nuevas condiciones”.

Para ello, añadió, el Partido acudía “a todo el pueblo cubano revolucionario visible, y con derecho a elección”, que en las circunstancias de la guerra era “el pueblo alzado en armas, y a cada comarca de él pide un representante, para que reunidos, sin pérdidas de tiempo, los de las comarcas todas acuerden la forma hábil y solemne de gobierno que en sus actuales condiciones debe darse la revolución”.

Buscaba una solución política superior: no lo que podría entenderse como un “gobierno civil”, ni concesiones al militarismo. Lo ratificó en La Mejorana: “Insisto en deponerme”, no ante ninguna voluntad o capricho individual, sino “ante los representantes que se reúnan a elegir gobierno”. Procuraba cerrar puertas al caudillismo; pero las sicologías individuales, trenzadas con el peso de las jerarquías, aun bien ganadas, suelen generar complicaciones.

En carta del 30 de abril escribió: en Gómez “ha ido cuajando el pensamiento natural, que es el de reunir representantes de todas las masas cubanas alzadas, para que ellos sin considerarse totales y definitivos, ni cerrar el paso a los que han de venir, den a la revolución formas breves y solemnes de república y viables, por no salirse de la realidad, y contener a un tiempo la actual y la venidera”. Pero, en La Mejorana, Maceo declaró no querer “que cada jefe de operaciones” mandara “el suyo, nacido de su fuerza: él mandará los cuatro de Oriente: ‘dentro de 15 días estarán con Vds.—y serán gentes que no me las pueda enredar allá el doctor Martí’”.
Raíz y permanencia

La discrepancia es clara, pero —fuera de ciertos textos— una revolución verdadera no se hace sin desavenencias; y Martí no transigía en lo que entendía vital: “Mantengo, rudo: el Ejército, libre,—y el país, como país y con toda su dignidad representado”, porque “la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército”, no debían quedar “como secretaría del ejército”.

En esas miras debe situarse lo que el 18 de mayo le escribe a Mercado: “seguimos camino, al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro, y debe renovar conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas”.

Además de echar abajo desde la raíz ciertas conjeturas, de entonces y posteriores, según las cuales se preparaba para salir del país, esa declaración se corresponde con lo fundamental: “La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo, o los celos, y temores de excesiva prominencia futura, de un caudillo puntilloso o previsor; pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana,—la misma alma de humanidad y decoro, llena del anhelo de la dignidad individual, en la representación de la república, que la que empuja y mantiene en la guerra a los revolucionarios”.

Antes que su propia autoridad, estaba para él la necesidad de que la patria contara con una estructura de poder válida para librarla de caudillismos y otras aberraciones. A Mercado le dice: “Por mí, entiendo que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella, y sé cómo se encienden los corazones, y cómo se aprovecha para el revuelo incesante y la acometida el estado fogoso y satisfecho de los corazones. Pero en cuanto a formas, caben muchas ideas, y las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen. Me conoce. En mí, solo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la Revolución”.

Los años de la incansable y ejemplar faena que lo llevaron a dirigir a sus compatriotas, no lo hacían creerse con derechos especiales para imponer su voluntad, aunque supiera que en ella estaba el mejor camino para la patria. El 14 de mayo, afanado en lograr la celebración de la asamblea, escribió en su Diario: “Escribo, poco y mal, porque estoy pensando con zozobra y amargura. ¿Hasta qué punto será útil a mi país mi desistimiento? Y debo desistir, en cuanto llegase la hora propia, para tener libertad de aconsejar, y poder moral para resistir el peligro que de años atrás preveo”.

Táctica, ética y estrategia lo afirmaban en un juicio que había expresado en Patria el 3 de abril de 1892, en vísperas de la fundación del Partido Revolucionario Cubano: “Lo que un grupo ambiciona, cae. Perdura, lo que un pueblo quiere”. No bastaba que las ideas valieran: era necesario que las abrazara el pueblo. Por eso no cejó ni en su prédica para abonar las ideas emancipadoras, ni en la búsqueda de estructuras y formas de dirección que las sustentaran.

Sabía que en ese camino estaban la fuerza de la revolución, y de su propio pensamiento. No actuaba por demagogia oportunista, y sometió a prueba tanto sus criterios como la consistencia del proyecto que tanto esfuerzo le había costado poner en marcha. Firme y optimista, escribió en su última carta a Mercado con respecto a su voluntad de deponer ante la asamblea, sin temer a los riesgos, la autoridad que había ganado: “Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad.—Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros”.

Deponer la autoridad no significaba abandonar la lucha ni ceder irresponsablemente el terreno que él debía cubrir. Solo la muerte lo sacó de la lucha; y desde el mismo día de esa tragedia —tan costosa para la patria, pero de la cual emergió él lleno de luz— no ha cesado de cumplirse su profecía: su pensamiento, lejos de desaparecer, ha seguido ganando en el valor de su claridad, y de su ejemplo, refrendado con cada acto de su vida. Si Maquiavelo, interpretando la política al uso, afirmó que el príncipe tiene el corazón en los labios, Martí demostró vivir con los labios en el corazón.


De la serie Imágenes en el tiempo, de Agustín Bejerano (1964). Col. de Araceli García-Carranza.

(Publicado en el número del 15 de mayo de 2015 de la revista Bohemia).

