CIUDAD DE MÉXICO, México, mayo 20-2015.-La Sección de Intereses de Cuba en EU abrió una cuenta en el Banco Stonegate, en Fort Lauderdale, al norte de Miami, después de que en 2014 se quedara sin servicios bancarios en este país, informaron medios locales.
La noticia de la apertura de la nueva cuenta bancaria en el Stonegate, ya había sido adelantada ayer por una alta funcionaria estadounidense, que pidió el anonimato y no identificó el banco porque el Gobierno cubano no ha hecho aún un anuncio oficial al respecto.
La Sección de Intereses cubana lleva más de un año sin un banco con el que realizar sus operaciones debido a las sanciones derivadas del embargo comercial a la isla, y Cuba ha mencionado ese problema como una prioridad en las negociaciones que mantiene con EU para normalizar sus relaciones diplomáticas.
Precisamente, delegaciones del Gobierno cubano y del estadounidense sostendrán mañana la cuarta ronda negociadora.
El Stonegate Bank es un banco de negocios orientado a la gestión de inversiones y patrimonios, y cuya principal misión es "ser reconocido como el principal banco privado de negocios" en Florida, según destaca en su página web.
La capacidad de abrir cuentas bancarias y la salida de la lista de países patrocinadores del terrorismo son algunas de las principales demandas del Gobierno cubano al de Estados Unidos para restablecer las relaciones diplomáticas.
Las reuniones celebradas hasta ahora podrían dar paso en próximas fechas al anuncio de la eventual apertura de embajadas en Washington y La Habana.
En el pasado, el Gobierno cubano se veía obligado a realizar las transacciones financieras en suelo estadounidense en metálico, una situación que ha cambiado con el proceso de normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba
"Aún no llegamos a donde queremos", dijo Jacobson, aunque insistió en que los dos países se encuentran ahora más cerca que en el pasado.Foto tomada de Internet
La secretaria asistente de Estado para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, instó hoy al Congreso estadounidense a levantar el bloqueo económico contra Cuba y señaló que quedan "asuntos pendientes" para el restablecimiento de nexos diplomáticos.
Ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Jacobson señaló que pese al giro de la política estadounidense hacia la isla -iniciado el 17 de diciembre último con el anuncio bilateral de un proceso de negociaciones- un cambio exhaustivo en las relaciones comerciales requerirá una acción del legislativo para levantar el bloqueo.
La diplomática recordó que el presidente Barack Obama "ha urgido al Congreso a comenzar ese esfuerzo" para superar dicho sistema de sanciones cifrado en ley.
Jacobson -quien encabezará mañana en esta capital la delegación estadounidense a una nueva ronda de diálogos bilaterales para la reapertura de embajadas- aseguró que en los últimos meses se han hecho muchos progresos, pero aún se mantienen diferencias significativas entre ambos gobiernos.
"Aún no llegamos a donde queremos", dijo Jacobson, aunque insistió en que los dos países se encuentran ahora más cerca que en el pasado.
Precisó además que la lista de cuestiones a tratar se va haciendo más corta y dijo que espera completar el proceso en esta ocasión.
De acuerdo con Jacobson, Estados Unidos espera que una futura embajada estadounidense en La Habana pueda funcionar como otras misiones diplomáticas en Cuba y como lo hacen las legaciones norteamericanas en otros países.
Asimismo, manifestó que en el futuro continuarán en agenda temas como derechos humanos y democracia, en torno a los cuales Washington y La Habana mantienen visiones divergentes.
El subdirector de Estados Unidos de la Cancillería cubana, Gustavo Machín, destacó, por su parte, el contexto positivo para la nueva ronda de conversaciones.
La decisión del presidente Obama de excluir a La Habana de la lista de países patrocinadores del terrorismo y los avances en la gestión para garantizar los servicios bancarios de nuestra misión en Washington, crean un escenario bilateral propicio, dijo Machín a la prensa el lunes.
De acuerdo con la fuente, Cuba insistirá mañana en el respeto de los principios e instrumentos internacionales que rigen los vínculos diplomáticos.
El gobierno cubano plantea que el bloqueo económico, comercial y financiero, vigente por más de medio siglo, constituye -junto al mantenimiento de una base naval norteamericana en territorio ocupado de manera ilegal en la isla (Guantánamo)- el principal obstáculo para la total normalización de las relaciones bilaterales.
La Calle 16, Washington DC. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
WASHINGTON DC.-La antigua Avenida de las Embajadas, la más elegante de la capital de los Estados Unidos en las primeras décadas del Siglo XX, muere en la Pennsylvania Avenue, que conecta la Casa Blanca con el Capitolio. La Calle 16 y Pennsylvania forman una “T” en la que, hace unos cien años, se podían encontrar casi todos los lujos y estilos arquitectónicos que el Imperio naciente podía regalarse.
