"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

viernes, 1 de febrero de 2013

El efecto menguante

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Obama en un acto en memoria de las víctimas de la escuela Sandy / EVAN VUCCI (AP)

Estos días es difícil encender el televisor o leer un artículo de opinión sin encontrarnos con alguien que declara, con aires de gran seriedad, que el gasto excesivo y el consiguiente déficit presupuestario son nuestros mayores problemas. Estas declaraciones raras veces se acompañan con un razonamiento de por qué debemos creerlo; se supone que es parte de lo que todo el mundo sabe.
Pero el caso es que lo que todo el mundo sabe sencillamente no es así. El déficit presupuestario no es nuestro mayor problema, ni muchísimo menos. Es más, es un problema que ya se ha resuelto en gran medida. Las perspectivas del presupuesto a medio plazo no son magníficas, pero tampoco son terribles, y a las perspectivas a largo plazo se las presta más atención de la que se les debería prestar.
Es verdad que en estos momentos tenemos un déficit presupuestario federal elevado. Pero ese déficit se debe principalmente al enfriamiento de la economía, y en realidad se supone que debemos incurrir en déficits en una economía deprimida para mantener la demanda general. El déficit se reducirá a medida que se recupere la economía: los ingresos aumentarán mientras que algunas categorías del gasto, como las prestaciones por desempleo, descenderán. De hecho, ya está pasando. (Y algo parecido está ocurriendo en los niveles estatal y local. Por ejemplo, California, aparentemente, vuelve a registrar un superávit presupuestario).
Así y todo, ¿bastará la recuperación económica para estabilizar el panorama fiscal? La respuesta es que en buena medida.
A los acérrimos partidarios de la reducción del déficit les encanta vivir en un ambiente de crisis fiscal
No hace mucho, el independiente Centro para el Presupuesto y Prioridades Políticas analizó los pronósticos de la Oficina Presupuestaria del Congreso para la próxima década y los actualizó tomando en consideración dos importantes medidas para la reducción del déficit: los recortes del gasto acordados en 2011, que suman un total de casi 1,5 billones a lo largo de la próxima década; y los aproximadamente 600.000 millones de las subidas de impuestos a los ricos pactadas a principios de este año. El centro considera que las perspectivas presupuestarias, como yo decía, no son magníficas, pero tampoco son terribles: prevé que la relación deuda-PIB, el indicador estándar de la posición de deuda de Estados Unidos, en 2022 solo será ligeramente más elevada de lo que es ahora.
El centro insta a reducir el déficit en otros 1,4 millones de dólares, lo cual estabilizaría por completo el coeficiente de deuda; el presidente Obama ha pedido aproximadamente la misma cantidad. Sin embargo, incluso sin esas medidas, el panorama presupuestario para los próximos 10 años no es ni mucho menos alarmante.
Ahora bien, los pronósticos sobre el futuro más lejano sí indican que habrá problemas, a medida que el envejecimiento de la población y el aumento de los costes de la sanidad eleven todavía más el gasto federal. Pero he aquí una pregunta que casi nunca se aborda seriamente: ¿por qué razón exactamente debemos creer que es necesario, o siquiera posible, decidir ahora mismo la manera en que abordaremos los problemas presupuestarios de la década de 2030?
Piensen, por ejemplo, en el caso de la Seguridad Social. Existían razones para pagar la deuda antes de que los miembros de la generación de la explosión demográfica empezasen a jubilarse, porque así sería más fácil pagar prestaciones completas más adelante. Pero George W. Bush despilfarró el excedente de Clinton en rebajas de impuestos y en guerras, y esa posibilidad se ha esfumado. En estos momentos, todas las propuestas de “reformas” son sobre cosas como aumentar la edad de jubilación o cambiar el ajuste de la inflación, que son decisiones que reducirían paulatinamente las prestaciones en relación con la ley actual. ¿Qué problema se supone que resuelve esto?
El déficit presupuestario se reducirá a medida que se recupere la economía. De hecho, ya está pasando
Bien, es probable (aunque no es seguro) que, dentro de dos o tres décadas, el fondo fiduciario de la Seguridad Social se haya agotado, lo que hará que el sistema no pueda pagar las prestaciones completas establecidas por la ley actual. Entonces, el plan es evitar recortes en las futuras prestaciones comprometiéndose ahora mismo a... recortar las futuras prestaciones. ¿Eh?
De acuerdo, pueden alegar que el ajuste frente al envejecimiento de la población sería más suave si nos comprometiésemos ahora a realizar un recorte gradual de las prestaciones. Por otra parte, si lo realizamos demasiado pronto, podríamos establecer unos recortes de prestaciones que podrían no haber sido necesarios. Y gran parte de esa lógica se puede aplicar a Medicare. Por eso hay buenas razones para dejar el tema de cómo solucionar los problemas del futuro a los políticos del futuro.
El hecho es que el argumento a favor de tomar medidas urgentes ahora para reducir el gasto en las décadas futuras es mucho más débil de lo que la retórica tradicional podría llevarles a suponer. Y no, no tiene nada que ver con el argumento para adoptar medidas urgentes sobre el cambio climático.
Por tanto, no habrá problemas importantes a medio plazo, y no hay razones para preocuparse ahora por temas presupuestarios a largo plazo.
Lógicamente, los acérrimos partidarios de la reducción del déficit que dominan el debate político se opondrán ferozmente a cualquier intento de quitar importancia a su tema favorito. Les encanta vivir en un ambiente de crisis fiscal: les permite acariciarse la barbilla y parecer serios, y también les proporciona una excusa para recortar los programas sociales, que a menudo da la impresión de que es su verdadero objetivo.
Pero ni el déficit actual ni el gasto futuro previsto merecen ocupar un lugar importante en nuestro programa político. Es hora de centrarse en otras cosas, como el estado de la economía, que sigue deprimida, y el problema del desempleo a largo plazo, que sigue siendo terrible.
Paul Krugman, premio Nobel en 2008, es profesor de Economía en Princeton.
© New York Times Service 2013
Traducción de News Clips