En el aniversario de la muerte de José Martí, su Discurso " Con todos y para el bien de todos"

“Con todos y para el bien de todos”
26 de noviembre de 1891

Este discurso fue dado por José Martí en el Liceo Cubano en Tampa el 26 de noviembre de 1891. El señor Francisco María Gonzáles lo tomó taquigráficamente y después fue reproducido bajo el nombre de “Con todos y para el bien de todos” y distribuido en hojas sueltas.

Cubanos:

Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella. Y ahora, después de evocado su amadísimo nombre, derramaré la ternura de mi alma sobre estas manos generosas que ¡no a deshora por cierto! acuden a dármele fuerzas para la agonía de la edificación; ahora, puestos los ojos más arriba de nuestras cabezas y el corazón entero sacado de mí mismo, no daré gracias egoístas a los que creen ver en mí las virtudes que de mí y de cada cubano desean; ni al cordial Carbonell, ni al bravo Rivero, daré gracias por la hospitalidad magnífica de sus palabras, y el fuego de su cariño generoso; sino que todas las gracias de mi alma les daré, y en ellos a cuantos tienen aquí las manos puestas a la faena de fundar, por este pueblo de amor que han levantado cara a cara del dueño codicioso que nos acecha y nos divide; por este pueblo de virtud, en donde se aprueba la fuerza libre de nuestra patria trabajadora; por este pueblo culto, con la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan, y truenos de Mirabeau junto a artes de Roland, que es respuesta de sobra a los desdeñosos de este mundo; por este templo orlado de héroes y alzado sobre corazones. Yo abrazo a todos los que saben amar. Yo traigo la estrella, y traigo la paloma en mi corazón.

No nos reúne aquí, de puro esfuerzo y como a regañadientes, el respeto periódico a una idea de que no se puede adjurar sin deshonor; ni la respuesta siempre pronta, y a veces demasiado pronta, de los corazones patrios a un solicitante de fama, o a un alocado de poder, o a un héroe que no corona el ansia inoportuna de morir con el heroísmo superior de reprimirla, o a un menesteroso que bajo la capa de la patria anda sacando la mano limosnera. Ni el que viene se afeará jamás con la lisonja, ni es este noble pueblo que lo recibe pueblo de gente servil y llevadiza. Se me hincha el pecho de orgullo, y amo aún más a mi patria desde ahora, y creo aún más desde ahora en su porvenir ordenado y sereno, en el porvenir, redimido del peligro grave de seguir a ciegas, en nombre de la libertad, a los que se valen del anhelo de ella para desviarla en beneficio propio; creo aún más en la república de ojos abiertos, ni insensata ni tímida, ni togada ni descuellada, ni sobreculta ni inculta, desde que veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas, -y a un cubano que se las respeta.

Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre. En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales, fomentadas por un interés notorio o encubierto, para la defensa de las libertades: sáquese a lucir, y a incendiar las almas, y a vibrar como el rayo, a la verdad, y síganla, libres, los hombres honrados. Levántese por sobre todas las cosas esta tierna consideración, este viril tributo de cada cubano a otro. Ni misterios, ni calumnias, ni tesón en desacreditar, ni largas y astutas preparaciones para el día funesto de la ambición. O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos. Para verdades trabajamos, y no para sueños. Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos. ¡Para ajustar en la paz y en la equidad los intereses y derechos de los habitantes leales de Cuba trabajamos, y no para erigir, a la boca del continente, de la república, la mayordomía espantada de Veintimilla, o la hacienda sangrienta de Rosas, o el Paraguay, lúgubre de Francia! ¡Mejor caer bajo los excesos del carácter imperfecto de nuestros compatriotas, que valerse del crédito adquirido con las armas de la guerra o las de la palabra que rebajarles el carácter! Este es mi único título a estos cariños, que han venido a tiempo a robustecer mis manos incansables en el servicio de la verdadera libertad. ¡Muérdanmelas los mismos a quienes anhelase yo levantar más, y ¡no miento! amaré la mordida, porque me viene de la furia de mi propia tierra, y porque por ella veré bravo y rebelde a un corazón cubano! ¡Unámonos, ante todo, en esta fe; juntemos las manos, en prenda de esa decisión, donde todos las vean, y donde no se olvida sin castigo; cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos!

¡De todos los cubanos! Yo no sé qué misterio de ternura tiene esta dulcísima palabra, ni qué sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre, que es ya tan bella, que si se le pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro, y es trono o cumbre de monte la naturaleza! Se dice cubano, y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas, y se abre sola la caja de nuestros ahorros, y nos apretamos para hacer un puesto más en la mesa, y echa las alas el corazón enamorado para amparar al que nació en la misma tierra que nosotros, aunque el pecado lo trastorne, o la ignorancia lo extravíe, o la ira lo enfurezca, o lo ensangriente el crimen! ¡Cómo que unos brazos divinos que no vemos nos aprietan a todos sobre un pecho en que todavía corre la sangre y se oye todavía, sollozar el corazón! Créese allá en nuestra patria, para darnos luego trabajo de piedad, créese, donde el dueño corrompido pudre cuanto mira, un alma cubana nueva, erizada y hostil, un alma hosca, distinta de aquella alma casera y magnánima de nuestros padres e hija natural de la miseria, que ve triunfar al vicio impune, y de la cultura inútil, que sólo halla empleo en la contemplación sorda de sí misma! ¡Acá, donde vigilamos por los ausentes, donde reponemos la casa que allá se nos cae encima, donde creamos lo que ha de reemplazar a lo que allí se nos destruye, acá no hay palabra que se asemeje más a la luz del amanecer, ni consuelo que se entre con más dicha por nuestro corazón, que esta palabra inefable y ardiente de cubano!