Pero pasado los años el semblante físico de este lugar cambió notablemente. El barrio Adams Morgan, tres cuadras hacia el Noroeste, era la puerta de los inmigrantes que empezaron a llegar por oleadas para sostener los servicios de la ciudad. Con el tiempo se quedaron allí y la zona empezó a ser conocida como el “Barrio Latino”, una isla acorralada por casas de madera, por pequeñas cantinas de nombres exóticos que siguen ofreciendo platos puertorriqueños, salvadoreños o de los negros del Sur, y también, por la pobreza y el crimen. La ciudad elegante se deslizó hacia los predios de Dupont Circle y una nueva calle de las Embajadas le nació a Washington: Massachusetts Avenue.
Sin embargo, de la Calle 16, en el número 2630 para ser exactos, no se ha movido en casi un siglo la representación diplomática cubana en Estados Unidos. Carlos Manuel de Céspedes Quesada –hijo del Padre de la Patria cubana- fue quien inauguró en 1917 la “nueva” Legación del gobierno de La Habana en Washington. Sería él quien contratara a la firma de arquitectos MacNeil & MacNeil y quien eligió el modelo francés como estilo para la nueva construcción, porque “el clasicismo pertenece a todo el mundo”, comentaría Céspedes a The Washington Post el 19 de noviembre de 1916.
El Post anunció entonces que el edificio tendría una fachada flanqueada por dos pequeñas torres y ventanas de medio arco. En los interiores abundaría el mármol blanco y en el exterior, la piedra caliza de Indiana. Una escalera desde el recibidor daría paso a los tres niveles de la casa, que quedaría coronada por una cúpula de cristal. En el Registro Nacional de las Plazas Históricas de EEUU, esta dirección figura como “una de las residencias más imponentes y enigmáticas” de la ciudad, un edificio “cuyo origen se perdió en las turbulencias de dos guerras mundiales, intrigas internacionales y una revolución”.
Si algo permiten los 113 años transcurridos desde que, en 1902, Estados Unidos aceptó abrir la Legación de Cuba en Washington, es despojar la mirada de la hojarasca y repasar los hechos. Lo que queda es la historia de un abismo entre los dos países. Para empezar, no hubo Embajada de Cuba hasta 1923 cuando EEUU manifestó su deseo de ampliar su representación en la Isla, fortalecidos los lazos económicos y políticos con el gobierno de Alfredo Zayas que, entre otros dispositivos esenciales de las política estadounidense “de ordeño y vasallaje” -como lo llamaría Rubén Martínez Villena-, había recibido un préstamo enorme del banco de la familia Morgan.
Mientras tanto Cuba solo tendría Legación, un término que se aplica en el argot diplomático a aquel tipo de misión de rango inferior caracterizado por tener como jefe a un ministro y no a un embajador. Históricamente, las grandes potencias de la época se reservaban para sí la facultad de intercambiar embajadas, quedando las legaciones relegadas a ser el tipo de misión que se acreditaba o se recibía por los pequeños Estados. Aun cuando entre 1923 y enero de 1961 sí hubo Embajada de Cuba en la Calle 16 –salvo durante un breve período de ruptura de relaciones tras el golpe de Estado del dictador Fulgencio Batista en 1952, gobierno alegremente reconocido por Washington-, jamás Estados Unidos dio un trato equitativo a sus relaciones económicas y comerciales con la Isla.
Después de la derrota de España por las fuerzas estadounidenses y cubanas durante la Guerra de 1898, España cedió la soberanía de Cuba. Al concluir la guerra, las fuerzas estadounidenses ocuparon Cuba hasta 1902, cuando los Estados Unidos permitieron que un nuevo gobierno cubano tomara el control total de los asuntos del Estado. Como condición de la independencia, los Estados Unidos obligaron a Cuba a conceder a los estadounidenses el derecho continuado de intervenir en la isla, de acuerdo con la Enmienda Platt. La enmienda fue derogada en 1934, cuando los Estados Unidos y Cuba firmaron un Tratado de Reciprocidad. Los Estados Unidos y Cuba cooperaron bajo el gobierno de Fulgencio Batista en toda la década de 1950.
Lo que no dice el Departamento de Estado es que, debido al torniquete con el que nacieron en 1902 las relaciones diplomáticas entre ambos países, estas jamás fueron ni podían ser “normales”, y hay decenas (si no miles) de evidencias históricas que lo documentan.
Mal comienzo
La avanzada diplomática que llegó a Washington tras la intervención estadounidense en la guerra hispano-cubana, terminó con la muerte del jefe de la delegación, Calixto García Iñiguez. Se cree que el frío en Washington de ese diciembre de 1898 fue la causa principal del fallecimiento del General.
Calixto García, sentado, en el centro. Imagen tomada en Washington en diciembre de 1898. Sentado, a la derecha, Manuel Sanguily. Foto: Biblioteca del Congreso.
