Cuba 2011: la autocrítica necesaria, las rectificaciones y los modelos.
Por Jesús P. García Brigos
Como hemos expuesto en otras ocasiones, en los años posteriores a 1959 se pueden distinguir al menos cuatro momentos en los cuales, con sus matices, se ha planteado un llamado a la movilización social para perfeccionar el funcionamiento de nuestro proceso de construcción socialista.
Ya en pleno siglo XXI, luego del discurso Fidel el 17 de noviembre de 2005 y especialmente el del General de Ejército Raúl Castro el 26 de Julio de 2007, y el inicio de la actual legislatura de la Asamblea Nacional con Raúl como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, se podría ir identificando el inicio de otro proceso de rectificación, cuyo análisis se complejiza por el contexto actual interno y externo, y sobre todo por las peculiaridades que se van perfilando en el propio proceso de dirección política de la sociedad.
Es ante todo un rasgo común a los cuatro momentos señalados en el desarrollo de la Revolución Cubana, -e incluso al quinto en el que nos encontramos actualmente -que la rectificación es convocada desde un centro:
-se hace un llamado a la acción social, en cuya determinación no ha estado ausente el mensaje de las masas que se convocan, pero el diálogo necesario y análisis colectivo no alcanzan las dimensiones y profundidad para el involucramiento necesario y posible, repitiéndose los rasgos de participación esencialmente como respuesta a movilización y consulta.
-la señal a la “ruptura en continuidad” que se necesita para la rectificación, es resultado de la elaboración por el centro de la dirección, en la máxima dirección1 política del proceso. Y en todos los casos con un peso importante de la actividad personal del liderazgo histórico, con sus características específicas: Fidel Castro hasta 2006 y Raúl Castro en el proceso que vivimos actualmente.
Una vez desencadenados los respectivos procesos, un elemento común importante es la reiteración de determinados aspectos como objetos de perfeccionamiento: el proceso de dirección, la actividad política, la eficiencia y eficacia de nuestros fundamentos productivo- materiales, y la interacción entre estas dos esferas.
Con sus matices en cada caso, -sobre todo en el proceso que vivimos actualmente,-se reproduce en la cotidianeidad una dirección política con acento en el centralismo, contradictoriamente con un discurso de convocatoria a la descentralización y participación más amplias.
La realidad de estos años de revolución apunta hacia una tendencia objetiva de mucha importancia en las perspectivas y el curso que en definitiva siga el desarrollo de nuestra sociedad: se va conformando como una regularidad negativa en nuestro proceso, hacer llamados al perfeccionamiento, para atender deficiencias que se repiten. Estamos ante un fenómeno cuyo fundamento causal es necesario esclarecer, como premisa sine qua non para que el sistemático perfeccionamiento del trabajo del Partido, decisivo en el desenvolvimiento de la esfera política, con el cual se articulen adecuadamente el trabajo del Partido, el Sistema del Poder Popular, la Central de Trabajadores de Cuba y los Sindicatos en primer orden, sea efectivamente una regularidad esencial positiva en el desarrollo de la sociedad cubana, determinante en el proceso de construcción socialista, y en lo inmediato, en la conformación de los fundamentos socioeconómicos para la salida socialista del Periodo Especial. Y todo esto no puede ser visto aislado de la necesidad de que en nuestro proceso se lleve a cabo un tránsito generacional sin rupturas, y no un relevo traumático -no olvidemos la experiencia soviética-a partir de una situación real que se ha conformado, con potencialidades positivas reales, al mismo tiempo que importantes retos.
Para lograr que el perfeccionamiento real sistémico y sistemático sea un rasgo positivo efectivamente consubstancial a nuestro modo de desarrollo social, es imprescindible profundizar en las causas de las deficiencias que presentamos. Y en tal sentido, desde la propia convocatoria a las rectificaciones es muy importante prestar atención a algo que Machado Ventura apuntaba en 1999, refiriéndose a los conceptos de métodos y estilo de trabajo, pero extensivo más allá en el discurso habitual: se acude al uso de términos con pretensiones de conceptos, pero que en definitiva "...se repiten como un lema, sin existir comprensión cabal de su significado..."2 .
Un importante libro publicado hace ya algunos años, refiriéndose al modo de asumir los cambios en las empresas señala algo que es generalizable a todo proceso de dirección: “… un ‘organismo’ que es obligado a cambiar constantemente puede también dejar de existir”3 . Y en el Proceso de construcción socialista cubano la regularidad de los llamados a la rectificación que vuelven sobre problemas viejos no resueltos, conforma una amenaza en este sentido.
