Traducido del más allá por Max Lesnik
La política en Estados Unidos ha descendido a los niveles más bajos. Lo hemos visto en la Convención Nacional del Partido Republicano en la que se acaba de nominar para el cargo de presidente de la nación al pintoresco magnate inmobiliario Donald Trump, un hombre sin la menor experiencia en el oficio de gobernar, que de llegar a la Casa Blanca rompería más vasos, fuentes y platos que un elefante en una cristalería.
Pero nadie puede negar que el hombre tiene grandes facultades histriónicas- Adolfo Hitler también las tenía- que le han servido para conquistar el apoyo fanático de un sector importante del pueblo norteamericano, en su mayoría personas de la raza blanca que resienten el espacio ganado en la sociedad norteamericana por otros grupos étnicos, ya sean negros o hispanos que hoy conforman- con derechos y deberes- el nuevo y moderno Estados Unidos de América.
Bastaba con ver una panorámica del amplio escenario de la Convención Republicana para entender que lo que allí estaba presente no era una real representación del pueblo norteamericano con todos sus colores y matrices, sino más bien una nata blanca y rubia con alguno que otro puntico negro o latino, apenas imperceptible, que más bien parecía una foto tomada de una Convención partidista de los años treinta en los tiempos del imperio del Ku Klux Klan.
Hay que insistir en el tema por lo que tiene de preocupante para los que todavía creen que la llamada democracia norteamericana debe ser el ejemplo o paradigma a seguir por el resto del mundo en el siglo XXI.
No es que los Demócratas con Hillary Clinton en la Casa Blanca sean la maravilla que salvarán al mundo, pero por lo menos con una política de “más de lo mismo” no llevarían a Estados Unidos a un laberinto desconocido como el que se avizora de llegar el polémico ignorante racista Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Lo que vimos anoche por televisión con el cierre de la Convención Nacional del Partido Republicano es para sentirnos seriamente preocupados por el futuro incierto de los Estados Unidos.¿ Reír o llorar? Un payaso del circo Ringling no lo hubiera hecho mejor.
Y hasta el próximo lunes amigos de El Duende que con mi gallo me voy a mi tumba fría. Bambarambay.