¡Porque eso es esta ciudad, eso es la emigración cubana entera, eso es lo que venimos haciendo en estos años de trabajo sin ahorro, de familia sin gusto, de vida sin sabor, de muerte disimulada! ¡A la patria que allí se cae a pedazos y se ha quedado ciega de la podre, hay que llevar la patria piadosa y previsora que aquí se levanta! ¡A lo que queda de patria allí, mordido de todas partes por la gangrena que empieza a roer el corazón, hay que juntar la patria amiga donde hemos ido, acá en la soledad, acomodando el alma, con las manos firmes que pide el buen cariño, a las realidades todas, de afuera y de adentro, tan bien veladas allí en unos por la desesperación y en otros por el goce babilónico, que con ser grandes certezas y grandes esperanzas y grandes peligros, son, aun para los expertos, poco menos que desconocidas! ¿Pues qué saben allá de esta noche gloriosa de resurrección, de la fe determinada y metódica de nuestros espíritus, del acercamiento continuo y creciente de los cubanos de afuera, que los errores de los diez años y las veleidades naturales de Cuba, y otras causas maléficas no han logrado por fin dividir, sino allegar tan íntima y cariñosamente que no se ve sino un águila que sube, y un sol que va naciendo, y un ejército que avanza? ¿Qué saben allá de estos tratos sutiles, que nadie prepara ni puede detener, entre el país desesperado y los emigrados que esperan? ¿Qué saben de este carácter nuestro fortalecido, de tierra en tierra, por la prueba cruenta y el ejercicio diario? ¿Qué saben del pueblo liberal, y fiero, y trabajador, que vamos a llevarles? ¿Qué sabe el que agoniza en la noche, del que le espera con los brazos abiertos en la aurora? Cargar barcos puede cualquier cargador; y poner mecha al cañón cualquier artillero puede; pero no ha sido esa tarea menor, y de mero resultado y oportunidad, la tarea única de nuestro deber, sino la de evitar las consecuencias dañinas, y acelerar las felices, de la guerra próxima, e inevitable, e irla limpiando, como cabe en lo humano, del desamor y del descuido y de los celos que la pudiesen poner donde sin necesidad ni excusa nos pusieron la anterior, y disciplinar nuestras almas libres en el conocimiento y orden de los elementos reales de nuestro país, y en el trabajo que es el aire y el sol de la libertad, para que quepan en ella sin peligro, junto a las fuerzas creadoras de una situación nueva, aquellos residuos inevitables de las crisis revueltas que son necesarias para constituirlas. Y las manos nos dolerán más de una vez en la faena sublime, pero los muertos están mandando, y aconsejando, y vigilando, y los vivos los oyen, y los obedecen, y se oye en el viento ruido de ayudantes que pasan llevando órdenes, y de pabellones que se desplegan! ¡Unámonos, cubanos, en esta otra fe: con todos, y para todos: la guerra inevitable, de modo que la respete y la desee y la ayude la patria, y no nos la mate, en flor, por local o por personal o por incompleta, el enemigo: la revolución de justicia y de realidad, para el reconocimiento y la práctica franca de las libertades verdaderas.

Ni los bravos de la guerra que me oyen tienen paces con estos análisis menudos de las cosas públicas, porque al entusiasta le parece crimen la tardanza misma de la sensatez en poner por obra el entusiasmo; ni nuestra mujer, que aquí oye atenta, sueña más que en volver a pisar la tierra propia, donde no ha de vivir su compañero, agrio como aquí vive y taciturno: ni el niño, hermano o hijo de mártires y de héroes, nutrido en sus leyendas, piensa en más que en lo hermoso de morir a caballo, peleando por el país, al pie de una palma!

¡Es el sueño mío, es el sueño de todos; las palmas son novias que esperan: y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas! Eso es lo que queríamos decir. A la guerra del arranque, que cayó en el desorden, ha de suceder, por insistencia de los males públicos, la guerra de la necesidad, que vendría floja y sin probabilidad de vencer, si no le diese su pujanza aquel amor inteligente y fuerte del derecho por donde las almas más ansiosas de él recogen de la sepultura el pabellón que dejaron caer, cansados del primer esfuerzo, los menos necesitados de justicia. Su derecho de hombres es lo que buscan los cubanos en su independencia; y la independencia se ha de buscar con alma entera de hombre. ¡Que Cuba, desolada, vuelve a nosotros los ojos! ¡Que los niños ensayan en los troncos de los. caminos la fuerza de sus brazos nuevos! ¡Que las guerras estallan, cuando hay causas para ella, de la impaciencia de un valiente o de un grano de maíz! ¡Que el alma cubana se está poniendo en fila, y se ven ya, como al alba, las masas confusas! ¡Que el enemigo, menos sorprendido hoy, menos interesado, no tiene en la tierra los caudales que hubo de defender la vez pasada, ni hemos de entretenemos tanto como entonces en dimes y diretes de localidad, ni en competencias de mando, ni en envidias de pueblo, ni en esperanzas locas! ¡Que afuera tenemos el amor en el corazón, los ojos en la costa, la mano en la América, y el alma al cinto! ¿Pues quién no lee en el aire todo eso con letras de luz? Y con letras de luz se ha de leer que no buscamos, en este nuevo sacrificio, meras formas, ni la perpetuación del alma colonial en nuestra vida, con novedades de uniforme yankee, sino la esencia y realidad de un país republicano nuestro, sin miedo canijo de unos a la expresión saludable de todas las ideas y el empleo honrado de todas las energías,-ni de parte de otros aquel robo al hombre que consiste en pretender imperar en nombre de la libertad por violencias en que se prescinde del derecho de los demás a las garantías y los métodos de ella. Por supuesto, que se nos echarán atrás los petimetres de la política, que olvidan como es necesario contar con lo que no se puede suprimir,-y que se pondrá a refunfuñar el patriotismo de polvos de arroz, so pretexto de que los pueblos. en el sudor de la creación, no dan siempre olor de clavellina. ¿Y qué le hemos de hacer? ¡Sin los gusanos que fabrican la tierra no podrían hacerse palacios suntuosos! En la verdad hay que entrar con la camisa al codo, como entra en la res el carnicero. Todo lo verdadero es santo, aunque no huela a clavellina. Todo tiene la entraña fea y sangrienta: es fango en las artesas el oro en que el artista talla luego sus joyas maravillosas; de lo fétido de la vida saca almíbar la fruta y colores la flor; nace el hombre del dolor y la tiniebla del seno maternal, y del alarido y el desgarramiento sublime: y las fuerzas magníficas y corrientes de fuego que en el horno del sol se precipitan y confunden, no parecen de lejos a los ojos humanos sino manchas! ¡Paso a los que no tienen miedo a la luz: caridad para los que tiemblan de sus rayos!