Es imprescindible hoy más que nunca profundizar en las causas de las deficiencias que presentamos. Y en este sentido es muy importante definir con rigor conceptual y sentido práctico el contenido de las cuestiones que se expresan como definiciones que
2 En los balances partidistas provinciales de 1999- 2000, se pidió reflexionar a fondo sobre los conceptos de métodos y estilo de trabajo, con la acotación de Machado Ventura al subrayar que "...los comités y Buroes provinciales deben aumentar su influencia, sin suplantar a otras instituciones y sin entrar a hacerles el trabajo a las estructuras de la organización en los municipios", y que se trata de "...la discusión de problemas concretos: no es quedarse en la relación de las deficiencias-esas las sabemos-, el propósito es debatir cuales son sus causas, como deberán actuar ante cada una de ellas y por cuales vías llevarán las cosas hasta el final, porque si no todo quedará igual"¨Qué esperar de los balances provinciales del Partido", Maria Julia Mayoral, Granma, 17 de setiembre.
3 Ver “Perfeccionamiento empresarial. Realidades y retos”, Rafael Alhama, Francisco Alonso y Rafael Cuevas, Ciencias Sociales, 2001, p. 101.
deben guiar el perfeccionamiento, para enfrentar los desafíos actuales y por venir, con creatividad que mantenga el rumbo socialista. A fines del pasado siglo planteamos en informes de investigación que:
“El desafío está claro: niveles superiores de salida en la producción material, en volumen y eficiencia, son imprescindibles; pero tienen que ser alcanzados en el marco de relaciones de propiedad socialistas, cuyo proceso de establecimiento hoy no solo exige el perfeccionamiento de lo alcanzado hasta la segunda mitad de los ochenta, sino la neutralización de nuevos elementos introducidos, portadores de una orientación regresiva capitalista subdesarrollada.”
Esta afirmación adquiere hoy mucha más fuerza. Tiene estrecha relación con lo planteado por el Comandante en Jefe en su memorable intervención del 17 de noviembre de 2005, y el General de Ejército Raúl Castro más recientemente al intervenir en la sesión de la Asamblea Nacional de Diciembre de 2010, cuando con toda justicia nos coloca “al borde de un abismo”.
No podemos asumir superficial y al final triunfalistamente estas alertas. Se impone rectificar el curso, sin perder el Norte de referencia en el “viaje a lo ignoto “que es la construcción socialista. ¿Cómo rectificar el curso?: he aquí el Nudo Gordiano a desatar. No hay más tiempo a repetir errores propios, y mucho menos errores ajenos.
¿Actualizar el modelo?
Si malo es repetir los errores propios, peor es asumir los ajenos como soluciones: se corre el riesgo de nuevos errores naturalizados, híbridos que en nuestras condiciones tendrían consecuencias verdaderamente fatales.
Hoy se ha hecho popular hablar de la necesaria actualización de nuestro “modelo económico”. E incluso algunos más “avezados” reclaman, no sin razón, que no debemos restringirnos a lo económico, que se debe abordar nuestro “modelo de socialismo”, el cual requiere actualización, con “creatividad y objetividad”, pensando en el socialismo “posible”.
No es mi objetivo ahora referirme a estos adjetivos, algunos de relativa larga data ya en la literatura crítica del socialismo, y con abundante fundamentación “científica” como en el caso de Alec Nove. Tampoco a otras ideas que, con raíces más profundas en el revisionismo y el oportunismo decimonónico, ahora se revisten de frescura planteando enfoques “dialécticos”, identificados con que es imprescindible entender que lo que antes no servía ahora es necesario.
Propongo centrarnos en el actualmente popular tema del “modelo”.
¿Cuándo Marx, Engels o Lenin hablaron de “modelos de socialismo”? O, más exactamente aún, ¿cuándo hablaron de “modelo económico”? Incluso más cercano a nuestros días y nuestras realidades, ¿cuándo entre nosotros se comienza a hablar en estos términos? ¿A qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de modelos?
Para construir un modelo, según cualquiera de las aproximaciones epistemológicas al tema, se requiere un aparato conceptual que refleje los procesos, el sistema o parte del mismo a modelar: se trata de reproducirlo en el nivel teórico del proceso del conocimiento, para, a partir de las potencialidades heurísticas de la entidad ideal construida, poder avanzar hacia abstracciones superiores, siempre en estrecha interacción con la práctica científica.
Y con esto entramos en algo constantemente ignorado o soslayado:
la necesidad de los nuevos conceptos y categorías que recojan la esencia de los contenidos específicos de la transformación comunista (socialista). Esto es indispensable, ante todo, para trascender la fragmentariedad propia de las categorías que reflejan el sistema del capital, como expresión culminante del sistema de propiedad adversarial enajenante en el capitalismo.
En este proceso el sujeto práctico cognoscente puede desarrollar sus posibilidades de interacción eficaz con el sistema real estudiado de acuerdo a sus objetivos y posibilidades. Y al mismo tiempo, debe someter a crítica el modelo que sirvió de base para las acciones prácticas, y sistemáticamente “actualizar” el mismo, “ajustarlo” a la realidad: “perfeccionar” el modelo.
