El 22 de noviembre se acerca y, con él, el 51 aniversario de uno de los grandes misterios del siglo XX: el magnicidio de John Fitzgerald Kennedy en Dallas. Buen momento para que salgan a la luz nuevos documentos desclasificados sobre la Comisión Warren, constituida para investigar el asesinato, y que añaden una nueva vuelta de tuerca a un terreno fértil para otras teorías en las que el propio hermano del presidente asesinado, Robert Fitzgerald Kennedy, creía.
En esta ocasión, se trata de una declaración jurada que la comisión redactó para el hermano pequeño de los Kennedy y que este nunca llegaría a firmar. En ella, Robert afirmaba ser consciente de que no existía “ninguna evidencia creíble para apoyar las alegaciones de que el asesinato del presidente Kennedy fue causado por una conspiración local o extranjera”. Pero, como han señalado diversos biógrafos, Bobby siempre mantuvo sus dudas sobre las conclusiones finales de la Comisión Warren, que señaló que Lee Harvey Oswald actuó solo y por motivaciones estrictamente personales. Prueba de ello, afirman los que creen en que el pequeño Kennedy nunca estuvo conforme con la resolución de la misma, es que nunca manifestó públicamente su acuerdo con dichas conclusiones.
Las respuestas que plantean aún más preguntas
Dicho documento tenía como objetivo que el pequeño de los Kennedy admitiese, bajo juramento, que no daba pábulo a ninguna de las teorías surgidas alrededor de la muerte de su hermano. El texto presionaba a Robert a apearse de las teorías de la conspiración, pero finalmente, nunca fue utilizado. Como bien sabe la historia, el por aquel entonces fiscal general de los Estados Unidos nunca testificó u ofreció una declaración a la comisión, algo que ocurrió también con el presidente Lyndon B. Johnson, pero no con Jacqueline Kennedy, que testificó durante el 5 de junio.
Ya era de dominio público una carta enviada a la Comisión Warren en la que, igual que los documentos, Kennedy afirmaba que no había evidencias que respaldasen la teoría de la conspiración. Sin embargo, la verdadera opinión del hermano pequeño podría ser otra muy distinta. Como afirmaba el periodista de The New York Times David Talbot en una entrevista con ACyV, Robert Kennedy sabía que Oswald no había actuado empujado por la URSS y que, inmediatamente después del asesinato, se había puesto en marcha una campaña de difamación para convertirlo en chivo expiatorio. Tanto fue así que contactó con Moscú a través de un amigo de confianza, Bill Walton, para comunicarles que sabía que no habían sido ellos.
Quién mató a mi hermano
Así pues, ¿quién acabó con la vida de JFK? Como afirmaba el asistente de la Casa Blanca Joseph Califanoa Philip Shenon en una entrevista para su libro, “Robert Kennedy experimentó un dolor increíble después de la muerte de su hermano porque creía que estaba vinculada a sus esfuerzos por matar a Castro”. Pero mientras Shenon sugiere que Bobby pensaba que habían sido sus intentos de derrocar al comunista los que habían acabado con la vida de su hermano, Talbot afirmaba en La conspiración (Crítica) que este sospechó de una alianza entre la Mafia y la CIA que con anterioridad se había propuesto acabar con Castro y que finalmente había centrado el objetivo en su hermano, que habría intentado llegar a una solución diplomática con el cubano.
En lo que no andaba precisamente descaminado Bobby Kennedy fue en su sospecha de que, después de su hermano, él sería el siguiente. Y así fue el 5 de junio de 1968, en la cocina del Ambassador Hotel de Los Ángeles, cuando Sirhan Sirhan disparó a bocajarro sobre él. RFK nunca llegó a testificar, ni a declarar qué opinaba realmente sobre la Comisión Warren. El poco interés por que se sentase frente a la comisión puede ser interpretado como otra pista más de la compleja red que rodeaba la caída de JFK, o simplemente, como un error que la historia ha pagado.
En esta ocasión, se trata de una declaración jurada que la comisión redactó para el hermano pequeño de los Kennedy y que este nunca llegaría a firmar. En ella, Robert afirmaba ser consciente de que no existía “ninguna evidencia creíble para apoyar las alegaciones de que el asesinato del presidente Kennedy fue causado por una conspiración local o extranjera”. Pero, como han señalado diversos biógrafos, Bobby siempre mantuvo sus dudas sobre las conclusiones finales de la Comisión Warren, que señaló que Lee Harvey Oswald actuó solo y por motivaciones estrictamente personales. Prueba de ello, afirman los que creen en que el pequeño Kennedy nunca estuvo conforme con la resolución de la misma, es que nunca manifestó públicamente su acuerdo con dichas conclusiones.