Ni vería yo esa bandera con cariño, hecho como estoy a saber que lo más santo se toma como instrumento del interés por los triunfadores audaces de este mundo, si no creyera que en sus pliegues ha de venir la libertad entera, cuando el reconocimiento cordial del decoro de cada cubano, y de los modos equitativos de ajustar los conflictos de sus intereses, quite razón a aquellos consejeros de métodos confusos que sólo tienen de terribles lo que tiene de terca la pasión que se niega a reconocer cuánto hay en sus demandas de equitativo y justiciero. ¡Clávese la lengua del adulador popular, y cuelgue al viento como banderola de ignominia, donde sea castigo de los que adelantan sus ambiciones azuzando en vano la pena de los que padecen, u ocultándoles verdades esenciales de su problema, o levantándoles la ira:-y al lado de la lengua de los aduladores, clávese la de los que se niegan a la justicia!

¡La lengua del adulador se clave donde todos la vean,- y la de los que toman por pretexto las exageraciones a que tiene derecho la ignorancia, y que no puede acusar quien no ponga todos los medios de hacer cesar la ignorancia, para negarse a acatar lo que hay de dolor de hombre y de agonía sagrada en las exageraciones que es más cómodo excomulgar, de toga y birrete, que estudiar, lloroso el corazón, con el dolor humano hasta los codos! En el presidio de la vida es necesario poner, para que aprendan justicia, a los jueces de la vida. El que juzgue de todo, que lo conozca todo. No juzgue de prisa el de arriba, ni por un lado: no juzgue el de abajo por un lado ni de prisa. No censure el celoso el bienestar que envidia en secreto. No desconozca el pudiente el poema conmovedor, y el sacrificio cruento, del que se tiene que cavar el pan que come; de su sufrida compañera, coronada de corona que el injusto no ve; de los hijos que no tienen lo que tienen los hijos de los otros por el mundo! ¡Valiera más que no se desplegara esa bandera de su mástil, si no hubiera de amparar por igual a todas las cabezas!

Muy mal conoce nuestra patria, la conoce muy mal, quien no sepa que hay en ella, como alma de lo presente y garantía de lo futuro, una enérgica suma de aquella libertad original que cría el hombre en sí, del jugo de la tierra y de las penas que ve, y de su idea propia y de su naturaleza altiva. Con esta libertad real y pujante, que sólo puede pecar por la falta de la cultura que es fácil poner en ella, han de contar más los políticos de carne y hueso que con esa libertad de aficionados que aprenden en los catecismos de Francia o de Inglaterra, los políticos de papel. Hombres somos, y no vamos a querer gobiernos de tijeras y de figurines, sino trabajo de nuestras cabezas, sacado del molde de nuestro país. Muy mal conoce a nuestro pueblo quien no observe en él como a la par de este ímpetu nativo que lo levanta para la guerra y no lo dejará dormir en la paz, se ha criado con la experiencia y el estudio, y cierta ciencia clara que da nuestra tierra hermosa, un cúmulo de fuerzas de orden, humanas y cultas,-una falange de inteligencias plenas, fecundadas por el amor al hombre, sin el cual la inteligencia no es más que azote y crimen,-una concordia tan íntima, venida del dolor común, entre los cubanos de derecho natural, sin historia y sin libros, y los cubanos que han puesto en el estudio la pasión que no podían poner en la elaboración de la patria nueva,-una hermandad tan ferviente entre los esclavos ínfimos de la vida y los esclavos de una tiranía aniquiladora,-que por este amor unánime y abrasante de justicia de los de un oficio y los de otro; por este ardor de humanidad igualmente sincero en los que llevan el cuello alto, porque tienen alta la nuca natural, y los que los llevan bajo, porque la moda manda lucir el cuello hermoso; por esta patria vehemente en que se reúnen con iguales sueños, y con igual honradez, aquellos a quienes pudiese divorciar el diverso estado de cultura-sujetará nuestra Cuba, libre en la armonía de la equidad, la mano de la colonia que no dejará a su hora de venírsenos encima, disfrazada con el guante de la república. ¡Y cuidado, cubanos, que hay guantes tan bien imitados que no se diferencian de la mano natural! A todo el que venga a pedir poder, cubanos, hay que decirle a la luz, donde se vea la mano bien: ¿mano o guante?-Pero no hay que temer en verdad, ni hay que regañar. Eso mismo que hemos de combatir, eso mismo nos es necesario. Tan necesario es a los pueblos lo que sujeta como lo que empuja: tan necesario es en la casa de familia el padre, siempre activo, como la madre, siempre temerosa. Hay política hombre y política mujer. ¿Locomotora con caldera que la haga andar, y sin freno que la detenga a tiempo? Es preciso, en cosas de pueblos, llevar el freno en una mano, y la caldera en la otra. Y por ahí padecen los pueblos: por el exceso de freno, y por el exceso de caldera.