¿Qué relación tiene esto con “aplicar un modelo” a una realidad histórica y concreta como puede ser un organismo social determinado, un país?; ¿qué entender por modelo de socialismo?. O, más específicamente, ¿qué entender por “actualizar” el “modelo económico” para Cuba actual.
El tema no es nuevo en el debate sobre el socialismo. Sus inicios se sitúan en los trabajos pioneros de Lange en polémica con Hayek, y toman fuerza en los años cincuenta del pasado siglo, a raíz de las contradicciones objetivas que comenzaron a evidenciarse entre las concepciones soviéticas-stalinistas y las realidades de los países que se habían sumado, o habían “sido sumados” al rumbo socialista, sin ignorar que desde los primeros años en Rusia, se dieron interesantes polémicas con propuestas diferentes de cómo conducir el proceso, en particular la economía, entre figuras como Trotsky, Bujarin y Preobrazhensky y por supuesto los trabajos pioneros del polaco Oscar Lange de los treinta.
Algo muy importante desde los inicios y en el desarrollo ulterior de este tema, agudo punto de encuentro entre la actividad académica y la práctica cotidiana, -especialmente la política en su interacción con la economía-, es la centralidad de lo concerniente a la concepción de socialismo.
Contrario a todo lo que puede encontrarse en las ideas fundacionales de Marx y Engels, la existencia de “modelos” se hace “necesaria” estrechamente ligada a la visión del socialismo como un “estadio de llegada” intermedio en la marcha “hacia” el “comunismo” como “sociedad superior”, que lamentablemente mantiene arraigo entre nosotros. Su existencia ha estado vinculada a carencias conceptuales-plenamente justificadas en su momento-que conformaron terreno propicio para una práctica política que “aplicó” las “leyes del socialismo” y “de la transición”. Y en el funcionamiento real inevitablemente surgieron conflictos, que, como siempre ocurre, se pueden silenciar hasta un momento solamente, si no se atienden a tiempo y adecuadamente las contradicciones en su fundamento.
Precisamente cuando se hizo “posible” atender a esas contradicciones, se comenzó a pensar en “modelos” de funcionamiento del socialismo, buscando en la mayoría de los casos,- o al menos planteando que se buscaba,-no renunciar al tipo se sistema socio-económico que se asumía. Como señala el polaco Wlodzimierz Bruss, nos encontramos ante un problema de gran significación para el desarrollo de la teoría económica marxista; y, más que eso, para la necesaria teoría de la transformación socialista.
Solo que, lamentablemente, la búsqueda de soluciones nació con deformaciones congénitas, con la ayuda de los “modelos”.
Comenzó la aparición de “modelos” que, -para evitar la imposición del soviético-estalinista, -ofrecían variantes, que, sobre la misma plataforma de “elaboraciones teóricas” “a aplicar”, continuaron en esencia sin trascender la esencia de las limitaciones “prácticas” que se criticaban, por las propias limitaciones teóricas, entre otras causas al aferrarse a “explicar” el funcionamiento con los conceptos derivados del análisis del desarrollo social y a la fragmentariedad de los enfoques, -incluso en la experiencia yugoslava de autogestión, tan poco y tan sesgadamente analizada entre nosotros, que no llegó a trascender en la necesaria autogestión social de nueva naturaleza.
La fragmentariedad se manifiesta entre otros aspectos en la contraposición simplista entre plan y mercado,-con una plan reducido a la actividad económica administrativa en esencia sin vínculos con la política, -y el no desarrollo de los contenidos nuevos indispensables para la política propia de la “extinción” del Estado, proceso que resulta una utopía irrealizable sin transformar radical e integralmente el lugar del individuo en el proceso de dirección social, a través de sus expresiones ante todo en los procesos de representación y la labor de gobierno-que aún reproducen estrechos contendido liberal burgueses- , el papel del Derecho, etc.
Surge así el “modelo” como variante de Lecho de Procusto para los procesos socialistas, buscando liberarse del “dogma” soviético, con la deformación genética de alejarse de lo que podría ser efectivamente consecuente con la propia concepción del socialismo como proceso:
la elaboración teórica creativa a partir de las prácticas concretas, con el imprescindible enfoque de totalidad que es condición sine qua non de la transformación comunista, capaz de actuar como “guía para la acción” en la definición de las estrategias y tácticas específicas para cada caso, a expresar en programas, lineamientos y planes concretos.