Desarrollo de municipios cubanos en la cuerda floja climática

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Por Ivet González
Ricardo Berriz apuesta por construir la felicidad local en armonía con la naturaleza
Ricardo Berriz apuesta por construir la felicidad local en armonía con la naturaleza Ivet González - IPS

Ivet González entrevista a Ricardo Berriz, educador ambiental.
 Cada uno de los 168 municipios de Cuba afronta el desafío de diseñar una estrategia propia de desarrollo que, además de avances económicos y sociales, minimice el impacto de fenómenos meteorológicos extremos y otros problemas causados por el recalentamiento global.

"No se puede emprender un proceso de actualización del modelo sin considerar el estado variable del clima y la reducción de riesgos" y ello resultará más efectivo si nace del pensamiento colectivo y las capacidades de cada comunidad en esta isla caribeña, explicó a IPS el investigador Ricardo Berriz, del estatal Centro de Estudios de Desarrollo Local (Cedel).
A juicio de este especialista y educador en temas ambientales de 57 años, la reforma en marcha apunta a empoderar legal, económica y operativamente a los gobiernos locales, un proyecto que "abre una ventana de retos y oportunidades" en materia de progreso, mitigación y adaptación al cambio climático.
Berriz, participante también en iniciativas regionales al respecto, conversó sobre las transformaciones del escenario local, sus potencialidades y dificultades desde el punto de vista ambiental, ciudadano y económico.
IPS: ¿Qué brechas abren los cambios económicos y sociales al desarrollo local?
RICARDO BERRIZ: La actualización del modelo socioeconómico cubano brinda más oportunidades, pues ha ido proponiendo el empoderamiento local y ciudadano y todo indica que continuará. Hoy existen procesos en marcha que descentralizan, que otorgan mayores facultades y capacidades de decisión a los municipios para producir su ordenamiento.
Ahora se les da la posibilidad de decidir cómo diseñar su desarrollo y cada uno tiene que acordar una estrategia para minimizar daños ocasionados por desastres. Si una zona despliega su potencial económico sin considerar la reducción de riesgos, puede comprometer el esfuerzo de muchos años.
Este proyecto comienza ahora e irá ganando poco a poco el marco legal, la institucionalidad, los diseños y modos de participación más adecuados. Tendrá rasgos nacionales, pero cada localidad presentará sus diferencias de acuerdo con su cultura, geografía, renglones productivos, entre otros.
IPS: ¿Cuáles son los riesgos generales que afrontan y cuánto inciden sus características?
RB: En general, el desarrollo municipal peligra por el incremento del nivel del mar y la ocurrencia de eventos meteorológicos extremos, como tormentas, vientos y sequías más severas, provocadas por el sobrecalentamiento global.
Otra consecuencia son las afectaciones a la salud humana por la aparición de enfermedades desconocidas y la virulencia y mayor incidencia en la población de algunas controladas en el pasado.
Por ser una isla, Cuba tiene muchos municipios costeros, más expuestos a otros problemas ambientales como la degradación de sus litorales y la pérdida de manglares. En un plazo de 50 a 100 años, habrá áreas cercanas al mar que pierden importantes extensiones de tierra, destinadas hoy a la producción o a la vivienda.