¿A qué es, pues, a lo que habremos de temer? ¿Al decaimiento de nuestro entusiasmo, a lo ilusorio de nuestra fe, al poco número de los infatigables, al desorden de nuestras esperanzas? Pues miro yo a esta sala, y siento firme y estable la tierra bajo mis pies, y digo: "Mienten." Y miro a mi corazón, que no es más que un corazón cubano, y digo:- `Mienten."

¿Tendremos miedo a los hábitos de autoridad contraídos en la guerra, y en cierto modo ungidos por el desdén diario de la muerte? Pues no conozco yo lo que tiene de brava el alma cubana, y de sagaz y experimentado el juicio de Cuba, y lo que habrían de contar las autoridades viejas con las autoridades vírgenes, y aquel admirable concierto de pensamiento republicano y la acción heroica que honra, sin excepciones apenas, a los cubanos que cargaron armas; o, como que conozco todo eso, al que diga que de nuestros veteranos hay que esperar ese amor criminal de sí, ese postergamiento de la patria a su interés, esa traición inicua a su país, le digo: -"!Mienten!"

¿O nos ha de echar atrás el miedo a las tribulaciones de la guerra, azuzado por gente impura que está a paga del gobierno español, el miedo a andar descalzo, que es un modo de andar ya muy común en Cuba, porque entre los ladrones y los que los ayudan, ya no tienen en Cuba zapatos sino los cómplices y los ladrones? ¡Pues como yo sé que el mismo que escribe un libro para atizar el miedo a la guerra, dijo en versos, muy buenos por cierto, que la jutía basta a todas las necesidades del campo en Cuba, y sé que Cuba está otra vez llena de jutías, me vuelvo a los que nos quieren asustar con el sacrificio mismo que apetecemos, y les digo:-"Mienten".

¿Al que más ha sufrido en Cuba por la privación de la libertad le tendremos miedo, en el país donde la sangre que derramó por ella se la ha hecho amar demasiado para amenazarla? ¿Le tendremos miedo al negro, al negro generoso, al hermano negro, que en los cubanos que murieron por el ha perdonado para siempre a los cubanos que todavía lo maltratan? Pues yo se de manos de negro que están más dentro de la virtud que las de blanco alguno que conozco: yo sé del amor negro a la libertad sensata, que sólo en la intensidad mayor y natural y útil se diferencia del amor a la libertad del cubano blanco: yo sé que el negro ha erguido el cuerpo noble, y está poniéndose de columna firme de las libertades patrias. Otros le teman: yo lo amo: a quien diga mal de él, me lo desconozca, le digo a boca llena:-"Mienten".

¿Al español en Cuba habremos de temer? ¿Al español armado, que no nos pudo vencer por su valor, sino por nuestras envidias, nada más que por nuestras envidias? ¿Al español que tiene en el Sardinero o en la Rambla su caudal y se irá con su caudal, que es su única patria; o al que lo tiene en Cuba, por apego a la tierra o por la raíz de los hijos, y por miedo al castigo opondrá poca resistencia, y por sus hijos? ¿Al español llano, que ama la libertad como la amamos nosotros, y busca con nosotros una patria en la justicia, superior al apego a una patria incapaz e injusta, al español que padece, junto a su mujer cubana, del desamparo irremediable y el mísero porvenir de los hijos que le nacieron con el estigma de hambre y persecución, con el decreto de destierro en su propio país, con la sentencia de muerte en vida con que vienen al mundo los cubanos? ¿Temer al español liberal y bueno, a mi padre valenciano, a mi fiador montañés, al gaditano que me velaba el sueño febril, al catalán que juraba y votaba porque no quería el criollo huir con sus vestidos, al malagueño que saca en sus espaldas del hospital al cubano impotente, al gallego que muere en la nieve extranjera, al volver de dejar el pan del mes en la casa del general en jefe de la guerra cubana? ¡Por la libertad del hombre se pelea en Cuba, y hay muchos españoles que aman la libertad! ¡A estos españoles los atacarán otros: yo los ampararé toda mi vida! A los que no saben que esos españoles son otros tantos cubanos, les decimos: "¡Mienten!"

¿Y temeremos a la nieve extranjera? Los que no saben bregar con sus manos en la vida, o miden el corazón de los demás por su corazón espantadizo, o creen que los pueblos son meros tableros de ajedrez, o están tan criados en la esclavitud que necesitan quien les sujete el estribo para salir de ella, esos buscarán en un pueblo de componentes extraños y hostiles la república que sólo asegura el bienestar cuando se le administra en acuerdo con el carácter propio, y de modo que se acendre y realce. A quien crea que falta a los cubanos coraje y capacidad para vivir por sí en la tierra creada por su valor, le decimos: "Mienten".