Sí volvemos a nuestro contexto específico, encontramos significativo que en documentos partidistas no se habla en estos términos hasta el recién celebrado VI Congreso. Y no hemos encontrado en la obra consultada del Che, Fidel, Raúl, Carlos Rafael Rodríguez, por solo citar cuatro relevantes dirigentes políticos que además han hecho teoría en estos más de cincuenta años de revolución, el uso de tal terminología al referirse a nuestro proceso de desarrollo.
En 1991 el IV Congreso del Partido acordó que el Programa aprobado en el anterior evento partidista había perdido actualidad en importantes aspectos, sobre todo de conceptualizaciones, y se trabajaría en la elaboración de un nuevo programa. Se celebró el V sin referencias al tema. Transcurrieron casi 14 años, y celebramos el VI Congreso, que nos ha dejado los Lineamientos, centrado esencialmente en la “actualización del modelo económico”.
Más allá de la centralidad del tema referente a la ausencia del Programa del Partido, -elemento definitorio de la esencia de partido martiana y leninista-la gravedad de los retos, y la seriedad con que tenemos que abordar las contradicciones, conflictos y problemas que enfrenta nuestra sociedad hoy en día, no permite repetir errores viejos, pero mucho menos importar errores de otras historias, que en nuestras condiciones ya no tendrían rectificación posible.
Nuestras soluciones no resultarán de la automática implementación de “modelos” actualizados, -mucho menos modelos de fragmentos aislados del sistema, ni siquiera partes interactuantes de un todo,-elaborados sobre la base de concepciones cuya condición de verdaderas elaboraciones teóricas capaces de ser guías para la acción en el viaje a lo ignoto de la construcción socialista resulta importante analizar, o mucho menos sobre la base aportes de dialécticos “novedosos” que sencillamente coquetean con las armas melladas de que hablara el Ché, por ignorancia o mala intención.
No basta “enunciar principios.” Se percibe muy fuertemente el peligro de estar repitiendo expresiones “…como un lema, sin existir comprensión cabal de su significado...”, lo que inevitablemente conduce a asumir simplistamente “que la prioridad debe colocarse en el cambio cualitativo”, y convocar superficialmente a un cambio de mentalidad sin “claridad de cómo…(…) actuar de manera distinta”-, que puede llevar a asumir términos como principios, semejantes a los expresados como rectores en otros momentos y en contextos que se plantearon “perfeccionar el socialismo”, “alcanzar lo que no tenían y mantener lo que tenían” y solo lograron perderlo todo, entre otras causas porque resultaron incapaces de penetrar en las esencias del mercado a trascender, de la planificación social no solo en cuanto a su alcance sino en su gestación desde el individuo productor – consumidor, y en los contenidos de la política de nuevo tipo para la extinción del Estado, entre otros elementos centrales de la transformación socialista. Marx llamaba a no quedarnos en interpretar la realidad, sino a transformarla. Pero para transformarla revolucionariamente, tenemos que empezar por interpretar adecuadamente la realidad en construcción que es la transformación comunista, con su naturaleza totalmente diferente a todas las transformaciones que ha vivido la humanidad, y sus contradicciones, que siempre hemos repetido como consigna que son fuente y fuerza motriz del desarrollo, pero mal atendemos su presencia en el funcionamiento, núcleo de ese desarrollo histórico. Y a partir de ahí, desarrollemos el fundamento conceptual que vaya plasmando sobre la base de la sistemática y sistémica autocrítica de la práctica, las esencias en construcción: de la nueva economía “desde el punto del vista del trabajo” como nos pidió Marx, capaz de trascender el mercado del capital y el productor esclavo moderno-asalariado en los “productores libres asociados”; de la política para “extinguir el Estado”, con los contenidos de gobernar que correspondan al funcionamiento cotidiano en este sentido, con relaciones dirigentes-dirigidos -en su expresión más amplia para la totalidad del sistema de relaciones- efectivo soporte del progreso en la auto dirección social comunista; de los valores y normas reguladoras de las relaciones entre individuos, núcleo de la nueva subjetividad, y, en esencia, del proceso de reapropiación por los individuos socializados de su propia existencia, el sistema de propiedad de nueva naturaleza, inseparable del contenido plenamente humano de la riqueza que ha de identificar al nuevo modo reproductivo, identificado por Marx y casi siempre ignorado en los “modelos” socialistas conocidos.
Elaborando y perfeccionando siempre esta “guía para la acción”, -no como “modelo”, aunque sea “actualizado”, o “leyes” a “aplicar”,-trabajemos conscientemente, con rigor, en la identificación y resolución progresista de nuestras contradicciones reales de modo tal que se consolide el desarrollo de la transformación socialista en las condiciones cubanas actuales, con programas integrales, lineamientos y planes específicos de acción cotidiana, que no sean letra muerta ni camisas de fuerza, sino verdaderas “brújulas” para la creación en el camino a lo ignoto que hemos emprendido y al cual no podemos renunciar.
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