Por Jorge Luis Baños
Muchos sitúan entre sus principales insatisfacciones el percibir un salario en moneda nacional y la necesidad de consumir en dólares para satisfacer sus más urgentes demandas
Calificadas por sus detractores de tímidas, insuficientes o tardías, las reformas aplicadas por el gobierno de Fidel Castro para sacar del bache a la economía de Cuba están aún distantes de ese objetivo.
Expertos estiman que solamente en el período 2002-2007 el país lograría índices de crecimiento similares a los de finales de la década de los 80, considerada la época de "bonanza" en 40 años de Revolución.
"Con tasas futuras de crecimiento probables en el rango del 2 al 4 por ciento anual, la recuperación de los niveles de producto anteriores a la crisis demoraría entre 5 y 10 años más", estima el economista Pedro Monreal.
Investigador del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, con sede en La Habana, Monreal dijo que a ese ritmo, la recesión iniciada en 1990 le cuesta al país entre 13 y 18 años de crecimiento económico.
Según sus cuentas, compartidas con otros estudiosos del tema, el crecimiento de la economía desde 1994 a 1998 permitió recuperar solamente la tercera parte del producto perdido en los años de contracción aguda (1990-1993).
Hacia 1993, el producto interno bruto (PIB) había descendido casi 35 por ciento en relación con 1989, las importaciones cayeron 75 por ciento y el déficit del presupuesto estatal alcanzaba una proporción del 33 por ciento de ese PIB.
La tendencia recuperativa que comenzó a partir de 1994, con un tímido crecimiento del 0,7 por ciento, y que en 1996 llegó a 7,8 por ciento, bajó nuevamente en los años subsiguientes a niveles muy por debajo de la expectativa oficial.
El impacto social de la crisis y los cambios diseñados para reactivar la economía constituyen un asunto de carácter estratégico para la viabilidad del camino socialista que el gobierno de Castro se empeña en mantener.
De ahí que tanto expertos como medios oficiales comparten el criterio de que en la situación actual de la economía cubana, resulta clave incrementar la eficiencia económica sin renunciar a las "conquistas sociales" fundamentales logradas en las últimas cuatro décadas.
"Ningún país, ni el más desarrollado, ha logrado ajustarse sin traumas sociales severos a una crisis económica", advierte Monreal.
Buena parte de la población cubana mayor de 30 años cree advertir una "involución" desde el punto de vista económico y social al comparar sus condiciones de vida actuales con las que tenían en la década de los 80.
A la vez, muchos sitúan entre sus principales insatisfacciones el percibir un salario en moneda nacional y la necesidad de consumir en dólares para satisfacer sus más urgentes demandas.
Sin embargo, en esa dualidad monetaria que señalan como el factor más negativo de los años 90 descansan parte importante de los cambios, que incluyen la legalización del uso de la moneda estadounidense.
Entre las reformas más importantes aplicadas entre 1993 y 1994 figuran, así mismo, la ampliación y flexibilización de las regulaciones para el trabajo por cuenta propia y reestructuración de la agricultura cubana.
La vasta red de tiendas estatales, muy bien surtidas, pero en dólares, y la producción de suministros y prestación de servicios a la fuertemente desarrollada industria turística constituyen en este momento una de las mayores fuentes de ingresos para el país.
Según datos no oficiales, las ventas de las llamadas Tiendas de Recaudación de Divisas (TRD) oscilaron el año pasado entre 800 y mil millones de dólares.
Ese gran mercado de exportaciones de frontera (que generan divisas para un mercado interno) ha ayudado a la industria nacional a reactivarse económicamente, crecer, modernizar capacidades y mantener empleo a niveles mucho más altos que si se estuviera exportando en el exterior, subraya Monreal.
Añade al respecto que si estas empresas tuvieran que vender en el exterior lo que hoy venden dentro de Cuba al turismo y a las TRD, aún con los mismos ingresos, deberían emplear mucho menos personas para poder competir internacionalmente.
"Esto es lo que ha permitido un manejo relativamente gentil, como yo lo llamo, de la situación social del país, del ajuste económico en términos sociales", subraya.
Considera además que "la recuperación de la economía cubana descansa" en este experimento que, en su opinión, es de los más "astutos" que se han hecho en la isla.
Se trata de una inserción indirecta, porque esa exportación de frontera significa que el país se ha insertado primero directamente en la economía internacional por la vía de las remesas familiares o del turismo y parte de esos ingresos gotean después en la economía, añade.
Entrar a plenitud en la economía mundial exigiría modificar radicalmente la tecnología con que se produce, mediante una inversión masiva que no existe.