Y a los lindoros que desdeñan hoy esta revolución santa cuyos guías y mártires primeros fueron hombres nacidos en el mármol y seda de la fortuna, esta santa revolución que en el espacio más breve hermanó, por la virtud redentora de las guerras justas, al primogénito heroico y al campesino sin heredad, al dueño de hombres y a su esclavos; a los olimpos de pisapapel, que bajan de la trípode calumniosa para preguntar aterrados, y ya con ánimos de sumisión, si ha puesto el pie en tierra este peleador o el otro, a fin de poner en paz el alma con quien puede mañana distribuir el poder; a los alzacolas que fomentan a sabiendas, el engaño de los que creen este magnífico movimiento de almas, esta idea encendida de la redención decorosa, este deseo triste y firme de la guerra inevitable, no es más que el tesón de un rezagado indómito, o la correría de un general sin empleo, o la algazara de los que no gozan de una riqueza que sólo se puede mantener por la complicidad con el deshonor, o la amenaza de una turba obrera, con odio por corazón y papeluchos por sesos, que irá, como del cabestro, por donde la quiera llevar el primer ambicioso que la adule, o el primer déspota encubierto que le pase por los ojos la bandera,-a lindoros, o a olimpos, y a alzacolas, -les diremos: -"Mienten." ¡Esta es la turba obrera, el arca de nuestra alianza, el tahalí, bordado de mano de mujer, donde se ha guardado la espada de Cuba, el arenal redentor donde se edifica, y se perdona, y se prevee, y se ama!


¡Basta, basta de meras palabras! Para lisonjearnos no estamos aquí, sino para palparnos los corazones, y ver que viven sanos, y que pueden; para irnos enseñando a los desesperanzados, a los desbandados, a los melancólicos, en nuestra fuerza de idea y de acción, en la virtud probada que asegura la dicha por venir, en nuestro tamaño real, que no es de presuntuoso, ni de teorizante, ni de salmodista, ni de melómano, ni de caza nubes, ni de pordiosero. Ya somos unos, y podemos ir al fin: conocemos el mal, y veremos de no recaer; a puro amor y paciencia hemos congregado lo que quedó disperso, y convertido en orden entusiasta lo que era, después de la catástrofe, desconcierto receloso; hemos procurado la buena fe, y creemos haber logrado, suprimir o reprimir los vicios que causaron nuestra derrota, y allegar con modos sinceros y para fin durable, los elementos conocidos o esbozados, con cuya unión se puede llevar la guerra inminente al triunfo. ¡Ahora, a formar filas! ¡Con esperar, allá en lo hondo del alma, no se fundan pueblos! Delante de mí vuelvo a ver los pabellones, dando órdenes; y me parece que el mar que de allá viene, cargado de esperanza y de dolor, rompe la valla de la tierra ajena en que vivimos, y revienta contra esas puertas sus olas alborotadas... ¡Allá está, sofocada en los brazos que nos la estrujan y corrompen! ¡Allá está, herida en la frente, herida en el corazón, presidiendo, atada a la silla de tortura, el banquete donde las bocamangas de galón de oro ponen el vino del veneno en los labios de los hijos que se han olvidado de sus padres! ¡Y el padre murió cara a cara al alférez, y el hijo va, de brazos con el alférez, a podrirse a la orgía! ¡Basta de meras palabras! De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno, ni el malo. Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: "Con todos, y para el bien de todos".

Arabia Saudita, de camino a tener su bomba atómica: ¿fin del tratado de no proliferación?

Un país de Oriente Medio quiere hacerse con una bomba atómica. Y no es Irán, sino Arabia Saudita, que según la prensa británica quiere reforzar su seguridad nacional frente a Irán, lo que pone en entredicho el acuerdo clave de no proliferación de armas nucleares.

Alarmados por las posibles consecuencias del pacto entre Irán y las potencias occidentales, que prevé la eliminación de las sanciones impuestas sobre la nación chiíta, los saudíes se sienten amenazados por el posible afianzamiento de Irán en la región.

La principal causa de preocupación de los países árabes y de Israel es la cláusula en el acuerdo entre Irán y los países occidentales, que permite al país persa mantener 5000 centrífugas, y el programa de investigación y desarrollo. De tal manera, temen los saudíes, Irán seguiría enriqueciendo uranio consiguiendo eventualmente un arma nuclear (hecho que Irán siempre negó), lo que provoca a los demás países de la región seguir la misma pauta.

Según la inteligencia de EE.UU. las armas nucleares están a "plena disposición" de los saudíes, dadas sus estrechas relaciones con Pakistán, que durante años recibió financiación para su programa nuclear por parte de Arabia Saudita. Riad apoyaba a su aliado asiático a cambio de contar con sus armas nucleares en caso de una agresión iraní, comenta al portal Vzglyad Aleksandr Ignatenco, presidente del Instituto de religión y política de Moscú. Pero la reciente negativa de Pakistán de sumarse a la campaña aérea contra Yemen puso en tela de juicio las estrechas relaciones entre las dos naciones, comenta el politólogo.


Es el camino que hace poco intentó emprender Muamar Gadafi al comprar parte de la tecnología nuclear de Pakistán. Todos sabemos cómo acabó el antiguo presidente de Libia. Por lo tanto, los saudíes deben seguir este camino hasta el fin o no contemplarlo en absoluto

Actualmente, los saudíes estarían buscando a un socio que pueda prestar garantías más fiables de apoyo nuclear. Tales garantías podrían ser ofrecidas por Francia, el antiguo aliado de Arabia Saudita, especula el experto sobre el siguiente paso del reino. Su amistad empezó cuando la ciudad de la Meca cayó bajo el poder de los sublevados contra la dinastía saudí. Fueron por entonces los paracaidistas franceses quienes ayudaron recuperar la ciudad y reprimir a los rebeldes. Desde aquel entonces, las relaciones entre los países fueron muy cercanas, concluye Ignatenco.