Las respuestas que plantean aún más preguntas
Los documentos, que han sido publicados en la página personal de Howard P. Willens, autor de La historia demostrará que tenemos razón, forman parte de un conjunto mucho más grande que verá la luz próximamente, con motivo del 50 aniversario del final de la investigación. El tiro parece haberle salido por la culata, ya que la publicación de dichos textos no ha “arrojado una nueva luz a la investigación sobre el asesinato”, como él esperaba que hiciese, sino que plantean nuevas preguntas. En primer lugar, y como se pregunta el historiador Philip Shenon, autor de JFK: caso abierto (Debate), en un artículo publicado en Politico, por qué dichos documentos no habían formado parte del archivo de la comisión que figura en los National Archives.
Captura del documento recién publicado. (Howard P. Willens)
Dicho documento tenía como objetivo que el pequeño de los Kennedy admitiese, bajo juramento, que no daba pábulo a ninguna de las teorías surgidas alrededor de la muerte de su hermano. El texto presionaba a Robert a apearse de las teorías de la conspiración, pero finalmente, nunca fue utilizado. Como bien sabe la historia, el por aquel entonces fiscal general de los Estados Unidos nunca testificó u ofreció una declaración a la comisión, algo que ocurrió también con el presidente Lyndon B. Johnson, pero no con Jacqueline Kennedy, que testificó durante el 5 de junio.
Ya era de dominio público una carta enviada a la Comisión Warren en la que, igual que los documentos, Kennedy afirmaba que no había evidencias que respaldasen la teoría de la conspiración. Sin embargo, la verdadera opinión del hermano pequeño podría ser otra muy distinta. Como afirmaba el periodista de The New York Times David Talbot en una entrevista con ACyV, Robert Kennedy sabía que Oswald no había actuado empujado por la URSS y que, inmediatamente después del asesinato, se había puesto en marcha una campaña de difamación para convertirlo en chivo expiatorio. Tanto fue así que contactó con Moscú a través de un amigo de confianza, Bill Walton, para comunicarles que sabía que no habían sido ellos.
Quién mató a mi hermano
No es la única pista que desvela la desconfianza de Bobby hacia las teorías manejadas por la CIA, el FBI y el Gobierno americano. El pasado año, su hijo reveló que, antes de morir, su padre había calificado la Comisión Warren como “una pieza de artesanía chapucera”. Por su parte, el historiador Arthur Schlesinger Jr., autor de Mil días: John F. Kennedy en la Casa Blanca reveló que en diciembre de 1963, Robert manifestó su temor de que el asesinato fuese “parte de una trama más grande, ya sea organizada por Castro o por los
Así pues, ¿quién acabó con la vida de JFK? Como afirmaba el asistente de la Casa Blanca Joseph Califanoa Philip Shenon en una entrevista para su libro, “Robert Kennedy experimentó un dolor increíble después de la muerte de su hermano porque creía que estaba vinculada a sus esfuerzos por matar a Castro”. Pero mientras Shenon sugiere que Bobby pensaba que habían sido sus intentos de derrocar al comunista los que habían acabado con la vida de su hermano, Talbot afirmaba en La conspiración (Crítica) que este sospechó de una alianza entre la Mafia y la CIA que con anterioridad se había propuesto acabar con Castro y que finalmente había centrado el objetivo en su hermano, que habría intentado llegar a una solución diplomática con el cubano.
En lo que no andaba precisamente descaminado Bobby Kennedy fue en su sospecha de que, después de su hermano, él sería el siguiente. Y así fue el 5 de junio de 1968, en la cocina del Ambassador Hotel de Los Ángeles, cuando Sirhan Sirhan disparó a bocajarro sobre él. RFK nunca llegó a testificar, ni a declarar qué opinaba realmente sobre la Comisión Warren. El poco interés por que se sentase frente a la comisión puede ser interpretado como otra pista más de la compleja red que rodeaba la caída de JFK, o simplemente, como un error que la historia ha pagado.