También los municipios montañosos presentan ecosistemas vulnerables a la degradación de los suelos, que se intensifica por las pendientes y la deforestación. En ellos, incide el factor demográfico, como es la baja densidad poblacional, con tendencia a la disminución.
Otros municipios poseen zonas de una biodiversidad única, necesitadas de protección especial. En aquellos con grandes conglomerados urbanos, eventos como los huracanes causan grandes complicaciones. La mayoría de los distritos cubanos cuentan con gran producción agrícolas y, por ello, deben salvaguardar ese vulnerable renglón de actividad.
IPS: ¿Qué base tienen ahora los gobiernos locales para diseñar estrategias de desarrollo sostenibles en el contexto del cambio climático?
RB: En buena parte de los municipios existe un Centro de Gestión para la Reducción del Riesgo, dotado de capital humano y poco a poco incorporará capacidad tecnológica, para generar información e identificar saberes y conocimientos.
Con ello, los municipios toman decisiones de corto, mediano y largo plazo. Por ejemplo, han aportado planos de inundación de sus territorios, que hasta hace poco no existían.
Se han ido incorporando los sistemas de alerta temprana a esta escala, incluso en los consejos populares (estructuras de gobierno a nivel de barrios y pequeñas localidades) que lo requieran, por la ocurrencia de eventos locales severos.
La preparación para afrontar el cambio climático abarca varios años, con un trabajo muy intenso en las últimas dos décadas. Cuba tiene un sistema de defensa civil muy eficiente y articulado, que engrana a todas las autoridades y los sectores poblacionales.
Sin embargo, han ido cambiando los conceptos. Ya no se trata solo de responder ante el desastre, sino de reducir paulatinamente las vulnerabilidades para disminuir los riesgos que hoy enfrenta desde los sistemas productivos hasta naturales y la salud humana. También se deben dibujar y tener en cuenta los escenarios futuros.
IPS: ¿Cuáles obstáculos deben sortear?
RB: El Cedel ahora mismo acompaña a 20 municipios, muy diferentes entre sí, con preparación técnica para que tracen sus estrategias de desarrollo. De forma general, aunque no resulta igual en todos los casos, no cuentan con las capacidades necesarias para avanzar de manera autónoma.
Estos distritos afrontan dificultades organizativas y financieras, que las autoridades prevén cambiar con el reordenamiento territorial y ambiental del lugar.
Tampoco saben cómo calcular la factibilidad económica, ambiental y sociocultural de sus proyectos para que sean sostenibles. Esto es sobre todo un gran reto educativo. Se necesita fomentar una cultura de prevención y adaptación frente al cambio climático.
Cada gobierno local está obligado a cumplir con la Estrategia Ambiental Nacional. Sin embargo, tras los cambios de mandato, la prioridad otorgada a los asuntos ambientales puede variar. Es la ciudadanía la encargada de exigir que se mantenga esa preocupación.
IPS: ¿Existe una ciudadanía consciente de ello?
RB: No existe todavía esa ciudadanía, aunque no es una realidad absoluta.
Tenemos mucho trecho por andar en materia de cultura legal y participación ciudadana, a pesar de que hemos avanzado. Este asunto hay que replantearlo cada año. Las nuevas generaciones lo conciben de manera diferente, las mujeres, los hombres, las personas de las ciudades y el campesinado…
No obstante, el proceso está ocurriendo. El rol del Cedel es ayudar a que transcurra en un tiempo razonable.
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