Natalia Zámareva, experta jefe del Instituto de Oriente de la Academia de Ciencias de Rusia, también destaca el alejamiento de Arabia Saudita de Estados Unidos en búsqueda de nuevos aliados en materia de defensa. Pero la adquisición de armas nucleares de Pakistán es un escenario poco probable. "Ambas partes marcaron sus líneas rojas respecto a la cooperación nuclear. Oficialmente, Arabia Saudita nunca proveyó fondos al programa nuclear de Pakistán. Eso sí, los saudíes siguen patrocinando varios proyectos en Pakistán", sostiene Zámareva.

Muchos analistas coinciden en que el escenario de adquisición de armas nucleares por Arabia Saudita significaría el fin del tratado de no proliferación. Según la opinión del vicepresidente del comité de asuntos internacionales Leonid Kalashnikov, es "el camino que hace poco intentó emprender Muamar Gadafi al comprar parte de la tecnología nuclear de Pakistán. Todos sabemos cómo acabó el antiguo presidente de Libia. Por lo tanto, los saudíes deben seguir este camino hasta el fin o no contemplarlo en absoluto".

Rusia, a su vez siendo miembro del Consejo de Seguridad, nunca aceptaría tal escenario. La primera medida que podría adoptar Moscú en el seno de la ONUes promover sanciones contra Arabia Saudita, sentenció Kalashnikov.

Destacan potencial de Cuba para el mundo del software

La Habana, 19 may (PL) El potencial de los recursos humanos de Cuba en la industria del software es un tema destacado en el foro internacional de empresarios y líderes en tecnologías de la información (Felti 2015), que sesiona hoy en esta capital.

"Cuba tiene un potencial muy grande de talento humano en informática", señaló a Prensa Latina Ernesto Kruger, presidente ejecutivo de una compañía ecuatoriana de proyectos de innovación, reconocida desde hace más de 20 años por trabajos desarrollados en Estados Unidos, Hong Kong y Centroamérica.

Durante una pausa en el foro, que acontece esta semana en el Centro de Investigaciones Tecnológicas Integradas, del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría en La Habana, el experto comentó además que su patria tiene una tradición de tecnologías de muchos años.

Se trata -explicó- del primer país latinoamericano en tener cajero automático y uno de los primero de la región en acceder a internet.

Ecuador -dijo el fundador de Kruger Corporation- presenta una tasa de más de un teléfono por habitante y además es líder en software bancario.

El gobierno ecuatoriano, apuntó, apostó por la creación de una ciudad del conocimiento, denominada Yachay, y designa numerosos recursos a la innovación y el emprendimiento, en su estrategia por cambiar la matriz productiva del país.

Representantes de 50 compañías de 12 naciones asisten a Felti 2015, que organiza la empresa cubana Datys con el objetivo de insertar la industria informática de la isla en el mercado latinoamericano, establecer redes y potenciar la colaboración e integración en el ramo, entre otros temas de interés para el sector del software en América Latina.

Asisten al encuentro empresarios y líderes en tecnologías de la información de Argentina, Brasil, Perú, Puerto Rico, Ecuador, Uruguay, Venezuela, Canadá, Bolivia, Francia, Colombia, Cuba y España.

asg/abm

Regreso a Ítaca: Mucho ruido y cuatro hombres nuevos (…y Gladys)

Bueno, ya culminó el ignoto veto institucional que pendía, por inasibles razones, sobre la cinta ¿francesa? ¿cubana? ¿cubano-francesa? —¿importa acaso, a estas alturas?— Regreso a Ítaca (2014). Es el segundo abordaje del director francés Laurent Cantet (Bienvenidas al Paraíso, La clase) al contexto cubano, tras su cortometraje La fuente, séptimo y conclusivo segmento de la … Leer más




Foto: Tomada de sitio web sobre cine cubano.

Bueno, ya culminó el ignoto veto institucional que pendía, por inasibles razones, sobre la cinta ¿francesa? ¿cubana? ¿cubano-francesa? —¿importa acaso, a estas alturas?— Regreso a Ítaca (2014). Es el segundo abordaje del director francés Laurent Cantet (Bienvenidas al Paraíso, La clase) al contexto cubano, tras su cortometraje La fuente, séptimo y conclusivo segmento de la olvidable, y espero que ya olvidada, 7 días en La Habana (2012). También es su segundo y más intenso roce con el escritor cubano Leonardo Padura, quien esta vez co-guionizó junto al galo un segmento de su obra La novela de mi vida (2001), donde desarrolla una suerte de mea culpa-exorcismo-catarsis en nombre de su generación; nada más y nada menos que la escogida para el utópico proyecto cubano del Hombre Nuevo, sin lobo ni bosque.