En la última foto de Calixto García, tomada en la capital estadounidense junto a otros delegados a las conversaciones entre el Gobierno de la República de Cuba en Armas y el gobierno de los Estados Unidos, se le ve con un saco de botones cruzados, bastante ligero para la temporada, y bien pudo adquirir la neumonía que lo mató durante la caminata desde el Hotel Raleigh, donde se alojaba –y ya no existe-, hasta la Casa Blanca, ambos edificios situados en la Avenida Pennsylvania. Otras versiones, jamás confirmadas, sugieren que el General fue envenenado con vidrio molido después de un difícil encuentro con el Presidente William McKinley para discutir el futuro del Ejército Libertador.
La suspicacia tiene su origen en un pasaje de 1898, cuando el General estadounidense que participó en la toma de Santiago de Cuba, pactó con las autoridades españolas la rendición de la ciudad, y en suprema y soberbia actitud no permitió que Calixto García ni sus tropas entraran a Santiago, ni participaran en la ceremonia de capitulación de la Corona. El cubano, Jefe de las fuerzas mambisas en el Oriente de la Isla, le envió una carta dura y amarga, que todos en la Isla han estudiado en la escuela primaria desde entonces -el Presidente Raúl Castro la recordaría de manera elíptica hace unos días- y que muchos pueden repetir de memoria con un nudo en la garganta:
“No somos un pueblo salvaje que desconoce los principios de la guerra civilizada, formamos un ejército pobre y harapiento, tan pobre y harapiento como lo fue el Ejército de sus antepasados en su guerra noble por la independencia de los Estados Unidos de América: pero a semejanza de los héroes de Saratoga y de Yorktown, respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la cobardía”.
Por cierto, en la delegación que encabezó Calixto García a Washington, y que le costó la vida, iba Manuel Sanguily, futuro Secretario de Estado cubano e “intelectual orgánico de la pequeña burguesía mambisa que presentó batalla en la prensa, en el libro, en la Convención Constituyente y en el Senado (y era) de los que proclamaban la independencia absoluta, denunciaron la conversión de Cuba en una colonia mercantil de los Estados Unidos y postularon una división excluyente entre los patriotas y los traidores”.
Las palabras entrecomilladas pertenecen a otro Canciller, Raúl Roa, el diplomático más admirado y querido en la Isla –es conocido como el “Canciller de la Dignidad”-. Consideraba a Sanguily como uno de los mentores cívicos de la Generación del 30, a la cual perteneció el propio Roa y que más antimperialista no habría podido ser. Ni siquiera pactaron con aquellos antimachadistas que hablaron de dejar intactos los intereses de Washington en la Isla antes y después de la Revolución que derrocó, en 1933, al dictador Gerardo Machado, otro amigo de la Casa Blanca que aparece todo sonrisas en los retratos oficiales de la Calle 16, sentado junto al Presidente Calvin Coolidge y al pie de la imponente escalera de mármol de la Embajada cubana.
“No pactamos –recordaría Roa en su libro El fuego de la semilla en el surco – porque aquellos antimachadistas exaltados tenían preparado en el casco de una bomba el incensario para Wall Street”.
En Washington se construye
Cuando salimos de Washington en febrero pasado, tras las primera ronda de conversaciones Cuba-EEUU aquí –una anterior se había celebrado en La Habana-, en la Calle 16 todo estaba cubierto de nieve, los árboles habían sido carbonizados por el invierno y el sol llegaba tarde a la ciudad. Volvemos, y ha entrado la primavera, los castaños hierven de verdura junto a la casona neoclásica, los orioles de pecho naranja trinan en sus cornisas, los cafés han desplazado sus mesitas a las aceras y una multitud colorea el Barrio Latino.
Cuesta creer que es el mismo lugar que dejamos atrás hace poco más de dos meses, y es más difícil aún reconocer la geografía de esta calle en las viejas fotos de la Biblioteca del Congreso, que Ismael Francisco ha traído impresas desde Cuba, tras descargarlas por Internet.
La entrada de lo que será la sede de la Embajada cubana en Washington está, literalmente, en construcción. Hay grúas y trabajadores que trastornan ligeramente una vía del tráfico frente a la hermosa casona neoclásica, la cual adquiere aires de renovación. El ambiente es de urgencia, de algo que hay que concluir a más tardar ayer. “Esto lo terminamos hoy. Es que abrirá pronto la embajada de Cuba”, nos explica Jaime Santos, un mexicano empleado en las obras. Se construye una rampa para entrar al edificio y se pavimenta lo que sería el parqueo, al fondo, cuyo cimientos estaban a punto de derrumbarse.
