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Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008.
Si sopesan los riesgos, es un mal
momento para que la Fed anuncie la llamada "reducción"
Esta semana, el Comité del Mercado Abierto de la Reserva Federal —el
grupo de hombres y mujeres que establecen la política monetaria estadounidense—
celebrará su sexta reunión de 2013. Casi todo el mundo espera que al final de
la reunión el comité anuncie la llamada "reducción", una ralentización del
ritmo al que compra activos a largo plazo.
Memorando para la Reserva: por favor, no lo hagan. Es cierto que los
argumentos a favor de la disminución del ritmo no son ni descabellados ni
estúpidos, algo raro en el actual debate político estadounidense, pero si
sopesan los riesgos, es un mal momento para hacer algo que tiene todos los
visos de un endurecimiento de la política monetaria.
De acuerdo, ¿de qué estamos hablando aquí? En tiempos normales, la
Reserva trata de guiar a la economía comprando y vendiendo deuda estadounidense
a corto plazo, lo que le permite controlar de forma eficaz los tipos de interés
a corto plazo. Sin embargo, desde 2008, los tipos a corto plazo han estado
próximos a cero, lo que significa que no pueden bajar más (ya que de otro modo
la gente se limitaría a acumular efectivo). No obstante, la economía ha seguido
mostrando signos de debilidad, por lo que la Reserva ha intentado ganar
tracción a través de medidas poco convencionales, principalmente comprando
bonos a más largo plazo, tanto deuda pública estadounidense como bonos emitidos
por entidades de crédito para viviendas financiadas federalmente.
Ahora la Reserva está hablando de ralentizar el ritmo de estas compras
hasta paralizarlas totalmente en algún momento del año próximo. ¿Por qué?
Una de las respuestas es el convencimiento de que estas compras
—especialmente las compras de deuda pública— no son, a fin de cuentas, muy
eficaces. Hay bastantes pruebas que apoyan esa creencia y la opinión de que lo
más eficaz que puede hacer la Reserva es dar señales de que tiene previsto
mantener los tipos a corto plazo, que controla realmente, bajos durante mucho
tiempo.
Por desgracia, los mercados financieros han decidido claramente que la
disminución anuncia un giro general para dejar de estimular la economía: las
expectativas en cuanto a los tipos futuros a corto plazo han aumentado
drásticamente desde que empezaron los rumores sobre la reducción, y también lo
han hecho los tipos a largo plazo, que son fundamentales, especialmente los
tipos hipotecarios. En efecto, al hablar de la reducción, la Reserva ya ha
endurecido bastante la política monetaria.
¿Pero es eso tan malo? Aquí es donde entra el segundo argumento: los
indicios de que en realidad no hay tan poco movimiento en la economía
estadounidense y de que no estamos tan lejos del pleno empleo. Después de todo,
la tasa de desempleo, que alcanzó un máximo del 10% a finales de 2009, es ahora
del 7,3%, y hay economistas que creen que la economía estadounidense podría empezar a
"sobrecalentarse", a mostrar signos de inflación
acelerada, con una tasa de desempleo de hasta el 6,5%. ¿Es hora de que la
Reserva levante el pie del acelerador?
Yo diría que no, por un par de razones.
En primer lugar, ese descenso del desempleo no es lo que parece a simple
vista. El desempleo no ha disminuido porque un porcentaje más
elevado de adultos haya encontrado trabajo; ha disminuido casi exclusivamente
porque un porcentaje cada vez menor de adultos forma parte de la población
activa, bien al trabajar o bien al buscar activamente trabajo. Y al menos una
parte de los estadounidenses que abandonaron la fuerza laboral después de 2007
volverán a medida que mejore la economía, lo que significa que tenemos que
recuperarnos más de lo que esa cifra del desempleo da a entender.
¿Hasta qué punto es engañosa la cifra del desempleo? Es una pregunta
difícil, sobre la que la gente razonable no se pone de acuerdo. La pregunta que
debería estar planteándose la Reserva es: ¿cuál es el equilibrio de los
riesgos?
Supongan, por una parte, que la Reserva fuese a aplazar el
endurecimiento y que luego se enterase de que la economía estaba más cerca del
pleno empleo de lo que pensaba. ¿Qué pasaría? Bueno, la inflación aumentaría,
aunque probablemente solo de forma moderada. ¿Sería eso muy malo? Ahora mismo
la inflación es inferior al objetivo del 2% de la Reserva, y muchos economistas
serios —incluido, por ejemplo, el economista jefe del Fondo Monetario
Internacional— han abogado por un objetivo más alto, digamos que del 4%. Por
tanto, el coste de un endurecimiento demasiado tardío no parece muy elevado.
Supongan, por otra parte, que la Reserva fuese a endurecer su política
en breve y que luego se enterase de que lo ha hecho demasiado pronto. Eso
podría perjudicar a una recuperación que ya es débil, causando daños de cientos
de miles de millones de dólares, si no de billones, dejando a cientos de miles,
si no millones, de trabajadores adicionales sin empleo e infligiendo un daño a
largo plazo a medida que cada vez más desempleados son considerados no aptos
para trabajar.
La cuestión es que aunque existe una incertidumbre justificada sobre lo
que la Reserva debería estar haciendo, los costes de ser demasiado duro superan
ampliamente a los costes de ser demasiado indulgente. Equivocarse es humano;
equivocarse al optar por el crecimiento es sensato.
Añadiría que uno de los pecados de la actual política económica de
nuestra época ha sido permitir que los riesgos hipotéticos, como la crisis
fiscal que nunca se produjo, se impongan a las preocupaciones sobre los daños
económicos que se producen aquí y ahora. Odiaría ver a la Reserva caer en esa
trampa.
Por lo tanto, mi mensaje es, no lo hagan. No reduzcan y no endurezcanhasta que puedan
ver de cerca la inflación. Denle una oportunidad al empleo.
© New York Times Service 2013.
Traducción de News
Clips.