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viernes, 1 de febrero de 2013
Desarrollo de municipios cubanos en la cuerda floja climática
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Por Ivet González
Ricardo Berriz apuesta por construir la felicidad local en armonía con la naturaleza Ivet González - IPS
Ivet González entrevista a Ricardo Berriz, educador ambiental.
Cada uno de los 168 municipios de Cuba afronta el desafío de diseñar una estrategia propia de desarrollo que, además de avances económicos y sociales, minimice el impacto de fenómenos meteorológicos extremos y otros problemas causados por el recalentamiento global.
"No se puede emprender un proceso de actualización del modelo sin considerar el estado variable del clima y la reducción de riesgos" y ello resultará más efectivo si nace del pensamiento colectivo y las capacidades de cada comunidad en esta isla caribeña, explicó a IPS el investigador Ricardo Berriz, del estatal Centro de Estudios de Desarrollo Local (Cedel).
A juicio de este especialista y educador en temas ambientales de 57 años, la reforma en marcha apunta a empoderar legal, económica y operativamente a los gobiernos locales, un proyecto que "abre una ventana de retos y oportunidades" en materia de progreso, mitigación y adaptación al cambio climático.
Berriz, participante también en iniciativas regionales al respecto, conversó sobre las transformaciones del escenario local, sus potencialidades y dificultades desde el punto de vista ambiental, ciudadano y económico.
IPS: ¿Qué brechas abren los cambios económicos y sociales al desarrollo local?
RICARDO BERRIZ: La actualización del modelo socioeconómico cubano brinda más oportunidades, pues ha ido proponiendo el empoderamiento local y ciudadano y todo indica que continuará. Hoy existen procesos en marcha que descentralizan, que otorgan mayores facultades y capacidades de decisión a los municipios para producir su ordenamiento.
Ahora se les da la posibilidad de decidir cómo diseñar su desarrollo y cada uno tiene que acordar una estrategia para minimizar daños ocasionados por desastres. Si una zona despliega su potencial económico sin considerar la reducción de riesgos, puede comprometer el esfuerzo de muchos años.
Este proyecto comienza ahora e irá ganando poco a poco el marco legal, la institucionalidad, los diseños y modos de participación más adecuados. Tendrá rasgos nacionales, pero cada localidad presentará sus diferencias de acuerdo con su cultura, geografía, renglones productivos, entre otros.
IPS: ¿Cuáles son los riesgos generales que afrontan y cuánto inciden sus características?
RB: En general, el desarrollo municipal peligra por el incremento del nivel del mar y la ocurrencia de eventos meteorológicos extremos, como tormentas, vientos y sequías más severas, provocadas por el sobrecalentamiento global.
Otra consecuencia son las afectaciones a la salud humana por la aparición de enfermedades desconocidas y la virulencia y mayor incidencia en la población de algunas controladas en el pasado.
Por ser una isla, Cuba tiene muchos municipios costeros, más expuestos a otros problemas ambientales como la degradación de sus litorales y la pérdida de manglares. En un plazo de 50 a 100 años, habrá áreas cercanas al mar que pierden importantes extensiones de tierra, destinadas hoy a la producción o a la vivienda.
También los municipios montañosos presentan ecosistemas vulnerables a la degradación de los suelos, que se intensifica por las pendientes y la deforestación. En ellos, incide el factor demográfico, como es la baja densidad poblacional, con tendencia a la disminución.
Otros municipios poseen zonas de una biodiversidad única, necesitadas de protección especial. En aquellos con grandes conglomerados urbanos, eventos como los huracanes causan grandes complicaciones. La mayoría de los distritos cubanos cuentan con gran producción agrícolas y, por ello, deben salvaguardar ese vulnerable renglón de actividad.
IPS: ¿Qué base tienen ahora los gobiernos locales para diseñar estrategias de desarrollo sostenibles en el contexto del cambio climático?
RB: En buena parte de los municipios existe un Centro de Gestión para la Reducción del Riesgo, dotado de capital humano y poco a poco incorporará capacidad tecnológica, para generar información e identificar saberes y conocimientos.
Con ello, los municipios toman decisiones de corto, mediano y largo plazo. Por ejemplo, han aportado planos de inundación de sus territorios, que hasta hace poco no existían.
Se han ido incorporando los sistemas de alerta temprana a esta escala, incluso en los consejos populares (estructuras de gobierno a nivel de barrios y pequeñas localidades) que lo requieran, por la ocurrencia de eventos locales severos.
La preparación para afrontar el cambio climático abarca varios años, con un trabajo muy intenso en las últimas dos décadas. Cuba tiene un sistema de defensa civil muy eficiente y articulado, que engrana a todas las autoridades y los sectores poblacionales.
Sin embargo, han ido cambiando los conceptos. Ya no se trata solo de responder ante el desastre, sino de reducir paulatinamente las vulnerabilidades para disminuir los riesgos que hoy enfrenta desde los sistemas productivos hasta naturales y la salud humana. También se deben dibujar y tener en cuenta los escenarios futuros.
IPS: ¿Cuáles obstáculos deben sortear?
RB: El Cedel ahora mismo acompaña a 20 municipios, muy diferentes entre sí, con preparación técnica para que tracen sus estrategias de desarrollo. De forma general, aunque no resulta igual en todos los casos, no cuentan con las capacidades necesarias para avanzar de manera autónoma.
Estos distritos afrontan dificultades organizativas y financieras, que las autoridades prevén cambiar con el reordenamiento territorial y ambiental del lugar.
Tampoco saben cómo calcular la factibilidad económica, ambiental y sociocultural de sus proyectos para que sean sostenibles. Esto es sobre todo un gran reto educativo. Se necesita fomentar una cultura de prevención y adaptación frente al cambio climático.
Cada gobierno local está obligado a cumplir con la Estrategia Ambiental Nacional. Sin embargo, tras los cambios de mandato, la prioridad otorgada a los asuntos ambientales puede variar. Es la ciudadanía la encargada de exigir que se mantenga esa preocupación.
IPS: ¿Existe una ciudadanía consciente de ello?
RB: No existe todavía esa ciudadanía, aunque no es una realidad absoluta.
Tenemos mucho trecho por andar en materia de cultura legal y participación ciudadana, a pesar de que hemos avanzado. Este asunto hay que replantearlo cada año. Las nuevas generaciones lo conciben de manera diferente, las mujeres, los hombres, las personas de las ciudades y el campesinado…
No obstante, el proceso está ocurriendo. El rol del Cedel es ayudar a que transcurra en un tiempo razonable.
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