No tiene idea de cuándo se abrirá la Embajada, solo confirma la noticia que está en todos los periódicos. Una vez acordado el momento de restablecer relaciones diplomáticas, tema que conversarán este jueves las delegaciones de ambos países en Washington, solo resta la gestión protocolar para firmar los acuerdos, quedará sin efecto la sombrilla Suiza bajo la cual han operado como oficinas de intereses las representaciones de ambos países, y se levantarán soberanas las banderas de Cuba en la Calle 16 y la estadounidense, en el Malecón hananero.
Será la primera vez, desde 1902, que esas banderas se izarán sin condicionamiento alguno en las dos capitales y con las delegaciones diplomáticas de Cuba y Estados Unidos mirándose a los ojos en igualdad de condiciones. Nunca como ahora, después de 113 años, ha habido mayores posibilidades para una relación “normal” entre ambos países. Por eso Santos habla de la premura de las obras en los exteriores de la casona. “Señores, esto es cosa grande… Si abrir la embajada de Cuba en el DC no es historia, que venga Dios y lo vea”, nos dice y su sonrisa está a todo dar.
La Calle 16, Washington DC. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
En la Calle 16. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Los edificaciones vecinas. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
La futura Embajada de Cuba en Washington. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
El cartel que identifica a la Oficina de Intereses de Cuba, de la Embajada de Suiza. Pronto este cartel será historia. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
En los predios de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington DC, los orioles. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
La Calle 16, Washington DC. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
La Calle 16, Washington DC. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Rosas en la entrada de la sede cubana. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Detalle actual de la sede diplomática cubana en la Calle 16 NW, de Washington DC. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Una rosa blanca entre rosas rojas en la entrada de la Sección de Intereses de Cuba. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
La futura Embajada de Cuba en Washington. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
La imponente escalera del recibidor. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
La cúpula de la casona. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
En construcción la entrada de la sede diplomática. Obreros mexicanos avanzan la obra. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Otro detalle de la obra. Al fondo, Jaime Santos. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Galería de imágenes: La sede diplomática de Cuba en Washington a través de la historia
Son cubanas, son sumamente apetitosas y están retando a un producto mexicano: el tequila. Se trata de las marcas de ron de la Isla de Cuba, cuyo potencial de mercado se ha disparado gracias a la nueva era de la relación diplomática existente entre Estados Unidos y esa isla. Los gerentes de mercadotecnia se preparan; los publicistas dejan correr su imaginación; los financieros cuadran sus números. ¿El propósito? Que las marcas de ron cubano conquisten el mercado estadounidense, el mayor del planeta.
Ayer se supo que una de las corporaciones más grandes del mundo en bebidas alcohólicas, la francesa Pernod Ricard, alista el lanzamiento de su marca Havana Club en el mercado estadounidense. Reuters reportó que tendrá que cambiar el nombre por “Havanista”, pero que competirá al tú-por-tú contra Bacardí, la marca de ron que originalmente se fundó en La Habana, pero que desde los años sesenta tiene su base en Bermuda. El CEO de Pernod, Jerome Cottin-Bizonne, visualiza un “mercado enorme” en Estados Unidos.
Bacardí es gigantesca como marca. De acuerdo a Brand Finance su valor ronda los Dlls. $ 2,130 millones, y siempre se encuentra entre las primeras cinco marcas del mundo, junto con el whisky Johnnie Walker –consistentemente el número uno–, el cognac Henessy y el vodka Smirnoff. La marca es parte de la empresa Bacardí Limited, que también posee otras de gran renombre, como Grey Goose, Martini, Dewar’s y el tequila Cazadores.
Pero los franceses quieren un pedazo del imaginario colectivo gringo que piensa que el ron con origen o hecho en Cuba es el mejor. De ahí la nueva apuesta para llevar Havanista a Estados Unidos. No obstante, su incursión no estará exenta de retos, porque hay algunas marcas como Captain Morgan (propiedad de Diageo), que tiene amplio cartel en ese país.
Es curioso, pero la posición más retada será la del tequila, que no ha terminado de posicionarse como bebida de preferencia. La marca José Cuervo fue la número 26 del mundo en 2013, con un valor de Dlls. $ 399 millones (y descendiendo); mientras que Sauza aparece por ahí de la posición número 45.
En este contexto, hay una mala noticia para el tequila: la apertura del mercado estadounidense a bienes cubanos significará un reto para esta bebida mexicana, dado que el ron gozará de la fascinación que implica la nueva era comercial entre esos dos países. En pocas palabras: el ron cubano puede rebasar al tequila mexicano en poco tiempo en la preferencia del consumidor, sin que nadie se hubiese percatado. Si este escenario se materializa, será una pérdida de oportunidad mayúscula para México.
¿Quién podrá defendernos? La británica Diageo, que este año potenciará a Don Julio con la inversión de Dlls. $ 400 millones que su CEO Iván Menezes le anunció al presidente Peña Nieto en marzo pasado.