Raúl Díaz Argüelles. Foto: Archivo familiar
Por Natasha Díaz Argüelles*
Dentro de pocos días se cumplirán 40 años de aquel fatídico día en que una mina destrozó las piernas de mi padre, cortara su femoral y falleciera en tierras angolanas.
No he olvidado nunca aquella noche en que nos dieron la noticia, estábamos mis hermanas y yo en la fiesta de 15 de Carmen Fernández del Busto, en el reparto Kohly. Aquella noche, muy larga para mí, nos recogieron mi mamá, mi tía Mariana y Martha Machín, la secretaria de mi papá por muchos años.
Una combinación de personas muy rara, por lo que pensé que algo pasaba. Nos llevaron para nuestra casa, nos sentaron en el cuarto de mi mamá y allí, de los labios de mi madre, brotaron las palabras: “Natasha, ¿te acuerdas de lo que hablamos la semana pasada?, tú papá sufrió un accidente…” Sólo escuché hasta ahí, recordé aquella conversación que tuve con mi mamá siete días antes, donde supe que mi papá no estaba en Moscú estudiando, sino en tierras africanas luchando. Salí corriendo, corrí mucho, quería yo también morir. ¿Qué sería mi vida sin él?
Esos son mis recuerdos, que persisten hasta hoy, de aquel día, de aquel 12 de diciembre de 1975 cuando llegó la noticia de la muerte de mi papá. Yo tenía entonces 16 años, mis hermanas 15 y 14.
Ha sido muy duro para mi seguir viviendo sin su presencia, sin sus consejos, sin sus mimos, sin su sonrisa, sin sus regaños. Muy duro continuar el camino, tropezando una y otra vez, deseando en ocasiones, poder estar a su lado porque con él me sentía a salvo de todo.
Cuánto hubiera deseado que estuviera conmigo cuando concluí los Camilitos, cuando me gradué de Licenciada en Relaciones Internacionales, cuando me casé, cuando tuve a mis dos hijos.
Cuánto he deseado poder recibir sus enseñanzas, sus consejos. Guardo con mucho cariño todas las cartas que me escribiera cuando estaba ausente. Las leo y releo una y otra vez, y las lágrimas brotan de mis ojos como caudalosos ríos.
Raúl Díaz-Arguelles García, fue uno de esos jóvenes que en el fogueo de la lucha fue evolucionando y madurando sin perder sus raíces de verdadera entraña popular, su jovialidad y perseverancia. No estuvo nunca en el vértice de las acciones, siempre se introducía en la tempestad.
En 1952, deja sus estudios en Estados Unidos y matricula en la Universidad de La Habana Ingeniería Civil, incorporándose a las luchas estudiantiles. Integra el Directorio Estudiantil Revolucionario, y se convierte en uno de sus combatientes más activos en la capital.
Realiza disímiles acciones en La Habana que le obligan a partir clandestino a Estados Unidos. Pero no estará mucho tiempo, regresa con sus compañeros del Directorio en la expedición del SCAPADE que abre en la Sierra del Escambray un núcleo guerrillero.
Como conocía bien la ciudad, el alto mando del Directorio le pide retorne a la capital para reactivar la lucha urbana. Allí realiza varias operaciones de gran audacia, pero nuevamente acosado por la policía, tiene que partir hacia las montañas e incorporarse a la guerrilla. Allí, en el año 1958, es ascendido a Comandante, grados que le impone el Che.
Después del triunfo de la Revolución, ocupa diversos cargos en las nacientes Fuerzas Armadas Revolucionarias que cumple a cabalidad.
La cima de su arte empero, la alcanza en el cumplimiento de misiones internacionalistas. En ellas prestó un inapreciable servicio a la lucha revolucionaria de pueblos hermanos y a los compromisos solidarios de nuestro Partido y Estado. La fidelidad absoluta al Comandante en Jefe y al Ministro de las FAR, marcó por igual a todos sus compañeros, impregnados por el peso de su ejemplo.
Muchas misiones cumpliría Raúl Díaz-Arguelles en África: Guinea Conakry, Sierra Leona, Somalia y las dos más importantes: Guinea Bissau y Angola.
Durante el tiempo que mi padre permaneció junto a los revolucionarios guineanos, participó en las principales acciones combativas que se libraron contra el ejército colonialista portugués.
Sus conocimientos sobre el desarrollo de la guerra irregular y sus cualidades como jefe guerrillero, disciplina, alto sentido de la responsabilidad, el ejemplo personal, influyeron en las victorias alcanzadas por el movimiento revolucionario guineano en su lucha por la liberación nacional e hizo que se ganara el respeto y el cariño de los combatientes y el pueblo de ese hermano país.
En Angola con idéntico ímpetu compartió esa capacidad combativa y su ingenio con los guerrilleros angolanos logrando victorias históricas y estratégicas.
