José Luis Rodríguez
Economista. Asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM). Ex- Ministro de Economia en Cuba.
joseluis@ciem.cu
A partir de la publicación en Temas n. 65 de los resultados del debate "El Período especial veinte años después", el Dr. Carmelo Mesa-Lago realizó un grupo de comentarios sobre mi participación en el referido debate.
Como él mismo expresa, no es la primera ocasión que polemizamos en torno a diferentes aspectos de la economía cubana y creo que resulta oportuno entrar en la liza nuevamente para exponer mis opiniones, que tampoco por vez primera resultan discrepantes con varias de las apreciaciones del profesor Mesa-Lago.
Pienso en primer lugar, que no es posible calificar las diferentes etapas de la política económica de la Revolución sin ubicar adecuadamente el contexto histórico en que han implementado, considerando no solo los factores económicos, sino también los elementos políticos que actúan en nuestra sociedad.
En este sentido debo decir que el socialismo no es simplemente un menú de opciones para escoger un modelo económico donde tenga lugar una mayor o menor presencia de los mecanismos mercantiles, o un proceso de toma de decisiones más o menos centralizado o descentralizado, entre otras decisiones. En el socialismo se aspira a una transformación política que permita al hombre alcanzar un desarrollo más pleno donde la justicia y la solidaridad social son rasgos inmanentes de la sociedad que se trata de crear.
La combinación adecuada de los componentes económicos y políticos en un modelo socialista no resulta tarea sencilla y la historia muestra como el sobredimensionamiento de uno de estos factores puede conducir al fracaso. Ahí está la triste experiencia de lo ocurrido con los modelos del socialismo de mercado en Europa oriental y el supuesto perfeccionamiento del socialismo con la perestroika de la era de Gorbachov en la URSS, que apostaron al mercado y se olvidaron de los factores de movilización política consustanciales a todo proyecto socialista, para acabar sometidos al neoliberalismo más ortodoxo en lo que son hoy países capitalistas de segunda categoría.
Con ese modelo de "socialismo" no estoy de acuerdo. No obstante, cabe apuntar que a la hora de valorarlo mucho se critican sus múltiples deficiencias propias del hipercentralismo, la burocracia y la falta de participación de los trabajadores en la toma de decisiones que padeció, pero se olvida que el socialismo de mercado pretendió enmendar esos errores con un remedio peor que la enfermedad.
Cuba no cometió esos errores y por eso sobrevivimos al momento más difícil del Período especial y estamos hoy aquí valorando nuestras opciones para continuar avanzando.
En la historia económica más reciente, el Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas desempeñó su papel al rescatar los factores de movilización política seriamente erosionados a mediados de los años 80. Si no avanzó mucho para concretar un modelo económico más eficiente —además de las insuficiencias internas que incidieron en ello—, no es posible olvidar que tuvo que enfrentarse al cierre de los créditos en moneda convertible y a la gradual desintegración del modelo de colaboración socialista existente entonces, única posibilidad de obtener los recursos que un desarrollo intensivo requería para enfrentar el agotamiento que el crecimiento extensivo ya planteaba.
Desde luego que no todo ha sido perfecto en el proyecto socialista cubano, pero tampoco se trata de hacer tabla rasa con lo hecho anteriormente y, sobre todo, ignorar realidades como las que en general enfrenta cualquier país subdesarrollado en el mundo actual, a lo que se suma la hostilidad y la agresión económica permanentes del bloqueo norteamericano contra nuestro país, que no solo tiene un costo económico en recursos, sino que obliga muchas veces a tomar decisiones bajo presión, dejando a un lado las opciones más eficientes.
En cada momento histórico de la Revolución creo que se ha hecho lo posible por avanzar en el desarrollo económico y social del país, a tono con las circunstancias presentes en cada uno de ellos.
Precisamente de eso se trata en estos momentos.
Los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobados en el VI Congreso del PCC el pasado mes de abril, constituyen un proyecto para perfeccionar el socialismo, no para transitar al capitalismo. De ahí que no sea necesario definir un nuevo modelo — que sigue siendo el socialista—, sino que se hable de la actualización del modelo económico basado en la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción, primando en ese proceso la planificación, que ciertamente deberá tener en cuenta las tendencias del mercado.
No creo que haya motivo para la confusión. El mercado y las reglas que le son inherentes, si bien se les reconoce un espacio más amplio para su actuación, no serán preponderantes. Debe ser por tanto comprensible que no se permita la concentración de la propiedad privada; que se regule la inversión extranjera y se mantenga la determinación centralizada de los precios que interese regular, entre los elementos que deciden aspectos medulares del funcionamiento del sistema de dirección económica cubano.
Tampoco se trata de transformaciones intrascendentes.
Llamo la atención del profesor Mesa-Lago acerca de que la estrategia económica del país está cambiando. De una concentrada en el enfrentamiento a la crisis del Período especial al menor costo social posible y de la reinserción de la economía cubana en las nuevas condiciones del mercado mundial, se está transitando a la creación de las premisas para un desarrollo sostenible del país, mediante una política económica que potencie la propiedad estatal junto a formas no estatales de propiedad para superar los dos obstáculos fundamentales de la economía cubana durante muchos años: el desbalance financiero externo y la baja eficiencia de la gestión económica.
Remontar los obstáculos que enfrenta la economía cubana es posible sin renunciar al socialismo. En primer lugar, la política económica diseñada en los Lineamientos supone un mayor espacio a la utilización de mecanismos mercantiles dentro un contexto estratégico que asegure —a través de la planificación— las proporciones macroeconómicas fundamentales para el crecimiento de la economía.
En segundo lugar, la descentralización de la gestión económica estatal a empresas y territorios, con la participación de los trabajadores en la toma de decisiones, es factible con la definición racional de los recursos que la planificación prevea para ello. Una planificación centralizada no implica necesariamente una gestión centralizada, pero sí es necesario prever el nivel de recursos que se destinará globalmente para que se decida su uso por otros actores económicos, según diferentes alternativas.
En tercer lugar, en el socialismo la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción es lo decisivo, pero ello no excluye espacios para otras variantes de propiedad social como la cooperativa, u otras formas de propiedad no estatal como la pequeña propiedad campesina, la pequeña propiedad privada del trabajador por cuenta propia y la propiedad mixta con capital extranjero.
Por último, las experiencias de otros países socialistas como China y Viet Nam se han tenido en cuenta, pero eso no significa que deban copiarse. En tal sentido, no es ocioso recordar que nos unen a estos pueblos aspiraciones políticas comunes, pero también nos diferencian nuestros antecedentes históricos y culturales. Adicionalmente los distintos niveles de desarrollo relativo, así como la dotación de recursos naturales y humanos, establecen diferencias, entre ellos y Cuba, que no es posible obviar, a lo que habría que añadir que la inserción de China y Viet Nam en la economía mundial —en los últimos veinte años al menos— se produce sin que hayan sufrido la guerra económica que Cuba padece actualmente.
Para Cuba, los cambios que se llevan a cabo en el presente no resultan un proceso fácil ni de corto plazo. Por eso creo que es correcto hablar de "creación de las premisas para un desarrollo económico sostenible", ya que probablemente nos tomará más allá de las proyecciones del actual quinquenio para culminarlas, pero estoy seguro de que será un proceso exitoso.
En tal sentido, no comparto la idea de inviabilidad del socialismo que muestra el profesor Mesa-Lago en sus comentarios. Al mismo tiempo, estoy convencido que el modelo socialista cubano, tal y como lo entendemos la mayoría de los cubanos hoy, es nuestra única alternativa para desarrollarnos.