Durante las veinticuatro horas de todos los días del año, la impresionante flota de fondos de inversión surca los mares financieros del mundo buscando oportunidades para sus inversiones. Pero en todos los puertos hay problemas y las recompensas no son muy atractivas.
Es cierto, los rendimientos no son buenos y en cambio, los precios de los activos están al alza. Por todas partes los índices de precios y cotizaciones de los mercados de valores siguen su carrera al cielo. El costo de acciones y bonos en los mercados financieros se ha encarecido en los últimos dos años. En Estados Unidos el índice Dow creció 40 por ciento en 18 meses y por primera vez ha superado los 17 mil puntos. Es decir, el Dow está 155 por ciento por arriba de su nivel en marzo de 2009, cuando la crisis amenazaba con desintegrar el sistema financiero estadunidense. Y, por supuesto, los rendimientos permanecen estancados.
Y si usted prefiere hablar de bienes raíces, encontrará el mismo fenómeno (con algunas excepciones). Hasta los bonos a 10 años emitidos por España e Italia tuvieron buena acogida en junio, con una caída en el costo de esos empréstitos y por lo tanto en el rendimiento para los inversionistas. Vaya, lo más sorprendente es que hasta Grecia terminó en abril su exilio de cuatro años de los mercados financieros y colocó bonos por 4 mil millones de dólares (a un rendimiento de 4.75 por ciento) con inversionistas extranjeros.
Es decir, es como si el costo de estacionarse en los mercados financieros del mundo se hubiera encarecido por una tarifa de congestión (como la que se cobra en las horas pico en los patios de almacenamiento de un puerto). Los operadores de los fondos de inversión permanecen sólo el tiempo indispensable para tratar de cumplir sus metas de rendimientos, como capitanes de barco que apresuran el avituallamiento antes de zarpar hacia otras oportunidades para sus inversionistas.
Nunca en la historia de las recesiones los mercados de valores habían experimentado una tendencia alcista durante tanto tiempo sin correcciones (precios de títulos a la baja). Esta temporada con propensión al alza es la más larga desde la gran depresión de 1929. Y lo más notable es que la tasa de crecimiento de la economía real en el mundo no corresponde para nada a este crecimiento en los precios de activos financieros.
¿Cuál puede ser la causa de este fenómeno? Según muchos analistas, esta nueva burbuja en los precios de todo tipo de activos tiene que ver con un exceso de ahorro en la economía mundial. Esta es la explicación de los economistas ortodoxos y fue el argumento de Ben Bernanke (antiguo responsable de la Reserva federal) para explicar los desequilibrios existentes en la economía mundial antes de la crisis. Hoy se recurre a ella para explicar por qué las tasas de interés están en su límite inferior (cero). Esta seudoexplicación descansa en la idea errónea de que existe un mercado de fondos prestables en el que oferta y demanda de ahorro determinan la tasa de interés. Esta vieja idea fue desacreditada de manera irrefutable por Keynes en su Teoría general en 1936.
Otros analistas señalan que los culpables de esta nueva súper burbuja son los bancos centrales, que inundan con liquidez la economía mundial tratando de reactivar el crecimiento. Es la crítica de la derecha que desconfía de cualquier intervención en la economía (a menos que se trate de un rescate bancario) y que acusa ahora a los bancos centrales de haber generado las condiciones para un episodio de híper-inflación próximamente. Pero esta visión de las cosas supone que la Reserva federal y el BCE están imprimiendo billetes con fruición, algo que no es exacto. Además, supone que la flexibilización en la política monetaria de la Fed es la causa directa de la expansión de precios de activos, algo que no está demostrado. Las últimas burbujas en los precios de activos se presentaron sin el tipo de flexibilidad monetaria ahora realizada por la Fed y el BCE.
En realidad, la nueva superburbuja se explica más por la desigualdad. El casino del 1 por ciento sigue funcionando. La economía global real, la que produce fierros y granos, no se recupera de la crisis porque no encuentra oportunidades de expansión en un mundo de demanda efectiva deprimida y sobre-endeudamiento por bajos salarios. Pero casi nadie quiere hablar de salarios bajos, ni siquiera el ya célebre libro de Piketty.
Cuando una economía capitalista es atrapada por la crisis, los poderes establecidos buscan cambiar la trayectoria. En la metáfora de Haruki Murakami, es como si un barco fuera sorprendido por la tempestad y el capitán buscara alterar el rumbo para evadirla, sólo para descubrir que la tormenta le persigue y pareciera adivinar cada maniobra, adelantándose para cerrarle las vías de escape. Por más que el navío cambia su derrotero, siempre le aguardan el viento y las olas desenfrenadas. Y es que el capitán no sabe algo importante: la tormenta no es algo que llegó de lejos y por sorpresa. El navío lleva la tormenta en sus entrañas.
