Vivimos
en la era dorada de la desacreditación económica; las falsas doctrinas no paran
de caer como moscas. No, la expansión monetaria no tiene por qué causar
hiperinflación. No, los déficits públicos en una economía deprimida no provocan
un aumento de los tipos de interés. No, recortar el gasto no crea empleo. No,
el crecimiento económico no se desploma cuando la deuda excede el 90% del PIB.
Y ahora,
el último mito muerde el polvo: no, “la incertidumbre acerca de la política
económica” —creada, huelga decirlo, por el Hombre en la Casa Blanca— no está
frenando la recuperación.
Enseguida
llegaré a lo de la doctrina y su refutación. Pero primero quiero recomendar un
ensayo muy antiguo que explica un montón de cosas sobre los tiempos en que
vivimos.
El
economista polaco Michal Kalecki publicó Aspectos políticos del pleno empleo
hace 70 años. Las ideas keynesianas estaban en boga; una “mayoría sólida” de
economistas creía que el pleno empleo podía garantizarse mediante el gasto
público. Pero Kalecki predijo que, aun así, ese gasto se enfrentaría a una
feroz oposición por parte de las empresas y los ricos, incluso en épocas de
depresión. ¿Por qué?
La
respuesta, sugería, era el papel de la “confianza” como herramienta de
intimidación. Si el Gobierno no es capaz de impulsar el empleo directamente,
tiene que fomentar el gasto privado en su lugar, y puede decirse que cualquier
cosa que perjudique a los privilegiados, como unos tipos impositivos más altos
o la regulación financiera, destruye empleo porque socava la confianza y, por
consiguiente, la inversión. Pero si el Gobierno es capaz de crear empleo, la
confianza se vuelve menos importante, y los intereses creados pierden su poder
de veto.
Kalecki
sostenía que los “capitanes de la industria” entienden este punto, y que se
oponen a las políticas de creación de empleo precisamente porque estas
políticas debilitarían su influencia política. “Por tanto, los déficits
públicos necesarios para llevar a cabo la intervención gubernamental deben
considerarse peligrosos”.
Cuando
leí por primera vez este ensayo, pensé que era exagerado. Kalecki era, al fin y
al cabo, un marxista declarado (aunque no veo mucho de Marx en sus escritos).
Pero si los últimos acontecimientos no les han hecho adoptar una postura
radical es que no han estado prestando atención; y el discurso político desde
2008 ha seguido exactamente la misma tónica que Kalecki predijo.
Primero
vino el “giro”, el repentino cambio al punto de vista de que los déficits
públicos, no el desempleo de masas, eran el problema político crucial. Luego
vino el gran gimoteo, la afirmación por parte de una gran figura del mundo
empresarial detrás de otra de que el presidente Obama estaba minando la
confianza al decir cosas malas sobre los empresarios y hacer cosas indignantes
como ayudar a los que no están asegurados. Por último, al igual que sucedió con
las declaraciones de que la reducción del gasto es de hecho una política
expansionista y de que si la deuda pública aumenta suceden cosas terribles, los
sospechosos de rigor encontraron un trabajo de investigación académica que
adoptaron como mascota: en este caso, un informe de unos economistas de
Stanford y Chicago en el que supuestamente demostraban que el aumento de los
niveles de “incertidumbre acerca de la política económica” estaba frenando la
economía.
Pero,
como he dicho, vivimos una edad dorada de la desacreditación económica. La
doctrina de la austeridad expansionista se vino abajo a medida que fueron
llegando pruebas de los efectos reales de la austeridad, y hasta los
funcionarios del Fondo Monetario Internacional admiten que subestimaron
gravemente el daño que hace la austeridad. La doctrina del miedo a la deuda se
desmoronó en cuanto los economistas independientes analizaron los datos. Y
ahora la tesis de la incertidumbre política está siguiendo el mismo camino.
En
realidad, esto ha sucedido en dos fases. Al poco de hacerse famoso, se demostró
que el propuesto índice de incertidumbre contenía tantos fallos que casi
resultaba cómico; por ejemplo, se basaba parcialmente en las menciones en la
prensa de la “incertidumbre acerca de la política económica”, lo cual significó
que el índice se disparó automáticamente en cuanto la expresión se convirtió en
la comidilla de los republicanos. Acto seguido el índice cayó en picado,
volviendo a niveles que no veíamos desde 2008, pero la economía no despegó.
Resulta que la incertidumbre no era el problema.
Lo cierto
es que entendemos perfectamente bien la razón por la que la recuperación ha
sido lenta, y la confianza no tiene nada que ver con ello. Lo que estamos
contemplando, en cambio, son las secuelas normales de una burbuja de activos
impulsada por la deuda; la lenta recuperación estadounidense desde 2009 está
más o menos en consonancia con muchos ejemplos históricos que se remontan al
pánico de 1893. Es más, la recuperación se ha visto limitada por los recortes
del gasto, recortes que han estado motivados por lo que ahora sabemos que era
un pánico al déficit totalmente disparatado.
Y la
moraleja política está clara: tenemos que dejar de hablar de reducción del
gasto y empezar a hablar de aumentos del gasto que creen empleo. Sí, sé que la
política de hacer lo correcto será muy difícil. Pero, en lo que respecta a la
economía, de lo único que tenemos que tener miedo es de los que infunden el
miedo.
Paul Krugman es
premio Nobel de 2008 y profesor de Economía en Princeton
© New York Times Service 2013
Traducción de News Clips.