En esta zona etaria se inscribe el propio Padura, quien, nacido en 1955, creció junto al proceso de articulación del socialismo real en Cuba. Presenció y protagonizó todas sus etapas: desde la utopía hasta el desencanto, desde la fe hasta la desesperanza, desde el Todo hasta la Nada. Desde los promisorios Sesenta hasta los grises Setenta; desde la bonanza de los Ochenta hasta el descalabro de los Noventa; desde los inconstantes 2000 hasta ahora —aún contemplamos nuestro reflejo en la pantalla fílmica de El elefante y la bicicleta (Juan Carlos Tabío, 1994), y preguntamos sin respuesta…

No conforme con discursar desde una intimidad más confesional, quizás al estilo de un Dr. Zhivago o un Sergio, Padura optó por cartografiar y problematizar, más ambiciosamente (¿periodísticamente?) su generación, dividiéndose en cinco ¿alter egos? protagónicos. Más que personajes, este grupo de cincuentones resultan a la larga limitados (estereo)tipos sociales, de los que se vale el autor para desplegar una taxonomía de los sinsabores y quebraduras sufridos por sus congéneres generacionales.

Rafael (Fernando Echevarría) es el artista/reluctante; Tania (Isabel Santos), la doctora refugiada en la religión de guisa afrocubana; Aldo (Pedro Julio Díaz) es el ingeniero mecánico divorciado y frustrado, que trafica con piezas robadas; Eddy (Jorge Perugorría), el dirigente oportunista; y Amadeo —¿amado por cuál Dios?—, escritor frustrado/emigrante interpretado por Néstor Jiménez, que funge como detonante y eje dramático de Regreso…, con ciertos aires de Macguffin. Pues no más que este recurso canónico del suspense es el “secreto”, “terrible” e inevitable motivo de su emigración, mantenido oculto hasta el clímax de la cinta, donde es confesado sin el efecto emotivo esperado.

Amadeo no buscó en España un beneficio material, sino que huyó ante la presión insoportable de un poder que, a través de él (y de tantos), buscó eliminar todos los potenciales peligros de infidencia que atenten contra su hegemonía. Esto es un matiz diferente. No voy a escribir “inquietante”, pues no se están revelando situaciones nuevas, aunque novedoso sea en nuestro cine —sí, me es inevitable incluir la cinta en la fílmica cubana— hablar de tales presiones y miedos. Verdades a voces silenciadas por un vigente tabú…

A pesar de los esfuerzos por densificar las respectivas personalidades, de matizarlas; a pesar de las irregulares defensas que hacen los actores, prima un tono enunciativo casi didáctico. Nada se deja para segundas ni subyacentes lecturas, nada se sugiere, nada se infiere. Puro y duro inventario ¡Atención, recuento! Los amigos, reunidos en la azotea de Aldo, hablan más al espectador que entre sí, quebrando una y otra vez la organicidad y la lógica de sus interacciones dialógicas.

Con tales carencias en el guión conspira el apartado actoral, piedra de toque de una cinta minimal como Regreso…, que delata asimetrías evidentes, disparidades de tono y una palpable falta de mística, de química, entre unos actores en constante y tenso esfuerzo por hacer verosímiles sus líneas. Esto redunda en detrimento de la fluidez y la solidez de las relaciones, de la credibilidad de las conflictualidades.

Pedro Julio Díaz, por su débil interpretación, contrasta singularmente con el resto del grupo, en cuyo otro extremo más afortunado descollan un Néstor Jiménez en precisa sintonía con su personaje, y un Fernando Echevarría discreto y sólido. La Santos poco o nada diverge de la extrovertida Sissi, interpretada para la reciente Vestido de Novia (Marilyn Solaya, 2014), pero mantiene su dignidad acostumbrada. Perugorría se inclina más hacia Díaz en su lánguida encarnación del escritor cínico que renunció a los sueños por la prosperidad inescrupulosa de la casta burocrática.

Como las acciones transcurren en su casa, la familia de Aldo se muestra, en primer lugar, como innecesarias intrusiones que quiebran la dinámica y el ambiente a duras penas prefigurado entre los cinco protagonistas. Secundarios estos, cada cual más desafortunado en concepción e interpretación: la madre (Carmen Solar) y el hijo crápula (Rone Luis Reinoso). Este último, otro estereotipo, otro conflicto apenas esbozado en la casi desesperada pretensión de poner sobre la mesa todas las aristas problémicas de los vástagos de la revolución, de los Nietos Nuevos, cuya migrante o desempleada descendencia viene dando cuerpo a su frustración.

Al mismo tiempo, una suerte de ¿grito? ¿reafirmación? nacionalista emerge de la decisión de Amadeo de retornar a Cuba, tras 16 años de exilio, sumándose la cinta a una zona fílmica cubana que he dado en calificar “del amargo regreso” o “síndrome de Anteo”, donde comulgan largometrajes como Miel para Oshún (Humberto Solás, 2001) y La Anunciación (Enrique Pineda-Barnet, 2009), aquejados sus protagonistas de algo semejante al sí conocido en psicología como Síndrome de Ulises1. Ahora, si bien estas obras claman por la compenetración individuo-cultura-nación como espacio óptimo donde alcanzar su verdadera medida, más allá de la búsqueda de una realización “material”, Regreso… rompe con este clásico pretexto, pone sobre el tapete el tema del miedo, del acoso. De cómo se convirtió el cubano en predador del cubano, y en la consecuente quebradura del sentido de unidad nacional, cimentado en la confianza hacia el prójimo paisano.

En sentido general, Regreso… es otro síntoma de esas deudas históricas que, más allá de Padura como ente individual, se acumulan en la garganta de Cuba como arena húmeda en el estrecho cuello de un reloj de arena. Y ya amenazan con quebrar el conducto. El ajuste de cuentas se va haciendo a distintos ritmos en las diferentes manifestaciones artísticas, entre las cuales el audiovisual no ha sido precisamente el más atrevido…

1 También nombrado Síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple.
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