Twitter: @anadaloficial
Es cierto, los rendimientos no son buenos y en cambio, los precios de los activos están al alza. Por todas partes los índices de precios y cotizaciones de los mercados de valores siguen su carrera al cielo. El costo de acciones y bonos en los mercados financieros se ha encarecido en los últimos dos años. En Estados Unidos el índice Dow creció 40 por ciento en 18 meses y por primera vez ha superado los 17 mil puntos. Es decir, el Dow está 155 por ciento por arriba de su nivel en marzo de 2009, cuando la crisis amenazaba con desintegrar el sistema financiero estadunidense. Y, por supuesto, los rendimientos permanecen estancados.
Y si usted prefiere hablar de bienes raíces, encontrará el mismo fenómeno (con algunas excepciones). Hasta los bonos a 10 años emitidos por España e Italia tuvieron buena acogida en junio, con una caída en el costo de esos empréstitos y por lo tanto en el rendimiento para los inversionistas. Vaya, lo más sorprendente es que hasta Grecia terminó en abril su exilio de cuatro años de los mercados financieros y colocó bonos por 4 mil millones de dólares (a un rendimiento de 4.75 por ciento) con inversionistas extranjeros.
Es decir, es como si el costo de estacionarse en los mercados financieros del mundo se hubiera encarecido por una tarifa de congestión (como la que se cobra en las horas pico en los patios de almacenamiento de un puerto). Los operadores de los fondos de inversión permanecen sólo el tiempo indispensable para tratar de cumplir sus metas de rendimientos, como capitanes de barco que apresuran el avituallamiento antes de zarpar hacia otras oportunidades para sus inversionistas.
Nunca en la historia de las recesiones los mercados de valores habían experimentado una tendencia alcista durante tanto tiempo sin correcciones (precios de títulos a la baja). Esta temporada con propensión al alza es la más larga desde la gran depresión de 1929. Y lo más notable es que la tasa de crecimiento de la economía real en el mundo no corresponde para nada a este crecimiento en los precios de activos financieros.
¿Cuál puede ser la causa de este fenómeno? Según muchos analistas, esta nueva burbuja en los precios de todo tipo de activos tiene que ver con un exceso de ahorro en la economía mundial. Esta es la explicación de los economistas ortodoxos y fue el argumento de Ben Bernanke (antiguo responsable de la Reserva federal) para explicar los desequilibrios existentes en la economía mundial antes de la crisis. Hoy se recurre a ella para explicar por qué las tasas de interés están en su límite inferior (cero). Esta seudoexplicación descansa en la idea errónea de que existe un mercado de fondos prestables en el que oferta y demanda de ahorro determinan la tasa de interés. Esta vieja idea fue desacreditada de manera irrefutable por Keynes en su Teoría general en 1936.
Otros analistas señalan que los culpables de esta nueva súper burbuja son los bancos centrales, que inundan con liquidez la economía mundial tratando de reactivar el crecimiento. Es la crítica de la derecha que desconfía de cualquier intervención en la economía (a menos que se trate de un rescate bancario) y que acusa ahora a los bancos centrales de haber generado las condiciones para un episodio de híper-inflación próximamente. Pero esta visión de las cosas supone que la Reserva federal y el BCE están imprimiendo billetes con fruición, algo que no es exacto. Además, supone que la flexibilización en la política monetaria de la Fed es la causa directa de la expansión de precios de activos, algo que no está demostrado. Las últimas burbujas en los precios de activos se presentaron sin el tipo de flexibilidad monetaria ahora realizada por la Fed y el BCE.
En realidad, la nueva superburbuja se explica más por la desigualdad. El casino del 1 por ciento sigue funcionando. La economía global real, la que produce fierros y granos, no se recupera de la crisis porque no encuentra oportunidades de expansión en un mundo de demanda efectiva deprimida y sobre-endeudamiento por bajos salarios. Pero casi nadie quiere hablar de salarios bajos, ni siquiera el ya célebre libro de Piketty.
Cuando una economía capitalista es atrapada por la crisis, los poderes establecidos buscan cambiar la trayectoria. En la metáfora de Haruki Murakami, es como si un barco fuera sorprendido por la tempestad y el capitán buscara alterar el rumbo para evadirla, sólo para descubrir que la tormenta le persigue y pareciera adivinar cada maniobra, adelantándose para cerrarle las vías de escape. Por más que el navío cambia su derrotero, siempre le aguardan el viento y las olas desenfrenadas. Y es que el capitán no sabe algo importante: la tormenta no es algo que llegó de lejos y por sorpresa. El navío lleva la tormenta en sus entrañas.
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