Además, una parte sustancial de la fuerza laboral cubana está excluida de todo este proceso, aunque si éste se diera a niveles óptimos sería todavía peor, porque desplazaría mucha fuerza de trabajo y no se sabría qué hacer con ella.
La lógica es que en algún momento este esquema va a desaparecer, pero en la práctica se han fortalecido y hecho más fuertes e importantes, incluso políticamente, los mecanismos que apoyan esa economía dual, afirma Monreal.
Una parte de las divisas recaudadas por esa vía va al presupuesto central del Estado y otra a la empresa que fabricó el producto vendido, con lo cual puede movilizar sus capacidades, marcando, en ambos casos, una dependencia de ese mercado, señala.
Para Monreal, habría que preguntarse si realmente lo político es entonces desmantelar un sistema que "en la práctica es virtuoso, montado sobre un pecado original, que es la bifurcación monetaria, pero que al final funciona".
"Se puede hacer, pero exigiría una reforma completísima de la economía cubana", acota.
El experto estima que en términos de reforma se debe dar atención especial a las cuestiones sociales potenciando todas las formas que dentro del país pudieran hacer racional este experimento de inserción, en el sentido de no abandonar a la mayoría.
Recuerda a ese respecto, que en la isla existen por lo menos tres aspectos que aseguran que a pesar de la crisis, una parte importante de la sociedad tenga niveles de vida que no se encuentran en ningún otro, en condiciones similares.
"Estos son no sólo la educación y la salud, sino programas muy grandes de subsidio a la alimentación", comenta. Monreal admite, sin embargo, que mecanismos de igualación por la vía del ingreso, ya hoy no existen, en tanto los de movilidad social también han sido muy afectados por la recesión.
En términos de cómo pensar hacia el futuro, me parece que hay muchas ideas distintas acerca de qué se debería hacer, comenta. Añade que básicamente hay un impulso de preservar lo que se llama las conquistas sociales, como los amplios servicios de salud y educación gratuitos para toda la población, superior a los 11 millones.
"En Cuba es impolítico hablar de lo contrario, aunque en cuanto a cómo organizar eso económicamente hay más discrepancias". Monreal insiste en que no comparte el presupuesto básico bastante generalizado en el país de que los cambios harán posible una reinserción internacional de la economía cubana no solamente exitosa, sino rápidamente amplia y completa.
Desde su perspectiva, eso no va a pasar en Cuba, por lo cual, lo más complicado tiene que ver con cómo organizar una economía que sea socialista, pero dé cuenta de una mayoría que queda excluida y cómo organizar esa sociedad.
"Estoy pensando más en una reforma que tiene que dar cuenta de un proceso de reinserción interna, la internacional no ofrece misterios, el reto está en lo interno, en cómo hacer que la sociedad no tenga a millones de personas fuera de esos procesos", añade Monreal.
Respecto de los factores de la contracción violenta de la economía entre finales de 1989 y 1993 y 1994, Monreal refiere que sobre el tema hay "un debate no muy claramente resuelto", en el que existen posiciones diferentes
Para algunos, la causa se ubica fundamentalmente en los llamados choques de comercio exterior que tuvo Cuba a raíz del derrumbe del campo socialista y la extinción de la Unión Soviética, su principal socio comercial.
"Para otros sin embargo, la crisis, aun cuando tuvo un referente importante en este choque de comercio exterior, es un proceso que tiene sus orígenes antes, básicamente a mediados y finales de la década de los 80", subraya.
Para Monreal, el modelo que se aplicó desde 1976 hasta finales de los 80 estaba agotado y era fundamentalmente de crecimiento extensivo de la economía, de baja eficiencia, lastrado y con un alto nivel de compensación por vía externa.
En su opinión, lo que hace obviamente el choque comercial que viene de la debacle del campo socialista es adelantar el momento de la crisis, profundizarla y hacer mucho más difícil la salida.
Sin embargo, prevaleció la percepción del factor exógeno como causa de la crisis, de modo que desde 1990 hasta aproximadamente 1993, las reformas tuvieron básicamente un referente importante en la reorganización del sector externo de la economía.
En ese sentido, se desarrolló rápidamente el turismo, se intentó algo similar con el producto farmacéutico y se modificó abruptamente la estructura sociocomercial, ganando un peso mayor Canadá y países de Europa y América Latina.
Según Monreal, desde esta etapa estaba claro que había que insertarse en el sistema capitalista mundial, pero no de cualquier manera y a cualquier costo.
"Era una inserción que debía permitir sobrevivir, pero también poner bases para poder avanzar hacia formas de inserción más adecuadas para el país, en las cuales éste obtuviera beneficios crecientes", comenta.