La madrugada del 11 de diciembre, Raúl fue el primero en ponerse en pie en su puesto de mando de Hengo. Estaba adaptado al clima húmedo de las selvas y praderas africanas. Años antes se había acostumbrado a la vida en campaña bajo las ásperas tormentas de la jungla de Guinea Bissau, y salvo algunas características específicas, no vio diferencia ni en los montes, ni en el clima, ni en las condiciones de la guerra, con las privaciones que padeció en las montañas del Escambray, durante la lucha contra Batista.
La propia acción de su existencia lo había convertido en un hombre impávido a los cambios climáticos. La humedad sólo le afectaba su tobillo derecho fracturado al escapar a tiro limpio del sitio donde después de asesinar a dos compañeros la policía ocupaba en espera de otros revolucionarios; el dolor era intenso.
Pese haber sufrido grandes descalabros, los sudafricanos lograron situarse en las aproximaciones de Conde, poniendo en aprietos a una compañía de cubanos. Domingos da Silva ordenó entonces que avanzara la tropa hasta Quisobe, donde debía cerrar el paso al enemigo.
Él y su Estado Mayor abordaron un vehículo de una pequeña columna de blindados a la cual dio instrucciones de partir de inmediato a campo travieso y ganar la aldea de Galange, con la finalidad de atacar a los sudafricanos por uno de los flancos.
Después de realizar el avance por un terreno desfavorable, ocupan posiciones en las cercanías de la aldea, comprobándose que el enemigo se había retirado de allí. Al poco rato, Argüelles decide reemprender la marcha para ir al encuentro de la compañía de Estebanell, sitiada por los sudafricanos en las alturas de Hengo.
El puesto de mando de la columna viajaba en el cuarto vehículo VRDM en el orden de la marcha.
Pasaron un arroyuelo y la columna se detuvo en una pequeña curva del camino, porque la exploración informa que se han detectado minas. Nadie podía suponer que el blindado en el que viajaba el Estado Mayor estaba detenido a pocos centímetros de una potente carga antitanque.
La labor de los zapadores fue dura y peligrosa. Ellos desbrozaron un camino de muerte, sin embargo, cuando se ordenó reiniciar el avance, el chofer del Estado Mayor, al hacer un giro de izquierda para coger el centro del camino, cae en la mina. Se produce una explosión horrenda. A Domingos da Silva, seudónimo utilizado en Angola por mi padre, le destroza la metralla las piernas y le corta la arteria femoral.
Se inicia entonces la odisea del grupo de hombres que cargan su cuerpo, aún con vida y consciente, sobre el rompeolas de otro carro, que abriéndose paso en la selva tratan de salvarle la vida.
Su caída causó gran consternación entre los patriotas angolanos y los combatientes cubanos para quienes encarnó y aún encarna las mejores cualidades de un revolucionario y un ejemplo a seguir.
Los que sobrevivieron a aquel día funesto dicen hoy, que no recuerdan haber pasado un momento más amargo en la guerra de Angola. Aun los más acostumbrados al penoso andar de la guerra, sintieron que aquella pérdida les remordía los sentimientos, aunque nunca les habría estado permitido exteriorizarlos en tiempos de beligerancia.
Su imagen, su ejemplo, su vida, siguen vivos ante mí. Sus compañeros de entonces, resaltan sus extraordinarias cualidades como jefe militar y también su sensibilidad humana, su permanente preocupación por los problemas de sus subordinados, su sencillez y honestidad y cómo les imprimió el espíritu de sacrificio, responsabilidad y abnegación con que cumplió todas las misiones que le fueron asignadas por el alto mando de las FAR, la dirección del Partido, el Gobierno y el Estado Cubano.
Por sus características, es lógico suponer que hubiera conservado su carácter afable y su energía y firmeza. También puedo imaginarlo enternecido viendo crecer a los nietos que no conoció.
Fue un gran honor para mí recibir el pasado 11 de noviembre la Orden Héroe de la República de Cuba en nombre de mi padre. Agradezco a la alta dirección del gobierno cubano y muy en especial al general de ejército Raúl Castro Ruz por pensar en él.
Acompáñennos no sólo en el recuerdo de mi padre, sino también en su legado y en el de los miles de cubanos caídos junto a él, en tierras africanas y cubanas, por la liberación de los pueblos y les pido que no renuncien a continuar la lucha, porque la única opción que tenemos es la victoria. Como dijera nuestro Comandante en Jefe:
“De este modo, el patriotismo y el internacionalismo, dos de los más hermosos valores que ha sido capaz de crear el hombre, se unirán para siempre en la historia de Cuba”.
El General de Ejército Raúl Castro Ruz (I), Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, entrega el título de Héroe de la República de Cuba, con carácter postumo a Natasha, la hija de Raúl Díaz Argüelles, en la Sala Universal del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en La Habana, el 11 de noviembre de 2015. Foto: Calixto N. Llanes/Juventud Rebelde.
*La autora es la hija del General de Brigada Raúl Díaz Argüelles, quien recientemente recibió post mortem el título honorífico de Héroe de la República de Cuba. Actualmente es la Consejera cultural de la Embajada de Cuba en España.
Giraldo Mazola
Cuban Ambassador to Namibia
Tel: +264 81 124 0152
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